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La crisis en la frontera ruso-ucraniana ha logrado algo impensable en el último año: pudo revivir el bipartidismo en Estados Unidos, cuando este se daba por muerto. Demócratas y republicanos, enfrentados en casi la totalidad de los proyectos legislativos en el Congreso, ahora coinciden en enviar más asistencia a Ucrania y revivir las sanciones contra Moscú ante la amenaza de una invasión.
Como muestra del trabajo conjunto, una delegación bipartidista de senadores viajó la semana pasada a Kiev para reunirse con el presidente de ese país, Volodímir Zelenski, y mostrarle su apoyo. Resulta una ironía que las acciones del mandatario ruso, Vladimir Putin, hayan desencadenado a la vez un fuerte renacimiento del bipartidismo en EE. UU.
Sin embargo, mientras en Washington gozan de esta ilusoria y efímera unión, la actual crisis ucraniana ha precipitado crisis políticas internas y división en otras naciones pertenecientes a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Alemania y España son los casos más notables por ahora. ¿Qué efectos tienen?
Scholz, entre la espada y la pared
La crisis en Ucrania se ha convertido en el primer gran desafío para el nuevo canciller alemán, Olaf Scholz. La amenaza rusa dejó al descubierto divisiones en la coalición tripartita gobernante, siendo el centro del problema el gas que proviene de Rusia y el futuro del controvertido gasoducto Nord Stream 2. Una descripción general sobre este controvertido proyecto: tiene como objetivo llevar el gas ruso directamente a Alemania por el mar Báltico sin tener que pasar por el corredor que hay actualmente en territorio ucraniano, el cual Kiev ha usado como su “póliza de seguro” para influir tanto en Bruselas como en Moscú.
La clave para entender esto es que el gasoducto que atraviesa Ucrania vuelve dependientes a Europa y a Rusia de Kiev. Si hay otra alternativa, Kiev pierde su poliza de seguro y comienza a quedar más marginada de la conciencia europea.
“La idea del Nord Stream 2 es que sea menos probable que Rusia interfiera o interrumpa la fuente de tránsito del gas”, explicó Emily Holland, profesora asistente en el Instituto de Estudios Marítimos de Rusia. en el Colegio de Guerra Naval de los EE. UU., al portal Vox.
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Con el Nord Stream 2, Berlín tendría una alternativa para abastecerse de gas en caso de que el suministro por Ucrania, del cual se surte actualmente, se corte debido a eventuales tensiones con Rusia o por cualquier otra razón.
Recordemos que Alemania es totalmente dependiente del gas ruso y es su primer comprador. Y, por seguridad energética, necesita que el gas continúe fluyendo. Es invierno y los hogares necesitan calor.
Ahora, algunos miembros del gabinete de Scholz pertenecientes al Partido Socialdemócrata (SPD), como la ministra de Defensa, Christine Labredcht, y el secretario general del partido, Kevin Kühnert, han abogado porque el gasoducto se deje por fuera de la dimensión política de la crisis ruso-ucranina. Esto tiene que ver con que los votantes del SPD son trabajadores de bajos ingresos que necesitan el gas para mantener sus viviendas calientes y con que la mayoría del país, el 60 %, ve con favorabilidad este proyecto. Entonces, aplicar sanciones o dar el proyecto por terminado para castigar a Rusia podría molestar al electorado alemán.
Por otro lado, la mayoría del Partido Verde se opone a la certificación del proyecto no solo por su rechazo a los combustibles fósiles, sino también a las políticas rusas intimidantes, las prácticas antidemocráticas de Putin a nivel interno y la constante agresión a su vecino. Los Demócratas Libres (FDP), el tercer miembro de la coalición, también prefieren un enfoque más duro hacia Rusia.
Así, la crisis ucraniana deja a Scholz entre la espada y la pared. Por un lado, su coalición no está coordinada frente a qué hacer con Moscú. Unos piden sanciones sobre el Nord Stream 2 y otros dejar el gasoducto fuera de las conversaciones para proteger a sus electores. El asunto es que detener el proyecto es la mejor arma que Berlín tiene de momento para presionar a Rusia sobre Ucrania. Si Scholz continúa resistiéndose, no solo puede causar inconformismo en el interior de su coalición, sino el disgusto de sus aliados de la OTAN, que esperan mayor respaldo de su parte en esta crisis.
