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El silencio, el reposo y la oración fueron gran parte del tiempo las únicas compañías de Joseph Ratzinger (1927-2022) desde mayo de 2013, cuando anunció su retiro y se fue a vivir al convento de clausura Mater Ecclesiae, en el Largo del Monasterio de los Jardines en Ciudad del Vaticano. Es decir, la ciudad santa albergó durante nueve años a dos papas, el emérito y Francisco, quien asumió el papel que Benedicto XVI no tuvo fuerzas para sobrellevar.
Entre las pocas veces que abandonó los muros vaticanos, más allá de cumplir con un examen médico, fue en 2020, cuando su hermano mayor Georg (96 años) murió en Alemania tras padecer una larga enfermedad. Los dos hermanos fueron siempre muy unidos y, según se decía en los pasillos vaticanos, Ratzinger viajó a Alemania con la esperanza de morir allá y ser sepultado junto al único miembro de su familia que aún vivía.
No fue así; regresó a su encierro, hasta el pasado 31 de diciembre, cuando falleció a los 95 años.
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Renuncia inspirada por el Espíritu Santo
“He llegado a la certeza de que mis fuerzas, debido a mi avanzada edad, no se adecúan por más tiempo al ejercicio del ministerio petrino. Con total libertad declaro que renuncio al ministerio de obispo de Roma y sucesor de Pedro”, anunció el 28 febrero de 2013. Dijo que se iba por razones de salud. Y entonces se convirtió en el primer pontífice que abandonó su papel como líder de la Iglesia católica en 600 años.
Todavía el episodio genera muchas preguntas; las dudas sobre las verdaderas razones que provocaron su decisión no se han despejado del todo. Fue imprevisto, más en una Iglesia que estableció hace años que los papas mantendrán su posición hasta morir.
Ratzinger le reveló al periodista Peter Seewald en una larga entrevista, recogida en el libro Últimas conversaciones: “Mi momento había pasado, di todo lo que podía dar”. En 2011 le confesó que los viajes a otros países eran muy difíciles. “Tengo que recordar que estoy allá para el Señor, que no necesito preocuparme de mi apariencia o de si me reciben o no con agrado”.
Durante los últimos días de Benedicto XVI en la silla de Pedro su físico había empeorado y se movía con ayuda de un caminador.
Según revelaron quienes estuvieron cerca, el papa pasó su jubilación viendo cada noche televisión, especialmente el noticiero, y cuando sus manos no le fallaban, tocaba el piano. Le gustaba pasar tiempo en su biblioteca, de la que leyó casi todos los libros; para su retiro solicitó el traslado de su colección personal. Llamaba a los libros sus “mejores amigos”.
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“Vatileaks” y los últimos días
Los últimos días de su papado fueron complicados. Una tertulia global se abrió sobre los motivos dentro su resignación debido a los “vatileaks”, denominación dada a procedimientos de filtración de documentos de Ciudad del Vaticano.
Con la ayuda de las indiscreciones que emanaban de Paolo Gabriele, secretario personal del papa, se denunciaron los conflictos de poder dentro el Vaticano y se hicieron públicos documentos confidenciales.
Francis Arinze, cardenal nigeriano, declaró: “Quizá [renunció después de] la dolorosa traición por su propio secretario, que derramó suficientes cartas para que una periodista pudiera escribir un libro”.
Más ocurrió dentro el Banco Vaticano, que fue fundado para ayudar a órdenes y fundaciones religiosas en lugares lejanos en el mundo. Muchas de las transacciones se aportaron en efectivo y se enviaron a lugares con un clima político inestable. No hace falta ser un genio para entender por qué a veces no funcionó. Los funcionarios bancarios tomaban decisiones sin comunicarle el papa. Benedicto XVI tuvo que aguantar muchos titulares de periódicos desagradables de esto durante muchos años.
