Cataluña: respeto y diálogo
Después de los episodios violentos del referéndum del 1° de octubre, los catalanes salieron a las calles a rechazar la represión policial y a exigirle al gobierno español un trato digno.
Laura Dulce Romero
El 3 de octubre quedará guardado como un archivo invaluable en la memoria del pueblo catalán. Ríos de personas se tomaron las calles y las plazas más importantes de Barcelona, como Gran Vía y Catalunya, para rechazar los actos violentos de la jornada de referéndum que se realizó el primero de octubre, en la que resultaron más de 800 personas heridas. Esta vez no importó a qué bando se pertenecía, si independentista, soberanista o unionista. Todos querían enviar el mismo mensaje: “No a la violencia, sí a la democracia”.
(Le puede interesar: polémica por la cifra de heridos en Cataluña)
Fue una protesta pacífica. Acudieron a pancartas, flores y cantos para expresar el dolor por los hechos de violencia alrededor del referéndum. Era una fiesta que no se perdieron ni los perros. La mayoría llevaba a cuestas la bandera de Catalunya. Otros, muy contados, portaban la de España. Juntos exigían respeto, diálogo y tolerancia. Si bien algunos expresaron el discurso independentista, en este marcha primó el clamor de un trato digno. Tal vez por eso eran usuales las postales de los grupos abrazándose.
El metro dejó de funcionar, las universidades y colegios pararon las clases, los sindicatos se reunieron y los trabajadores no cumplieron con su jornada. Decenas de miles de personas asistieron a la cita y, además de rechazar la represión de las autoridades, sacaron a la Guardia Civil y a la policía española de su territorio. El hotel que los hospedaba les pidió tomar sus pertenencias e irse.
Los marchantes estaban en todos lados: plazas, calles, encima de los paraderos de buses, sobre las casetas de pequeñas tiendas instaladas en las aceras, en los balcones lanzando papeles. Hablamos con algunos de ellos y nos contaron cuáles son sus razones para apoyar el paro. La mayoría coincide en que la salida es el diálogo, pero son escépticos con que pueda existir una reconciliación entre el gobierno central y los líderes catalanes.
David Casassas (profesor de sociólogía de la UB): Las personas salen a las calles para exigir democracia. No se trata de independencia sí o no, sino de una preocupación sobre cómo vivir democráticamente. Hay mucha gente que decidió votar “sí” en el pasado referéndum, y no porque quisiera separarse de España, sino para patear el hormiguero y sacudir un régimen poco proclive a preguntarle a la gente sobre las decisiones que toma. Esto es un mensaje para los demás ibéricos. Queremos decirle que podemos ser gobernados de otra forma, que se pueden cambiar las instituciones y crear espacios políticos donde todos decidamos. La única solución es el diálogo y creo que una responsabilidad grande la tendrá la izquierda española, pues tiene el papel de mediador para acabar este conflicto y construir una España menos autoritaria y más plural. Si no hay una negociación, habrá que elegir cuál bando escoger. Y después de la represión del referéndum, muchos elegirán al bloque independentista. Por ejemplo, yo no soy independentista, pero voté sí para sentar una postura en contra del gobierno español y sus decisiones autoritarias.
Alex (marchante): Estamos aquí para protestar en contra de la represión del pueblo el pasado primero de octubre y reivindicar nuestro derecho al voto. Algunos salimos a proclamar la independencia. Pero esto queremos hacerlo dentro de una revolución pacífica. Nos preocupa que no exista un diálogo. Quisiéramos que sucediese, pero la situación es muy tensa. El gobierno español no puede obligar a los ciudadanos a ir en contra de nuestra voluntad. Queremos irnos y no hay marcha atrás.
Cristian Rovira (marchante): Todos rechazamos la forma como el gobierno español maneja la situación con represión policial. Nos une el deseo de democracia. Fui uno de los agredidos en Plaza Sant Jaume por la manifestación unionista. Sentí una profunda tristeza. No podía creer que tuviera que pasar por eso y además dormir 24 horas en un colegio electoral para que no fuéramos atacados por la policía. Nosotros somos un pueblo pacífico. Por ejemplo, mi madre es de origen andaluz y ella no votó porque no está de acuerdo. Pero acompañó a mi padre a votar, porque cree en el respeto y la democracia. Sin duda, hubo gente indecisa que después de ver las imágenes salió a la calle. Hoy estamos encantados que hayan banderas españolas y catalanas en esta manifestación, porque somos una sociedad tolerante y abierta. Lo que preocupa ahora es que no hay vuelta atrás. Hay posibilidad de sentarse a dialogar, pero hay una desconexión, sobre todo en la gente joven, que por primera vez tuvo que vivir una represión.
Marta (marchante): Estoy en las calles para defender la libertad. Cuando veía los golpes de los policías, pensaba en mis hijas, en el futuro que les dejamos. No tengo idea de qué sucederá. Lo que sí está claro es que a todos se nos escapó de las manos este asunto. A lo mejor Europa debe mediar. No queremos más violencia. Mi posición es que nos permitan opinar y que todo se resuelva de una manera pacífica. Estamos en el siglo XXI, compañeros.
