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¿Y ahora qué? La larga lucha por Venezuela

En un mes, los venezolanos vivieron la primera victoria rotunda en 20 años de la oposición contra el oficialismo en elecciones presidenciales. Luego vino un fraude electoral histórico, comparable con el apagón del General Rojas Pinilla.

Alejandro Daly*
29 de agosto de 2024 - 12:06 a. m.
Una mujer sostienen una bandera y documentos durante una protesta convocada por María Corina Machado este miércoles, frente a la Basílica de nuestra señora de Chiquinquirá, en Maracaibo (Venezuela).
Una mujer sostienen una bandera y documentos durante una protesta convocada por María Corina Machado este miércoles, frente a la Basílica de nuestra señora de Chiquinquirá, en Maracaibo (Venezuela).
Foto: EFE - Henry Chirinos

Hace un mes, el 28 de julio, Venezuela celebró una de las elecciones más importantes de su historia. La oposición, liderada por María Corina Machado, superó la desilusión popular, las divisiones políticas y un sinfín de trabas electorales para obtener una aplastante victoria para el candidato de la unidad, Edmundo González Urrutia.

En un mes, los venezolanos vivieron la primera victoria rotunda en 20 años de la oposición contra el oficialismo en elecciones presidenciales. Luego vino un fraude electoral histórico, comparable con el apagón del General Rojas Pinilla y, más recientemente, una oleada masiva de protestas ciudadanas dentro y fuera de Venezuela, similar a la experiencia del Paro Nacional, pero con un nivel de represión considerablemente más alto.

Venezuela está viviendo hito histórico tras hito histórico. En un mes los venezolanos se enfrentaron a la posibilidad de la restauración de la democracia y, al tiempo, a la destrucción de los últimos vestigios que quedaban de ella.

La semana pasada el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de Venezuela reconoció a Nicolás Maduro como el ganador de las pasadas elecciones, avalando el fraude electoral del Consejo Nacional Electoral (CNE), de nuevo, sin ningún tipo de publicación por parte del régimen de las actas electorales o de los resultados desagregados por mesa.

Y entonces, ¿Qué sigue? El último reporte de USIP nos da algunas pistas.

La no violencia como bandera

El pueblo venezolano no necesita más violencia. A la violencia estatal, que suma más de 1.000 detenidos en pocas semanas y alrededor de 15 fallecidos, la respuesta debe ser contundentemente pacífica. Movimientos como Otpor!, que terminaron en la caída de Milošević en Serbia, el movimiento por la independencia de India liderado por Gandhi y el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos liderado por Martin Luther King, todos ellos comparten una serie clave de principios: no violencia, organización descentralizada, apoyo por parte de disidentes de las instituciones que buscaban transformar y, muy importante, una capacidad única de interferir con la normalización del día a día.

Los llamados a la protesta violenta, saqueos, entre otros, no solo son contrarios a la búsqueda del restablecimiento del Estado de derecho, sino también contraproducentes. La líder opositora María Corina Machado así lo ha establecido en reiteradas ocasiones. De hecho, ayer Machado anunció una nueva estrategia de protestas que sean altamente efectivas y minimicen el riesgo. Por encima de todo, es vital que el movimiento siga siendo no violento y democrático. La violencia solo justificaría la represión del régimen.

De los partidos a las masas

El futuro de Venezuela no puede recaer de nuevo en las estructuras de los partidos políticos. Las respuestas a las crisis políticas de la última década han estado lideradas por los partidos políticos de oposición. Desde Voluntad Popular hasta Primero Justicia. Esta vez debe ser diferente. Lo que está viviendo Venezuela es un estallido social. La ciudadanía organizada y no organizada, las estructuras partidistas de oposición, las bases del oficialismo, las instituciones de fe, todos estos actores deben confluir en lo que podría ser el mayor movimiento social por la democracia de la historia de Venezuela.

El movimiento prodemocracia en Venezuela debe consolidarse siguiendo los aprendizajes de los movimientos de no violencia exitosos del pasado. Un movimiento social heterogéneo, nacional pero profundamente local, sin líderes visibles y comprometido con la protesta pacífica y la no violencia. Le corresponde a los partidos apoyar, dar luces, usar sus plataformas para proponer y abrir el camino para un proceso ciudadano. Sin embargo, el futuro del movimiento dependerá de la gente. El movimiento requiere sus propios líderes y aquí, las bases del oficialismo serán claves.

Una batalla de desgaste

El movimiento prodemocracia en Venezuela debe mantener la movilización, utilizando la victoria de Edmundo González como prueba de que el régimen de Maduro ya no refleja la voluntad popular. Este nuevo movimiento social debe demostrar que puede durar todo el tiempo que sea necesario: 6 meses, 1 año o hasta 2 años si es necesario.

El activismo implica riesgos reales, tal como se ha evidenciado con las decenas de detenciones arbitrarias en Venezuela, y los venezolanos pueden tener miedo de participar en manifestaciones dada la represión del régimen. Acá es donde entran los venezolanos en el exterior, así como los aliados de la causa democrática en Colombia, Brasil, México y otros países de la región. Mantenerse firme en una batalla de desgaste dependerá mucho del rol activo que los liderazgos fuera de Venezuela asuman, así como su capacidad de garantizar el flujo de recursos y espacios de visibilidad constantes para el movimiento prodemocracia.

El movimiento prodemocracia debe transmitir al pueblo venezolano un mensaje claro: fe y esperanza. El compromiso con una visión a largo plazo de la democracia que va más allá de cualquier elección y la necesidad de hacer compromisos difíciles para cumplir esa visión.

* Alejandro Daly, especialista en administración pública y migración, Universidad de Columbia. Pueden encontrarlo en Instagram como @alejandrodalyr y en X como @alejandro_daly

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Por Alejandro Daly*

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