11M: reflexiones sobre la verdad tras 20 años de los atentados de Madrid
Se cumplen 20 años de los atentados en la capital española, hechos que durante gran parte de la historia reciente del país han sido instrumentalizados políticamente y han sido objetos de teorías de conspiración.
Hugo Santiago Caro
En menos de cuatro minutos, antes de que dieran las 8:00 a. m. del jueves 11 de marzo de 2004, en Madrid sucedieron en simultáneo diez explosiones en cuatro trenes de cercanías causando la muerte inicial de 192 personas que se encontraban cerca de los lugares en los que ocurrieron los atentados.
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En menos de cuatro minutos, antes de que dieran las 8:00 a. m. del jueves 11 de marzo de 2004, en Madrid sucedieron en simultáneo diez explosiones en cuatro trenes de cercanías causando la muerte inicial de 192 personas que se encontraban cerca de los lugares en los que ocurrieron los atentados.
Todo ocurrió tres días antes de que se celebraran las elecciones generales en España, de las cuales saldrían, entre otros, la nueva repartición de los escaños en el Congreso de Diputados y el nuevo presidente de Gobierno español. Es decir, el reemplazo del saliente conservador y cabeza del Partido Popular (PP), José María Aznar.
Fueron tres días de hermetismo total, “como si fuera un estado de excepción”, afirmó un residente de Madrid por esa época a El Espectador. La gente dejó de ir a sus trabajos, las precarias líneas telefónicas móviles de la época se paralizaron.
Lo que ocurrió después de las ocho de la mañana de ese día, en cuestión de horas y de años, marcó una etapa en la sociedad española que juntó diferentes problemáticas del país, como los movimientos nacionalistas, la violencia urbana y la agenda política internacional que durante ocho años llevó a cabo Aznar desde el palacio presidencial de la Moncloa.
Después de 20 años de los hechos, en El Espectador recapitulamos esta guía para recordar cómo ocurrieron los hechos convulsos de aquel fatídico 11 de marzo desde los actores principales, las pruebas y las teorías de conspiración que pusieron en duda la verdad de lo ocurrido hace 20 años.
José María Aznar y ETA
El docente de la Pontificia Universidad Javeriana y experto en terrorismo Benjamín Herrera explica que durante ocho años el presidente conservador había minado todos sus esfuerzos en “marginalizar o neutralizar” todos los movimientos nacionalistas de las diferentes comunidades autónomas en España.
Es decir, movimientos secesionistas catalanes, gallegos y vascos que en su mayoría habían dado una lucha con el presidente del Gobierno por sus causas independentistas. Paradójicamente, había llegado al poder después de negociar con ellos.
“Aznar llega al poder negociando con los nacionalistas y luego acoge la política propia del PP que es herencia del franquismo; al fin y al cabo, es fundado por Manuel Fraga, ministro del dictador Francisco Franco. Ellos tienen una obsesión de plantear que España es una sola nación. Esto es un problema porque desconoce grupos que tienen algunas identidades lingüísticas y culturales definidas como, por ejemplo, los asturianos, los canarios y las tres nacionalidades históricas del Estado español: los vascos, los gallegos y los catalanes”, explica Herrera.
Es cierto: el presidente de gobierno llegó a su puesto después de una diferencia bajísima en los comicios de 1996, en donde el PP le ganó por un punto al PSOE (38 % contra 37). Pero la radicalización de Aznar hacia la derecha se dio ya en el poder, pues tuvo que conciliar con los diferentes sectores de la política española para llevar por primera vez a su partido a ser gobierno tras 15 años de mandato socialista después de la salida de la dictadura.
Al tiempo de la posición nacionalista y conservadora de Aznar, en el panorama siempre estuvo Euskadi Ta Askatasuna (ETA), una organización terrorista que ideológicamente abogaba por el nacionalismo vasco, que cruzó la línea de la lucha independentista pasando a la violencia.
Con estos antecedentes, Aznar decidió tomar a este grupo como chivo expiatorio en el 11M. Es decir, culpar de los ataques de Madrid a aquellos terroristas pro independencia vasca que él había combatido durante sus ocho años en la Moncloa.
