30 años de la UE: Ucrania, migración y Brexit, los retos pendientes
El bloque de los 27 se prepara para tomar decisiones claves en política exterior, con una amenaza rusa en la frontera con Ucrania y una negociación pos-Brexit que aún genera desencuentros. Entrevista con Gilles Bertrand.
Camilo Gómez Forero
María Paula Ardila
Hace treinta años, en pleno final de la Guerra Fría, con la descomposición de Yugoslavia, la reunificación alemana y el fin de la Unión Soviética, los Estados europeos prepararon el terreno para forjar una comunidad política: el 7 de febrero de 1992, se firmó el Tratado de Maastricht, que no solo sentó las bases para crear una unión económica y monetaria, sino que también marcó un hito en el proceso de integración porque apostó, por primera vez, por una comunidad política. La Comunidad Económica Europea se convirtió en la Unión Europea (UE).
“Siempre hemos aprendido de las crisis, esa es la gran lección que nos deja la integración europea. Y lo vivimos claramente en temas complejos como la migración: en esos momentos es cuando se hace evidente la necesidad de unidad, porque de esa forma hemos sido capaces de dar pasos hacia adelante”, dijo Gilles Bertrand, embajador de la Unión Europea en Colombia, quien, en diálogo con El Espectador, habló sobre el tratado de Maastricht, lo que viene para el continente, las lecciones aprendidas del Brexit y el paso a seguir en las tensiones entre Ucrania y Rusia.
¿Qué recuerda de ese momento y qué dejó el tratado de Maastricht?
Todavía era estudiante, pero lo que sí fue muy interesante e inspirador es que fue una época de grandes proyectos. En los años 90 se fue dando la oportunidad no solo de la reunificación de Alemania, también del continente, y con esto vino la voluntad de ir profundizando la integración europea y darle un toque político. La idea de Maastricht fue agregar dos pilares: uno de política exterior, y otro de cooperación judicial y de derecho interno de la UE, incluyendo la posibilidad de viajar libremente, lo que luego se transformó en los acuerdos de Schengen.
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Lo interesante es que treinta años, de cierta forma, es poco tiempo, y si miramos para atrás, diez años después de Maastricht teníamos una moneda común y un espacio donde, entre más o menos la mitad de los Estados miembros actuales, se podía viajar sin tener que pasar por migración. Fueron cambios relativamente rápidos cuando uno lo pone en la perspectiva de un proceso de integración entre países democráticos e independientes, que además todos tienen una historia muy larga. En paralelo se concilió el proceso de ampliación de la UE, que en el momento en el que Maastricht se firmó solamente había doce Estados miembros, y ahora llegamos a 27.
¿Cuál es el estado de la unión en el bloque en este momento?
Los grandes proyectos de la UE, especialmente ahora después de la pandemia, tienen que ver con el pacto verde europeo; la idea de una recuperación económica que sea más sostenible y justa, y que no deje a nadie atrás. A través de este pacto, hay metas muy ambiciosas, como ser el primer continente que alcance la neutralidad de carbono del planeta para 2050, así como acelerar la transición ecológica dentro de nuestras economías.
Además, hemos seguido presentes en la escena mundial. Primero, siendo los abogados del multilateralismo, que para nosotros sigue siendo la forma más eficaz de resolver los conflictos, y también hemos hecho progreso en la dirección de una defensa europea. Obviamente, la guerra no está en el ADN del bloque, nosotros hicimos un proceso de paz importante, pero también sabemos que en varios momentos en la historia fue necesario tener elementos de disuasión y defensa. El grado de cooperación en esos asuntos ha logrado que se desarrollen proyectos claves, por ejemplo de armamento y equipamiento común. Todo ese camino que se ha recorrido es impresionante.
Le puede interesar: ¿Y por qué Rusia, la Unión Europea y EE. UU. viven peleando por Ucrania?
Por supuesto que somos países democráticos y es un escenario donde siempre hay espacio para críticas. En todos estos asuntos se requiere la unanimidad de los 27 Estados miembros, y obviamente la UE no va tan lejos como desearía, pero eso es cuestión de tiempo y del ambiente internacional. Eso quedó muy claro, por ejemplo, con el covid, que ha sido un golpe duro, pero que nos ha proyectado más en la UE en la dirección de reaccionar juntos ante una pandemia.
Este asunto del ámbito estratégico-militar es muy importante. Y Justo ahora hay un desafío con las tensiones entre Rusia y Ucrania. Pero queda la impresión de que algunos países europeos no coinciden en sancionar a Rusia, como el caso de Alemania. ¿Esto puede afectar la imagen de la UE como bloque?
