Ucrania como campo de pruebas: armas de bricolaje, robots, “apps” y mucho más...
La guerra ha demostrado lo fácil que es convertir tecnologías comerciales en armas, así como ha mostrado cómo los avances tecnológicos desdibujaron la línea que separaba a los civiles de los militares, lo que podría influir en los futuros modelos de conducta en los grandes conflictos.
Camilo Gómez Forero
Un año después, el mundo sigue con atención las noticias sobre la guerra en Ucrania, a pesar de que esta ha entrado en una fase casi estacionaria. Sin embargo, según una encuesta de Ipsos publicada en enero, América Latina es la única región donde la atención prestada al conflicto ha retrocedido significativamente. Este desinterés puede responder a la lejanía geográfica y cultural con ese país o a la gran cantidad de crisis que ha tenido que sortear la región, a nivel político, económico y social, y que han llenado las agendas informativas, entre otras cosas. Pero hay un campo que debería tener en cuenta para reconectarse con la necesidad de informarse sobre lo que ocurre en Ucrania, por si ha perdido el interés: el campo militar.
“Ucrania es un campo de pruebas para nuevas armas”, explica Andrei Serbin Pont, experto en el campo militar y doctor en relaciones internacionales de la Universidad Complutense.
En este país se está mostrando cómo se llevarán a cabo las guerras en el futuro. Pero no se trata solo del desarrollo de nuevas armas que han sido testeadas en este terreno y la proliferación de los temidos drones, que ya habíamos visto en lugares como Siria, sino de lo que estas innovaciones significan para la población civil. Vamos a explorar esos dos puntos, pero antes revisemos brevemente lo que está ocurriendo con la industria militar y esta guerra.
¿Qué armas se están usando y qué pasa con la industria armamentística?
De todos los equipos que se están usando en Ucrania, como los tanques alemanes Leopard 2 o Challenger 2, los estadounidenses M1 Abrams, los blindados Stryker o Bradley o los antimisiles Patriot, hay dos que destacan, señala Serbin Pont, y que han ayudado a cambiar el curso de la guerra empoderando la resistencia del ejército ucraniano: el misil antitanque Javelin y el Sistema de Cohetes de Artillería de Alta Movilidad M142 (Himars).
El primero es utilizado por los soldados de infantería para emboscar a los vehículos blindados de las tropas rusas. Ayudaron a evitar la captura de Kiev en los primeros días de la guerra. El Himars, por otro lado, ha permitido reducir la ventaja numérica rusa gracias a sus cohetes guiados por GPS, mucho más precisos y veloces que los del catálogo ruso. Fue indispensable en la contraofensiva ucraniana para recuperar terreno. Ambos son producidos por la compañía Lockheed Martin, una de las llamadas “cinco grandes” de la industria de la defensa en Estados Unidos.
Producir estas armas no es nada fácil. Detrás de cada compañía hay miles de proveedores de recursos que a menudo están interrelacionados. Cada uno de estos proveedores juega una parte fundamental en la cadena de producción. Así, si una de estas empresas falla en el suministro, puede afectar a toda la producción de un equipo. Miremos al Himars nada más: en total, cuatro países (Reino Unido, Francia, Turquía y Estados Unidos) y 141 ciudades y pueblos de 28 estados de EE. UU. participan de la cadena de suministro, según un estudio de The Financial Times.
En general, las empresas de armamento, están felices con la invasión: sus acciones subieron después de la invasión de Rusia a Ucrania. Y realmente están demostrando su emoción: en diciembre, tres de las “cinco grandes” patrocinaron una gran recepción en la embajada de Ucrania en Washington para celebrar el aniversario de las fuerzas armadas ucranianas. Ese patrocinio solía ser más sutil. Abiertamente, están demostrando el regocijo por todo el dinero que pueden hacer con la guerra.
“Nunca había visto este tipo de aceptación pública de un país y los contratistas de armas como está sucediendo con Ucrania. No puedo imaginar otra situación en la que los contratistas patrocinen un evento para un país al que están armando en medio de una guerra”, le dijo Bill Hartung, investigador del Instituto Quincy para el Arte Responsable del Estado, a Vox.
