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Turquía es el ombligo de un mundo en guerra. Con un pie en Europa y otro en Asia, con costas en el Mediterráneo y el mar Negro, con guerras en los vecinos Siria e Irak y una en su propio territorio con la guerrilla kurda, Turquía es un protagonista irreemplazable de los conflictos que se viven en esa parte del mundo. Y aunque tras los atentados en Estambul, que dejaron 41 muertos y 239 heridos, se habla, casi exclusivamente, del Estado Islámico, principal sospechoso de los ataques, son varios los actores en guerra con Turquía o que ven en ella un actor clave para sus aspiraciones.
Turquía es un socio estratégico. Y eso lo sabe el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, quien maneja el país a su antojo, tras 11 años como primer ministro y dos como presidente. Y eso lo saben, por supuesto, los países alrededor, gobiernos como el de Estados Unidos y Rusia, y la misma Unión Europea que, durante años, ha mantenido una tensa relación con este país, que se ha convertido, recientemente, en su mayor aliado para contener la crisis migratoria que afecta a Europa. Es por ello que Turquía ya era, desde antes de los atentados, noticia mundial.
Primero, debido a sus acercamientos con la Rusia de Vladimir Putin, con la que rompió tras el derribo de un caza ruso, en noviembre de 2015. Erdogan le envió una carta a Putin ofreciendo excusas por el derribo y pidiendo el restablecimiento de las relaciones. “El presidente pidió a su homólogo ruso restaurar las tradicionalmente amigables relaciones entre Turquía y Rusia, y trabajar conjuntamente para atajar las crisis de la región y combatir el terrorismo”, sostuvo el portavoz presidencial turco, Ibrahim Kalin.
Y, segundo, por el restablecimiento de sus relaciones con Israel, con quien había roto en 2010, después de que un comando israelí asaltara un barco, el Mavi Marvara, en el que iban miembros de una ONG turca que pretendían romper el cerco que Israel tiene alrededor de la franja de Gaza. Diez turcos fueron asesinados ese día. Y, aunque Israel se disculpó, en 2013, sólo fue hasta la semana pasada, después de que el régimen de Benjamin Netanyahu se comprometiera a indemnizar con US$20 millones a los familiares de las víctimas, que las relaciones se restablecieron parcialmente.
Al parecer Erdogan pretende darle un vuelco a su política exterior, aprovechando que el primer ministro turco, Binali Yildirim, no lleva ni dos meses en su cargo, al que llegó en reemplazo de Ahmet Davutoglu, quien supuestamente renunció, pero, en realidad, fue sacado por Erdogan, por sus acercamientos con Estados Unidos. Pero Rusia e Israel son apenas dos de los dolores de cabeza de Turquía. Este diario hace un breve recuento del resto de espinosos temas en su lista de pendientes.
El tire y afloje con EE.UU.
Desde el inicio de la guerra en Siria y de la arremetida contra el Estado Islámico, la relación entre Turquía y Estados Unidos ha sido un constante tire y afloje, debido al supuesto apoyo por parte de Washington a los rebeldes kurdos, que se han convertido en un aliado en la guerra contra EI. Apenas en mayo de este año, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan le hizo un fuerte reclamo al gobierno de Barack Obama. “Condeno el apoyo que Estados Unidos da al YPG y al PYD (el partido político del que depende la milicia kurda). Esto no es lo que nos prometieron”, sostuvo Erdogan. El tema kurdo ha sido la manzana de la discordia entre Estados Unidos y Turquía y la razón de que Ankara se haya comprometido tardíamente con la guerra contra el Estado Islámico. Tras el ataque en Estambul, el presidente estadounidense Barack Obama dijo que su país sigue firme en su apoyo “a Turquía, nuestro aliado en la OTAN y socio, junto con todos nuestros amigos y aliados en el mundo” y que “seguiremos confrontando la amenaza del terrorismo”.
