Las presidenciales chavistas: un recuento de las campañas en Venezuela
Se espera que en un mes exactamente Venezuela esté cerrando la campaña presidencial. Recordamos el camino que ha recorrido la llamada “Revolución Bolivariana”, hoy encabezada por Nicolás Maduro, quien aspira a un tercer mandato con los sondeos mostrando a su contendor, Edmundo González, como el favorito.
Ronal F. Rodríguez
El 28 de julio se celebrará la séptima elección presidencial a la que se presenta el chavismo en Venezuela. Proyecto político que se inició en contraposición a los partidos históricos Acción Democrática (AD), socialdemócrata, y el Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI), socialcristiano, que dominaron el escenario político desde la caída de la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez en 1958.
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El 28 de julio se celebrará la séptima elección presidencial a la que se presenta el chavismo en Venezuela. Proyecto político que se inició en contraposición a los partidos históricos Acción Democrática (AD), socialdemócrata, y el Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI), socialcristiano, que dominaron el escenario político desde la caída de la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez en 1958.
La denominada “Revolución Bolivariana” se erigió en torno a la figura de Hugo Rafael Chávez Frías, militar que se hizo conocido tras las intentonas golpistas de 1992 contra el presidente Carlos Andrés Pérez: la del 4 de febrero en la que jugó un papel protagónico y la del 27 de noviembre, en la que participó con un mensaje grabado desde la cárcel. Desde sus orígenes, la “Revolución Bolivariana”, el chavismo, se planteó como un proyecto personalista, antipartidista, que recurrió a la vía electoral ante la imposibilidad de tomarse el poder por la fuerza y tras el fracaso de la vía abstencionista.
La primera elección la ganó Chávez en 1998, después de copiar la estrategia electoral de Acción Democrática. Durante los dos años previos, el candidato se dedicó a recorrer todo el país, ciudad por ciudad, pueblo por pueblo, logrando poco a poco concentraciones en la Venezuela olvidada. Una movilización política que muy pronto se convirtió en masivas expresiones de apoyo popular, solo comparables con las que logró, a principios de los años 60, Rómulo Betancourt, padre de la democracia venezolana, y las que hoy logra María Corina Machado, lideresa opositora.
Paradójicamente los años en que despertó mayor entusiasmo la “Revolución Bolivariana” son solo comparables con la política partidista de Acción Democrática a la que tanto se opuso o con la movilización política de la actual oposición que hoy se resiste a la continuidad del chavismo.
Con 3,6 millones de votos, Chávez ganó las elecciones contra Henrique Salas Römer, conquistando el 56 % de los votos, con poco más de un millón de diferencia, sacándole casi 16 puntos porcentuales y una abstención que rondó el 36 %. La promesa central de campaña fue el cambio constitucional y la transformación de Venezuela, sentimiento afincado en el corazón de los venezolanos desde el fracaso de la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado de Jaime Lusinchi, presidente entre 1984 y 1989.
La segunda elección del chavismo se dio después del cambio de la Constitución, en un espíritu de relegitimación de todos los poderes del Estado en función de la nueva carta en el año 2000. Si bien Chávez logró el 59 % de los votos en esa ocasión y amplió la diferencia contra el candidato opositor, Francisco Arias Cárdenas, el otro comandante golpista de 1992, con 3,7 millones de votos, la victoria se dio por el importante crecimiento de la abstención, que llegó al 43 %. El cambio de Constitución no resolvió la molestia de los ciudadanos con el sistema político y evidenció la erosión de la representatividad democrática.
La tercera elección en la que participó Hugo Chávez fue en los años dorados de la “Revolución Bolivariana”. Después de un gobierno marcado por el golpe de Estado de 2002 y el referendo revocatorio presidencial de 2004, llegaron las elecciones de 2006, con el viento a favor. Los ingresos de la industria petrolera pusieron al Estado al servicio de la campaña de reelección de Chávez con las misiones sociales, programas de política social que le permitieron al gobierno en ejercicio aceitar un complejo entramado de clientelismo electoral, que en paralelo, con políticas de persecución como la “lista Tascón” y el “Programa Maisanta”, le aseguraron la victoria.
