Crónica: los días desde el epicentro de la DANA en Valencia
Con el paso de los días se empiezan a ver los estragos que dejó el devastador fenómeno. Decenas de voluntarios de toda España empezaron labores de limpieza en los pueblos más afectados.
David Quintero (Valencia, España) | Especial para El Espectador
Llegar a Paiporta, un pueblo a media hora de la ciudad de Valencia, en España, se ha convertido por estos días en una travesía casi imposible de hacer. Las razones son claras: todos tratan de llegar para llevar agua y ayudas a este pueblo de aproximadamente 25.000 habitantes, uno de los más azotados por el fenómeno meteorológico conocido como DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) y considerado el epicentro de la tragedia. Según el registro de las autoridades, tiene el mayor número de fallecidos de los más de 200 que se contaban para el inicio del fin de semana.
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Llegar a Paiporta, un pueblo a media hora de la ciudad de Valencia, en España, se ha convertido por estos días en una travesía casi imposible de hacer. Las razones son claras: todos tratan de llegar para llevar agua y ayudas a este pueblo de aproximadamente 25.000 habitantes, uno de los más azotados por el fenómeno meteorológico conocido como DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) y considerado el epicentro de la tragedia. Según el registro de las autoridades, tiene el mayor número de fallecidos de los más de 200 que se contaban para el inicio del fin de semana.
Llegar en carro no es una buena opción. En las cercanías hay Guardia Civil devolviendo a quienes intentan pasar y solo están autorizados los vehículos de emergencia, por lo que caminar es la única forma de llegar. Desde el primer control son cuatro kilómetros, aproximadamente 40 minutos caminando, para empezar a ver la desolación, carros dañados, paredes destruidas, cultivos inundados y calles convertidas en una pista de lodo que tiene las marcas de quienes van y vienen por el camino que conduce a lo que queda de Paiporta.
En el camino se ven a voluntarios ofreciendo hidratación a quienes están en la incansable búsqueda y rescate. También a grupos de jóvenes cargando agua y hasta en camiones con mercados. Una de ellas es Paula, quien junto a sus amigos han pasado horas repartiendo asistencia: “Estamos aquí ayudando a todos los afectados de la DANA y es muy importante que todos nos unamos y colaboremos en lo posible. Tenemos en el camión agua y comida para repartir, estos días seguiremos trayendo cosas”, explica y sigue su camino.
La estructura ferroviaria por donde transita el tren está destruida y se ha convertido en un camino improvisado con tablas. Por allí pasa José, junto a su esposa, Alejandra, y su perra. Caminan buscando agua para bañarse, y el panorama es devastador. “Vivimos cerca de lo que era el metro de Paiporta, zona muy afectada, esto es desolador, esto es catastrófico, algo que ningún ciudadano de Valencia ha vivido. No sabemos qué hacer y las alertas han llegado tarde”, puntualiza.
La Guardia Civil se mueve por la zona organizando espacios para que pasen los vehículos de emergencia, mientras las partes altas de algunas viviendas se convirtieron en el lugar de acopio de víveres y agua. El sentimiento de solidaridad se evidencia en cada calle a la que llegan voluntarios a acompañar a quienes lo perdieron todo.
Sedaví, otro punto de la tragedia
Muy cerca de Paiporta, a solo cinco kilómetros, está Sedaví, una población de un poco más de 10.000 habitantes a la entrada de Valencia que se convirtió en un garaje de carros dañados y aplastados entre sí. Al caminar sus calles se ven las fachadas dañadas, los negocios destruidos y los concesionarios de carros abandonados.
Entre los carros se ven letreros de papel con la palara “revisar”, que han puesto brigadas de búsqueda para identificar si existen cuerpos atrapados. Más adelante hay otros con la palabra “revisado” que indica que la tarea se ha cumplido. Desde muy temprano se empiezan a ver grupos de personas caminando con escobas, palas, botas, guantes y bolsas para iniciar con las tareas de limpieza.
Olga es una de las voluntarias que se ven entre las vías. Camina rápido con una escoba, agua y una mochila a su espalda, porque trata de llegar al negocio de su amiga. “Ella está allí, tiene una farmacia y hay que arreglarlo todo, hay que echarle una mano”, dice, y completa su frase enviando un mensaje de solidaridad: “Los valencianos siempre estamos juntos cuando hace falta”.
Más adelante, lo que en algún momento fue un barrio se convirtió en el arrume de escombros con carros volteados y palmeras caídas. Un contenedor frente a la puerta de un negocio evidencia la magnitud de la tragedia y la fuerza que tuvo el agua para llevarlo hasta allí. Entretanto, grupos de amigos con chalecos reflectivos caminan entre el lodo. Entre ellos está Pablo, quien dice que ayudar es su responsabilidad. “Vamos a la casa de una amiga. Su casa está llena de agua y vamos a ayudar, es nuestra responsabilidad de algún modo, y hay que hacer lo que haga falta”, explica. Junto a Pablo está Laila, otra joven que envía un mensaje de optimismo a los afectados: “Mucho ánimo y nos recuperaremos”, afirma con seguridad, y continúan su camino.
Caminar en Sedaví es sentir que la vida está en pausa, pues parece que no hubiera habitantes; sin embargo, al adentrarse entre sus calles, las filas de personas afectadas en búsqueda de agua y comida empiezan a verse. Adultos mayores y familias con niños en brazos hacen una fila de horas para recibir del centro de ayuda de la zona un poco de agua y algo de comida. Han sido días duros para muchos.
“Es fatal. La verdad es que esto ha sido un caos total sin luz, sin agua, sin internet, ha sido horrible, y estamos aquí porque no tenemos comida”, explica Aitana mientras hace la fila.
Mientras distintas voces le pedían al presidente del gobierno, Pedro Sánchez, decretar el estado de alarma y pedir ayuda de la Unión Europea, las dos poblaciones al sur de Valencia esperan que sigan llegando las ayudas y se piense en la reubicación. Por ahora lo más seguro que tienen para salir de esta tragedia es “hacer lo que haga falta”.
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