El poder político del gas en la crisis ruso-ucraniana
Antes de la invasión, Alemania y Estados Unidos ya habían sancionado el gasoducto que necesitarán 26 millones de hogares europeos. Tanto Rusia como Europa saldrán afectados del bloqueo, pero ¿quién aguantará más?
La batería de sanciones con la que los países occidentales habían amenazado en medio del temor por una invasión rusa en territorio ucraniano empezó a llegar horas después de que Vladimir Putin reconociera la independencia de las regiones de Donetsk y Lugansk en el Donbás, este de Ucrania, el pasado lunes. El bloqueo de los activos de bancos rusos y del propio Putin, las restricciones a las operaciones de crédito, entre otras, se apresuraron tras el temido ataque que se materializó en la madrugada del jueves en varias ciudades y que en menos de dos días dejó más de 137 muertos, 300 heridos y 100.000 desplazados.
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La batería de sanciones con la que los países occidentales habían amenazado en medio del temor por una invasión rusa en territorio ucraniano empezó a llegar horas después de que Vladimir Putin reconociera la independencia de las regiones de Donetsk y Lugansk en el Donbás, este de Ucrania, el pasado lunes. El bloqueo de los activos de bancos rusos y del propio Putin, las restricciones a las operaciones de crédito, entre otras, se apresuraron tras el temido ataque que se materializó en la madrugada del jueves en varias ciudades y que en menos de dos días dejó más de 137 muertos, 300 heridos y 100.000 desplazados.
Una de las medidas con impacto económico más drásticas fue el bloqueo del gasoducto Nord Stream 2 por parte de Alemania. El objetivo de esta obra es llevar gas hasta ese país (y el resto de Europa) desde Rusia, a través del mar Báltico, sin pasar por Ucrania. Fue el canciller Olaf Scholz quien informó que el proceso de certificación del megaproyecto submarino de 1.230 kilómetros de longitud quedaba suspendido. Lo hizo horas después de que Putin informara que enviaría tropas para “garantizar la paz” en las recién reconocidas regiones independientes. Es decir, tomó la determinación antes de que se llevara a cabo la invasión a gran escala del jueves.
Por lo estratégico que para Alemania resulta el Nord Stream 2, que consiste en dos tuberías paralelas sobre el lecho marino, miembros de partidos de la coalición tripartita de gobierno habían pedido que el proyecto se dejara por fuera de la mesa, pero ante la gravedad de la amenaza rusa fue imposible no jugar esa carta. La administración de Joe Biden, presidente de Estados Unidos, se sumó el miércoles a las sanciones contra el gasoducto que se empezó a planear en 2011 y que tiene la capacidad suficiente para abastecer a 26 millones de hogares europeos.
Hay que tener presente que Rusia provee cerca del 40 % del gas que consume Europa y más del 50 % del que demanda Alemania. Eso, teniendo en cuenta que Europa ha intentado depender menos del combustible ruso después de la crisis de 2014, cuando Putin anexó la península de Crimea. Por eso ha sido inevitable que surja la pregunta de quién realmente sale más perjudicado con todo esto: ¿Rusia o el resto de Europa?
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De las rentas del gas solamente depende entre el 3 y 4 % del Producto Interno Bruto de la Federación Rusa, según datos del Banco Mundial. A principios de siglo llegó a pesar más del 8 %. Por eso, como dijo ldikó Szegedy-Maszák, directora de la maestría en derecho económico de la Universidad Javeriana, en un conversatorio organizado por El Espectador, la sanción que más le dolería a Putin sería que el mundo lo aísle dejando de comprarle gas, petróleo y la que ha sido considerada como el “arma nuclear” de las sanciones económicas: la exclusión del sistema de comunicación financiera conocido como Swift, que básicamente hace posible que las transacciones se lleven a cabo.
Sin embargo, como ella lo reconoce, en este tipo de sanciones quien más sufre es la gente. Precisamente por eso, miembros del Partido Socialdemócrata habían pedido, antes de todo esto, que el Nord Stream 2 saliera de la discusión, pues de por sí los inventarios de gas están relativamente bajos, lo que ha contribuido a que los precios suban en pleno invierno, cuando los hogares lo necesitan para mantenerse calientes. En enero sobrepasó los US$6 (por millón de unidades térmicas británicas). Los altos precios y la crisis logística, además del riesgo diplomático, no harían sino dificultar también la búsqueda de nuevos compradores del gas ruso.
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Por lo esencial que resulta el gas como fuente de energía, más aún luego de que la Comisión Europea propusiera en diciembre pasado incentivar las inversiones en esta industria al considerarlas como sostenibles, las tensiones entre Occidente y Rusia ya habían abierto el interrogante de qué pasaría si se “cierra el grifo” del gas ruso. Y la respuesta siempre ha sido: depende, sobre todo del tiempo (de qué tan rápido y durante cuánto tiempo se haga), pues reemplazar el suministro no es algo que se pueda hacer de la noche a la mañana.
