El Espectador le explica por qué Rusia desató, otra vez, la tensión mundial
La amenaza latente de usar armas nucleares, la salida masiva de rusos que no quieren ir a la guerra y el que se catalogue este momento como “la escalada más seria desde que empezó el conflicto” aparecen en la lista.
Edwin Bohórquez Aya
Es miércoles, día de El Espectador le explica. Nos vamos acostumbrando a la violencia. Ha pasado en Colombia, lo hemos leído en los libros de historia internacional y ahora lo estamos viendo a diario en Ucrania. Desde el 23 de febrero de 2022, cuando el mundo supo de la primera acción militar por órdenes de Rusia, las noticias de guerra no se detienen, las historias de familias separadas y destruidas llegan en los reportes de las agencias internacionales y ahora estamos en una fase de amenazas de guerra nuclear, justo con la noticia de esta semana que desató, otra vez, una tensión mundial con Vladimir Putin como protagonista. Por eso en este boletín explicaremos qué significa la anexión de cuatro regiones ucranianas, qué podría suceder tras el movimiento del submarino “Belgorod”, por qué hay miles de rusos saliendo de su tierra -otros tantos protestando en las calles- y cuál ha sido la respuesta de la OTAN en medio de esta guerra que ya pasó de los siete meses dejando una estela de terror y violencia. Antes de seguir, todos los detalles del reinicio de las conversaciones del gobierno Petro con el Eln, la reforma tributaria y la inflación disparada, además de todas las noticias que estamos viviendo en nuestro país, aparecen aquí. Comencemos.
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Es miércoles, día de El Espectador le explica. Nos vamos acostumbrando a la violencia. Ha pasado en Colombia, lo hemos leído en los libros de historia internacional y ahora lo estamos viendo a diario en Ucrania. Desde el 23 de febrero de 2022, cuando el mundo supo de la primera acción militar por órdenes de Rusia, las noticias de guerra no se detienen, las historias de familias separadas y destruidas llegan en los reportes de las agencias internacionales y ahora estamos en una fase de amenazas de guerra nuclear, justo con la noticia de esta semana que desató, otra vez, una tensión mundial con Vladimir Putin como protagonista. Por eso en este boletín explicaremos qué significa la anexión de cuatro regiones ucranianas, qué podría suceder tras el movimiento del submarino “Belgorod”, por qué hay miles de rusos saliendo de su tierra -otros tantos protestando en las calles- y cuál ha sido la respuesta de la OTAN en medio de esta guerra que ya pasó de los siete meses dejando una estela de terror y violencia. Antes de seguir, todos los detalles del reinicio de las conversaciones del gobierno Petro con el Eln, la reforma tributaria y la inflación disparada, además de todas las noticias que estamos viviendo en nuestro país, aparecen aquí. Comencemos.
Como siempre, vayamos un poco atrás para entender contextos. En este primer enlace aparece el paso a paso que escribimos en marzo pasado de cómo se había llegado a la guerra entre Rusia y Ucrania, de cómo se empezaron a registrar bombardeos contra la infraestructura militar hasta los ataques a edificios residenciales que fueron quedando captados en cámaras de seguridad para atestiguar una invasión evidente. 60 días pasaron y la tragedia se contaba en miles: 2.400 civiles muertos y más de cuatro millones de desplazados, de acuerdo con cifras de ONU. Fuimos viendo, a diario, más y más fotografías que confirmaban los resultados de la crueldad: tanques de combate avanzando, cuerpos a lado y lado de las carreteras, ataques contra civiles, edificios destruidos, centros de refugio bajo tierra para quienes tuvieron que salir corriendo de sus casas y todo tipo de casos en donde la violación de derechos humanos estaba a la orden del día. Y así fueron pasando los meses. Nos fuimos acostumbrado.
El 20 de septiembre, tras siete meses de guerra en Ucrania, Camilo Gómez de la redacción Internacional, nos recordaba que con más de 70.000 muertos como balance tan solo desde el lado ruso, Putin seguía sin pronunciar las palabras “estamos en guerra” y se quedaba en una “operación militar especial”. ¿Por qué resultaban estas palabras importantes? El Kremlin siempre ha defendido una posición de víctima en la guerra, nos contaba Camilo, y si ciertos estados (Óblast) decidían anexarse a Rusia, “una ofensiva de Ucrania en estos lugares -que viene empujando ya por los bordes- sería la excusa perfecta para que Putin diga que su vecino está atacando la soberanía de su territorio”. Y así se “podría justificar una declaración de guerra”.