El 3 de octubre quedará guardado como un archivo invaluable en la memoria del pueblo catalán. Ríos de personas se tomaron las calles y las plazas más importantes de Barcelona, como Gran Vía y Catalunya, para rechazar los actos violentos de la jornada de referéndum que se realizó el primero de octubre, en la que resultaron más de 800 personas heridas. Esta vez no importó a qué bando se pertenecía, si independentista, soberanista o unionista. Todos querían enviar el mismo mensaje: “No a la violencia, sí a la democracia”.
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Fue una protesta pacífica. Acudieron a pancartas, flores y cantos para expresar el dolor por los hechos de violencia alrededor del referéndum. Era una fiesta que no se perdieron ni los perros. La mayoría llevaba a cuestas la bandera de Catalunya. Otros, muy contados, portaban la de España. Juntos exigían respeto, diálogo y tolerancia. Si bien algunos expresaron el discurso independentista, en este marcha primó el clamor de un trato digno. Tal vez por eso eran usuales las postales de los grupos abrazándose.
El metro dejó de funcionar, las universidades y colegios pararon las clases, los sindicatos se reunieron y los trabajadores no cumplieron con su jornada. Decenas de miles de personas asistieron a la cita y, además de rechazar la represión de las autoridades, sacaron a la Guardia Civil y a la policía española de su territorio. El hotel que los hospedaba les pidió tomar sus pertenencias e irse.
Los marchantes estaban en todos lados: plazas, calles, encima de los paraderos de buses, sobre las casetas de pequeñas tiendas instaladas en las aceras, en los balcones lanzando papeles. Hablamos con algunos de ellos y nos contaron cuáles son sus razones para apoyar el paro. La mayoría coincide en que la salida es el diálogo, pero son escépticos con que pueda existir una reconciliación entre el gobierno central y los líderes catalanes.
David Casassas (profesor de sociólogía de la UB): Las personas salen a las calles para exigir democracia. No se trata de independencia sí o no, sino de una preocupación sobre cómo vivir democráticamente. Hay mucha gente que decidió votar “sí” en el pasado referéndum, y no porque quisiera separarse de España, sino para patear el hormiguero y sacudir un régimen poco proclive a preguntarle a la gente sobre las decisiones que toma. Esto es un mensaje para los demás ibéricos. Queremos decirle que podemos ser gobernados de otra forma, que se pueden cambiar las instituciones y crear espacios políticos donde todos decidamos. La única solución es el diálogo y creo que una responsabilidad grande la tendrá la izquierda española, pues tiene el papel de mediador para acabar este conflicto y construir una España menos autoritaria y más plural. Si no hay una negociación, habrá que elegir cuál bando escoger. Y después de la represión del referéndum, muchos elegirán al bloque independentista. Por ejemplo, yo no soy independentista, pero voté sí para sentar una postura en contra del gobierno español y sus decisiones autoritarias.
Alex (marchante): Estamos aquí para protestar en contra de la represión del pueblo el pasado primero de octubre y reivindicar nuestro derecho al voto. Algunos salimos a proclamar la independencia. Pero esto queremos hacerlo dentro de una revolución pacífica. Nos preocupa que no exista un diálogo. Quisiéramos que sucediese, pero la situación es muy tensa. El gobierno español no puede obligar a los ciudadanos a ir en contra de nuestra voluntad. Queremos irnos y no hay marcha atrás.
Cristian Rovira (marchante): Todos rechazamos la forma como el gobierno español maneja la situación con represión policial. Nos une el deseo de democracia. Fui uno de los agredidos en Plaza Sant Jaume por la manifestación unionista. Sentí una profunda tristeza. No podía creer que tuviera que pasar por eso y además dormir 24 horas en un colegio electoral para que no fuéramos atacados por la policía. Nosotros somos un pueblo pacífico. Por ejemplo, mi madre es de origen andaluz y ella no votó porque no está de acuerdo. Pero acompañó a mi padre a votar, porque cree en el respeto y la democracia. Sin duda, hubo gente indecisa que después de ver las imágenes salió a la calle. Hoy estamos encantados que hayan banderas españolas y catalanas en esta manifestación, porque somos una sociedad tolerante y abierta. Lo que preocupa ahora es que no hay vuelta atrás. Hay posibilidad de sentarse a dialogar, pero hay una desconexión, sobre todo en la gente joven, que por primera vez tuvo que vivir una represión.
Marta (marchante): Estoy en las calles para defender la libertad. Cuando veía los golpes de los policías, pensaba en mis hijas, en el futuro que les dejamos. No tengo idea de qué sucederá. Lo que sí está claro es que a todos se nos escapó de las manos este asunto. A lo mejor Europa debe mediar. No queremos más violencia. Mi posición es que nos permitan opinar y que todo se resuelva de una manera pacífica. Estamos en el siglo XXI, compañeros.