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Casi una década después de que Mario Vargas Llosa acuñara la famosa frase: “Me niego a creer que mis compatriotas van a ser tan insensatos de ponernos en la disyuntiva de elegir entre el sida y el cáncer terminal”, refiriéndose a Ollanta Humala (el sida) y Keiko Fujimori (el cáncer), el país está ante otra elección incluso más extrema que la del 5 de junio de 2011. Este domingo los peruanos deberán escoger entre Pedro Castillo, de izquierda radical, y Keiko Fujimori, heredera de una derecha autoritaria.
¿Insensatez peruana? No, el resultado de una crisis de legitimidad que vive el país desde hace varios años: todos los mandatarios elegidos desde 1990 están presos, procesados o fugados por delitos relacionados con la corrupción, un mal que salpica también a exministros, funcionarios y congresistas; en las pasadas elecciones 136 candidatos tenían procesos abiertos y aun así fueron elegidos.
Keiko Fujimori, del partido Fuerza Popular, estuvo 16 meses en prisión preventiva por el escándalo de corrupción de la constructora brasileña Odebrecht y un fiscal pidió treinta años de cárcel para la candidata por lavado de dinero, lavado de activos, obstrucción a la justicia y falsa declaración. Pedro Castillo, de Perú Libre, no tiene investigaciones, pero Vladimir Cerrón, líder del partido y el poder detrás del profesor, sí está condenado por corrupción.
Y aunque están en orillas distintas —Fujimori defiende el libre mercado y la carta magna vigente, promulgada por su padre en 1993, que garantiza el liberalismo económico, mientras que Castillo propone un cambio de modelo económico y redactar una nueva Constitución—, tienen varias coincidencias: ambos candidatos preparan sendos indultos. Keiko ya ha anunciado que sacará a su padre de la cárcel y Castillo pretende hacer lo mismo con el militar revolucionario Antauro Humala, hermano del expresidente Ollanta y protagonista de la asonada de Andahuaylas, que defiende las polémicas tesis etnocaceristas, un nacionalismo extremo.
Ambos candidatos son antiaborto, defienden la familia tradicional, no dan importancia a los derechos de la comunidad LGTBI y rechazan el enfoque de género en la educación.
Analistas peruanos coinciden en que, sin importar quién gane, Perú está cansado de los políticos, de las falsas promesas y de la desigualdad, que se acentuó durante la pandemia: dos millones de peruanos perdieron sus empleos el último año y tres millones pasaron a ser pobres, por lo que ahora un tercio de los 33 millones de habitantes vive en la pobreza.
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La pandemia no solo ha deteriorado la economía, también deja 180.000 muertos en Perú, el país con la mayor tasa de mortalidad por COVID-19 del mundo (con 5.484 decesos por millón de habitantes, según un recuento de la AFP basado en datos oficiales). ¿Keiko Fujimori o Pedro Castillo? El empate técnico entre los candidatos anticipa unos resultados tan apretados que quizá se repita la historia de 2016, cuando el país tuvo que esperar dos semanas para saber el nombre del ganador. ¿Puede esperar Perú? James Bosworth, autor del Latin American Risk Report, le dijo a BBC: “Lo más probable es que cuando haya un ganador, los peruanos lo rechacen”.
Keiko Fujimori y el lastre familiar
Keiko llega de nuevo a una segunda vuelta electoral. Y como sucedió en 2011 y 2016 ante Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski (PPK), respectivamente, el antifujimorismo, una fuerza tan o más poderosa que el fujimorismo, amenaza con arrebatarle de nuevo el sueño de ser la primera presidenta de Perú.
¿Por qué el triunfo le ha sido tan esquivo? La pesada herencia familiar le ha pasado factura: es la hija mayor del expresidente Alberto Fujimori, quien cumple una condena de 25 años de cárcel por corrupción y delitos de lesa humanidad. Además carga con el poco respaldo de su padre, quien, de acuerdo con la prensa peruana, siempre apostó porque Kenji, el hijo menor, fuera el heredero de su capital político.