Yo no creo que haya falta de sintonía. De hecho, si uno mira el debate desde hace unos años sobre estos temas de la vecina del este y la UE, está la idea de que nos hemos acercado. Aunque siempre tendremos un grado de diversidad en las posiciones que tomamos, y eso es relativamente lógico.
Con lo que está pasando en Ucrania, todos hemos dicho muy claramente que la solución está vinculada al diálogo entre Rusia, Estados Unidos y Europa. Esto es importante porque se trata de la seguridad europea. Obviamente, nos estamos preparando, y muchas de las decisiones que ya se han tomado y las conversaciones que se tienen sobre sanciones y otros elementos, mostraron que nos estamos preparando juntos con todas las alternativas.
De por medio está el gas para Europa y el funcionamiento del gasoducto ruso Nord Stream 2. ¿Cree que ponerlo en marcha le daría a Putin una posición clave en la región?
Me queda muy claro que el Nord Stream 2 es uno de los elementos claves que está en la balanza, pero no es el único. Hay muchas conversaciones en este momento que se están dando, y le diría que nuestra idea desde el inicio es que se puede entablar con Rusia una relación de interés mutuo, de diálogo y cooperación económica. El problema es que muchos de los hechos que hemos visto en los últimos años apuntan en otra dirección de parte de Rusia, y esa la razón por la que todavía estamos buscando la mejor forma de reaccionar. Pero la puerta del diálogo con la UE siempre está abierta y también con Rusia.
Usted habla de diálogo, pero algunos expertos sostienen que sancionar a Rusia antes de que se eleve la tensión en Ucrania podría ser una opción viable. ¿Qué sigue a corto plazo? ¿Nuevas sanciones o la llegada de más tropas al este?
Nuestra postura, y es una posición que compartimos con EE. UU., es que sería un error muy grave por parte de Rusia empezar una operación militar en Ucrania y que habría consecuencias extremadamente serias para ese país, y en particular en cuanto a sanciones. La idea de que las sanciones serían más eficaces antes de cualquier cosa, es una manera de verlo, pero también hay un argumento y es que nosotros no creemos necesariamente que hay que hacer cosas para que la situación empeore, pero sí estamos listos para reaccionar a cualquier otro elemento.
Le puede interesar: ¿Cómo es vivir en Ucrania ante una amenaza de invasión?
Cuando se habla de tropas y de tener una presencia un poco más grande en la frontera, esos son elementos que vienen de cada Estado; son una medida de prevención y protección. Y en ese caso me parece que los militares saben mejor lo que hacen.
Por otro lado, ¿qué lecciones dejó la salida de Reino Unido de la UE?, ¿Es posible que otros países, como Polonia y Hungría, contemplen la misma posibilidad?
La experiencia del Brexit confirma, de cierta manera, que la UE es una alianza muy estrecha de países que democráticamente han decidido formar parte de un bloque, y cuando llegó el Brexit, que fue un momento triste, nos tocó aceptar esa decisión. Creo que muchas de las ilusiones que se habían ofrecido al pueblo británico, en particular en la campaña del Brexit, no se han materializado y no creo que sea fácil para los que estaban a favor de la salida defender la idea de que el país está incomparablemente mejor ahora que ha salido de la UE.
Sobre los otros Estados miembros, la dinámica es distinta y siento que son pueblos que valoran mucho el pertenecer a la UE, y esto va ligado a la cooperación en el contexto geopolítico. Sí hay discusiones bastante intensas por el tema de derechos humanos, y sí hay inquietudes y unos procedimientos que se abrieron por parte de la Comisión Europea contra estos países, pero ahí se habla más de un tema de adaptación y de elementos de política interna
Sabemos que todavía hay discusiones pos-Brexit que son claves para la región. ¿En qué va la negociación comercial de Irlanda del Norte?
Los Estados miembros estamos unidos detrás de lo que se acordó y se firmó con el Reino Unido en el momento del Brexit. Para nosotros, lo que se acordó tiene que ser respetado. Siempre se pueden buscar soluciones técnicas para hacerlo bien, pero no puede ser un cambio concreto de lo que se negoció durante meses y en plena consciencia y análisis.
Hay otro reto y es la migración. Se avecinan discusiones sobre cómo lograr un acuerdo, pero todavía hay disconformidades entre los países del norte y los del sur…
Siempre hay que acordarse que Europa es un continente con una larga tradición de inmigración. Es importante, porque a veces se escucha que Europa se ha vuelto más cerrada con este tema (...), pero lo que se está intentando es encontrar una forma más organizada de manejar conjuntamente unos flujos migratorios que no son fácilmente controlables, y que además son consecuencia de situaciones políticas o dificultades particulares en países muy cercanos a Europa. La experiencia de las crisis migratorias de los últimos años nos va a ayudar, y hay voluntad por parte de los Estados miembros de encontrar la manera de gestionar estos problemas de manera más unida.
