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Elecciones en Francia y su eterno dilema: entre “la peste y el cólera”

Quien gane las elecciones presidenciales en Francia recibirá un país desencantado con el sistema político que, entre otras cosas, permite el avance de la extrema derecha y le cierra posibilidades a un cambio de verdad. La ciudadanía se ve forzada a elegir entre el “menos peor de los males”.

24 de abril de 2022 - 02:01 a. m.
El presidente Emmanuel Macron aventaja en los sondeos a la ultraderechista Marine Le Pen de cara al balotaje.  / AFP
El presidente Emmanuel Macron aventaja en los sondeos a la ultraderechista Marine Le Pen de cara al balotaje. / AFP
Foto: AFP - LOIC VENANCE
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Ningún otro presidente de la Quinta República Francesa ha sido tan impopular como Emmanuel Macron. Aun así, con todo el odio que puede llegar a despertar el bautizado “presidente de los ricos”, por sus políticas que favorecen a la clase alta, los últimos sondeos sostienen que el mandatario continuará en los Elíseos para un segundo período, superando por un estrecho margen a la ultraderechista Marine Le Pen en la segunda vuelta.

Esta sería una victoria totalmente agridulce para Macron y deberá sacudir a La República en Marcha (el partido del mandatario) de una buena vez, pues no habrá sido votado por sus ideas, sino porque para el electorado representa el “menos peor de los males”. De todas las gráficas y encuestas publicadas en las últimas semanas, una de Ipsos Francia sobre las motivaciones de voto advierte del calamitoso futuro para el partido oficialista: el 36 % de la ciudadanía votará a Macron porque tiene confianza en él; el 39 % lo hace por bloquear la victoria de su adversaria y solo el 25 % lo hace por las ideas que representa.

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Estos son números preocupantes, pues indican que a La República en Marcha (LREM) se le dificultará continuar su proyecto sin la figura de Macron, ya que a la ciudadanía no le interesan sus ideas sino la figura del mandatario, y que, además, esta no les importa tanto como el evitar el triunfo de Le Pen. El panorama se vuelve más aterrador para LREM al mirar lo que hay del otro lado: el 20 % de la ciudadanía votará a la candidata de la Agrupación Nacional porque tiene confianza en ella; el 38 % lo hará porque no quiere una victoria de Macron, pero lo más revelador es que el 42 % lo hará por sus ideas.

Lo que nos dice la encuesta de Ipsos es que, por un lado, la sociedad francesa se está polarizando cada vez más, producto, en parte, del mismo Macron, quien pasó su quinquenio advirtiendo que Le Pen era su única rival. Por el otro, que el proyecto de la extrema derecha se está consolidando ante el desencanto con las fuerzas tradicionales y el aumento del populismo, como se ha visto en toda Europa, y que no será necesaria una figura como la de Le Pen para sostener las aspiraciones de la extrema derecha. A Le Pen la votan por sus ideas y para que no gane Macron, no por tener confianza en ella, lo que les abre las puertas a otras figuras igual o más extremistas.

“Las ideas permanecen, las figuras no”, advierte el internacionalista Eduardo Saldaña, codirector de El Orden Mundial.

Francia no solo debe sacudirse para contrarrestar a la extrema derecha, que se puede dar por bien servida con los resultados logrados en esta campaña así pierda, sino que también deberá reflexionar sobre lo que ha ocurrido con su sistema y reformular sus prácticas para sanar su democracia, ahora en cuidados intensivos.

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“Cuando obligas a la gente a elegir por el menor de los dos males, se provoca un fuerte estrés en la utilidad de votar. Si no abordamos este tema, en el futuro terminaremos con un número cada vez menor de ciudadanos votando. [Estos decidirán] por el resto de la población, que probablemente no aceptará lo que está pasando”, le dijo el politólogo francés Vincen Tiberj a Radio Francia Internacional.

La apatía en la sociedad francesa frente al sistema político es cada vez mayor. En la primera vuelta de estas elecciones, el abstencionismo alcanzó cifras que no se veían desde 2002. Esto ha estado motivado porque la ciudadanía no se ve representada en las ofertas de partidos tradicionales ni se siente a gusto eligiendo entre dos opciones que no los satisfacen.

“Ni peste ni cólera. Ni Macron ni Le Pen”, gritaban en la Sorbona, la histórica universidad de París que fue ocupada por estudiantes inconformes con las opciones en el balotaje, de cara a los comicios del domingo.

La presencia de Macron, a quien la población estudiantil ve como un derechista neoliberal, y la de Le Pen, quien es una extremista xenófoba y racista, ha desanimado a la juventud de participar en los comicios. El movimiento El movimiento “ni Macron ni Le Pen”, conocido como ni-ni, se ha extendido de la Sorbona a otras universidades, alimentando la campaña del abstencionismo, lo cual podría asestar un golpe a Macron y favorecer a su adversaria, pero también aumentaría las divisiones entre el electorado.

El Colectivo Interuniversitario Contra la Abstención y el Voto en Blanco publicó una carta en el periódico Libération en la que, aunque reconocen que Macron no es la opción que quisieran tener, y recuerdan que han protestado contra “sus políticas liberticidas, racistas e islamófobas”, su proyecto “no es comparable a lo que le espera a Francia si Marine Le Pen accede al poder”.

“Sus aliados, que son Trump, Putin, Bolsonaro y Orbán, y su experiencia en el poder nos enseñan una lección: la extrema derecha está dispuesta para quedarse ahí y las condiciones fundamentales en la que se basan nuestras luchas serán suprimidas día tras días”, señala la carta.

Para Tristan Haute, analista político de la Universidad de Lille, “el malestar generalizado no es bueno para la participación ni para la democracia”. El experto le recordó a France24 que, contrario a lo que ocurrió en el pasado con la posibilidad de que Jean-Marie Le Pen ganara en la segunda vuelta, en esta ocasión una potencial victoria de su hija, Marine Le Pen, ya no moviliza al electorado aunque también se trate de una extremista. La abstención, cabe resaltar, no significa que la gente no esté metida en el debate político, solo que su estructura no les satisface.

“Los votantes jóvenes no están menos politizados ni son más individualistas que en el pasado y, sin embargo, están cada vez más tentados por el abstencionismo. Esta discrepancia se explica por un anhelo de diferentes formas de participación política que no se limiten a las elecciones y las instituciones formales de la democracia representativa”, le dijo Haute a France24. Las protestas de 2018 son un claro ejemplo de la renovada movilización política.

Las cifras de abstencionismo en los comicios del domingo entonces serán un recordatorio de que quien gane gobernará un país muy inconforme y, considerando lo enfermo que luce el sistema francés, revitalizará las promesas hechas por convocar una asamblea constituyente que abra el camino a una Sexta República, corrigiendo los errores que se han visto hasta ahora, como el excesivo poder del presidente y el mediocre trabajo del Legislativo.

“La era de elegir regularmente un nuevo rey y echarlo de nuevo debería haber terminado en Francia”, señalaba Jacob Funk Kirkegaard, investigador del Peterson Institute for International Economics (PIIE), en un estudio que señalaba como el sistema electoral con dos vueltas, consolidado por el general Charles de Gaulle para alejar a la extrema derecha del poder, conduce a un efecto nocivo al propiciar la elección de un líder que no enmarca el cambio que urge la nación.

Macron podría ganar, lo que para muchos salvaría a Europa de un gran giro a la extrema derecha, pero no hay motivación por su continuidad. El país, como tal, demanda una reforma en el sistema.

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