Desde el primer momento, y sin hacer caso de las primeras pesquisas oficiales, Aznar y toda la maquinaria del PP comenzaron a mover la teoría. “(Aznar) quería poner a su ficha (Mariano Rajoy) y vio la oportunidad. Creo que lo maquinaron en cuestión de segundos, de minutos, a los tres días eran las elecciones. Decidieron negar la realidad, una negación total de los hechos, de las evidencias que están aportando las autoridades y una negación porconveniencia, para capitalizar esa indignación contra ETA, la organización armada que más daño le había hecho a lo a España”, explica Maryluz Vallejo, experta en periodismo, investigadora independiente y escritora.
Esa capitalización a la que hace referencia Vallejo tiene que ver con sacarle ventaja a José Rodríguez Zapatero, el candidato del Partido Socialista Obrero Español, y el principal rival en las elecciones de su sucesor designado, Rajoy. Culpar al grupo vasco no solamente beneficiaba, como creía el entonces presidente de Gobierno, a su cruzada política. También ahuyentaba la versión que responsabilizaba a los verdaderos autores, grupos yihadistas que actuaron de forma independiente.
Los yihadistas
Lo que ocurrió el 11 de marzo se da en un contexto de crecientes ataques terroristas. Al Qaeda, que no tuvo responsabilidad directa en lo ocurrido en Madrid, cometió los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, Estados Unidos, dejando casi 3.000 personas muertas; y los atentados del 7 de julio de 2005 en Londres, Reino Unido, causando 56 víctimas fatales. El de España ocurrió entre ambos.
Las tres locaciones no fueron escogidas al azar, pues los norteamericanos, en cabeza del presidente George W. Bush, lideraron una invasión a Irak con el pretexto de desarmar al entonces dictador Sadam Hussein de armas de destrucción masiva. Tony Blair, primer ministro británico, y Aznar, entre otros actores como Polonia, Austria y Portugal, secundaron la misión y se unieron a la cruzada en Oriente Medio.
España, que ya libraba sus propios líos de violencia interna con ETA, fue llevada por Aznar a involucrarse en la primera etapa de esta invasión, en la que Hussein fue derrocado, en un plan del presidente del Gobierno por involucrar al país ibérico en la agenda internacional y posicionarlo como un actor importante en Europa.
Fue entonces que ocurrieron los atentados en Madrid. Un grupo independiente de Al Qaeda, sin filiación a los autores de los atentados de Estados Unidos y Reino Unido, decidió que iba a llevar a cabo este acto en rechazo al apoyo de Aznar a la acción en Irak.
Las pruebas que conducían a la causa yihadista estaban. Desde 2003 los servicios de inteligencia españoles habían rastreado indicios de que Osama Bin Laden, cabeza de Al Qaeda, había situado sus amenazas contra España. Aznar y su gabinete decidieron ignorarlo.
Los primeros informes policiales informaron que los métodos usados por los terroristas que atacaron la estación de tren de Atocha en Madrid eran muy diferentes a los que acostumbraba ETA, o por lo menos ya no los solía utilizar.
Incluso, en su informe sobre la teoría de conspiración que publicó El País hace unas semanas, se contó que el entonces embajador de España en Estados Unidos, Javier Ruipérez, contó que el mismo George Bush le confirmó que los informes preliminares de la inteligencia norteamericana apuntaban a que no había sido ETA, pese a la posición del gobierno español.
Los medios de comunicación
El diario más importante de Madrid, El País, sacó una edición especial a medio día en la que la culpa se les atribuía directamente a los terroristas vascos. “Matanza de ETA en Madrid”, abría el periódico extra.
“El País básicamente lo que hizo fue darle pleno crédito a la versión oficial, del Gobierno, una versión interesada porque tenía propósitos políticos electorales”, afirma Hernando Salazar, experto en ética periodística y docente de deontología de la Pontificia Universidad Javeriana.
Retomando el informe sobre la teoría de conspiración, o el bulo, que publicó El País, además de contar la conversación de Bush y el embajador, reveló que Aznar llamó a Jesús Cebeiro, director del diario, para convencerlo de incluir a ETA en la portada. “Él fue al grano y me transmitió su absoluta certeza de que el atentado había sido obra de ETA. Y (Aznar) añadió: ‘Lo han intentado en varias ocasiones y lamentablemente esta vez lo han conseguido’”, cuenta Cebeiro en el especial.
