Defendían a rabiar el “brexit” y ahora temen salir de la UE

La ciudad de Sunderland refleja el clima del Reino Unido: votaron salir de la Unión Europea pero ven el “brexit” como una promesa vacía.

Benjamin Mueller/The New York Times
11 de diciembre de 2018 - 02:00 a. m.
Protestas en Londres por el acuerdo para salir de la Unión Europea.  / AFP
Protestas en Londres por el acuerdo para salir de la Unión Europea. / AFP
Foto: AFP - TOLGA AKMEN
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Entrenan en un gimnasio cerca de los muelles de esta vieja ciudad de astilleros. Son hombres que consideran las artes marciales mixtas como un escape de los momentos difíciles o una manera de subsistir; para ganarse unos cuantos cientos de dólares todos los fines de semana.

Sin embargo, programas locales como el gimnasio —que dependen de una beneficencia que recibe financiamiento de la Unión Europea destinado a las comunidades abandonadas— pronto podrían convertirse en víctimas de la separación inminente del Reino Unido y el bloque. Aunque el Gobierno británico intenta proteger a los grandes negocios del retroceso económico, muchos en Sunderland dicen, con algo de amargura, que de nuevo está ignorando las preocupaciones de personas como ellos.

“La ciudad de Londres está protegida a toda costa”, dijo Steven France, quien dirige el gimnasio, “pero eso no es bueno para los que estamos en la periferia de Inglaterra”.

Dos años después de que el pueblo de Sunderland votó 61 contra 39 % en un referendo nacional a favor de que el Reino Unido se separara de la Unión Europea, no se ha esfumado el enojo que les provoca lo que consideran la economía dual del Reino Unido y la clase política indiferente.

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Aunque alguna vez creyeron que votar a favor de abandonar la Unión Europea era una manera de afectar el sistema, ahora piensan que el proceso conocido como brexit solo es otra promesa vacía por parte de la élite política. Quizá como resultado, algunas encuestas recientes han mostrado una gran oposición a la decisión de salir del bloque, en Sunderland y otros lugares que votaron a favor de abandonarlo. Muchos han llegado a dudar de las promesas que se hicieron durante la campaña a favor de salir, entre ellas nuevos acuerdos comerciales, dinero para el sistema de salud e independencia total de la Unión Europea.

En decenas de entrevistas, los residentes dijeron que las medidas del Gobierno de la primera ministra, Theresa May —implementar medidas de austeridad y presentar un plan del brexit que da preferencia a los negocios y no puede cumplir con los beneficios prometidos—, solo reforzaron la sensación de que están ignorando sus necesidades. El resentimiento se siente con fuerza entre los simpatizantes acérrimos del brexit, que quieren desligarse totalmente del bloque.

“La primera ministra debería escuchar lo que dijeron los votantes y simplemente abandonar el bloque, como lo decidió el noreste”, dijo Matthew Newton, de 62 años, empleado retirado del ayuntamiento, mientras bebía una cerveza en un pub, el Peacock. “Ella decidió que escucharía a los londinenses. Pero nosotros también somos parte de Inglaterra”.

Con una población de poco más de 275.000 habitantes en la costa tempestuosa del mar del Norte, Sunderland ocupa el lugar 28 en la lista de ciudades o pueblos más desfavorecidos del país, de acuerdo con un análisis gubernamental emitido en 2016; casi un tercio de los niños del lugar crecen en condiciones de pobreza. Además, se ha visto muy afectada por los recortes al gasto público del programa gubernamental de austeridad, encabezado por los conservadores. La economía de la región también se enfrenta a la posibilidad de ser la más afectada por el brexit: casi el 60 % de las exportaciones del noreste se destinan a la Unión Europea. La gente describió el referendo de 2016 como una oportunidad para llamar la atención de Londres después de que generaciones de líderes electos ignoraron su economía floja, que quedó devastada cuando la industria de los astilleros colapsó y cerraron las minas.

