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En medio de la participación de Israel en el concurso Eurovisión, su representante, Eden Golan, consiguió la clasificación para la gran final del próximo sábado.
Antes de su actuación, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, le deseó suerte y afirmó que ya “había ganado” tras soportar las protestas, que calificó de “horrible ola de antisemitismo”.
Durante su interpretación, Golan recibió el apoyo de varios connacionales, pero también abucheos de otra parte del público que está en contra de la ofensiva militar israelí en Gaza desde hace meses, con más de 34.900 víctimas mortales, la mayoría mujeres y niños, según las autoridades el enclave, desatada tras el ataque de Hamás en el sur de Israel, que, a su vez, dejó casi 1.200 víctimas mortales.
El participante Mustii, de Bélgica, se escribió la palabra “paz” en uno de sus brazos. “Condenamos las violaciones contra los derechos humanos y la libertad de expresión por parte de Israel”, se pudo leer además al inicio de la emisión de la televisión de su país VRT.
A las afueras, miles de personas convocadas por la plataforma “Paren a Israel, por la paz y por una Palestina libre” recorrieron las calles de la ciudad sueca de Malmö, escenario de la edición de Eurovisión de este año, para pedir la expulsión del participante israelí.
La manifestación, que comenzó hacia las 4:00 p. m. hora local (9:00 a. m. hora Colombia), recorrió durante casi dos horas las calles de la tercera ciudad sueca en población, de unos 360.000 habitantes, para finalizar en la otra punta de la ciudad.
Junto a consignas habituales como “desde el río hasta el mar” o “Palestina libre” se escucharon otras criticando a la Unión Europea de Radiodifusión (UER) por no excluir a Israel del festival.
Una difícil “neutralidad”
Dentro del Malmö Arena, la organización prohibió, como de costumbre, cualquier bandera que no sea de los países participantes y los carteles con mensajes políticos.
La UER había prohibido el año pasado, para respetar la neutralidad del concurso, que tomase la palabra el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, cuyo país enfrenta una invasión rusa.
Esta neutralidad fue desafiada en la primera semifinal del 8 de mayo por el cantante sueco Éric Saade, que lució en el brazo una kefia, un pañuelo habitualmente usado en apoyo de la causa palestina.
La UER y la radiotelevisión pública sueca SVT lamentaron el gesto e insistieron en que este popular evento, más asociado a actuaciones burlescas o llamativas, es apolítico.
Para los fans del concurso —que se estima atraerá a hasta 100.000 habitantes a Malmö— “lo importante es lo que hay en el escenario, (...), no la política”, aseguró el profesor de historia de las ideas Andreas Önnerfors, especialista de Eurovisión.
Con casi 70 años, Eurovisión es “una muestra de tolerancia europea que no se encuentra bajo otras formas ni en otros lugares”, señaló.
Críticas a la UER
La UER ha recibido críticas por no vetar a Israel, pero sí a Rusia tras la invasión de Ucrania en 2022.
Ante las acusaciones, la corporación respondió que las televisiones públicas rusas incumplían constantemente sus obligaciones como miembros y violaban los valores de los medios de comunicación de servicio público, mientras que la televisión pública israelí KAN sí cumple con el reglamento porque es independiente al gobierno.
“La relación entre KAN y el gobierno israelí son drásticamente diferentes que las que existen entre los operadores rusos y el estado, con el gobierno israelí habiendo tratado de cerrar la cadena pública en los últimos años”, explicó Noel Curran, director de UER.
La organización utilizó un argumento parecido para suspender a Bielorrusia en 2021, acusando a su Gobierno de interferir en la libertad de prensa y la democracia.
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