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Tras pocas horas de la invasión rusa en Ucrania, que completó dos semanas el jueves pasado, los analistas hablaban de un “nuevo orden mundial”, en referencia a los cambios que a raíz de este ataque habría en la arena internacional, liderada por Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial, posición que confirmó al término de la Guerra Fría.
“Debe construirse una nueva arquitectura para las relaciones globales, y su forma dependerá de si la brutal campaña de Putin tiene éxito o fracasa”, dijo el columnista del Washington Post David Ignatius ese mismo 25 de febrero, luego de afirmar que la ofensiva de Putin oficialmente le había puesto fin a la era pos Guerra Fría.
Como sostuvo Arlene Tickner, doctora en relaciones internacionales y profesora de la Universidad del Rosario, en diálogo en vivo con El Espectador a comienzos de marzo, la invasión y sus efectos han confirmado el “paulatino deterioro del orden mundial liberal”, un proceso que, según ella, se ha extendido por décadas.
En ese proceso de deterioro, países como China han ganado terreno y obtenido el rótulo de “potencias”. Frente a la invasión de Putin contra Ucrania, el “gigante asiático” ha adoptado una postura que ha provocado distintas lecturas: unos lo llaman “posición incómoda”, otras personas le dicen “cautela”.
Xi Jinping, presidente de China, a comienzos de los Juegos Olímpicos de Invierno, dijo que la cooperación con el Kremlin no tendría “límites”. Pero luego, en una votación en el Consejo de Seguridad en la Organización de Naciones Unidas (ONU), que buscaba condenar el ataque ruso a Ucrania, se abstuvo, al igual que lo hizo en 2014 tras la anexión de Crimea, considerada ilegal por muchos países.
En El Espectador, el escritor Marcelo Caruso calificó de “serena y sorpresiva” la oferta de China hacia Rusia sobre el sistema CIPS para operaciones financieras pagadas con el yuan, después de la exclusión de bancos rusos del sistema global de comunicación financiera llamado Swift, una de las sanciones económicas más severas. El CIPS “agrupa a 1.200 bancos de 100 países, a los que se sumarían los 400 bancos del sistema de pago ruso”.
“Una fractura financiera de tal magnitud, en la que el dólar pierde su hegemonía y a la que se sumarían otros países en disputa con EE. UU., es un anticipo de muy posibles escenarios futuros, pero que hoy son muy complejos de asumir por un neoliberalismo que está saliendo de una grave crisis financiera”, analizó Caruso.
China puede estar enfrentándose a un dilema: entre apoyar o no con más determinación a Rusia, a riesgo de exponerse a un gran problema diplomático y empeorar la relación con Estados Unidos en caso de decantarse por un mayor respaldo al Kremlin. Por eso, si bien es posible que esté ante una oportunidad histórica en el nuevo orden mundial, también está frente a una situación compleja.
Para un investigador citado por The Guardian, que prefirió reservar su identidad, Pekín probablemente optará por el pragmatismo. “Después de todo, China y Rusia comparten una frontera de 4.000 kilómetros. A la larga, China tiene que estar en buenos términos con Rusia”, dijo.
No habría que perder de vista, sin embargo, las diferencias entre ambas potencias, donde la cautela con la que China ha manejado el asunto es quizá manifestación de eso. “La visión de mundo que tiene Putin en cuanto a restaurar la grandeza de Rusia es una visión más cortoplacista que la que tiene China y tiene mucho más que ver con Putin y su lugar en la historia que Rusia y su lugar en la historia”, dijo Tickner en el conversatorio con El Espectador.
El “orden mundial” también pasa por instituciones como Naciones Unidas. Para Arlene Tickner, se han puesto en evidencia “los límites de la capacidad de acción, sobre todo coercitiva, de instituciones como la ONU, principalmente cuando se trata de potencias como Rusia”. No hay que olvidar que Rusia, por el poder que tiene, pudo vetar la resolución que condenó la invasión a Ucrania en una sesión del Consejo de Seguridad (en la que China se abstuvo).
Según la experta, la coyuntura actual no significa “el fin” de Naciones Unidas, pero al menos sí un llamado para una transformación. Para Carlos Patiño, profesor de la Universidad Nacional y copanelista de Tickner en el conversatorio, Rusia “violó la soberanía de un país independiente, Ucrania”, lo que pondrá sobre la mesa la discusión sobre la “seguridad internacional y abrirá un capítulo imprescindible en el debate político sobre las consecuencias que este tipo de acciones tienen”.
Aunque la Corte Penal Internacional anunció una investigación contra individuos por crímenes de guerra, estos procesos pueden durar años. La Corte Internacional de Justicia también tomó cartas en el asunto, pero, como quedó demostrado en las audiencias citadas la semana pasada, Rusia no compareció.
Patiño apunta: “No sabemos en qué condiciones internacionales quedará Rusia”, seguro quedará con las “relaciones diplomáticas afectadas, con una capacidad política en entredicho y poca credibilidad”.
Una eventual victoria de Putin “implicaría, entre muchas otras cosas, retroceder a la era de la política de la barbarie, de las cañoneras o de las “guerras bananeras”. Sería un error y una tragedia para la inserción internacional de seguridad de los países menores y medianos”, escribió para Latinoamérica 21 Carlos Domínguez Ávila, investigador-colaborador de la Universidad de Brasilia y doctor en historia. Para él, por supuesto, la mirada tiene que estar puesta en “la construcción de un orden internacional de pueblos libres”.
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