El mito de María Corina Machado se enfrenta a la represión del régimen de Maduro
No ha pasado una semana desde las elecciones en Venezuela y, en medio de reclamos de fraude ante la reelección de Nicolás Maduro, se han registrado hechos de brutalidad contra los manifestantes que piden un reconteo de votos. La única salida posible parece ser la presión que las protestas puedan ejercer sobre el régimen, en momentos en los que María Corina Machado puede estar creando un mito frente al chavismo que la oposición no había logrado antes.
María José Noriega Ramírez
Es el ataque a la sede de campaña de María Corina Machado en Caracas, pero también la incertidumbre de que tanto ella como Edmundo González Urrutia caigan presos. Es la clandestinidad de la líder opositora, pero también su miedo, y el de muchos, de perder la vida o la libertad. Es la represión de un régimen que ha ocasionado, según la ONG Foro Penal, más de 700 arrestos y 11 asesinados, aunque otros hablan incluso de 19 víctimas, en medio de los reclamos de fraude electoral. Es la desaparición de Freddy Superlano y el interrogante que hace su esposa de “qué les respondo a mis hijas cuando preguntan por qué su papá no las ha llamado”. Es la decisión del candidato de la Plataforma Unitaria Democrática de seguir “firme, del lado del pueblo”, en unos días que serán claves para el futuro que se jugó Venezuela hace menos de una semana en las urnas y que se sigue jugando en las calles. Es el derrumbe de estatuas de Hugo Chávez y, tal vez, el surgimiento de un nuevo mito para el país. Es la pregunta de qué pasará con el proyecto político de la oposición venezolana después del 28 de julio.
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Es el ataque a la sede de campaña de María Corina Machado en Caracas, pero también la incertidumbre de que tanto ella como Edmundo González Urrutia caigan presos. Es la clandestinidad de la líder opositora, pero también su miedo, y el de muchos, de perder la vida o la libertad. Es la represión de un régimen que ha ocasionado, según la ONG Foro Penal, más de 700 arrestos y 11 asesinados, aunque otros hablan incluso de 19 víctimas, en medio de los reclamos de fraude electoral. Es la desaparición de Freddy Superlano y el interrogante que hace su esposa de “qué les respondo a mis hijas cuando preguntan por qué su papá no las ha llamado”. Es la decisión del candidato de la Plataforma Unitaria Democrática de seguir “firme, del lado del pueblo”, en unos días que serán claves para el futuro que se jugó Venezuela hace menos de una semana en las urnas y que se sigue jugando en las calles. Es el derrumbe de estatuas de Hugo Chávez y, tal vez, el surgimiento de un nuevo mito para el país. Es la pregunta de qué pasará con el proyecto político de la oposición venezolana después del 28 de julio.
“Ganó Venezuela. Ganó cada madre que quiere a sus muchachos de vuelta a casa. Ganó cada hombre trabajador que quiere vivir con dignidad y justicia. Ganó cada chamo que no se quiere ir o que quiere regresar a su país. Ganaste tú, ganamos todos, ganó Venezuela”, se le escuchó decir en un video a la líder opositora hace apenas unos días, la misma que dijo que “hasta el final”, como clama su consigna, incluye “cobrar” el “triunfo histórico” de las urnas, que, a su parecer, se tiene que hacer con más manifestaciones, como las que convocó para este sábado en la avenida Las Mercedes en Caracas, pero también en otras partes del país.
La relación que tiene con los venezolanos es distinta, tal vez es una que no se dio con otros opositores, ni con Leopoldo López, Henrique Capriles o Juan Guaidó: “Es una cosa de emocionalidad altísima. Una conexión de madre con sus hijos”, dice Mercedes De Freitas, directora de Transparencia Venezuela, en un space moderado por El Espectador y Runrunes: “La llaman María, algo también medio religioso. Uno ve a los hombres llorar delante de ella o por ella porque es como la madre, y esa relación es la más fuerte que existe”. Tal vez por eso intuye que el régimen de Nicolás Maduro no la encarcelaría, porque la respuesta podría ser más violenta por parte de la gente, aunque reconoce que en Venezuela todo puede pasar.
