El problema de Reino Unido va mucho más allá de Boris Johnson
El primer ministro de Reino Unido sale por la puerta de atrás: renunció tras meses de escándalos, con el índice más bajo de aprobación y una altísima desconfianza dentro de su partido. Su dimisión difícilmente enmendará los problemas que hay, en especial uno: la gente ya no confía en el gobierno.
Camilo Gómez Forero
Si la escena política de Reino Unido hoy pudiera tener una música de fondo sería la de Yakety Sax, esa misma que suena en el Show de Benny Hill para acompañar las escenas cómicas de persecución tan famosas. No es necesario que lo imaginemos. El jueves, el actor Hugh Grant lo pensó y le pidió al activista Steve Bray que fuera al Parlamento británico con un parlante y pusiera la canción a todo volumen, y Bray lo hizo. Así que cuando los medios de comunicación fueron a grabar las reacciones de los parlamentarios a la renuncia del primer ministro, Boris Johnson, se escuchaba de fondo esa tonada tan distintiva de una bufonada. Westminster se sintió como un capítulo de una comedia clásica.
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Si la escena política de Reino Unido hoy pudiera tener una música de fondo sería la de Yakety Sax, esa misma que suena en el Show de Benny Hill para acompañar las escenas cómicas de persecución tan famosas. No es necesario que lo imaginemos. El jueves, el actor Hugh Grant lo pensó y le pidió al activista Steve Bray que fuera al Parlamento británico con un parlante y pusiera la canción a todo volumen, y Bray lo hizo. Así que cuando los medios de comunicación fueron a grabar las reacciones de los parlamentarios a la renuncia del primer ministro, Boris Johnson, se escuchaba de fondo esa tonada tan distintiva de una bufonada. Westminster se sintió como un capítulo de una comedia clásica.
Hoy Londres es blanco de burlas, pero así han sido los últimos meses de la era Johnson. El hasta ahora primer ministro perdió por completo el respeto del pueblo tras el escándalo del bautizado “Partygate”, el caso de las fiestas organizadas por funcionarios de su gobierno mientras el país se encontraba con órdenes de cuarentena estricta. Cabe recordar otra escena musical: en enero de este año, JaackMaate, un ‘youtuber’ británico, contrató a 100 personas para disfrazarse de Johnson y bailar en frente de Downing Street cantando “Mi nombre es Boris Johnson, y me gusta la fiesta”. Al final, era visto más como un objeto de mofas y memes que como un primer ministro. Johnson se va con el peor índice de aprobación de los conservadores modernos.
Sin embargo, el episodio de las fiestas, aunque será uno de los más recordados de su gobierno, no logró derribarlo. Johnson soportó la moción de confianza que pidió su propio partido en junio. Salvarse de ese movimiento solo alimentó la obstinación que gobernó a Johnson, quien también se tomó muchas veces el poder con burla. El miércoles, luego de entrar a la Cámara de los Comunes en medio de los pedidos para que dimitiera, soltó una risa que incomodó a todo el recinto y a quienes seguían la transmisión. Fue la última.
“Todo es una broma para él, ¿no?”, se preguntaba un usuario en Twitter. “Cree que todavía es intocable”, agregó otro.
Analistas internacionales dicen que Johnson pudo haber pensado que iba a ser como Donald Trump y que los conservadores no se iban a ir en contra suya, aunque los escándalos lo sobrepasaran. Pueden tener razón: las faltas durante su gobierno no fueron tan significantes para los llamados ‘tories’. Lo que sí le importa al partido son los votos, y Johnson ya no arrastraba la misma cantidad como en 2019. Los conservadores tienen límites, y las derrotas históricas en los bastiones electorales como los de Westminster y Wandsworth fueron suficientes para ellos. Esta semana le dieron la espalda por completo. El martes, ante el estallido de un nuevo escándalo, esta vez sobre acoso sexual por parte del diputado Chris Pincher, sus ministros comenzaron a saltar del barco. Johnson también se va con una marca que será difícil de olvidar: más de 50 miembros de gabinete presentaron su renuncia. Al final, estaba solo.
“Es claramente la voluntad del Partido Conservador parlamentario que debe haber un nuevo líder, y, por lo tanto, un nuevo ministro... El instinto de rebaño es poderoso y cuando el rebaño se mueve, se mueve”, dijo en su discurso de dimisión afuera de Downing Street, refiriéndose a los conservadores que se volvieron contra él.
