El caso Moldavia: ¿está proyectando Rusia una guerra más allá de Ucrania?
La región separatista de Transnistria en Moldavia, donde se iza la bandera con la hoz y el martillo, podría entrar dentro de poco al teatro de la guerra ucraniana.
En la diminuta Moldavia, una nación de 3.5 millones de habitantes y con una extensión territorial tres veces menor a la de la isla de Cuba, la gente ya tiene sus maletas listas, y aquellos que no han empacado se plantean cada día la idea de comenzar a hacerlo. El miedo a que la guerra que lanzó Vladimir Putin en la vecina Ucrania se extienda a su territorio se ha hecho cada vez más palpable y hay quienes no vacilarán en huir si la situación lo demanda.
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En la diminuta Moldavia, una nación de 3.5 millones de habitantes y con una extensión territorial tres veces menor a la de la isla de Cuba, la gente ya tiene sus maletas listas, y aquellos que no han empacado se plantean cada día la idea de comenzar a hacerlo. El miedo a que la guerra que lanzó Vladimir Putin en la vecina Ucrania se extienda a su territorio se ha hecho cada vez más palpable y hay quienes no vacilarán en huir si la situación lo demanda.
A las explosiones registradas la semana pasada en la región separatista de Transnistria, de las que Kiev y Moscú se responsabilizan mutuamente, se han sumado las advertencias del ministro de Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, quien instó al gobierno moldavo a mantenerse alejado de la OTAN y de la guerra. “Deberían preocuparse por su futuro”, manifestó el sábado. Su tono amenazante alimentó una hipótesis de Occidente: ¿está Rusia proyectando su guerra más allá de territorio ucraniano?
En Moldavia, mantener el equilibrio político frente a la guerra en Ucrania es cada vez más difícil. El gobierno no quiere ser un satélite ruso y verse arrastrado del lado del Kremlin, que ejerce sobre esta exrepública soviética un enorme poder mediante el suministro de gas. Pero tampoco desea oponerse de manera enérgica a Moscú, ya que no cuenta con las herramientas para defenderse con éxito de sus ataques. Está fácilmente atrapado entre la espada y la pared.
La presidenta, Maia Sandu, tomó en abril medidas moderadas para dejar clara su posición contra la guerra al decretar la prohibición de símbolos que promueven la agresión rusa, como la estrella de San Jorge y las pancartas con la ‘Z’ de “Za pobedy” (por la victoria, en ruso). Sin embargo, las circunstancias actuales parecen haber arrastrado al país de manera inevitable al frente de batalla, a pesar de sus múltiples intentos por mantener una “neutralidad”.
Para entender cómo fue que Moldavia quedó atrapada en la guerra ucraniana, es fundamental comprender el peso de Transnistria y su historia, ahora claves en el teatro de la guerra. Esta es una región que ocupa una franja larga de territorio moldavo del lado este del país, en la frontera con Ucrania, y cuya población es de mayoría rusoparlante, así que es un caso con el que podremos trazar paralelos con las regiones ucranianas de Donetsk y Lugansk.
Transnistria pasó a hacer parte de Moldavia en 1940, cuando Iósif Stalin arrebató la provincia de Besarabia a Rumania, a través del Pacto Molotov-Ribbentrop con la Alemania Nazi, y decidió formar la nueva República Socialista Soviética de Moldavia fusionando su botín de guerra con una franja del oeste de Ucrania (Transnistria).
En 1990 llegaron los problemas: luego de la desintegración de la Unión Soviética (URSS), los rusoparlantes de esta región de Transnistria lanzaron un movimiento para separarse de la recién independizada Moldavia –tal y como ocurrió con Donetsk y Lugansk en Ucrania- ante la posibilidad de que esta se reunificara con Rumania, luego de varios acercamientos.
En 1989, previo a la desintegración de la URSS, Moldavia había aceptado el rumano como lengua oficial, en sustitución del ruso, alimentando las preocupaciones de los prorrusos. El breve conflicto en Transnistria, que dejó cerca de 1500 muertos, terminó con el ejército ruso ocupando la zona para “hacer cumplir los reclamos” de sus habitantes y con la independencia de facto de la República Moldava del Dníester.
Desde entonces, poco menos de 2.000 soldados rusos con armas ligeras ayudan a las milicias locales –estimadas en 7.000 efectivos– a retener el control. Ningún país ha reconocido la independencia de Transnistria, excepto por otros “países fantasmas” que tienen lazos con Moscú, como la autoproclamada República de Abjasia. Sin embargo, esta república de facto ya cuenta con su propia Constitución, gobierno, moneda e incluso pasaportes, aunque estos no sirven de mucho. La autonomía de la región ha obligado a las autoridades moldavas a reconocer que no tienen control sobre el territorio.