Machado es una mujer que habla de reunificación familiar y que está creando un fervor que no se veía desde hace décadas en el país, o al menos eso cree Ronal Rodríguez, vocero e investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario: “Por eso las estatuas de Hugo Chávez están cayendo, porque antes la oposición no lograba romper el vínculo religioso que se había construido alrededor de él”. Recuerda, por ejemplo, que, en uno de sus viajes a Caracas, en 2007, le sorprendió que en las tiendas de artículos religiosos del centro de la capital se vendían, al lado de figuras de José Gregorio Hernández y de la virgen de Coromoto, estatuillas de Hugo Rafael Chávez Frías, incluso del dictador Juan Vicente Gómez Chacón.
Ahora, Machado, con el mensaje de reconstrucción de la democracia alrededor de los valores de la familia, que se ha visto destruida por el régimen, que se ha tenido que separar y que algunos de sus miembros han sido perseguidos, parece que está desplazando a la figura del fallecido expresidente, a pesar de que algunos le critican que, años atrás, previo a ganar las primarias de 2023, socavó la vía electoral propuesta desde la oposición. De los demás disidentes la diferencian varias cosas: López, que se asocia más con acciones disruptivas y, quizás, agresivas, además de las acusaciones de corrupción y de su apoyo a Guaidó. De Capriles también se distancia porque el discurso de él se acerca más hacia la figura de González Urrutia, pues ambos encarnan el símbolo del padre que busca espacios para la reconciliación.
Las piedras en el camino son muchas, pero la ruta parece ser una sola, al menos para Martha Lucía Márquez: que la movilización social lleve a una ruptura de la coalición en el poder y que eso, eventualmente, ocasione una transición, que puede ser una hacia la democracia, reconociendo a González Urrutia, o una en la que la misma coalición, de la que hacen parte los militares, saque a Maduro y ponga a otra persona que hable de volver a hacer elecciones. La profesora de la Universidad Javeriana y también directora del Centro de Investigación y Educación Popular/Programa por la Paz (CINEP) cree en esta posibilidad porque Venezuela no es la Venezuela de hace una década o más. Es un país en el que la crisis se ha acentuado, en el que hay presencia de actores armados, como el ELN. Es un Estado desintegrado, donde la infraestructura, de salud, petrolera y educativa, está deteriorada. Es un país que siente el cansancio de un régimen que lleva 11 años en el poder, del que han huido más de 7 millones de personas y en el que, entre 2014 y 2021, el PIB cayó en un 76 %, según datos del Observatorio Venezolano de Finanzas.
Con Machado en la clandestinidad la situación se pone más compleja. No es solo el costo político de la sangre que se derrame en Venezuela, sino que el ocultamiento le quita a ella un poco de voz y le puede imposibilitar salir a las calles, además de que tiene que cuidarse de las comunicaciones que manda, pues, a través de mecanismos electrónicos y de espionaje, se puede saber desde donde tuitea. El ataque a su sede en Caracas es un problema más, un indicio de que la están persiguiendo, dice Márquez, pero esto va más en contra del régimen: “Estamos ante un Gobierno que tiene las armas, ante el escenario de la fuerza bruta, que es bruta y violenta. No tiene argumentos. Si llega un momento en el que no le importe la legitimidad ni el reconocimiento internacional, ¿quién lo saca de ahí?”. La ventaja, tal vez, es que hoy la oposición tiene una dinámica bicéfala: por un lado, Machado, por el otro, González Urrutia, y esto, según Rodríguez, complica la forma de responder del chavismo. La clandestinidad de Machado, según él, puede fortalecer más su mito y si la llegaran a detener, se podría desatar una dinámica de necesidad de cambio, algo parecido a lo que dijo Albert Camus en “El hombre rebelde”.
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