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Los franceses votaban desde temprano este domingo para elegir alcaldes en unos comicios que se celebran en un contexto inédito y en medio de medidas sanitarias extraordinarias por el coronavirus, que amenaza con disparar la abstención. Pese al cierre de sus escuelas, restaurantes, museos, cafés y comercios no indispensables, Francia, uno de los principales focos en Europa del COVID-19 con 4.500 infectados y 91 muertos, decidió, contra todo pronóstico, mantener sus elecciones municipales.
Debemos "asegurar la continuidad de la vida democrática y de las instituciones", urgió el presidente Emmanuel Macron, que aseguró haber tomado esta decisión tras haber consultado a científicos que estimaron que "no hay nada que impida a los franceses, incluso a los más vulnerables, ir a las urnas".
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En la entrada de los 35.000 centros electorales del país se puso a disposición de los votantes gel antiséptico para que puedan desinfectarse las manos antes de depositar sus votos y se colocó cinta adhesiva en el suelo para que mantengan entre ellos una distancia de seguridad de al menos un metro. "Hay poca gente y todos respetan las reglas de seguridad", comenta serena Laurence Berthier, a la salida de un centro electoral de París. "Me parece muy bien que Macron haya mantenido las elecciones, no veo la necesidad de aplazarlas", añade esta mujer de 50 años.
Frente a un centro electoral en Escames, una pequeña localidad rural al norte de París particularmente afectada al inicio de la infección, un paquete de guantes quirúrgicos y una botella de gel antiséptico acogían a los electores. Varios esperaban pacientemente su turno para poder ingresar. "¡Pueden entrar sin ningún temor, todos gozan de buena salud!", exclamó un votante, entre risas, al salir. "Prácticamente todos los electores traen su propio bolígrafo para votar", cuenta Daniel Mooser, un comerciante jubilado de 74 años, encargado de recibir las firmas de los sufragantes.
"Tenemos que votar. No hay casi nadie y el riesgo es pequeño", estima Bernard Gallis, de 66 años, que vino a votar con su esposa en Aulnay-sous-Bois, cerca de París, poco después de la apertura de los centros. No obstante, cuenta, sus hijos, de 40, 36 y 32 años no votarán a causa del virus.
Igual que "ir de compras"
Al mediodía la participación registrada era de 18,38%, lo que equivale a cinco puntos menos que en los últimos comicios municipales de 2014. El inmunólogo Jean-Francois Delfraissy, presidente del Consejo Científico sobre el coronavirus en Francia, insiste en que el riesgo de ir a votar no es mayor que el de "ir de compras".
Aún así, según el politólogo Jean Guarrigues, "no hay duda de que muchos electores se quedarán en sus casas". Para los especialistas consultados por la AFP, la abstención por el coronavirus se verá sobre todo entre el electorado de la tercera edad, lo que penalizaría a la derecha.
La incertidumbre es aún mayor para la segunda vuelta, prevista una semana más tarde, sobre todo teniendo en cuenta el rápido avance de la epidemia en este país, donde los casos se han multiplicado por dos en las últimas 72 horas.
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¿Derrota para Macron?
En el plano político, los resultados de los candidatos del partido presidencial, La República en Marcha (LREM), que no existía en los últimos comicios municipales en 2014, serán observados con lupa. Tras más de dos meses de manifestaciones y paros en los transportes, la crisis de los "chalecos amarillos" y el escándalo sexual que obligó al candidato de Macron, Benjamin Griveaux, a retirarse de la carrera por la alcaldía de París, los pronósticos no son buenos para el partido presidencial.
En la capital, la exministra de Sanidad, Agnès Buzyn, que remplazó a último minuto a Griveaux, está rezagada en tercer lugar en los sondeos, por detrás de la exministra de Justicia de Nicolas Sarkozy, la conservadora Rachida Dati, y la actual alcaldesa de París, la socialista Anne Hidalgo, empatadas a la cabeza.
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En Marsella, la segunda ciudad de Francia, el macronista Yvon Berland, no supera el 10% de intenciones de voto. Incluso el primer ministro, Edouard Philippe, candidato a la alcaldía de Le Havre, su feudo electoral, no tiene asegurada la victoria, lo que pondría en peligro su puesto a la cabeza del ejecutivo.
"Una nueva derrota tras la de las elecciones europeas de 2019 sería una muestra más de que los poderes mágicos de Macron ya no son tan mágicos, lo que puede despertar las ambiciones de sus adversarios para las presidenciales de 2022", comenta Bruno Cautrès, investigador en la universidad Sciences Po.