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Hace treinta años, en pleno final de la Guerra Fría, con la descomposición de Yugoslavia, la reunificación alemana y el fin de la Unión Soviética, los Estados europeos prepararon el terreno para forjar una comunidad política: el 7 de febrero de 1992, se firmó el Tratado de Maastricht, que no solo sentó las bases para crear una unión económica y monetaria, sino que también marcó un hito en el proceso de integración porque apostó, por primera vez, por una comunidad política. La Comunidad Económica Europea se convirtió en la Unión Europea (UE).
“Siempre hemos aprendido de las crisis, esa es la gran lección que nos deja la integración europea. Y lo vivimos claramente en temas complejos como la migración: en esos momentos es cuando se hace evidente la necesidad de unidad, porque de esa forma hemos sido capaces de dar pasos hacia adelante”, dijo Gilles Bertrand, embajador de la Unión Europea en Colombia, quien, en diálogo con El Espectador, habló sobre el tratado de Maastricht, lo que viene para el continente, las lecciones aprendidas del Brexit y el paso a seguir en las tensiones entre Ucrania y Rusia.
¿Qué recuerda de ese momento y qué dejó el tratado de Maastricht?
Todavía era estudiante, pero lo que sí fue muy interesante e inspirador es que fue una época de grandes proyectos. En los años 90 se fue dando la oportunidad no solo de la reunificación de Alemania, también del continente, y con esto vino la voluntad de ir profundizando la integración europea y darle un toque político. La idea de Maastricht fue agregar dos pilares: uno de política exterior, y otro de cooperación judicial y de derecho interno de la UE, incluyendo la posibilidad de viajar libremente, lo que luego se transformó en los acuerdos de Schengen.
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Lo interesante es que treinta años, de cierta forma, es poco tiempo, y si miramos para atrás, diez años después de Maastricht teníamos una moneda común y un espacio donde, entre más o menos la mitad de los Estados miembros actuales, se podía viajar sin tener que pasar por migración. Fueron cambios relativamente rápidos cuando uno lo pone en la perspectiva de un proceso de integración entre países democráticos e independientes, que además todos tienen una historia muy larga. En paralelo se concilió el proceso de ampliación de la UE, que en el momento en el que Maastricht se firmó solamente había doce Estados miembros, y ahora llegamos a 27.
¿Cuál es el estado de la unión en el bloque en este momento?
Los grandes proyectos de la UE, especialmente ahora después de la pandemia, tienen que ver con el pacto verde europeo; la idea de una recuperación económica que sea más sostenible y justa, y que no deje a nadie atrás. A través de este pacto, hay metas muy ambiciosas, como ser el primer continente que alcance la neutralidad de carbono del planeta para 2050, así como acelerar la transición ecológica dentro de nuestras economías.
Además, hemos seguido presentes en la escena mundial. Primero, siendo los abogados del multilateralismo, que para nosotros sigue siendo la forma más eficaz de resolver los conflictos, y también hemos hecho progreso en la dirección de una defensa europea. Obviamente, la guerra no está en el ADN del bloque, nosotros hicimos un proceso de paz importante, pero también sabemos que en varios momentos en la historia fue necesario tener elementos de disuasión y defensa. El grado de cooperación en esos asuntos ha logrado que se desarrollen proyectos claves, por ejemplo de armamento y equipamiento común. Todo ese camino que se ha recorrido es impresionante.
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Por supuesto que somos países democráticos y es un escenario donde siempre hay espacio para críticas. En todos estos asuntos se requiere la unanimidad de los 27 Estados miembros, y obviamente la UE no va tan lejos como desearía, pero eso es cuestión de tiempo y del ambiente internacional. Eso quedó muy claro, por ejemplo, con el covid, que ha sido un golpe duro, pero que nos ha proyectado más en la UE en la dirección de reaccionar juntos ante una pandemia.
Este asunto del ámbito estratégico-militar es muy importante. Y Justo ahora hay un desafío con las tensiones entre Rusia y Ucrania. Pero queda la impresión de que algunos países europeos no coinciden en sancionar a Rusia, como el caso de Alemania. ¿Esto puede afectar la imagen de la UE como bloque?
Yo no creo que haya falta de sintonía. De hecho, si uno mira el debate desde hace unos años sobre estos temas de la vecina del este y la UE, está la idea de que nos hemos acercado. Aunque siempre tendremos un grado de diversidad en las posiciones que tomamos, y eso es relativamente lógico.
