Todos los ojos en Venezuela, pero ¿qué organizaciones observarán las elecciones?
La legitimidad de las elecciones presidenciales es uno de los aspectos más cuestionados por los antecedentes de 2018, por esto resultan claves los organismos que sean testigos de los comicios.
Hugo Santiago Caro
Se acerca el fin de la espera y Venezuela está a punto de enfrentar un momento decisivo en las urnas, donde se determinará si Nicolás Maduro consigue su tercer mandato presidencial o si, después de casi 25 años, otra fuerza política tomará el poder con la llegada de Edmundo González. Por supuesto, todos los ojos de Latinoamérica están puestos en Venezuela, pero ¿quién realmente observa estas elecciones? El precedente no es alentador. Las elecciones de 2018, en las que ganó Maduro, fueron ampliamente cuestionadas y una gran cantidad de países y organizaciones, como la OEA, no reconocieron sus resultados.
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Se acerca el fin de la espera y Venezuela está a punto de enfrentar un momento decisivo en las urnas, donde se determinará si Nicolás Maduro consigue su tercer mandato presidencial o si, después de casi 25 años, otra fuerza política tomará el poder con la llegada de Edmundo González. Por supuesto, todos los ojos de Latinoamérica están puestos en Venezuela, pero ¿quién realmente observa estas elecciones? El precedente no es alentador. Las elecciones de 2018, en las que ganó Maduro, fueron ampliamente cuestionadas y una gran cantidad de países y organizaciones, como la OEA, no reconocieron sus resultados.
Por ello, la legitimidad de estos comicios está en vilo y gran parte de esta legitimidad estará en manos de los observadores electorales, los entes externos que estarán en Venezuela para supervisar las garantías del ejercicio democrático. Puede que las ausencias pesen más que las presencias confirmadas para seguir de cerca el desarrollo de la jornada. Tal vez la ausencia más destacada es la de la delegación de la Unión Europea. “Sería inmoral permitir su participación conociendo sus prácticas neocolonialistas e intervencionistas contra Venezuela (...), no siendo grata su presencia en un proceso electoral tan importante”, afirmó entonces Elvis Amoroso, presidente del Consejo Nacional Electoral (CNE), quien como contralor de Venezuela estuvo detrás de la inhabilitación de diferentes candidatos de oposición. Nicolás Maduro, por su parte, llamó espías a los delegados de la UE.
Para Ronal Rodríguez, vocero del Observatorio sobre Venezuela de la Universidad del Rosario, esta delegación era la única ampliamente capacitada para realizar la observación. “El haber organizado las elecciones en julio, cuando tenían todo el segundo semestre para organizarlas, tenía como objetivo bloquear las misiones de observación electoral, que requieren tiempo, capacidades y estudios previos antes de poder ir al terreno. Un despliegue que en ningún caso podría ser posible. La única organización que tenía la capacidad para realizarlo era realmente la Unión Europea, porque había adelantado el proceso de 2021 y ya conocía muy bien toda la dinámica”, explica.
La delegación de la UE era una de las que el gobierno de Maduro había aceptado recibir en los acuerdos de Barbados, acompañados por países como Estados Unidos y Colombia, en los que oposición y régimen pactaban las bases de unas elecciones equitativas. El Espectador pudo conocer en su momento que lo que más esperaban desde Washington era que tanto dicha delegación como la del Centro Carter pudieran estar supervisando los comicios. Esta última ONG, fundada por el expresidente de EE. UU. Jimmy Carter, sí estará presente y será tal vez el observador más importante en estos comicios. Junto a ellos, están invitados como veedores, según el régimen, el Consejo de Expertos Electorales de Latinoamérica (Ceela), la Unión Africana (UA) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Adicionalmente, también llegó una comisión del gobierno de China para acompañar las elecciones.
“La misión de 2021 de la UE terminó muy mal y, particularmente ahora, con algunos aliados, ellos quieren o buscan que aquellos que asistan sean invitados para que quede legitimado lo que va a suceder el próximo domingo”, explica Rodríguez sobre la presencia de países cercanos al gobierno de Maduro, como China, el domingo.
Sin embargo, si de aliados se trata, también brillará por su ausencia el acompañamiento de la izquierda latinoamericana. Ni Gustavo Petro, presidente de Colombia, ni Lula da Silva, presidente de Brasil, ambos cercanos ideológicamente a Maduro, enviaron a sus cancilleres (Luis Gilberto Murillo y Celso Amorim, respectivamente), ni delegaciones para acompañar el proceso. Lula, incluso, fue más allá durante la semana y envió varios mensajes públicos a Maduro, diciéndole que si perdía, tenía que aceptar los resultados. También manifestó que se “asustó” con las declaraciones del presidente venezolano de que si ganaba la “derecha extremista”, habría un baño de sangre en Venezuela.
“Me asusté con las declaraciones de Maduro, de que si él pierde las elecciones habrá un baño de sangre. Quien pierde las elecciones toma un baño de votos, no de sangre”, afirmó Lula, quien hizo énfasis en que debía aceptar los resultados. “Maduro tiene que aprender: cuando ganas, te quedas (en el poder). Cuando pierdes, te vas. Y te preparas para disputar otra elección”, dijo. A estas declaraciones se sumó el expresidente argentino Alberto Fernández: “Si (Maduro) es derrotado, lo que tiene que hacer es aceptar, como dijo Lula: el que gana, gana, y el que pierde, pierde”. Fernández había sido invitado por el CNE para observar los comicios y ya estaba listo para viajar, cuando el gobierno de Maduro le hizo saber que preferían que no asistiera, dudando de su imparcialidad.
“El gobierno nacional venezolano me transmitió su voluntad de que no viajara y desistiera de cumplir con la tarea que me había sido encomendada por el Consejo Nacional Electoral. La razón que se me dio es que, a juicio de aquel gobierno, declaraciones públicas realizadas por mí ante un medio nacional causaban molestias y generaban dudas sobre mi imparcialidad. Entendieron que la coincidencia con lo que había expresado un día antes el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, generaba una suerte de desestabilización del proceso electoral”, afirmó Fernández en un comunicado. De cierta forma, le cobraron sus declaraciones.
Con el impasse con el expresidente argentino, Ronal Rodríguez afirma que se cumple la intención del oficialismo venezolano de limitar la observación internacional: “A medida que a los actores de la izquierda democrática les resulta muy difícil poder expresarse en una dirección que no se ajuste a la verdad, porque han comprometido su propia legitimidad, el régimen prefirió prescindir de ellos y evitar que pudieran participar”.
Por último, aunque no será un observador público, desde el 9 de julio ya está presente un panel de expertos de Naciones Unidas que elaborará, hasta después de las elecciones, un informe netamente interno sobre los comicios.
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