El aliado que UE rechaza
Lo dijo el expresidente francés Valéry Giscard d’Estaing: “Turquía jamás podrá pertenecer a la Unión Europea por tener otra cultura, enfoque y modo de vida. Su adhesión significaría el fin de Europa. Turquía no es un país europeo”. En 1963, con el acuerdo de Ankara, Turquía y la, entonces, Comunidad Europa acordaron asociarse. Han pasado 45 años y Turquía sigue sin convertirse en miembro de la Unión Europea. Y es que varios miembros siguen viendo con recelo a Ankara. De hecho, la posible adhesión de Turquía a la UE fue uno de los argumentos usados en el Reino Unido para votar a favor del Brexit. Pero este año Turquía se convirtió en un aliado clave para la UE al enfrentar la crisis migratoria que afecta al continente, gracias a un acuerdo, calificado como xenófobo por varios sectores, mediante el cual la UE acordó devolver a Turquía a los migrantes sirios que llegan a Grecia y, luego, por cada migrante devuelto, recibir a uno de los casi dos millones de sirios en Turquía. A cambio, Turquía recibirá cerca de 6 mil millones de euros para atender a los refugiados.
El Estado Islámico
Este grupo es hoy el principal sospechoso del atentado en el aeropuerto Atatürk, en Estambul. No sería la primera vez que ese grupo yihadista ataca Turquía. El 10 de octubre de 2015, dos suicidas se inmolaron durante una protesta en la capital Ankara, acabando con la vida de 97 personas, el mayor atentado en su historia; ocho meses antes el EI había llamado a una rebelión en contra del presidente Recep Tayyip Erdogan, al que llamó “traidor” por abrir las bases militares turcas a los “cruzados”, en referencia a Estados Unidos. Y es que, pese a su reticencia a hacer parte de la coalición liderada por Washington en contra de EI, Turquía ha permitido que Estados Unidos lance ataques desde su territorio y ha hecho lo propio, bombardeando campamentos de este grupo en Siria. Sin embargo, varios gobiernos de la región han acusado a Ankara de tener un doble discurso respecto al EI, de haberse enriquecido con el petróleo de esta organización y de haber permitido que miembros del EI convirtieran a Turquía en una escala entre Europa y Siria.
Kurdistán
Un pueblo con 25 millones de miembros diseminados por Turquía, Irak, Siria, Irán y Armenia, lleva casi 40 años luchando por un Estado independiente. Fue por esta razón que, en 1984, el Partido de los Trabajadores de Kurdistán se levantó en armas contra el Gobierno turco, un conflicto que permanece vigente, pese a varios intentos de acuerdo con Ankara. Desde 2015, la violencia entre el PKK y el gobierno de Erdogan se ha intensificado, con atentados como el perpetrado en Ankara en marzo de este año, en el que murieron 37 personas. Pero a este largo conflicto se le ha añadido, recientemente, un ingrediente inesperado. Y es que los kurdos se han convertido en los más efectivos a la hora de combatir al Estado Islámico. Por lo que la guerra contra el EI ha adquirido un matiz distinto para Erdogan, ya que, de alguna forma, la derrota definitiva del EI beneficiaría al PKK y viceversa, por lo que Ankara ha optado por bombardear a ambos, aunque poniendo un mayor énfasis a la hora de hacerlo con la guerrilla kurda.
Siria y Al-asad
Antes de que iniciara la guerra en Siria, Ankara y Damasco mantenían buenas relaciones. Sin embargo, desde el inicio del conflicto, Erdogan ha arremetido contra el presidente sirio Bashar al-Asad y ha hecho votos por su salida. De hecho, ha dicho que este “no tiene ningún lugar en el futuro de Siria y nunca lo tendrá”. A lo que Al-asad ha respondido acusando a Erdogan de apoyar subrepticiamente al EI y de beneficiarse de las actividades desplegadas por esta organización yihadista. Estas rencillas han afectado, a su vez, las relaciones de Turquía con gobiernos como el de Vladimir Putin, al que Erdogan le ha criticado su apoyo a Al-asad. De hecho, en noviembre del año pasado, tras el derribo de un caza ruso por parte de las fuerzas turcas, el presidente sirio sostuvo que Erdogan había sido víctima de sus nervios, “porque la intervención rusa ha cambiado el equilibrio de fuerzas en terreno (...). El fracaso de Erdogan en Siria, el fracaso de sus grupos terroristas, significa su muerte política. Así que él quiere hacer cualquier cosa para poner obstáculos”. En paralelo, Ankara se ha convertido en un aliado de los rebeldes sirios, por lo que se ha vuelto un protagonista inevitable. Con esto, Erdogan se ha propuesto, entre otras, contener a los kurdos en Siria, entendiendo que para él son ellos y no el Estado Islámico, su mayor amenaza.