La votación al parecer fue una protesta contra las obligaciones que implica ser miembro de la UE, sobre todo las disposiciones que permiten a los ciudadanos de cualquier Estado miembro vivir y trabajar en el Reino Unido. No obstante, también reflejó resentimiento hacia la élite política y las promesas de que las cuotas de membresía enviadas a la Unión Europea se destinarían a los ciudadanos británicos.

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Muchos en Sunderland dicen que se sienten cada vez más dudosos de que esas promesas se cumplan y están conscientes de que el noreste de Inglaterra ha recibido financiamiento considerable de la Unión Europea, más de 426 millones de libras (casi US$445 millones), para el período de 2014 a 2020, de acuerdo con funcionarios locales.

La dan crédito al Gobierno por haber salvado empleos en una planta de Nissan en Sunderland, la fábrica más grande del Reino Unido, que exporta más de la mitad de sus autos a otros países de la UE. Después de que Nissan insinuó que retiraría inversiones de la fábrica después del referendo de 2016, el Gobierno respondió con medidas para proteger a la automotriz del impacto económico negativo.

No obstante, los residentes dijeron que esa medida era insuficiente ante la caída de las ganancias, el aumento del precio de los alimentos y la incertidumbre amenazante en toda la fuerza de trabajo, que en el noreste depende en gran medida de las exportaciones a los países europeos, las cuales podrían volverse más costosas después del “brexit”.Thiemo Fetzer, profesor de Economía en la Universidad de Warwick, ha hallado que un número importante de personas votaron a favor del brexit no porque se opusieran ideológicamente a la Unión Europea, sino más bien porque querían manifestarse de alguna manera después de que los recortes de austeridad los habían hecho sentirse ignorados por el Gobierno. Esos mismos votantes, dice, ahora son los más propensos a dudar que el brexit sea la mejor opción, lo cual sugiere que, para ellos, los problemas económicos son más importantes que la ideología.

El trabajo respetado de Survation, una firma de investigación, quizá refleja esas actitudes cambiantes, pues mostró que el apoyo a la decisión de abandonar el bloque disminuyó casi diez puntos porcentuales en Sunderland después del referendo. Sin embargo, no se trató de una encuesta de opinión tradicional, sino de un estimado con base en las respuestas de 20.000 personas en todo el país que se combinaron con información acerca de la demografía y el historial de votos de zonas locales.

En Pop Recs, una tienda de música y cafetería cerca de la estación de autobuses, tres personas que votaron a favor de quedarse en la Unión Europea estaban debatiendo un segundo referendo. Barry Cornell, de 42 años, se preocupó de que otra votación pública pudiera revivir al Partido de la Independencia del Reino Unido, de extrema derecha, el cual desempeñó un gran papel en la campaña del “brexit”. Sin embargo, el propietario de la tienda, Dave Harper, dijo que no le importaba en lo más mínimo quién se enojara con un referendo, mientras lograra revertir el “brexit”.

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Laura Brewis, de 37 años, una organizadora artística y recaudadora de fondos que estaba sentada al lado de Cornell en el mostrador, lamentó que los líderes electos no habían dicho nada durante años acerca del financiamiento de la Unión Europea que se destinaba a Sunderland.

Los subsidios del bloque han contribuido a un centro acuático y a un campus universitario, y sirvieron de apoyo a un centro de negocios que asiste a quienes quieren convertirse en emprendedores del software, aunque esos servicios no siempre están al alcance de los residentes.

En una plaza en el centro de la ciudad, un monumento muestra a los trabajadores de los astilleros que alguna vez hicieron de Sunderland el centro de astilleros más grande del mundo. Parece un proyecto local por donde se vea, excepto por una pequeña placa de bronce cubierta de pasto seco.

El monumento incluye una placa con una bandera... la de la Unión Europea.

Por Benjamin Mueller/The New York Times

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