Ese mismo día “Putin anunció una nueva campaña de movilización” con la que convocó “a unos 300.000 reservistas con experiencia militar”, detallaba María Paula Ardila en este texto, porque otra vez el líder ruso volvía a amenazar con un “utilizaremos todos los medios de los que dispongamos para proteger a Rusia”. La cifra y el contexto era importante pues según The New York Times, para ese instante, el número de soldados rusos en Ucrania no supera los 200.000 y en las últimas semanas, “dos contraofensivas ucranianas, una en el sur cerca de Jersón y otra en el este cerca de Járkov”, habían obligado a retroceder a “las fuerzas rusas después de meses de estancamiento en las líneas del frente, como lo comentaron expertos del Instituto de la Paz de Estados Unidos”.
Mientras tanto fuimos viendo una escena que hasta el momento no se registraba: más de 1.000 manifestantes rusos fueron arrestados por salier a la calle a protestar tras el llamado de los 300 mil reservistas, evidenciando que son cada vez son más los ciudadanos que critican las decisiones de su presidente. Mientras tanto Gustavo Petro asistía a la asamblea de la ONU y en uno de los eventos en los que estuvo presente, se refirió a la invasión a Ucrania. También registramos la información que demostraba la crueldad de la guerra en ese país: “La edad de las víctimas de violencias sexuales iba de cuatro a 82 años. En algunos casos, los familiares fueron obligados a presenciar el abuso”, nos contaron los colegas de la sección Internacional:
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El 23 de septiembre, cuando el gobierno ucraniano presentó su primer balance oficial sobre los cadáveres encontrados en las fosas comunes de Izium, la ciudad recuperada de las fuerzas rusas en la contraofensiva, leíamos en un cable de la agencia Afp que había quedado claro que de 447 cadáveres hallados, 30 tenían signos de tortura. Al día siguiente The New York Times publicó una historia que parecía calcada de todas aquellas víctimas que han quedado en la mitad de los conflictos, de las guerras: “los residentes del territorio invadido son acusados de ‘vendepatrias’ por los ucranianos, mientras son presionados por el ejército ruso para colaborarles”. Y esto en medio de dos realidades: los rusos llevaban allí cinco meses, ocupando las zonas ucranianas, dictando la ley. Entonces “los policías, los empleados del gobierno municipal y regional y algunos profesores que aceptaron trabajar bajo el plan de estudios educativo ruso se clasifican como colaboradores”. Las víctimas, siempre en la mitad.
“Todas las culturas quieren conmemorar a sus muertos. Todas las familias necesitan que los desaparecidos sean identificados para poder continuar con sus vidas. Tal vez por eso, una fosa común en tiempos de guerra es una ofensa tan profunda en la consciencia humana”: Roger Cohen, The New York Times.
Pocos días pasaron y una nueva declaración, esta vez desde Estados Unidos, terminó llamando la atención en medio de tanta noticia: “Rusia puede negarse a reconocer la ciudadanía estadounidense de personas con doble nacionalidad, negarles el acceso a la asistencia consular de los Estados Unidos, impedir su salida de Rusia y reclutar a personas con doble nacionalidad para el servicio militar”, escribieron en un comunicado de prensa. ¿Qué le pidieron entonces a sus ciudadanos o aquellos con las dos nacionalidades? Que salieran de inmediato del territorio ruso en los vuelos comerciales y que a quienes tenían planeado viajar hacia Rusia, “no deberían” hacerlo.
Y en medio de todo esto, ¿qué pedía Ucrania? Pues ante la evidente solicitud de los líderes prorrusos de las regiones ucranianas de Lugansk y Jersón, quienes anunciaron que ya le habían pedido al presidente Vladimir Putin su anexión a Rusia; Ucrania fue enfática en que necesitaba más armas para seguir combatiendo y lo hizo instando “a sus aliados a que sus críticas frente a los referendos celebrados en los últimos días se traduzcan en hechos concretos”.
Eso, en otras palabras, ¿qué quiere decir? Que Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, “pidió a la OTAN y a la Unión Europea un aumento de la ayuda militar y nuevas sanciones contra Rusia, después de que las autoridades prorrusas proclamaran la victoria en los discutidos referendos de anexión de cuatro regiones ucranianas ocupadas. El pedido de más armas tiene lugar a pesar de las reiteradas advertencias por parte de Moscú de que podría emplear su arsenal nuclear para proteger estos territorios”, nos explicaban Dmytro Gorshkov y Dave Clark para la agencia Afp. Y apareció Donald Trump, quien se ofreció para tratar de negociar un acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania, aunque también aprovechó para opinar sobre la actual situación y dijo que si él fuera presidente, “esta catástrofe no habría ocurrido”.