Hasta acá tenemos las primeras claves de por qué Transnistria, y por extensión Moldavia, quedaron atrapadas en la guerra: es una zona geográfica clave para Moscú en donde ya cuenta con algunas tropas desplegadas. Ante el estancamiento de la guerra en Ucrania, los altos mandos rusos han manifestado su interés en convertir Transnistria en un corredor para conectar todo el sur de Ucrania con la ya anexada península de Crimea. Desde allí, Moscú podría aumentar su ofensiva contra las tropas ucranianas atacándolas por el flanco izquierdo del mapa.
Otra clave del interés ruso en Transnistria es que allí tiene albergadas casi 20.000 toneladas de municiones en Cobasna, el depósito de armas más grande de Europa del este. Por último, sería la oportunidad para ejercer presión sobre Moldavia hasta que cese sus intenciones de acercarse más a Occidente. Como respuesta a la guerra en Ucrania, la Unión Europea le entregó el formulario de adhesión a Moldavia luego de que el gobierno solicitó su ingreso formal al bloque. Un acercamiento que incomoda a Moscú.
“El control sobre el sur de Ucrania es otra forma de llegar a Transnistria, donde también hay hechos de opresión contra la población de habla rusa”, dijo Rustam Minnekayev, comandante interino del Distrito Militar Central de Rusia, el pasado 23 de abril.
¿Le suenan familiares esas palabras? Es el mismo discurso que manejó Rusia para justificar la invasión a Ucrania. Que en la región del Donbás se estaba cometiendo un “genocidio” contra los rusoparlantes, sin presentar pruebas, y que la situación ameritaba la intervención de una “operación especial” de las tropas rusas para defender a un pueblo que consideraban muy cercano.
De hecho, las palabras de Viktor Vodalatsky, miembro de la Duma estatal en Moscú, presagian un destino similar al ucraniano. “El guion ucraniano se repetirá (en Moldavia)”, dijo el parlamentario. Las explosiones escuchadas en Transnistria, señaló la Oficina para la Reintegración de Moldavia, son un esfuerzo ruso para “crear pretextos para poner a prueba la situación de seguridad en la región”. Una especie de “operación de bandera falsa” para justificar una ofensiva allí. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha dicho en repetidas ocasiones que el objetivo final de Rusia no es solo apoderarse del territorio ucraniano, sino “desmembrar todo el centro y el este de Europa para darle un golpe a la democracia global”.
Aunque el miedo a que la guerra de Ucrania se salga de sus fronteras es amplio, y válido debido al historial de cumplimiento de las amenazas rusas, extender el conflicto a Moldavia no resultaría cómodo para Moscú. Por lo menos no de inmediato. Si bien Transnistria representa un lugar ideal para que Rusia lance ataques al sur de Ucrania, o incluso a Moldavia, esta zona “no tiene la suficiente capacidad para luchar contra las tropas ucranianas o la voluntad de luchar contra Moldavia”, explica Tatsiana Kulakevich, profesora afiliada del Instituto sobre Rusia de la Universidad del Sur de Florida.
Para tomar Transnistria, explica Kulakevich, Rusia tendría que lograr avances masivos en el sur de Ucrania para no tener problemas con las tropas rusas. Un primer paso sería tomar Odesa, por ejemplo. Sin embargo, sus avances han sido limitados durante semanas. Es un dilema para Moscú: Transnistria les permitiría a las tropas acceder al puerto de Odesa en el Mar Negro desde el oeste, pero sostener una victoria allí puede ser más costoso de lo que parece.
Las tropas ucranianas podrían reaccionar y ocupar la zona fácilmente, y el avance podría conducir a una mayor respuesta de Occidente, bien sea con sanciones o proporcionando más arsenal a Ucrania y ahora a Moldavia. Después de todo, Putin se acercaría más a la frontera europea, pues Moldavia limita también con Rumania. Tras las explosiones de abril, de hecho, Estados Unidos incrementó su apoyo al país y Ucrania ofreció al gobierno en Chisináu retomar el control de Transnistria, si lo solicitan.
El mayor riesgo inmediato para los moldavos no es el de una invasión, sino el de la ya conocida campaña de pánico de Rusia con la que se busca desestabilizar al gobierno, según el Instituto Real de Servicios Unidos. Esto a través de las explosiones “misteriosas”, como las de la semana pasada, para alimentar el miedo y contrarrestar el sentimiento pro-europeo. También mediante el chantaje sobre la dependencia energética de Moldavia. El gobierno ya admitió que le es imposible prescindir del gas ruso, del cual es 100 % dependiente. Sin embargo, la posibilidad de una invasión militar es alta. The Times en Inglaterra ya aseguró que Moscú ha tomado una decisión para una ofensiva en mayo.
“La ambición global de Putin es reconstruir, de alguna forma, la Unión Soviética”, recuerda Alexandru Flenchea, quien se desempeñó como viceprimera ministra para la reintegración de Transnistria.
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