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Siempre se han mirado con recelo y en época electoral se acusan mutuamente de los resultados. Lima y el resto del Perú no terminan de asumir desde sus inicios que viven en el mismo territorio y que su progreso depende de que empiecen a entenderse.
La segunda vuelta presidencial en Perú ha puesto en entredicho el poder político de Lima, la capital que reúne a un tercio de la población, y plantea la posibilidad de que el próximo presidente sea elegido por el llamado interior del país.
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En el Perú, “hay una cuestión que es crucial, que es la gran diferencia en términos de poder”, explicó a Efe el antropólogo Mirko Solari. Pero, además, “cuando hablamos del antagonismo entre Lima y el interior del país, también estamos hablando de un antagonismo étnico, entre un imaginario de lo blanco y un imaginario de lo más indígena”, precisó.
Campo vs. ciudad
El izquierdista Pedro Castillo, del partido Perú Libre, es el favorito para alzarse con la elección del 6 de junio, según las encuestas, mientras que la derechista Keiko Fujimori no ha logrado conquistar al centro y sur del país, donde su rival congrega multitudes a pesar de la pandemia.
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La candidata de Fuerza Popular, acusada por lavado de activos y sobre quien pende un pedido de 30 años de cárcel, representa y defiende el continuismo en materia económica e institucional.
Es, por tanto, la favorita de Lima, sede de la élite política y económica del país. De forma simbólica, hasta tres veces en su primer debate público contra Castillo, Fujimori le espetó enojada a su rival que había tenido “que venir hasta aquí” para hablar con él, al presentarse en la plaza principal de la andina Chota, provincia natal del candidato.
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Castillo propugna el cambio de la Constitución que promulgó el padre de la candidata, Alberto Fujimori, en 1993, para introducir cambios en el modelo económico neoliberal y también revisar contratos, nacionalizar actividades extractivas y controlar el comercio internacional.
El maestro sindicalista, que ha convertido su sombrero de hombre del campo en uno de sus símbolos, ha prometido una segunda reforma agraria que ofrezca mayores recursos y propiedad a los pequeños agricultores, una oferta que atrae a las familias del campo, por siempre relegadas del desarrollo urbano y de la prosperidad de las últimas décadas.
Herencias del virreinato
Solari afirma que el centralismo limeño se remonta al virreinato del Perú, establecido en el siglo XVI en esta ciudad costera, y que se afianzó a lo largo de tres siglos, hasta el momento de la independencia, que se materializó precisamente hace 200 años impulsada desde el interior del país.
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”Hay tres siglos de colonización que establecen las bases de esta polaridad, de esta dicotomía entre Lima y el interior, que podría llamar una dicotomía de centro y de periferia”, anotó el catedrático de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Con la llegada de la independencia, Lima siguió concentrando el poder político, jurídico, económico y administrativo de la nación, y el desarrollo del país se fue midiendo conforme al avance prioritario de su capital.
Migración refuerza Lima
Este crecimiento sólo generó grandes oleadas de migración, desde los años 40 del siglo pasado, para tener acceso a los servicios y condiciones de vida que no existían en otros puntos del territorio.Las políticas de descentralización, para impulsar el crecimiento equilibrado en el país, se quedaron a mitad de camino, al no lograr fusionar macroregiones “que pudieran contrarrestar el poder de Lima”, afirmó Solari.
”La fragmentación se mantiene y, por lo tanto, si a eso se le suma una tradición de corrupción y de clientelaje, de alguna forma la capital de región viene a ser lo que es Lima” y se reproduce nuevamente la “cadena de poder”, expresó el antropólogo.
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De un total de 33 millones de habitantes en el Perú, Lima concentra a cerca de 11 millones y las regiones que se acercan en número son las norteñas Piura y La Libertad, con dos millones de habitantes cada una.
El norte peruano, de intensa actividad agroindustrial, pesquera y comercial, casi duplica en población a la región de Cajamarca, donde nació Castillo, y a la surandina Arequipa, la segunda metrópoli del país en atracción para los migrantes.
Mientras Lima y Arequipa atraen a los migrantes en busca de mejores oportunidades, Cajamarca y la amazónica Loreto son las regiones que ‘expulsan’ al mayor número de personas por la falta de condiciones básicas de supervivencia.