“Sacar esa portada fue riesgoso en el sentido de que aceptó una presión, eso es cuestionable, sin lugar a dudas. Pero eso también demuestra que hasta los mejores medios, como en el caso de El País, cometen errores. Lo importante es que los medios aprendan de esos errores y sepan cómo no repetirlos en el futuro, pero fue un error gravísimo haber aceptado la presión de Aznar”, continúa Salazar.
¿Reconstruir la historia del bulo, como lo hizo con el especial en 2024 el diario, cuenta como un reflejo de que se aprendió la lección? Salazar y Vallejo coinciden en un mismo término: es un ejercicio sano para el periodismo.
“Eso es muy sano para el periodismo y para la democracia. Son ejercicios de reconstrucción de memoria, de un contraste con los policías, los que manejaron la investigación, los jueces, el mismo Baltasar Garzón, que fue el primero que le que dijo que hizo la autoría de que esto no fue de ETA. Que lo haya hecho El País y aquellos medios que metieron la pata, que se casaron con esa teoría cuando debían hacer un ejercicio de contrapoder, que era lo que les tocaba hacer a los medios. Estos ejercicios en este momento son necesarios”, analiza Vallejo.
Cuando se refiere a “aquellos que metieron la pata”, se refiere a otros medios como El Mundo y espacios en televisión y radio (específicamente en Telemadrid y la cadena de la Conferencia Episcopal Española de la Iglesia Católica, COPE), que durante ese 2004 y en años posteriores se dedicaron a promover la teoría de conspiración.
De esta forma, no solo durante los tres días entre los atentados y las elecciones, sino por muchos años, la falsa autoría de ETA estuvo en el aire. En una época sin redes sociales, la portada de un medio en un puesto de venta o lo que se lograra decir en unos cuantos minutos al aire podía ser determinante para formar la opinión de un ciudadano común.
De los hechos más graves que ocurrieron en este contexto, en 2006 El Mundo y otros medios, cuyos periodistas creían las teorías del bulo y abiertamente estaban alineados con sectores más conservadores como el PP, publicaron una noticia que afirmaba que dentro del carro que llegaron los terroristas a la estación de Atocha se encontró una tarjeta del grupo empresarial de origen vasco Mondragón, relacionando los hechos con ETA.
Lo hicieron basados en un borrador preliminar de la policía que incluía la información de que un policía la había visto. Esto no llegó al informe que se presentó ante la justicia porque era información falsa, o por lo menos errónea, pues lo que vio el policía fue el casete de un grupo musical llamado Orquesta Mondragón. Sin embargo, esto no fue tenido en cuenta a la hora de la noticia.
“Es perverso tratar de acomodar los hechos a las ideologías, y si los políticos acuden a esa estratagema para mantenerse en el poder, los periodistas tienen que activar sus alarmas detectoras de mentiras y no hacerles el juego”, afirma Vallejo.
¿Qué pasó después?
En 2006 el juez de Madrid Juan del Olmo concluyó que la autoría de los hechos estaba relacionada con la participación de España en la guerra de Irak, terminando de desvirtuar, por lo menos de manera oficial, la teoría de conspiración que atribuía la responsabilidad a ETA.
Paradójicamente, para ETA también fue el fin de su actividad armada. Existieron desde 1958, vivieron la transición de la dictadura franquista a la democracia, pero después del 11M, tardaron menos de diez años en cesar de forma definitiva sus actividades terroristas después de varios altos al fuego y varias negociaciones con el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.
Este último llegó al poder en 2004, en esas elecciones después del caos. Vallejo lo resume diciendo que a Aznar “le salió el tiro por la culata”. Es decir, aunque volcó todos sus cartuchos a que el PP fuera mayoría en el Parlamento y, así, colocar como presidente de gobierno a Rajoy, no lo logró.
Es probable que el resultado de las elecciones sí sea consecuencia del 11M. Antes de las elecciones el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) le daba en su encuesta del 5 de marzo un 42 % de favorabilidad al PP contra el 35 % del PSOE. Los resultados voltearon el escenario. Zapatero y los socialistas ganaron con un 42 % y el PP se quedó con un 37.
Engañada, la sociedad española creyó que ETA había ido muy lejos con la violencia, aunque todo fue una retaliación por la actuación de España en Irak; así que le pasaron la pelota a Zapatero para cambiar el rumbo del país y, de cierta forma, terminar de sepultar la España guerrerista del comienzo de siglo.
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