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Este sábado en horas de la noche, una bomba explotó en un centro de transfusión de sangre ubicado en Kupiansk, en el óblast de Járkov, en el oriente de Ucrania. Volodímir Zelenski, el presidente ucraniano, publicó una imagen del edificio en llamas y describió a los responsables como “bestias”. El mandatario no dio detalles sobre posibles víctimas, pero las autoridades locales aclararon que no era un edificio residencial.
“Este crimen de guerra dice por sí solo todo sobre la agresión rusa”, dijo Zelenski.
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De acuerdo con el mandatario ucraniano, una bomba guiada fue usada para el ataque. Estas están destinadas para alcanzar con mucha precisión objetivos situados a grandes distancias, debido a que tienen alas y superficies de cola reducidas que permiten un vuelo sin motores. Las fuerzas militares de Ucrania informaron desde abril que Rusia empezó a usar más frecuentemente las bombas, para complementar el ataque de artillería y misiles.
“[Las fuerzas rusas estarían] cambiando tácticas de aviación para mitigar el riesgo de más pérdidas de aviación operando fuera del alcance de la mayoría de los sistemas antiaéreos y de defensa aérea ucranianos, a costa de la capacidad de realizar apoyo aéreo cercano”, explicó el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW).
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En una entrevista con el medio DW, Yuri Ihnat, el vocero de la Fuerza Aérea ucraniana, dijo que Rusia que usaba las bombas guiadas porque se estaba quedando sin misiles, frente a los cuales son significativamente más baratas. Las zonas más afectadas por estas son las que comparten frontera con Rusia, entre las que está Járkov.
Las tropas rusas se tomaron la ciudad de Kupiansk y sus cercanías en los primeros días de la ofensiva rusa, en febrero del 2022. La región fue liberada por las fuerzas militares de Ucrania el pasado septiembre, pero sigue recibiendo embestidas diarias. Rusia ha negado su involucramiento en crímenes de guerra y las acusaciones de ataques dirigidos contra civiles.
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