La tensión, a pesar de que el mundo entero va normalizando esta guerra, no para. El 29 de septiembre varios guardacostas de Suecia encontraron una fuga en los gasoductos que conectan a Rusia con Alemania a través del mar Báltico. Se trataba ya de la cuarta. Dijo la OTAN que ese era un incidente que debía ser catalogado como “imprudente” sabotaje. El mismo día, cuando ya se conocían los resultados de las votaciones en los territorios controlados por fuerzas rusas y que dieron aval a la anexión, era Occidente quien las calificaba como falsas y en contra del derecho Internacional. Entre tanto el presidente ruso dijo que los habitantes de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia ya eran “ciudadanos rusos para siempre”. Zelenski llamaba a Rusia “Estado terrorista” tras el bombardeo en contra de civiles en Zaporiyia, que dejaba una veintena de personas muertas:
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El 30 de septiembre el presidente de Ucrania dijo que no negociará con Rusia mientras Vladimir Putin esté en el poder y que su país solicitará la adhesión formal a la OTAN. El secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Jens Stoltenberg, dijo entonces que la adhesión de Ucrania a la alianza militar requiere el consenso de los países miembros y también dijo que, refiriéndose a la anexión de los cuatro territorios, que “esta captura de tierras es ilegal e ilegítima. Los aliados de la OTAN no reconocen ni reconocerán ninguno de esos territorios como parte de Rusia”.
Las imágenes de jóvenes rusos escapando de su propio país siguen llegando. Ahora se mueven hacia Mongolia, con quien Rusia comparte una frontera de 3.500 kilómetros. “Fue muy difícil dejar todo atrás. Mi casa, mi patria, mi familia. Pero es siempre mejor que matar a gente”, le dijo un hombre de unos 20 años a Afp. “Cogí mis papeles, mis bolsas y me marché”. Y como hay miedo de que Putin ordene un cierre de fronteras, por eso se están movilizado. De acuerdo con un puesto fronterizo consultado por los periodistas de la agencia internacional, por allí ya han pasado unos 3.000 rusos desde que Rusia llamó a los reservistas.
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El primero de octubre el reporte llegaba desde Limán. La unidad de video de El Espectador nos contaba que el ejército ucraniano había entrado precisamente a Limán, una ciudad estratégica en el este del país, en la región de Donetsk, obligando a las tropas rusas a huir. “Esta había sido anexionada a Rusia el día anterior pese al rechazo de Kiev y los países occidentales”, apuntaban. Muchos dicen que Putin no logró, como estaba en sus planes, doblegar a Ucrania en su incursión militar y se ha encontrado, siete meses después, con un Zelensky que no da su brazo a torcer y que, al contrario, ha venido recuperando zonas que duraron meses en dominio ruso.
Esta semana, justo el 3 de octubre, la redacción Internacional nos contaba que la ‘Duma’ o mejor conocida como “cámara de diputados de Rusia”, había ratificado “los tratados internacionales de anexión firmados con las regiones ucranianas de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia”. Eso significa que con ella quedaba completo “el proceso de adhesión de territorios ucranianos a Rusia”.
¿Qué significa la anexión de territorios ucranianos a Rusia?
- Rusia tomará como un ataque a su integridad cualquier ofensiva de las fuerzas ucranianas en el territorio anexado.
- Moscú podría usar sus armas atómicas para defender esos territorios de la contraofensiva lanzada por Ucrania en el este y el sur del país.
- Putin ha dicho que protegerá su territorio ruso con “todos los medios”.
- Las fuerzas separatistas en Donetsk y Luhansk se incorporarían al ejército ruso.
- El rublo será la moneda oficial en estas regiones.
- El ruso será la lengua oficial.
- Hay que enmendar el artículo 65 de la Carta Magna de Rusia. Son 85 entes federales y ahora serán 89.
- Rusia reconoció el lunes el avance del ejército ucraniano en la anexionada región de Jersón, donde logró romper líneas defensivas rusas, obligando a las fuerzas rusas y prorrusas a replegarse.
- Así las cosas, Rusia no tiene control total sobre dos de las regiones que acaba de anexar. Por esto Moscú consultará a Jersón y Zaporiyia para decidir sobre sus fronteras.
Y para completar en medio de toda esta zozobra, el diario italiano La Repubblica publicó un artículo revelador en donde aseguró que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) había emitido una alerta por la movilización del submarino ruso K-329 Belgorod o Belgorod Oscar-II. Se trata de un movimiento tensionante por varias razones: el Belgorod es un portamisiles de 184 metros de largo que transporta seis torpedos Poseidón. Le llaman “la llave del apocalipsis” y se dice que es capaz de causar tsunamis con olas de hasta 100 metros. Eso, para entender la dimensión, es como si una ola tuviera la altura de un edificio de entre 27 y 31 pisos. Sin embargo, The Kyiv Post, aseguró que la información publicada por La Repubblica es una campaña de manipulación informativa para generar pánico.