Durante la actual campaña, los hermanos no se hablaron y Kenji no salió a respaldar a su hermana, hasta este jueves cuando los sondeos le vaticinaban una derrota. Entonces, el clan apareció de nuevo unido. “No saben la inmensa alegría que siento de poder estar aquí con todos ustedes. Sentir esa energía positiva. Keiko, no sabes lo orgulloso que me siento de ti”, dijo. Keiko Sofía Higuchi nació el 25 de mayo de 1975. Tuvo que asumir el cargo de primera dama en 1994, cuando tenía 19 años, luego del divorcio de sus padres. Susana Higuchi, su mamá, abandonó a Fujimori acusándolo de tortura y corrupción. La mayor del clan Fujimori es administradora de empresas con estudios en la Boston University y una maestría en la misma profesión por la Columbia University, ambas en Estados Unidos. Está casada con el ciudadano estadounidense Mark Vito Villanella, con quien tiene dos hijas. Si pierde el balotaje, será llevada a juicio, pero si gana tendrá inmunidad. El futuro, por ahora, huele a pasado…
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Pedro Castillo o el miedo a la izquierda
Pedro Castillo dice que un eventual gobierno suyo no pretende impulsar la expropiación. “Mentira es lo que dicen: que vamos a cerrar tu bodega, que te vamos a quitar el pan, que te vamos a cerrar la puerta, que te vamos a quitar tu casa”, dijo en un debate. Y aunque se ha negado a identificarse con una doctrina ideológica, dice que si llega a la presidencia nacionalizaría algunos recursos como el gas natural, reforzaría las empresas públicas, implementaría un modelo de “economía popular con mercados” y convocaría un referéndum para elegir una Asamblea Nacional Constituyente. Los expertos califican de inviables todas sus propuestas.
A Castillo, nacido en el poblado de Puña, en el departamento de Cajamarca, lo votaron los campesinos, una población marginada y discriminada durante años. En Lima pocos lo conocían, pero arrasó en 16 de las 26 circunscripciones electorales; una evidencia de la división entre el Perú rural y las ciudades. Como profesor de izquierda radical, lideró dos huelgas importantes en Perú para exigir mejores condiciones laborales y salariales para los maestros. Pero fue antes, en 2005, cuando inició su carrera política y se convirtió en un miembro del Comité de Cajamarca del partido político Perú Posible.
“Pedro Castillo no tiene una trayectoria política reconocida. No es un cuadro ideologizado, no es un ideólogo marxista-leninista, no es un dirigente sindical como Lula da Silva, y no tiene la trayectoria de Evo Morales. Es un outsider con un discurso plebiscitario con un estilo populista que sintoniza con esa rabia contra el statu quo, eso fue lo que lo llevó a la segunda vuelta”, explicó Carlos Meléndez, académico de la Universidad Diego Portales.
Pero detrás de él hay un hombre calificado como “obsesivo, oscuro y siniestro” que le habla a Castillo al oído. Para varios analistas, Vladimir Cerrón, fundador de Perú Libre, el partido del actual candidato, ha armado durante los últimos diez años un poderoso aparato político en Junín, donde fue gobernador en 2010, basado en la corrupción e intimidación de sus críticos. De hecho, este jueves 3 de junio la Fiscalía abrió una investigación preliminar contra Cerrón por presunto delito de lavado de activos.
“A diferencia de Castillo, Cerrón sí es un cuadro ideologizado de formación cubana, incluso vivió en la isla durante once años. Él abraza las ideas fundamentales del castrismo, y yo diría que él tiene en la cabeza el socialismo del siglo XX. Pedro Castillo quiere llegar a la presidencia, y Vladimir Cerrón quiere tener poder, y como jefe del partido va a tener mucho margen para poder designar ministros y tener acceso en puestos claves del Ejecutivo”, sostiene Meléndez.
“A pesar de que Castillo no tiene una columna vertebral ideológica, esta alianza con Cerrón es la que está generando el apoyo de los peruanos que se sienten perdedores del crecimiento económico de los últimos treinta años; algo que sin duda podría llevarlo a la presidencia”, concluyó.
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