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Con la salida de Johnson hay unos cuantos interrogantes para Reino Unido que se resolverán en los próximos días. El primero es hasta cuándo se quedará el exalcalde de Londres en el poder. El líder de los laboristas, sir Keir Starmer, dijo que no se le debe permitir a Johnson permanecer meses en el poder y que deberá entregar las riendas a otro primer ministro de inmediato.
“Tiene que irse por completo. Ninguna de esas tonterías de aferrarse al poder durante meses. Si no se deshacen de él, los laboristas se harán cargo y traerán un voto de censura”, advirtió Starmer.
En segundo lugar está el concurso por el liderazgo: ¿quién será su sucesor? El excanciller Rishi Sunak, el exsecretario de Salud Sajid Javid, así como el ministro de Defensa, Ben Wallace, están entre los candidatos favoritos y lideran las apuestas. También están en la lista la secretaria de Relaciones Exteriores, Liz Truss; el vice primer ministro, Dominic Raab, y el secretario de Negocios, Kwasi Kwarteng. Más abajo se encuentran nombres como el de Priti Patel, exministra del Interior.
La presencia de Patel, conocida por sus comentarios xenófobos, en la lista abre otro interrogante: ¿continuarán los “tories” por el sendero de la extrema derecha o van a moderar su discurso? La salida de Johnson, así como la de Trump o la caída del Movimiento Cinco Estrellas en Italia, reflejan el “desagüe que está viviendo el populismo en occidente”, como dice Andrea Rizzi, corresponsal de El País. Estos líderes perdieron el poder sin mucho honor, agrega.
“Volaron muy alto. Ahora, como Ícaros, a uno tras otro, por arrogancia, complacencia, hibris, ineptitud, por no escuchar consejos de los sabios, se les fundieron las alas precarias y se estamparon contra el mar que se los va tragando”, escribió Rizzi.
Pero el último y más importante interrogante es más profundo, y puede que no tenga respuesta pronto: ¿cuál es el plan? El fin de la era Johnson está lejos de solucionar el gran desastre en el que se ve inmerso Reino Unido. Los problemas sistemáticos son cada vez más notables: la inflación golpea a los hogares, hay escasez de alimentos y el precio del combustible está por las nubes debido al Brexit, que expuso la dependencia de los trabajadores inmigrantes que, mal pagos, sostenían industrias como la agrícola. Los activistas de la salida de la UE esperaban que los trabajadores locales llenaran el vacío que iban a dejar los inmigrantes, pero eso no pasó, y esa crisis se vio agudizada por la pandemia y luego por la guerra en Ucrania.
“Es difícil cuantificar cuán difícil está haciendo la vida el Brexit. Los gastos de envío están subiendo en un 25 % para hacerse una idea”, le dijo Jeevun Sandher, economista del Kings College of London a AJ+.
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Los salarios, por otro lado, llevan estancados más de una década debido a la austeridad que adoptó el gobierno conservador tras la crisis económica de 2008. Eso sí: subieron los impuestos. Según Sandhler, los “tories” optaron por aumentar los impuestos a la clase trabajadora, asfixiando a los hogares más pobres. A la par, se construyó una narrativa que condenaba a las personas más necesitadas. Las llamaban “buscadores de beneficios que viven de limosnas”. Y dicha narrativa sirvió para que se fueran recortando de a poco, pero cada vez más, los programas sociales. Todo esto mientras se impulsa la causa independentista en Irlanda del Norte y Escocia solicita un nuevo referéndum para dejar el Estado unitario.
La crisis en Reino Unido es mucho más grande que la salida de Johnson y lleva mucho más tiempo formándose que su gobierno de menos de tres años. Solucionar cada problema requiere un cambio de 180 grados. Pero el lío más grande debe ser que la ciudadanía ya ni siquiera confía en que los políticos puedan arreglar algo. Según Ipsos, el 69 % tiene poca o ninguna confianza en la capacidad del gobierno; Carnegie UK aumenta la cifra y dice que el 76 % del público no cree que los parlamentarios tomen decisiones para mejorar sus vidas, y que dos de cada cinco personas en Inglaterra (41 %) creen que la democracia no está funcionando. La canción del Show de Benny Hill de fondo cobra más sentido. Reino Unido está en muchos aprietos.
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