El alto precio que Theresa May está pagando por el brexit

Negociar un acuerdo para que el Reino Unido abandone la Unión Europea le salió caro a la primera ministra británica: ahora su única opción de sobrevivir es ganarse a la opinión pública.

Nicolás Marín Navas
25 de noviembre de 2018 - 02:00 a. m.
Durante las últimas semanas, las dimisiones de gabinete han evidenciado la soledad de Theresa May. / AFP
Durante las últimas semanas, las dimisiones de gabinete han evidenciado la soledad de Theresa May. / AFP

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La carrera política de Theresa May es una historia agridulce, de altas y bajas, que puede tener ya un punto final. Lo que en un inicio fue un recorrido exitoso, en el que rompió barreras de género que pocas mujeres en el Reino Unido habían superado, se convirtió en un espinoso laberinto desde que asumió el cargo de primera ministra británica, en junio de 2016, con la misión de liderar la salida del país de la Unión Europea (UE). Sin embargo, dicha tarea se convirtió en un calvario que hoy la tiene en jaque no solo frente a los miembros de la oposición, sino también frente a su propio partido.

Desde que los británicos votaron, el 23 de junio de 2016, que el Reino Unido debía salir de la Unión Europea (brexit) May asumió con decisión (algunos dicen obstinación) unas negociaciones complejas para hacer el divorcio efectivo. El jueves pasado presentó en la Cámara de los Comunes el borrador de un acuerdo que alcanzó con Bruselas. Después de una hora de carcajadas y chiflidos, May consiguió el respaldo que necesitaba para su documento de 585 páginas.

Theresa May, que sabe bien los réditos que da el pragmatismo, decidió no luchar más por el respaldo político. Se dio cuenta de que su única posibilidad de sobrevivir era ganarse a la opinión pública. “Se arriesgó a ir al programa de radio de Nick Ferrari de la LBC, que tiene más de dos millones de oyentes y cuyo éxito se base en tener un tono abiertamente sesgado en cada tema que aborda”, explica Rafa de Miguel, en el periódico El País, de Madrid. Así May habló con cientos de oyentes que llamaron: unos la felicitaron por su perseverancia y otros le pidieron renunciar. May, con una calma inédita, les respondió a todos y según encuestas posteriores parece haberse ganado un poco de simpatía y solidaridad de los que saben que no es culpable del caos, sino que ha hecho lo que ha podido con las cartas que recibió para el brexit.

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Un pequeño respiro en medio de la marea de dimisiones que se le vino encima y que dejó en evidencia la fuerte fractura interna en el Partido Conservador y la soledad en la que vive la primera ministra desde hace algún tiempo. Los golpes han llegado uno tras otro. El secretario de Estado para Irlanda del Norte, Shailesh Vara, fue uno de los primeros en renunciar. A él le siguió un peso pesado, Dominic Raab, ministro para el brexit, quien aseguró a la BBC: “Si este acuerdo entra en vigor provocará un devastador efecto en la confianza de la ciudadanía en la democracia”. Poco después se conoció que la ministra de Trabajo y Pensiones, Esther McVey, dejaba su puesto porque el acuerdo “no hacía honor al resultado del referéndum”.

Esta semana, tras 17 meses de negociación, Londres y Bruselas lograron cerrar un borrador sobre la declaración política que acompañará al acuerdo de divorcio y que “establece los parámetros para una asociación ambiciosa, amplia, profunda y flexible” tras el brexit. El acuerdo provisional sobre la futura relación entraría en vigor el próximo 29 de marzo, con un período de transición hasta finales de 2020 que puede ser ampliado dos años más. Este domingo, en una reunión extraordinaria, los 27 jefes de Estado y de Gobierno de la UE analizarán el acuerdo. Si se aprueba, tal y como se espera, el pacto deberá pasar después por el filtro del Parlamento de Estrasburgo y el de Londres el próximo mes de diciembre.

Los empresarios británicos no se sumaron al motín interno en contra de May. Anunciaron su respaldo al acuerdo durante el congreso anual de la Confederación de la Industria Británica (CBI), y su presidente, John Allan, aseguró que las empresas reunidas allí “serían las primeras en reconocer que este acuerdo no es perfecto, pero abre la ruta a un pacto comercial a largo plazo y desbloquea el período de transición, lo mínimo que las empresas necesitan para prepararse para el brexit”.