Hace menos de un mes, expertos como Nikos Tsafos, del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales, citado por CNN, estimó que pequeñas interrupciones en el suministro no dañarían el sistema. Y aunque “doloroso”, un corte del flujo desde Ucrania, corredor terrestre del gas ruso, sería “manejable”, en palabras de Tsafos. Pero “no habría manera de que Europa reemplace los volúmenes” en caso de un corte total, dijo el experto al medio estadounidense.
Casi al tiempo, el centro de pensamiento Bruegel estimó que, cortando ese suministro, y con el clima extremadamente frío, los inventarios de gas en la Unión Europea quedarían vacíos para marzo. Suponiendo, además, que técnicamente fuera posible sincronizar el despliegue de las reservas de gas que tiene Europa, existiría “el riesgo de que los países con mejor suministro no estén dispuestos a compartir los escasos recursos de gas con países en peor situación”, señala el informe de los investigadores de Bruegel.
Sobre la posibilidad de conseguir gas para la región en otro lado, además de costoso, implicaría buscar proveedores que (por el volumen requerido) probablemente surtan a Asia. Entonces podrían enfrentarse a que los productores no quieran “comprometer sus relaciones a largo plazo con sus compradores asiáticos para brindar apoyo temporal a Europa, ya que su principal mercado es, y lo será aún más en el futuro, Asia”.
Un paréntesis: a principios de febrero, en plena crisis diplomática entre Rusia y Occidente, con el futuro del suministro del gas en vilo, el presidente de Estados Unidos anunció que designará a Catar como aliado principal no miembro de la OTAN. El emirato es el principal exportador de gas natural licuado del mundo, junto con Estados Unidos y Australia. Según la AFP, tanto Washington como Europa esperarían que las exportaciones cataríes destinadas a los mercados asiáticos puedan redireccionarse temporalmente.
Retomando, según Bruegel, en el plan de reacción europeo, sin duda, además, tendrían que ir incluidas medidas para disminuir la demanda: cambiando a otras fuentes de energía, reduciendo el consumo o reemplazando sistemas ineficientes (se calcula que el 75 % de los sistemas domésticos no son energéticamente eficientes, según Bruegel). En pocas palabras, nada sería fácil. Y sería particularmente difícil para Alemania.
Aunque el vicecanciller alemán Robert Habeck dijo que su país puede sobrevivir sin el gas ruso y que no es la primera vez que la relación con esa potencia enfrenta una crisis, lo cierto es que el epicentro industrial de la Unión Europea está en una situación particular: no solo se ha propuesto dejar el carbón en 2038, sino que este año cerrará sus últimas centrales de generación nuclear. Mientras tanto, otros como Francia han propuesto un “renacimiento” de las fuentes atómicas.
Y aunque hay quienes dicen que esto puede acelerar el fomento de otras fuentes como las renovables, de nuevo, eso no pasa de un día para otro. “Alemania se dio un tiro en el pie con el cierre del carbón y la energía nuclear”, le dijo Tim Patridge, de DB Group Europe, a Bloomberg.
El número 2 en el nombre del Nord Stream 2, que había sido rechazado por países como Ucrania y Estados Unidos, precisamente por el poder político que le confería a Putin, obedece a que ya existe el Nord Stream, un sistema que va también por el mar Báltico, desde Viborg, en Rusia, hasta Lubmin, y que desde 2018 opera a su máxima capacidad. El objetivo con la segunda parte es complementar el suministro y ayudar a satisfacer las necesidades energéticas de la Unión Europea (el 70 % de lo calculado para Alemania, según The Guardian), que, no obstante, van en crecimiento. Por eso la pregunta de quién sale más perjudicado de todo esto quizá deba replantearse por la de quién aguantará más.
📌📌📌 Datos clave del Nord Stream 2
- El Nord Stream 2 tiene 1.230 kilómetros que van de la región de San Petersburgo, en Rusia, hasta Lubmin, en la costa báltica de Alemania.
- Empezó a planearse en 2011 y la obra se terminó en septiembre pasado. Por líos regulatorios no había podido entrar en operación.
- Está compuesto por dos líneas paralelas sobre el lecho marino con una capacidad de 55 mil millones de metros cúbicos por año.
- La capacidad del gasoducto, básicamente, alcanzaría para suplir la demanda de unos 26 millones de hogares europeos.
- El proyecto es controlado por la compañía estatal rusa Gazprom y se calcula que ha tenido un costo cercano a los US$11.000 millones.
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