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Europa: entre el cese al fuego y la paz duradera (Análisis)

“Viene quizá la etapa más compleja de todas, conseguir el cese al fuego sostenido”: Ricardo Soberón.

Ricardo Soberón Garrido*
13 de abril de 2025 - 09:00 p. m.
Manifestantes con máscaras del presidente ruso Putin y del presidente estadounidense Trump asisten a una manifestación llamada "¡Estados Unidos, despierta!" contra la administración Trump y en apoyo a los pueblos ucraniano y estadounidense, frente a la Embajada de Estados Unidos en Kiev, Ucrania, el 15 de marzo de 2025.
Manifestantes con máscaras del presidente ruso Putin y del presidente estadounidense Trump asisten a una manifestación llamada "¡Estados Unidos, despierta!" contra la administración Trump y en apoyo a los pueblos ucraniano y estadounidense, frente a la Embajada de Estados Unidos en Kiev, Ucrania, el 15 de marzo de 2025.
Foto: EFE - SERGEY DOLZHENKO
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Estamos frente a un conflicto armado de tres largos años de duración, que, además de los profundos costes en vidas humanas y daños a la propiedad, ha fracturado el sistema internacional hasta entonces vigente.

El actual sistema bipolar tuvo desde 1945 hasta el 2025 a EE. UU. como principal garante de la seguridad europea mediante el despliegue de tropas y armamento nuclear en el continente. Ahora viene quizá la etapa más compleja de todas, conseguir el cese al fuego sostenido e iniciar la construcción de una paz sostenible y duradera en el Donbás.

Esta confrontación incorpora no solamente elementos de confrontación tradicional entre Estado, sino que además tiene profundos elementos étnicos, geopolíticos y hasta religiosos, que suelen ser soslayados.

En su desenvolvimiento, ha incorporado desde la sangrienta guerra de atrición en trincheras propia de la Gran Guerra de 1914, hasta los más novedosos efectos de las guerras de nueva generación, como es el uso intensivo de drones en distintas modalidades ofensivas y defensivas.

Aunque ha tenido formalmente dos contendientes, en la práctica ha involucrado a la mayoría de los países de Europa Occidental, la OTAN como principal plataforma de seguridad colectiva y a los propios EE. UU., por lo menos hasta la asunción de Trump.

La reciente discusión en Signal entre los asesores de Trump es clara: EE. UU no está dispuesto a pagar la libertad de navegación de los europeos por las aguas de Suez y el Cuerno de África. Europa debe adoptar sus propias decisiones de seguridad y defensa, y la continuación de la guerra no puede ser una de ellas.

En cuanto a sus consecuencias, la dinámica del conflicto ha afectado irreversiblemente el sistema multilateral de naciones construido después de la rendición de Alemania en 1945. Resulta difícil imaginar su próxima configuración: ¿estaremos frente a una nueva forma de multipolaridad?, ¿será posible una reforma real de la ONU, mediante la ampliación del Consejo de Seguridad con la inclusión de un país del Sur Global? Son palabras mayores que si bien no están escritas en los cuadernos de los negociadores en Arabia, son elementos fundamentales de los próximos escenarios internacionales.

Uno de los mayores afectados de este “desenganche” político y económico por parte de EE. UU. resultaría siendo Europa como bloque, la OTAN como plataforma de seguridad colectiva y el propio esquema comunitario de la Unión Europea que ahora enfrenta una guerra comercial arancelaria y la necesidad de un rearme forzado. Esto puede llevar a una escalada armamentista de escala global, nunca vista, con muchos competidores a la vez.

La actual conflictiva global y otras situaciones recientes, como la deportación de migrantes por parte de EE. UU. y Europa, han dejado con un frágil piso de sustento los instrumentos internacionales de derechos humanos aplicables y especialmente el derecho humanitario (ius in bellum), como lo demuestra el rechazo ruso a cualquier forma de fuerza de paz en suelo ucraniano.

Asimismo, ha puesto en tela de juicio el comercio internacional de bienes (granos y energía) y servicios (sistema SWIFT de transacciones financieras), ha sido objeto de profundas desviaciones para revertir el efecto parcial del sistema unilateral de sanciones implementados por EE. UU. y Occidente, contra Rusia. En el futuro próximo, estas tres plataformas jurídicas tendrán que reconfigurarse bajo los nuevos términos establecidos por los actores intervinientes.

Por circunstancias ajenas al desarrollo del conflicto mismo (la elección de Donald Trump en EE. UU.), recientemente se abrieron las posibilidades de una extraña forma de negociación hasta en tres bandas que excluyen por el momento reuniones directas entre los contendientes. Así, se han producido sucesivas reuniones e intercambios de delegaciones de EE. UU.-Europa, EE. UU.-Rusia, EE. UU.-Ucrania y Europa-Ucrania, que exponen cada uno de sus puntos de vista, cartas de negociación y puntos no negociables, para ser trasladada al otro actor ausente.

Esta conformación del tablero de negociación, hace mucho más difícil la concreción (y la verificación) de los acuerdos y su sostenimiento en el tiempo. No se excluye la posibilidad de ataques mutuos, incumplimientos entre las partes, que hagan más difícil el proceso.

Un factor que no ayuda en este difícil proceso de diálogo es la actual situación del presidente Zelenski luego de la reprimenda de Trump y su vicepresidente, J. D. Vance, en Washington. Esta anécdota pone en tela de juicio su limitada legitimidad para conducir a su país al final de la guerra, con un segundo mandato bajo los poderes de la ley marcial y con poderes absolutos, pero también con diversos casos de corrupción y menor aceptación de su pueblo. Hasta cierto punto, pareciera que no quisiera terminar la guerra. Los puntos en discusión son variados y a veces contradictorios entre sí, y no siempre son dependientes de las partes en el diálogo.

Estos van desde las posibilidades de una tregua parcial sobre determinada infraestructura, un cese al fuego temporal, el levantamiento de las sanciones, el comercio marítimo pacífico sobre el mar Negro, hasta la definición de los territorios conquistados, la inexistencia de tropas extranjeras en territorio ucraniano, el respeto a determinadas zonas de influencia (por contendientes y terceros países), y los límites para la configuración de la OTAN en Europa del Este.

El desenlace de cada uno de estos puntos de discusión puede ser absolutamente trascendental para la configuración de los dos nuevos ejes que determinarán el futuro del mundo en lo que resta del siglo XXI: EE. UU. de un lado y China y Rusia, del otro. No puede dejar de mencionarse, en tal sentido, el efecto de las políticas de Trump (muy criticadas en los grupos de poder europeos y norteamericanos), en el desenlace europeo tanto en materia de seguridad, como de comercio.

Es por ello que las posibilidades de una paz duradera dependen de muchos factores sobre los cuales deben ponerse de acuerdo, primero, los dos contendientes en la guerra, pero luego las otras partes interesadas, principalmente EE. UU., China y Europa, cada una con sus agendas diferenciadas. Por ello resulta fundamental apostar por un proceso de diálogo con mínimos comunes por discutir y acordar.

* Analista internacional.

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Por Ricardo Soberón Garrido*

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