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Una nueva fuerza política está sacudiendo a Alemania: sus líderes hacen campaña en carpas bávaras para beber cerveza ataviados con trajes “dirndl” y recorren el país entonando el himno nacional. Hace poco tiempo, uno de sus miembros escribió un libro sobre patriotismo, otro lo hizo sobre el “nuevo conservadurismo”. Uno de sus temas principales es la inmigración.
El mes pasado, este movimiento golpeó tan fuerte a la canciller Angela Merkel en las urnas —dos veces— que la gobernante terminó por anunciar su retiro.
No, no se trata de la extrema derecha. Es una izquierda con nuevos bríos.
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En años recientes, parece que casi toda la energía política ha provenido de la derecha. Sin embargo, aunque el ascenso más notorio ha sido el del partido nacionalista Alternativa para Alemania (AFD), el partido de Los Verdes, liberal y a favor de los refugiados, ha expandido con discreción el número de sus seguidores.
El otrora movimiento de protesta ambiental, el partido de Los Verdes, ahora es el segundo más popular en el país, atrás de los conservadores tan solo por unos pocos puntos porcentuales, como muestran las encuestas. Entre las mujeres, ya es el número uno.
También fue el éxito de Los Verdes el que orilló a la canciller a decidir no buscar la reelección, con lo cual se hicieron añicos las historias arraigadas sobre los votantes y la política en Alemania.
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¿El secreto?
“Somos antipopulistas”, comentó Robert Habeck, el colíder del partido, quien publicó un libro en 2008 sobre un pensamiento que llama “patriotismo positivo”. “Consideramos que estamos en el centro de la nación, y eso también implica reclamar los símbolos de nuestro país que se han apropiado los nacionalistas”.
En efecto, si Alternativa para Alemania —cuya campaña se ha fundado sobre el temor a una invasión musulmana y a crímenes perpetrados por inmigrantes— encarna el rechazo del espíritu de la era liberal, entonces Los Verdes representan la resistencia a ese rechazo.
La erosión del atractivo de los antiguos partidos genéricos, de izquierda y de derecha, ha dejado muchos votos a la deriva. Alternativa para Alemania ha recogido muchos. No obstante, Los Verdes han emergido como “la alternativa a la Alternativa”, según Katharina Schulze, la estrella de 33 años del partido de Los Verdes en las recientes elecciones bávaras.
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Durante el último año, Los Verdes le han quitado de manera constante cuatro veces más votos a la alianza conservadora de Merkel que a la AfD. Les han quitado todavía más votos a sus socios izquierdistas de coalición, los socialdemócratas.
De hecho, la larga participación de los socialdemócratas como socios minoritarios en los gobiernos consecutivos de Merkel es la razón por la que muchos votantes anhelan una oposición más definida y que se haga escuchar.
Joschka Fischer, un rebelde de izquierda que fungió como ministro de Relaciones Exteriores durante el mandato del canciller Gerhard Schröder, personifica la evolución de su partido, de la protesta radical al centro moderado.
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En 1985, Fischer asistió a su toma de protesta como el primer ministro regional de Los Verdes en el estado de Hesse usando un par de zapatos deportivos, una provocación en aquella época.
Tres décadas después, los zapatos deportivos blancos de Fischer están en un museo y casi uno de cada dos votantes alemanes asegura que se puede imaginar votando por Los Verdes.
“Los Verdes han aprendido a hacer política en el centro”, opinó Fischer, cuyo tono de teléfono celular es la “Oda a la alegría” de Beethoven, el himno de Europa.
Los votantes, en especial los alemanes urbanos y con educación universitaria, se identifican con Los Verdes porque el partido representa un estilo de vida aburguesado —desde una alimentación saludable hasta una cierta autoimagen de inconformismo liberal—, el cual alguna vez fue considerado un nicho, pero que se ha vuelto convencional mucho más allá del electorado nuclear de Los Verdes.
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El principal candidato del partido en Hesse, Tarek al Wazir, es el hijo de un inmigrante yemení. Los troles de internet advirtieron que votar por él sería hacerlo a favor de la sharía, o ley islámica.
No obstante, Al Wazir obtuvo más del doble del porcentaje de los votos que esperaban Los Verdes. Es el político más popular en el estado.
Para los votantes como Peter Weilbächer, un asesor fiscal en Wiesbaden, la capital de Hesse, “Los Verdes son creíbles en temas en que los otros no lo son”.
Según Weilbächer, siempre había votado por los conservadores, pero en esta ocasión cambió a Los Verdes; los llamó los “verdaderos conservadores”.
“Quieren conservar lo que tenemos: el medioambiente, nuestra prosperidad y nuestros valores”, agregó.
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Esa plataforma ya ha llevado a Los Verdes al gobierno en nueve de los dieciséis estados de Alemania, entre ellos Hesse, donde Al Wazir es el vice primer ministro de un primer ministro conservador.
En el estado vecino de Baden-Wurtemberg, Los Verdes se han vuelto el partido más fuerte, tras relegar a los conservadores de Merkel a socios minoritarios en el gobierno.
Un periodo prolongado de un saludable crecimiento económico y un bajo desempleo ha permitido que los votantes, en especial los de los estados occidentales, presten atención al medioambiente. “Podemos solventar nuestra conciencia ecológica”, comentó Frauke Volpert, una fotógrafa de 44 años de edad.
El desafío más grande se encuentra en el este de Alemania, hogar de varias minas de carbón, donde Los Verdes aún son considerados más que nada un “partido de Alemania Occidental que protege a los refugiados en vez de los empleos”, señaló Fischer.
Sin embargo, hace no mucho tiempo, Baviera, el bastión conservador católico del oeste de Alemania, también parecía impenetrable para Los Verdes. En octubre, el partido se convirtió en la segunda fuerza del estado y ganó Múnich, la capital.
Antes de las elecciones, Schulze hizo campaña vistiendo su traje dirndl, y ganó votantes con su lema político: “Salvar al mundo con pragmatismo, un paso a la vez”.