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“Alemania está ente la espada y la pared. El gobierno de Scholz quiere mantener contentos a los estadounidenses porque son los aliados más importantes de Alemania fuera de Europa. Pero tampoco quieren molestar a los rusos. Eso es difícil de hacer”, dijo Marcel Dirsus, miembro del Instituto de Política de Seguridad de la Universidad de Kiel a Euractiv.
Scholz corre el riesgo de verse débil y que su vacilación proyecte una OTAN dividida. El mismo Joe Biden reconoció que hay “diferencias”, algo que expertos en política exterior criticaron, pues consideran que no debía decirse en voz alta.
“Creo que en realidad fue bastante sincero en lo que dijo. Si estuvo políticamente bien, no lo sé”, le dijo un alto diplomático de la Unión Europea a CNN.
Y es que esto es clave, pues si bien las diferencias son notorias, Occidente debe tener cuidado con exponerlas públicamente: Putin ha sido un experto en usar la división europea para su beneficio. Expertos temen que tal división sea tomada por el presidente ruso para ridiculizar a la OTAN y para subir su apuesta militar en la frontera.
“Es por eso que la decisión de Berlín el viernes de impedir que Estonia vendiera armas fabricadas en Alemania a Ucrania fue un error”, dijo Tom Tugendhat, legislador británico y presidente del comité de asuntos exteriores del parlamento británico.
Sacudón en el tablero español
La crisis de Ucrania también sacudió la política española. El gobierno de Pedro Sánchez envió barcos y aviones al mar Negro, epicentro de la tensión, lo cual tiene dos razones de fondo: Madrid será la sede de la cumbre de la OTAN en junio, por lo que debe dar ejemplo frente a la alianza y mostrar que está comprometido con sus posiciones.
A la vez, es una manera de quedar bien con Washington, con quien las relaciones no son las mejores hace años. Y en caso de que España tenga un enfrentamiento con Marruecos, el apoyo del presidente Joe Biden vendría bien. El secretario general de la OTAN, Jens Stolenberg, agradeció a España por “sus aportes vitales a las misiones de la alianza”, por lo que Sánchez se dio por bien servido.
Pero las maniobras de Sánchez agitaron el tablero político: el envío de tropas se encontró con la oposición de sus socios de la coalición izquierdista, Unidas Podemos, mientras que ha recibido el apoyo de su principal opositor, el Partido Popular (PP). Pablo Casado, líder de ese partido, calificó la incursió como una “política de Estado”, pero a la vez aprovechó la división en la coalición gobernante para cuestionar el liderazgo de Sánchez.
Ocho partidos españoles firmaron una carta en la que manifestaron que España no podía permitirse que la encerraran en “un viejo esquema de la Guerra Fría”, a la vez que muestran su rechazo a la posibilidad de que Ucrania se integre a la OTAN.
El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, ha tratado de dialogar con los diputados que se oponen al despliegue, pero ha dejado también clara la posición del gobierno: “no nos dejaremos intimidar (por Moscú)”. Entre tanto, otros miembros del gabinete, como Irene Montero, han señalado que es el “país del ‘no’ a la guerra”, dejando manifiesto que el descontento está en el propio equipo de Sánchez.
Ahora, si la conversación sobre Ucrania ha mostrado que puede causar gran división en países como Alemania y España, ¿podrá ser este ser un factor determinante para que los países decidan alejarse de la controversia?
Para María Teresa Aya, profesora de la Universidad Externado de Colombia y experta en relaciones internacionales, es poco probable que las crisis internas alejen a los países de la conversación.
“Muchos en Europa quisieran dejar que este fuera un asunto entre Rusia y Ucrania, pero en el fondo saben que esto no va a ser. Y eso es porque hoy en día la seguridad europea depende de Rusia o EE. UU., les guste o no. Hasta dónde se van a meter es difícil decirlo. Si lo pide Naciones Unidas, serán más agresivos. Si no, la respuesta seguirán siendo tan tibia como las declaraciones de Biden cuando dice que todo dependerá de lo que hace la OTAN”, explica la analista.
¿Qué podría ocurrir? Según Dirsus, si la situación se escala más Alemania puede imponer una moratoria sobre el gasoducto. De esta manera “mostraría a los estadounidenses y otros aliados que Alemania está respondiendo, pero al mismo tiempo enviará una señal a Rusia de que el proyecto aún podría reactivarse”.
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