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Con pocas provisiones y municiones, amputaciones realizadas en una clínica destartalada y cadáveres acumulados, combatientes y civiles resisten en Azovstal, la gigantesca planta siderúrgica de la ciudad ucraniana de Mariúpol, mientras Rusia endurece el control sobre el último foco de resistencia. Se calcula que unos 200 civiles continúan atrapados en el laberinto de túneles debajo de Azovstal, junto a un puñado de unidades ucranianas decididas a resistir.
Detalles de la caótica defensa final y los esfuerzos desesperados por atender a los heridos fueron relatados por la médica militar Yevgenia Tytarenko, cuyo esposo y colegas continúan atrapados en la planta. “Muchos soldados están en condición grave en el hospital. Están heridos y sin medicamentos. La comida y el agua se agotan”, contó Tytarenko, quien permanece en contacto con personas dentro de Azovstal. “Voy a resistir hasta el fin”, escribió Mijailo, su esposo, el viernes en un mensaje de texto que ella mostró a AFP. Durante semanas, las fuerzas rusas han atacado la siderúrgica por tierra, aire y mar para intentar quebrar sus defensas.
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Los comandantes se han despedido de sus seres queridos, mientras las fuerzas rusas intensifican el asedio sobre las posiciones de los defensores, sin que se vislumbre la posibilidad de que salgan, según Tytarenko. “Los comandantes ya se han despedido de sus esposas. Uno de ellos escribió a su mujer: ‘no llores. Estaremos de vuelta en casa, vivos o muertos’”, dijo Tytarenko.
Ella narró una operación compleja y caótica dentro de Azovstal, donde los soldados combaten a los rusos al tiempo que movilizan a los civiles a otras partes de la planta, al igual que los cadáveres de las víctimas. Sin refrigeración, y envueltos en bolsas plásticas, los cuerpos se descomponen, pero los combatientes están decididos a impedir que caigan en manos de las fuerzas rusas. “Todos ellos merecen ser evacuados, ya sea que están vivos, heridos o muertos”, agregó Tytarenko.
Sangre y acero
Para Tytarenko, la guerra ha tenido un costo devastador. La mujer de 34 años huyó de Mariúpol el 24 de febrero, cuando Rusia inició la invasión a Ucrania y comenzó a bombardear la ciudad portuaria. El ataque ocurrió dos días después de casarse con Mijailo, también médico, quien presionó a su esposa embarazada a salir cuando los rusos comenzaron a bombardear Mariúpol.
Sus compañeros médicos quedaron atrás, donde improvisaron una clínica en la fortificada planta siderúrgica, luego de que las fuerzas rusas atacaron hospitales en toda Mariúpol, según Daviti Sulemanashvili, un combatiente de Georgia. Al igual que el esposo de Tytarenko, Suleimanashvili es integrante del regimiento Azov, un antiguo batallón de extrema derecha convertido en unidad de la guardia nacional, conocido por la dureza de sus combatientes, que han encabezado la defensa de la planta de acero.
Suleimanashvili dijo que fue atendido en esa clínica en marzo, luego de ser herido en un ataque con tanques durante una batalla en las calles de Mariúpol. Fue allí donde le amputaron la pierna izquierda, mientras los médicos corrían a atender otros heridos en el centro, carente de saneamiento básico, equipo médico y calefacción. “Es muy difícil brindar cualquier tratamiento médico allí”, comentó por teléfono a AFP.
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Suleimanashvili fue uno de los pocos evacuados de Mariúpol por tres helicópteros ucranianos que traspasaron la defensa aérea rusa a finales de marzo. Otros dos intentos fueron frenados por las fuerzas rusas. “Fue un milagro, solo he visto cosas así en las películas”, comentó sobre su evacuación.
Resistencia final
Pero, a pesar del horror dentro de Azovstal, a algunos les resulta insoportable estar afuera. Rolana Bondarenko indicó que muchos de sus amigos cercanos y combatientes de Azov figuran entre las centenares de personas que siguen en la planta siderúrgica. Junto con su hijo, la mujer de 54 años fue una de las primeras en unirse al regimiento Azov cuando fue fundado en 2014, después de que Rusia anexó Crimea y del surgimiento de una insurgencia respaldada por Moscú en el este de Ucrania.
Bondarenko dijo que uno de los muchos cuerpos dentro de Azovstal es el de su hijo, muerto en abril. “Él está tendido en una bolsa negra, pudriéndose. Y no solo él, hay centenares más”, declaró por teléfono desde Alemania, donde se instaló el año pasado para continuar su tratamiento médico.
A pesar de perder a su hijo, Bondarenko sigue apoyando a sus compañeros combatientes que resisten a los rusos. Todos los días envía textos y emojis simpáticos a sus amigos en la planta para ayudar a animarlos, mientras ellos evitan abrumarla con las dificultades que viven, insistiendo en que su determinación de luchar sigue firme.
Aún así, muchos de los combatientes de Azovstal han perdido entre 15 y 20 kilos en las últimas semanas, dada la falta de alimentos, según Bondarenko. “Me gustaría estar con ellos ahora”, dijo entre sollozos. “Si yo muriera allí, estaría con mi familia”.
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“Rendirse no es una opción”: militares del batallón de Azov
“Somos testigos de los crímenes rusos”, dijo el teniente Illya Samoilenko. “La rendición no es una opción porque Rusia no está interesada en nuestras vidas”, agregó. Las fuerzas de Azov dicen que están a más de 100 km de las fuerzas ucranianas más cercanas y no pueden llegar a un lugar seguro sin la ayuda de las autoridades del país. Se cree que hay 2.000 soldados en la planta, 700 de los cuales, al parecer, están heridos.
Según los reportes del comandante de Azov, Denys Prokopenko, todos los civiles que se encontraban dentro de la planta fueron evacuados, pero los militares aún tienen reparos frente al gobierno. “Necesitamos la oportunidad adecuada para ser evacuados”, aseguró Svyatoslav Palamar, subcomandante del regimiento Azov. “Otra cosa que duele es que los políticos dijeron ‘ustedes continúan (luchando), mientras nosotros evacuamos a los civiles’. Sin embargo, nosotros (estamos) aquí defendiendo al pueblo”.
A lo anterior se suman las críticas hechas por no preparar a Ucrania para la actual guerra, después de ocho años de conflicto en el Donbás. “El gobierno permitió que esto le sucediera a 25.000 personas”, dijo Samoilenko, haciendo referencia a las personas que, según estiman, han muerto en la ciudad portuaria.
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