Con lo que está pasando en Ucrania, todos hemos dicho muy claramente que la solución está vinculada al diálogo entre Rusia, Estados Unidos y Europa. Esto es importante porque se trata de la seguridad europea. Obviamente, nos estamos preparando, y muchas de las decisiones que ya se han tomado y las conversaciones que se tienen sobre sanciones y otros elementos, mostraron que nos estamos preparando juntos con todas las alternativas.
De por medio está el gas para Europa y el funcionamiento del gasoducto ruso Nord Stream 2. ¿Cree que ponerlo en marcha le daría a Putin una posición clave en la región?
Me queda muy claro que el Nord Stream 2 es uno de los elementos claves que está en la balanza, pero no es el único. Hay muchas conversaciones en este momento que se están dando, y le diría que nuestra idea desde el inicio es que se puede entablar con Rusia una relación de interés mutuo, de diálogo y cooperación económica. El problema es que muchos de los hechos que hemos visto en los últimos años apuntan en otra dirección de parte de Rusia, y esa la razón por la que todavía estamos buscando la mejor forma de reaccionar. Pero la puerta del diálogo con la UE siempre está abierta y también con Rusia.
Usted habla de diálogo, pero algunos expertos sostienen que sancionar a Rusia antes de que se eleve la tensión en Ucrania podría ser una opción viable. ¿Qué sigue a corto plazo? ¿Nuevas sanciones o la llegada de más tropas al este?
Nuestra postura, y es una posición que compartimos con EE. UU., es que sería un error muy grave por parte de Rusia empezar una operación militar en Ucrania y que habría consecuencias extremadamente serias para ese país, y en particular en cuanto a sanciones. La idea de que las sanciones serían más eficaces antes de cualquier cosa, es una manera de verlo, pero también hay un argumento y es que nosotros no creemos necesariamente que hay que hacer cosas para que la situación empeore, pero sí estamos listos para reaccionar a cualquier otro elemento.
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Cuando se habla de tropas y de tener una presencia un poco más grande en la frontera, esos son elementos que vienen de cada Estado; son una medida de prevención y protección. Y en ese caso me parece que los militares saben mejor lo que hacen.
Por otro lado, ¿qué lecciones dejó la salida de Reino Unido de la UE?, ¿Es posible que otros países, como Polonia y Hungría, contemplen la misma posibilidad?
La experiencia del Brexit confirma, de cierta manera, que la UE es una alianza muy estrecha de países que democráticamente han decidido formar parte de un bloque, y cuando llegó el Brexit, que fue un momento triste, nos tocó aceptar esa decisión. Creo que muchas de las ilusiones que se habían ofrecido al pueblo británico, en particular en la campaña del Brexit, no se han materializado y no creo que sea fácil para los que estaban a favor de la salida defender la idea de que el país está incomparablemente mejor ahora que ha salido de la UE.
Sobre los otros Estados miembros, la dinámica es distinta y siento que son pueblos que valoran mucho el pertenecer a la UE, y esto va ligado a la cooperación en el contexto geopolítico. Sí hay discusiones bastante intensas por el tema de derechos humanos, y sí hay inquietudes y unos procedimientos que se abrieron por parte de la Comisión Europea contra estos países, pero ahí se habla más de un tema de adaptación y de elementos de política interna
Sabemos que todavía hay discusiones pos-Brexit que son claves para la región. ¿En qué va la negociación comercial de Irlanda del Norte?
Los Estados miembros estamos unidos detrás de lo que se acordó y se firmó con el Reino Unido en el momento del Brexit. Para nosotros, lo que se acordó tiene que ser respetado. Siempre se pueden buscar soluciones técnicas para hacerlo bien, pero no puede ser un cambio concreto de lo que se negoció durante meses y en plena consciencia y análisis.
Hay otro reto y es la migración. Se avecinan discusiones sobre cómo lograr un acuerdo, pero todavía hay disconformidades entre los países del norte y los del sur…
Siempre hay que acordarse que Europa es un continente con una larga tradición de inmigración. Es importante, porque a veces se escucha que Europa se ha vuelto más cerrada con este tema (...), pero lo que se está intentando es encontrar una forma más organizada de manejar conjuntamente unos flujos migratorios que no son fácilmente controlables, y que además son consecuencia de situaciones políticas o dificultades particulares en países muy cercanos a Europa. La experiencia de las crisis migratorias de los últimos años nos va a ayudar, y hay voluntad por parte de los Estados miembros de encontrar la manera de gestionar estos problemas de manera más unida.
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