Además, fue acosado por los escándalos de pederastia que salieron a relucir y alcanzaron pico en la esfera pública durante el papado de Benedicto XVI, entre 2005 y 2013. Mucha gente examinó su papel en el encubrimiento. Incluso, en 2022 fue acusado en un informe de haber encubierto cuatro casos de pedofilia en Múnich, cuando era arzobispo.
Ratzinger ocupó ese cargo de 1977 a 1981, y después se hizo el líder de Congregación para la Doctrina de la Fe, una de las ramas de la Iglesia que se puso al frente de los asuntos relacionados con los abusos sexuales.
En 2001, Ratzinger empezó a avanzar en el caso del padre Marcial Maciel, a pesar de una oposición considerable del Vaticano, mientras exmiembros de legionarios declararon que, cuando eran pequeños, habían sido abusados por Maciel.
El cardenal Ratzinger reabrió el caso contra Maciel en 2004. Luego, cuando lo sucedió Juan Pablo II, en 2006, era consciente de que cada vez le llegarían más reclamos. No permitió que Maciel continuara su ministerio y lo limitó a una vida de “oraciones y penitencia”. Más tarde, el Vaticano lo consideró culpable de “actos inmorales muy serios y fueron confirmados por testimoniales”.
Como sumo pontífice, también empezó a expulsar sacerdotes depredadores. En 2011 y 2012, la Iglesia expulsó a 384 sacerdotes.
Sin embargo, en enero de 2016 The New Yorker publicó que “el papa Benedicto XVI sabía del abuso en la Iglesia católica”. Se mencionó a su hermano mayor, Georg Ratzinger, que era director del coro Ratisbona de niños católicos de 1964 a 1994, un lugar que fue investigado por abuso sexual. La diócesis de Ratisbona le encargó al abogado Ulrich Weber realizar las investigaciones. Dijo que eran 50 casos fiables, así como más casos de otras formas de abuso físico, como falta de comida y golpes. El público le preguntó a Georg Ratzinger cómo era posible que no hubiera sabido nada.
Los compañeros más cercanos de Benedicto negaron que hubiese renunciado por las presiones de los escándalos. “Tomó libremente la decisión, delante de Dios, pero con consideraciones muy evidentes y razonables. Se sentía cansado para hacer viajes, celebraciones o audiencias”. Esto dijo el padre Federico Lombardi, presidente de la Fundación Vaticana Joseph Ratzinger y portavoz del Vaticano durante el papado de Benedicto XVI y parte del de Francisco. Añadió que Benedicto XVI rezaba “por la Iglesia, todos le quieren, pero no interfiere para nada en su gobierno”.
Ratzinger anunció su renuncia el 11 de febrero de 2013. Dos días después, durante su misa en público, la audiencia manifestó una gran ovación prolongada que duró minutos.
Ya jubilado, siguieron aflorando los escándalos, como el que salió a la luz el 17 de marzo de 2018. El Vaticano admitió haber alterado una foto que mandaron a la prensa. Era de una carta con comentarios del papa jubilado sobre “la teología del papa Francisco”, en la que se habría cambiado el sentido para mostrar que Benedicto elogiaba a su sucesor. Fue una vergüenza para el Vaticano, pues ocurrió apenas un mes después de que Francisco exigiera un “periodismo de paz” en una época de “noticias falsas”. Tras su muerte, el papa Francisco rindió un homenaje a su predecesor en la víspera de Año Nuevo: “Con emoción recordamos a una persona tan noble y bondadosa", dijo Francisco durante las oraciones por la Nochevieja en la basílica de San Pedro.
“Solo Dios conoce el valor y la fuerza de sus sacrificios ofrecidos por el bien de la Iglesia”, añadió el pontífice de origen argentino, con quien la convivencia no siempre fue perfecta, sobre todo a raíz de las veces que Benedicto rompió su silencio para opinar sobre asuntos como los abusos sexuales y el celibato. Como señaló la AFP, hay quienes indican que todo era parte de una estrategia “del ala conservadora de usar al emérito para desgastar a Francisco”.
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