En las elecciones de 2006, Chávez logró el 62 % de los votos contra el 36 % de Manuel Rosales, primer candidato opositor que reunió a todos los sectores contrarios a la “Revolución Bolivariana”, a diferencia de los dos anteriores, que fueron el resultado de coaliciones de último momento. Para esta elección Chávez logró los 7,3 millones de votos y Rosales los 4,2 millones, una diferencia de casi 26 puntos porcentuales y más de tres millones de votos, en un contexto en que la abstención se redujo al 25 %.
La última elección de Hugo Chávez se caracterizó por su enfermedad, un cáncer cuyo diagnóstico fue público en 2011 y que finalmente le quitó la vida, según las versiones oficiales, en marzo de 2013. Las elecciones fueron celebradas en octubre de 2012, pero, a diferencia de las campañas anteriores, el candidato convaleciente no pudo recorrer el país, lo que agudizó el uso de los recursos públicos para comprar la voluntad de los electores. A diferencia de 2006, las malas decisiones políticas, económicas y sociales socavaban la capacidad del Estado para sostener la relación clientelar; así las cosas, se amplió el espectro represor, y el chavismo, que nunca jugó limpio, dejó de cuidar las formas y arremetió contra el candidato opositor Henrique Capriles.
Muchas de las practicas que hoy implementa en la campaña Nicolás Maduro fueron usadas en esa campaña de 2012: bloquear el acceso a tiquetes aéreos para el desplazamiento del candidato opositor, sancionar a hoteleros y todos aquellos que suministraban bienes y servicios a Capriles. A diferencia de 2006, la mala gestión del chavismo ya se empezaba hacer evidente para 2012; sin embargo, la narrativa de Chávez, inmolándose por el proyecto de la “Revolución Bolivariana”, caló en un pueblo dado a los personalismos desastrados, al mejor estilo de Bolívar.
Chávez logró el 55 % de los votos contra un 44 % de Capriles, la abstención se redujo a menos del 20 % y el Gran Polo Patriótico que congregaba al chavismo, ante el fracaso de hacer del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) un partido único, obtuvo 8,1 millones de votos mientras la Mesa de la Unidad Democrática llegó a los 6,5 millones. La diferencia entre los candidatos se redujo a 10 puntos porcentuales. Un crecimiento importante de la oposición, pero aún insuficiente para arrebatarle el poder al chavismo.
Al año siguiente Nicolás Maduro se convirtió en el heredero político de Hugo Chávez, después del secretismo que envolvió su muerte. Maduro llegó a las elecciones del 14 de abril de 2013 con las banderas del legado del comandante. Pero Maduro no es Chávez, y las urnas lo reflejaron, obtuvo 7,5 millones de votos contra los 7,3 millones de Capriles, quien repitió como candidato opositor en la contienda. Con una diferencia de 223.000 votos, según los datos oficiales, Maduro ganó la presidencia por el 1,4 %.
No obstante, los datos a boca de urna y los testigos electorales evidenciaban que la oposición ganó con un estrecho margen. Capriles decidió no sacar al pueblo a las calles a reclamar la victoria, entre otras cosas porque las armas las tenía el chavismo y un baño de sangre era inevitable. El chavismo ya demostraba que estaba dispuesto a usar la fuerza contra los ciudadanos, como después ocurrió en 2014 y 2017.
Las elecciones no competitivas de 2018 las ganó Nicolas Maduro, con 6,2 millones de votos contra 1,9 millones de Henri Falcón. Según el Consejo Nacional Electoral (CNE), el presidente dictador logró el 67 % de los votos contra un 20 % del exgobernador de Lara, exchavista. Los resultados no fueron reconocidos por la comunidad internacional democrática, el reconocimiento, los saludos y las felicitaciones llegaron del mundo autoritario: Rusia, China, Cuba, Nicaragua, Turquía e Irán.
* Ronal F. Rodríguez, vocero e investigador del Observatorio de Venezuela de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario, y coordinador del Radar Colombia Venezuela en alianza con la Fundación Konrad Adenauer.
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