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Para el pueblo ruso, el 9 de mayo es una fecha especial desde 1945. Los últimos generales de la Wehrmacht en Berlín, las fuerzas armadas unificadas de la Alemania nazi, se rindieron entonces ante el mariscal soviético Georgy Zhukov y pusieron punto final a la llamada “Gran Guerra Patriótica”. Aunque se le conoció desde entonces como el Día de la Victoria, más que una celebración se trataba de una conmemoración de los sacrificios hechos por las tropas soviéticas y los veteranos que volvieron con vida.
“Se trata de extenderles nuestro amor, de expresar de alguna manera lo que no pudimos cuando éramos pequeños”, manifestó Olga Romanova, cuya abuela sirvió como enfermera durante la Segunda Guerra Mundial, a The New York Times.
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Las familias de los más de 27 millones de personas que murieron en la Segunda Guerra Mundial desfilan con los retratos de sus seres queridos bajo la consigna de que “nunca más” se repetirá un horror semejante. Sin embargo, este feriado no siempre ha sido visto de la misma manera por todas las personas y, por eso mismo, nunca ha significado lo mismo.
Iósif Stalin, secretario general del Comité Central del Partido Comunista entre 1922 y 1952, siempre vio con recelo el Día de la Victoria. Los historiadores dicen que no quería que existiera un feriado y un desfile más importante que el que se hace por el aniversario de la revolución bolchevique, el 7 de noviembre, y temía que esta nueva conmemoración sirviera para aumentar la popularidad del mariscal Zhukov. Por todo esto, no hubo un gran movimiento el 9 de mayo durante los años de Stalin, a excepción del primer desfile, que se realizó en junio de 1945 en Moscú. Por otro lado, las consecuencias de la guerra no permitían que esta fecha fuera popular.
“En 1945, con la economía en ruinas y el pueblo soviético herido, afligido y traumatizado, se recordaba que la guerra fue dolorosa y potencialmente divisiva. Se necesitaron al menos dos décadas para que el recuerdo de la guerra emergiera como un componente central del patriotismo soviético y luego ruso”, reflexiona Miriam J. Dobson, experta en historia moderna de la Universidad de Sheffield.
No fue sino en 1965, durante el mandato de Leonid Brézhnev, cuando el 9 de mayo comenzó a adquirir más relevancia. Con Brézhnev, el Día de la Victoria se convirtió en una gran fiesta nacional y una oportunidad para la propaganda estatal, destacando las glorias pasadas del Ejército Rojo en el contexto de la Guerra Fría con Estados Unidos. Aun así, solo se celebraron dos grandes desfiles en los siguientes veinte años. Tampoco obtuvo la relevancia que tiene ahora.
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Fue Vladimir Putin, en la década de 2000 a 2010, quien cambió el significado de esta fecha para siempre. El actual presidente ruso, al igual que Brézhnev, vio en los desfiles y feriados una oportunidad para legitimar sus políticas autoritarias y exponer el poderío de sus fuerzas armadas, así como minimizar los crímenes de guerra cometidos por el Ejército Rojo.
“El régimen de Stalin fue casi tan criminal como el régimen de Hitler, y la mayoría de los rusos no se dan cuenta de que la guerra no fue por sus libertades, sino que fue en gran medida una batalla entre los dos dictadores”, explicó el académico Nikolay Koposov en una conferencia en el Wilson Center en 2020, recordando las violaciones que había cometido el Ejército Rojo, incluso contra su propio pueblo, las ejecuciones sumarias y las deportaciones de soviéticos que eran considerados “una amenaza” para el Comité Central del Partido Comunista.
Desde que Putin llegó al poder, los desfiles del Día de la Victoria, al igual que los del Día del Defensor de la Patria, dejaron de lado la conmemoración de las víctimas de la guerra y se convirtieron en todo un espectáculo belicoso con el que el mandatario busca intimidar a sus vecinos y al mundo exhibiendo sus últimos tanques y aviones militares, los cuales realizan sobrevuelos por la capital. El evento es transmitido en vivo a millones de rusos y Putin da un discurso en el que cada vez se nota más su tendencia hipernacionalista.
