Benedicto XVI: el hombre que atajaba la ‘guerra civil’ en el Vaticano
El jueves, primera vez en la historia, un papa será en encargado de oficiar el funeral de otro Papa. Por lo general son presididos por una figura llamada el “camarlengo”. Solo hasta ahora se empieza a examinar el rol del papa emérito, quien contuvo a los “lobos” que buscan lanzarse contra el argentino.
Más allá de sus polémicas como sumo pontífice —como el silencio sobre los casos de pederastia hasta que fue muy tarde, sus críticas a los homosexuales o sus posiciones tradicionalistas sobre el uso de métodos anticonceptivos, entre otras—, Benedicto XVI también será recordado por el complejo legado que deja como teólogo y su rol de papa emérito. Por supuesto: hoy son más notables las sombras que marcaron su papado que su teología, pero será esta última la que influya en la Iglesia católica por varias generaciones.
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Más allá de sus polémicas como sumo pontífice —como el silencio sobre los casos de pederastia hasta que fue muy tarde, sus críticas a los homosexuales o sus posiciones tradicionalistas sobre el uso de métodos anticonceptivos, entre otras—, Benedicto XVI también será recordado por el complejo legado que deja como teólogo y su rol de papa emérito. Por supuesto: hoy son más notables las sombras que marcaron su papado que su teología, pero será esta última la que influya en la Iglesia católica por varias generaciones.
Joseph Ratzinger, más conocido como Benedicto XVI, fue todo un erudito, teólogo y uno de los eclesiásticos más poderosos de los últimos 50 años. Desde muy temprano se comprometió con el desarrollo de un “nuevo lenguaje” para hablarle a un mundo que consideraba que era cada vez más hostil con la fe religiosa, pero a través de su viaje espiritual concluyó que la enseñanza tradicional era la “única respuesta”.
“Como papa, Benedicto luego rechazaría las interpretaciones más progresistas del Concilio Vaticano como un evento revolucionario que tenía la intención de rehacer la Iglesia católica. Si bien el concilio trajo cambios sustanciales a la vida católica, particularmente al permitir la misa en los idiomas locales, Benedicto se resistió a cualquier sugerencia de que el Concilio Vaticano II estaba llamando a una ruptura fundamental con la doctrina y la tradición católica de siglos de antigüedad. Y durante su pontificado, permitiría una celebración más amplia de la antigua misa en latín, una decisión que su sucesor, el papa Francisco, revertiría más tarde”, escribió Mathew Schamalz, profesor de Estudios Religiosos del Colegio de la Santa Cruz, en The Conversation.
Benedicto XVI ocupó siempre puestos importantes para la supervisión de la doctrina católica, como la dirección de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en donde disciplinó a varios teólogos que desafiaban las enseñanzas oficiales sobre sexualidad. También encabezó, a pedido de Juan Pablo II, el comité para la redacción del Catecismo, base de la comprensión de la práctica católica.
En las áreas sensibles de la enseñanza del catolicismo, Benedicto XVI fue intransigente. Se opuso al sacerdocio para las mujeres tanto como a la homosexualidad y a la anticoncepción, lo que impresionó al sector más conservador de la Iglesia, que vio en él más adelante un representante del tradicionalismo. Ratzinger se convirtió en un símbolo y, aun con su renuncia, fue usado como un estandarte de los opositores del actual papa, Francisco.
“La presencia de un papa emérito como Ratzinger, con su visión doctrinalmente conservadora de la Iglesia y de estatura intelectual, en realidad creó un polo de tensión con el pontificado de Francisco, que tenía una línea pastoral muy abierta”, dijo señaló Marco Politi, experto en el Vaticano consultado por la AFP.
Si bien Benedicto y el papa Francisco sostenían una relación amistosa, este polo de tensión del que habla Politi continúa y no termina con su muerte. Los expertos como él señalan que las fuerzas conservadoras insistirán en la oposición a Francisco y sus reformas, así como ganar influencia en el próximo cónclave. “Hay una guerra civil dentro de la Iglesia que continúa”, reflexiona Politi.
El periodista Gian Guido Vecchi, del Corriere della Sera, de Italia, también teme que el ala ultraconservadora de la Iglesia pueda volverse peligrosa para el papa Francisco. “El descontento ha crecido a lo largo de los años, y Estados Unidos está en el centro de esta oposición interna. Desde hace algún tiempo, se habla de un ‘cisma’ en la derecha católica estadounidense, que es hostil a Bergoglio y rica en fondos y redes”, señala Guido.
Con la oposición estadounidense, Guido se refiere puntualmente al cardenal Raymond Burke, antivacunas y cercano al expresidente Donald Trump, que ha sido descrito como uno de los dos grandes enemigos del papa Francisco. El otro es Walter Brandmüller, quien ha reclamado un cambio en las normas vaticanas para elegir el próximo papa para que solo los cardenales de la curia romana tuvieran voto en el cónclave.
La lista de enemigos de Francisco es mucho más amplia: se suman Carlo María Viganò, exarzobispo que pidió la renuncia del papa; Gerhard Müller, exprefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe; Robert Sarah, exprefecto de la Congregación para el Culto, e incluso Georg Gängswin, secretario personal de Benedicto XVI. Y sería más amplia si sumamos a políticos como Mateo Salvino, Georgia Meloni y hasta Viktor Orban, todos del ala ultraconservadora. El descontento se encuentra en la agenda que persigue Francisco, consciente del rol que debería tener la Iglesia en temas como la pobreza y el cambio climático.
“Los temas centrales de la Iglesia no deberían ser el cambio climático o la política migratoria, sino el Evangelio de Jesús”, criticó el cardenal Müller a Francisco el pasado octubre en Madrid.
Como señala Guido, “Ratzinger contuvo a las fuerzas centrífugas más radicales durante casi diez años a través de sus escritos y de información confidencial que confió a su biógrafo Peter Seewald”.
Ahora que no está, no solo se examina su legado como teólogo, sino su rol como diplomático de la Iglesia. Aunque fracasó al construir puentes hacia el exterior, Benedicto XVI fue más efectivo en contener la convulsión interna. Por eso, el Vaticano ahora se esfuerza en recordar la amistad que tenían los dos papas.
“Tal vez tratando de poner la venda antes de la herida. O, seguramente, sabiendo que una vez muerto Ratzinger, los mismos lobos que rodearon al pastor que hace una década optó por renunciar, se lanzarán sin piedad hacia su sucesor. Que parece que tiene cuerda para rato”, escribe Jesús Bastante de El Diario, de España.
Sin el contrapeso de Benedicto, expertos como Politi y Guido vaticinan que habrá una guerra en el Vaticano.
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