¿Por qué genera tanto miedo este submarino?
- El Belgorod tiene 184 metros de largo, los submarinos de Estados Unidos que llegan a los 171 metros.
- Advierten que es la única herramienta que podría movilizar los torpedos Poseidón y empezar una “nueva guerra fría” en los océanos.
- Sus comandantes informan directamente a Putin, en lugar de a los altos mandos navales rusos.
- Poseidón es el torpedo más grande del mundo.
- Tiene 20 metros de largo y 2 de diámetro, el doble del tamaño de los misiles balísticos lanzados desde submarinos.
- Se dice que puede cargar una ojiva de 100 megatones, capaz de arrasar en un instante una ciudad costera como Nueva York o Los Ángeles.
- Pero expertos occidentales dudan de que pueda cargar con esta capacidad y estiman que solo puede llevar una ojiva de 2 megatones.
- Esta arma fue presentada en 2018 por el presidente Vladimir Putin.
- Estados Unidos activó una red de satélites para hacerles seguimiento a estos torpedos, pero el sistema es incapaz de detectarlos bajo el mar.
Y este 4 de octubre, nos contaba Camilo Gómez, de la sección Internacional de El Espectador, que “el ejército ucraniano penetró la línea de defensa rusa en Jersón y avanzó por el río Dnipro —tan solo el domingo capturó 20 kilómetros y con esto lograron un avance total de 40 kilómetros—. Esto ha obligado a las tropas rusas a retroceder mucho más para no quedar rodeadas por los ucranianos en un territorio que solo hace unos días el presidente Vladimir Putin reclamó como parte de la Federación Rusa”. Una vez más, advertía Camilo, “los avances indican que Moscú no tiene control sobre el territorio del que se apropió ilegalmente”, el mismo que, en voz de los países miembros de la OTAN, fue una captura de tierra ilegítima.
Paradójicamente, el mismo día, se supo que “los tratados de incorporación de las regiones de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia recibieron el visto bueno del Senado ruso, donde obtuvieron el respaldo de la totalidad de los miembros de la Cámara Alta del Parlamento”, relataba la agencia Efe. “El lunes pasado los tratados de anexión fueron ratificados por unanimidad por la Duma o Cámara Baja”.
Un Vladimir Putin más peligroso en su desespero
¿Y en qué vamos, al día de hoy, este miércoles 5 de octubre de 2022? En que el temor por el uso de armas nucleares está latente. En que hay pruebas que confirman la estrategia rusa porque, para no ir tan lejos, Putin firmó un decreto con el que busca hacerse con el control de la central nuclear de Zaporiyia, ubicada en uno de los territorios ucranianos ‘anexionados’. “De momento, la planta está operada por personal ucraniano, aunque está bajo control de las tropas rusas desde el inicio de la invasión. Con esta orden, Putin quiere que Zaporiyia pase la administración de la Federación Rusa y que una empresa especial nacional, con funcionarios rusos, pase a gestionarla”, aumentando su poder, de nuevo, nuclear.
La barbarie de esa guerra está más viva que nunca. Y nos hemos ido acostumbrando a ella. Es como esa fase humana en la que, como resulta lejana, no nos respira en la oreja, entonces no nos toca. Como ha sucedido en muchos países del mundo, inmersos en conflictos propios o extraños, ha sido la sociedad civil quien ha salido a manifestar su inconformidad por las decisiones que toman sus líderes y, en la misma línea que como sucede en todos los países, esos manifestantes han sido reprimidos por el gobierno, en este caso, el del mismo Putin. Así que los jóvenes están agarrando sus cosas y se están marchando de su tierra. De su hogar. No quieren manchar su conciencia.
La realidad es que todo está tan delicado que el mismo Stoltenberg, la cabeza visible de la OTAN, dijo que se está viviendo “la escalada más seria desde que empezó el conflicto”, y por eso el nivel de tensión va en aumento. Desde Colombia se supo que Gustavo Petro firmó una declaración en donde 46 Estados buscaban condenar en la ONU a Rusia, frente al Consejo de Derechos Humanos de la ONU, por la anexión de las cuatro regiones de Ucrania ya citadas. Esto sucede pocos días después de que el mismo Putin se refiriera a Colombia como un “prometedor socio de Rusia”. Como ha sucedido desde febrero pasado, seguiremos reportando todo lo que sucede en esta parte del mundo, sin olvidar que guerra es guerra, y que quienes siempre terminan en la mitad son los ciudadanos de a pie.
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