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El crudo ruso que alimenta a la extrema derecha húngara

Después de un mes de no llegar a un acuerdo, la Unión Europea impuso un embargo parcial sobre el petróleo ruso. Esto, en el fondo, favorece el sostenimiento del proyecto político de Viktor Orbán en Hungría.

María José Noriega Ramírez
02 de junio de 2022 - 02:00 a. m.
Viktor Orbán, primer ministro de Hungría.
Viktor Orbán, primer ministro de Hungría.
Foto: EFE - STEPHANIE LECOCQ

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Budapest vio cómo se llevó a cabo la primera edición húngara de la Conferencia de Acción Política Conservadora, foro que reunió, entre muchas personas más, al ala derecha de la política estadounidense. “Dios, patria, familia” fueron las palabras con las que el primer ministro, Viktor Orbán, inauguró el evento. Su discurso en contra de los inmigrantes y de la comunidad LGBTIQ, en los últimos años, ha atraído a líderes mundiales como Donald Trump. De eso se trata el proyecto político en el que lleva trabajando por doce años. ¿Sus pilares?: la cultura y la educación, pero también la energía rusa. “El petróleo y el gas rusos son absolutamente vitales para todo su plan”, aseguró Andras Biro-Nagy, fundador y director de Policy Solutions, un grupo de investigación de Budapest, a The New York Times.

Que el 10 % de las acciones de MOL, el conglomerado de energía húngaro, pertenezca a la fundación educativa Mathias Corvinus Collegium, es muestra de los intentos emprendidos desde diferentes sectores para garantizar la supervivencia del proyecto político. Ahora bien, según comenta Ildiko Szegedy-Maszák, directora de la maestría en Derecho Económico de la Universidad Javeriana, los esfuerzos de Orbán se toparon con tres obstáculos: las acciones llevadas a cabo por la Unión Europea en respuesta a las vulneraciones del Estado de derecho, la pandemia y, más recientemente, la guerra en Ucrania. Esto, en un momento en el que la economía húngara está en problemas, pues, según datos del Banco Mundial, para 2020, esta se contrajo en un 4,7 %; es decir, no hubo crecimiento, además de que, en 2021, la inflación fue del 5,1 %.

Orbán aseguró su cuarto mandato consecutivo y consiguió que los votantes respaldaran su partido Fidesz en las elecciones legislativas del 3 de abril, consolidando 135 escaños en el parlamento (entre un total de 199), con la promesa de que, gracias a la energía barata de Rusia, los precios del gas y los servicios públicos no se dispararían, como ha sucedido en otras partes de Europa. Y es que, según la agencia de estadísticas de la Unión Europea, Hungría tiene los precios de electricidad más bajos y el tercer precio de gas más bajo para los consumidores en el bloque. Así, un suministro constante de energía rusa se ha convertido en una parte tan central de su modelo económico y político, que terminarlo “es una línea roja para él”, agregó Biro-Nagy al diario estadounidense.

No en vano, en el marco de su triunfo, el mandatario aseguró: “Hemos conseguido una enorme victoria que quizá se pueda ver desde la Luna, y seguro se ve desde Bruselas”, evidenciando las tensiones que ha tenido Hungría con la Unión Europea, materializadas, por ejemplo, en el bloqueo que la Comisión Europea mantiene sobre el desembolso de los fondos de recuperación poscovid. Para la entrega de los cerca de 7.200 millones de euros, el bloque exige el fortalecimiento de la lucha contra la corrupción y el respeto a la independencia judicial. Por eso, Szegedy-Maszák afirma que la posición de Hungría de no imponer un embargo total sobre el petróleo ruso se debe leer en clave económica.

Para la analista, Orbán tiene dos opciones: ceder a ciertas exigencias de la Unión Europea, bajo los términos que más se asemejen a sus intereses, sabiendo que esa decisión le puede traer costos políticos, aunque puede ser una forma de conseguir algo del dinero del fondo de reestructuración. O “chantajear con el veto por el petróleo ruso”. Así, más que una postura para reforzar un discurso nacionalista, atado a la idea de liderar una lucha por los valores conservadores y en contra de la democracia liberal, lo que está en juego es el sustento económico de sus banderas.

A pesar de las tensiones, Hungría salió victoriosa

Para que fuera aprobado el embargo al petróleo ruso, que hace parte del sexto paquete de sanciones del bloque de los 27 países sobre el Kremlin, se necesitaba una decisión unánime, y apenas esta semana se logró un acuerdo. A pesar de que algunos analistas han estimado que cada día Rusia recibe cerca de 600 millones de euros (US$635 millones) por las exportaciones de petróleo a Europa occidental, como se lee en The Conversation, la resistencia hacia dicha medida mantuvo a los líderes europeos en vilo a lo largo de un mes, hasta que acordaron prohibir la entrada del crudo que se importa de forma marítima desde Moscú, permitiendo el flujo del petróleo a través del oleoducto Druzhba.

La decisión favoreció a Hungría, que, además de no tener salida al mar, obtiene de Rusia el 65 % del petróleo que usa. De ahí se entiende que Orbán, en un video difundido en Facebook, dijera: “Las familias podrán dormir tranquilas, evitamos la idea más aterradora. Alcanzamos un acuerdo que establece que los países que reciben petróleo por oleoductos puedan seguir operando sus economías bajo las condiciones previas”.

Así, el mandatario concretó un logro que les da un respiro a sus aspiraciones, pues en medio de una economía que tambalea, mantener unas condiciones que no lo desestabilizan es una garantía para mantener vivas las aspiraciones que, según Szegedy-Maszák, responden a su proyecto de consolidar una “democracia iliberal”.

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