Pero May sigue en riesgo. El ala más conservadora del Partido Conservador, por su parte, sigue agitando la maquinaria para promover una moción que la destituya del cargo. Están convencidos de su éxito. Según el sistema de elección de líderes, adoptado en 1998, para sustituir a un miembro de un movimiento político se necesita una solicitud de al menos el 15 % de los integrantes, a través de cartas anónimas. En este caso se necesitan 48 de 315, que es el total de miembros del Partido Conservador. De aceptarse la moción, la decisión pasa a una votación general, en la que si la oposición gana por mayoría, May tendría que renunciar inmediatamente.

Steven Baker, vicepresidente del Grupo de Investigaciones Europeas, principal movimiento euroescéptico dentro del Partido Conservador, aseguró al diario El País de España: “Sería inconcebible que Theresa May no se marchara una vez se presenten las 48 cartas de diputados reclamando una moción interna de confianza. Y esas cartas llegarán, cada vez estoy más seguro”.

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Ese sería el quiebre definitivo al declive de su carrera política, pues le impediría aspirar de nuevo al liderato del partido. Hace unos días, May aseguraba a Sky News que, según lo que sabía, todavía no habían alcanzado las solicitudes necesarias para destituirla. “Esa decisión no hará que las negociaciones del brexit sean más fáciles y no cambiarán la aritmética del Parlamento”, sentenció.

¿Se acaba un ciclo?

Hasta este momento la carrera de May ha estado rodeada de más éxitos que derrotas. Tras un breve paso por el Banco de Inglaterra, fue elegida concejal de la ciudad de Londres, cargo en el que estuvo entre 1986 y 1994. En 1997 dio el saltó al Parlamento británico y en 2002 fue elegida como la primera presidenta del Partido Conservador en su historia. En mayo de 2010 fue designada ministra del Interior y se convirtió en la cuarta mujer en ocupar un cargo de tal importancia.

Durante su tiempo en estos cargos ha sido protagonista de varias controversias y ha estado al frente de reformas sensibles, como la Ley de Migración. Durante la campaña por el brexit se mostró partidaria de la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea, aunque muy tímidamente y, al parecer, por lealtad al entonces primer ministro, David Cameron.

El batacazo del brexit cambió las cosas y fue el primer momento que marcó la soledad de May a cargo del gobierno británico, comenzando por el hecho de que quedó como candidata única luego de que su única contendiente la ministra de Energía, Andrea Leadsom, renunciara al puesto tras asegurar que no contaba con suficiente apoyo para aspirar al cargo. Nadie más se opuso, posiblemente en un intento de evadir una responsabilidad que tenía casi asegurado un final complicado.

A nivel internacional también está demostrado que a la hora de la verdad no tiene gobiernos amigos que la respalden. Aunque Estados Unidos, uno de sus mayores aliados, ha manifestado cierta benevolencia con la mandataria británica, también ha demostrado que juega a partir de otros intereses. Justo antes de la cumbre entre May y Donald Trump, por ejemplo, el presidente estadounidense aseguró: “Si aprueban un acuerdo como ese, estaríamos tratando con la Unión Europea en lugar de con el Reino Unido, y eso puede matar probablemente el acuerdo”.

Los posibles sucesores

Alrededor de la primera ministra hay un grupo de personas que acechan su puesto, a sabiendas de que tendrán licencia de culparla si algo sale mal con respecto al brexit, librándose así de un señalamiento público.

El periódico The Daily Telegraph, favorito de los tories difundió un texto en septiembre de este año, que presuntamente se distribuyó entre los parlamentarios del Reino Unido, en el que se evaluaban los posibles aspirantes a reemplazar a la primera ministra británica, Theresa May, al frente del partido y del Gobierno después del 29 de marzo de 2019.

El flamante exministro de Exteriores Boris Johnson, abanderado de un brexit duro, salió como el “preferido de las casas de apuestas”, pero se le considera un improbable sucesor, porque “los favoritos nunca ganan”.

(Ver más: Unión Europea y Londres alcanzan proyecto de acuerdo sobre bases del "brexit")

El documento también valoraba que el entonces titular del Interior, Sajid Javid, quería el cargo y estaba intentando recuperarse de su error al apoyar la permanencia en el plebiscito, y que el popular diputado Jacob Rees-Mogg tenía oportunidades.

El líder del Partido Laborista británico y otro posible candidato al cargo, Jeremy Corbyn, confirmó ayer que su formación rechazará en la Cámara de los Comunes el acuerdo de brexit negociado por el gobierno y, si este no es aprobado, pedirá elecciones generales.

Se dice que Corbyn busca el puesto desde hace un buen tiempo. Sus ideas pacifistas y de izquierda lo pusieron durante muchos años en las márgenes de su partido. Ahora, como líder de laborismo, logró convertirse en una de las pocas figuras políticas que tiene la fuerza suficiente para aspirar al cargo.

Por Nicolás Marín Navas

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