“La memoria y el simbolismo de la Gran Guerra Patriótica se redefinieron dramáticamente en 2014. En su discurso de Crimea de ese año, Putin afirmó que la revolución de Euromaidán estaba dirigida por ‘neonazis, rusófobos y antisemitas’, y que Rusia había salvado a la población de Crimea de ‘herederos ideológicos de los cómplices de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial’. La celebración del Día de la Victoria de 2014 fue probablemente la primera en la historia soviética y rusa, cuando los lemas ‘podemos hacerlo de nuevo’ reemplazaron al ‘nunca más’”, señaló la doctora Natalia Savelyeva, becaria del Programa de Resiliencia Democrática en el Centro para el Análisis de Políticas Europeas (CEPA por sus siglas en inglés).
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Ahora hay suficientes razones por las que los gobiernos extranjeros temen que Putin pueda anunciar una escalada de la guerra en Ucrania, el lunes, durante su discurso del Día de la Victoria. En el último Día del Defensor de la Patria, que se celebra el 23 de febrero, el presidente ruso lanzó su bautizada Operación Especial en Ucrania, con la que comenzó la invasión a ese país al enviar tropas a las regiones de Donetsk y Lugansk. En 2015, Putin ya había hecho algo similar, cuando le ordenó a su círculo dar el primer paso para anexar la península de Crimea en esa fecha.
“Por supuesto, las nuevas generaciones realmente no entienden el significado de la festividad. Aquellos que entienden y conocen la historia están horrorizados por la forma en que Putin la ha privatizado”, le dijo Andrei Kolesnikov, miembro principal de Carnegie Endowment for International Peace, a CNN.
Las últimas ediciones del Día de la Victoria han sido “secuestradas” por Putin, quien busca una plataforma amplia para legitimar sus acciones y a su partido, Rusia Unida. Se espera que ahora estimule el apoyo público a la guerra, catalogando a Ucrania como la sucesora de la Alemania nazi, y que, con la guerra estancada desde hace semanas, justifique una acción militar mucho más amplia para poder usar todas las tropas que tiene a su disposición.
“En lugar de enfrentarse a los reveses militares rusos, Putin puede usar el Día de la Victoria como un llamado a las armas y, potencialmente, para reunir al pueblo ruso en apoyo de una guerra más grande y prolongada”, señala Michael Allen, profesor asociado de Ciencias Políticas en la Universidad Estatal de Boise, recordando que, aunque el conflicto actual puede ser catalogado como una guerra, Rusia aún no lo ha llamado con ese nombre.
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Con la declaración de guerra, Putin podría expandir el servicio militar obligatorio y solicitar el reclutamiento de rusos en el Ejército para suplir las bajas de personal en Ucrania, que se estiman en más de 15.000 soldados. Sin embargo, esto podría prolongar una guerra que ya ha sido muy costosa para Rusia, y obligaría a los países cercanos a Moscú que se han abstenido de llamar al conflicto una invasión a abandonar su neutralidad.
Otra opción para los analistas incluye el anuncio oficial de la anexión de los territorios de Lugansk y Donetsk o del control total sobre Mariúpol. Ned Price, portavoz del Departamento de Estado de EE. UU., dijo que hay “buenas razones para creer que los rusos harán todo lo posible para usar” el 9 de mayo con fines propagandísticos.
“Hemos visto a los rusos redoblar sus esfuerzos de propaganda, probablemente, casi con certeza, como un medio para distraer la atención de sus fallas tácticas y estratégicas en el campo de batalla en Ucrania”, dijo Price.
En Rusia, para algunas personas como el periodista Maxim Trudolyubov, esta es la última prueba de cómo Putin “transformó el mito unificador que tenía Rusia en una justificación para una guerra real. Sutilmente, puso todo patas arribas: un culto a la victoria en un culto a la guerra”, le dijo el reportero a The New York Times.
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