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Las protestas en Bielorrusia han desatado un caos político mucho más profundo de lo que parece. Porque más allá de las multitudinarias protestas y las amenazas del presidente Alexander Lukashenko, está el gobierno ruso de Vladimir Putin que ve la ocasión como un momento de acercamiento y posible anexión de un territorio que desea desde hace años.
Justo la semana pasada viajaron a Minsk (Bielorrusia) el jefe del Gobierno ruso, Mijaíl Mishustin, acompañado de los ministros de Energía y Finanzas, Alexánder Nóvak y Andréi Siluánov, y fueron recibidos por el presidente Alexánder Lukashenko ara hablar de la “Unión estatal”, un proyecto que hasta hace un tiempo el mandatario rechazaba. Pero ahora, entre la espada y la pared, no hay tenido otra opción.
Tanto así que el pasado martes afirmó que Rusia será el próximo país en caer si su régimen se desmorona a causa de la presión popular. “¿Saben a la conclusión que hemos llegado con el liderazgo ruso? Si Bielorrusia cae, Rusia será el siguiente”, declaró Lukashenko en una entrevista con varios medios rusos, citada por la agencia de noticias RIA Novosti.
“No se distiendan”, añadió, considerando además que “si Lukashenko cae, lo hará todo el sistema, seguido por toda Bielorrusia”. Tras haber acusado a Rusia durante la campaña electoral del verano de intentar derrocarlo a causa de su negativa a someterse a los deseos de Moscú, Lukashenko dio un giro de 180 grados, pidiendo todo el apoyo ruso ante la movilización de multitudes sin precedentes desde que llegara al poder, en 1994.
Se ha contactado en varias oportunidades con el presidente ruso, Vladimir Putin, para tratar este tema, y éste le prometió enviar tropas si la protesta degenera en violencia.
Se espera una cumbre entre ambos en los próximos días o semanas. Rusia, escaldada por las revoluciones de 2000 y 2010 en varios países de la ex URSS (Georgia, Ucrania, Kirguistán), su tradicional zona de influencia, se opone a toda forma de protesta contra la legitimidad electoral de los regímenes establecidos, a menudo autoritarios.
Líder opositora detenida
Bielorrusia afirmó el martes que arrestó a la opositora María Kolésnikova, una de las líderes de la protesta contra el presidente Alexander Lukashenko, cuando huía del país, pero la vecina Ucrania y sus colegas aseguraron que en realidad se trató de un intento fallido de exilio forzado.
Lukashenko aseguró que Kolésnikova había sido arrojada desde un coche por otros dos opositores cuando huían hacia la vecina Ucrania, y que agregó que negocia con Kiev la entrega de ambos. Las autoridades ucranianas desmintieron esta versión de los hechos, y explicaron que Kolésnikova se había resistido a su expulsión forzada de Bielorrusia y la policía la detuvo ante la imposibilidad de echarla del país.
“Kolésnikova está actualmente detenida”, dijo a la AFP el portavoz de la guardia fronteriza Anton Bychkovsky sobre la última de las tres figuras de la oposición durante la campaña presidencial que todavía estaba en Bielorrusia. Las otras dos, la candidata Svetlana Tijanóvskaya y Veronika Tsepkalo, ya tuvieron que exiliarse.
Según Bytchkovski, otros dos miembros del Consejo de Coordinación de la Oposición, Antón Rodnenkov e Iván Kravtsov, cruzaron la frontera y se encuentran en Ucrania.
Ante la prensa el martes por la tarde en Kiev, Rodenkov dijo que las autoridades intentaron expulsar por la fuerza a Kolésnikova, que se negó y rompió su pasaporte antes de ser detenida. La opositora “fue obligada a subir al asiento de atrás de un coche” y “gritaba que no iría a ninguna parte”.
Los guardias fronterizos bielorrusos rechazaron sin embargo estas acusaciones y dijeron en un comunicado que los opositores, al salir de Bielorrusia en automóvil, se dirigieron a toda velocidad hacia la frontera “poniendo en peligro a los soldados del servicio de guardias fronterizos”.
Peligro real
Desde hace un mes, las manifestaciones semanales reunieron a más de 100.000 personas todos los domingos en Minsk para denunciar la reelección del jefe de Estado, considerada fraudulenta, el 9 de agosto pasado con el 80% de los votos frente a Tijanóvskaya.
El gobierno bielorruso ya recurrió en el pasado al exilio forzado para alejar a sus detractores. Tijanóvskaya se fue a Lituania inmediatamente después de las elecciones, según sus partidarios, luego de sufrir presiones.
La semana pasada, otra miembro del Consejo de Coordinación, Olga Kovalkóva, dijo que tuvo que irse a Polonia bajo amenaza después de que los servicios de seguridad la llevaran a la frontera. “Existe un peligro real de ver a Bielorrusia hundirse en la ilegalidad y la persecución política”, dijo el martes la secretaria general del Consejo de Europa, Marija Pejcinovic Buric.
Por su parte, el secretario de Estado alemán para Asuntos Europeos, Michael Roth, subrayó que se podría aplicar un mecanismo de sanciones contra las autoridades bielorrusas. Lukashenko descartó hasta ahora cualquier concesión y habló de manera vaga de una posible revisión de la Constitución.