Sin embargo, hasta ahora estas compañías no han tenido un año tan bueno como se podría pensar. ¿La razón? Las ventas de armas funcionan con contratos de varios años. Las empresas de defensa no han visto indicios de que la demanda persista lo suficiente como para aumentar la producción.
Además, la guerra en Ucrania es una guerra de equipos de artillería pesada, un área a la que las empresas le han restado atención en los últimos años, pues el verdadero botín está en el desarrollo de equipos novedosos, no rondas de artillería. ¿Ganarán dinero? Por supuesto. Pero se necesitará tiempo para aumentar la producción y dinero de parte de los gobiernos para que se vea el beneficio real que pueden recibir estas empresas por la guerra. El momento no está muy lejos, pues a medida que se envían armas a Ucrania, los países donantes deberán reaprovisionarse y los pedidos a estas compañías aumentarán.
📝 Sugerimos: A lo MacGyver: cómo Ucrania usó su ingenio e improvisación para resistir la guerra
Entre las armas de bricolaje, los robots y las apps
Camionetas 4x4 pintadas y adaptadas para llevar misiles o motos acuáticas, convertidas en drones kamikazes no tripulados: si algo ha demostrado el conflicto ruso-ucraniano en estos 12 meses es que la guerra no siempre necesita la última tecnología. El ingenio ucraniano que ha podido ofrecer soluciones “a lo MacGyver” a sus necesidades en el campo de batalla ha impresionado a todo el mundo, pero también debería dejarnos preocupados.
“El conflicto ha demostrado lo fácil que es convertir tecnologías comerciales en armas”, le dijo Dominika Kunertova, una especialista en militarización de tecnologías emergentes en el Centro de Estudios de Seguridad del Swiss Federal Institute of Technology Zurich, a France24.
Esto no ha sucedido solo del lado ucraniano: Serbin Pont señala que del lado ruso se ha visto el uso de radios fabricados por China e incluso reuniones por Google Meets, además de cámaras GoPro para documentar lo que ocurre en las trincheras. Asimismo, hay que hacer una mención especial al papel de las impresoras 3D, al alcance de los civiles, que han permitido imprimir y fabricar bombas caseras. Todos estos recursos han hecho que la línea que separaba a los civiles de los militares se desdibuje, en especial cuando hablamos de los nuevos desarrollos tecnológicos que se han visto en esta guerra.
Los drones no se introdujeron en la guerra de Ucrania por primera vez, pero es el uso masivo lo que sorprende. Rusia ha mostrado usar cada vez más estos aparatos, como el evolucionado modelo iraní Shahid-136, en al menos ocho regiones ucranianas. Para contrarrestarlos se han visto otros equipos, como el SkyWiper de Lituania, que permite interrumpir la señal de los drones. También, dentro de poco, se verá en terreno el vehículo THeMis de Estonia, que permite la evacuación de soldados heridos o sirve de estación remota de armas, y el robot UGV “Terminator” Gnomo de Ucrania, que busca reemplazar a los cazas ucranianos por tierra. Pero la mayor innovación vista debe ser la de las aplicaciones (apps).
Con ayuda de la OTAN, Ucrania desarrolló un software de información en tiempo real que combina mapas en tiempo real e imágenes de activos enemigos, hasta cuántos soldados están en movimiento y qué tipo de armas llevan. Los civiles también pueden usar estas aplicaciones para informar de movilizaciones rusas y solicitar fuego de artillería. Por otro lado, la aplicación “Diia”, que permitía a los ucranianos identificarse con una tarjeta digital, se ajustó para recibir información de avistamiento de tropas a través de un chat suizo encriptado llamado Threema. Otra aplicación, “Air Alert”, sirve de sirena para alertar sobre bombardeos. Fue desarrollada en un día y se convirtió en la app más descargada del país. Y qué decir de Telegram, el servicio de mensajería que ha permitido intercambiar información de enemigos y capturar sus datos para geolocalizarlos. Esto ha hecho que las tabletas, teléfonos inteligentes y computadores sean desplegados como parte de la defensa civil.
Toda esta inmersión de la sociedad civil en la guerra, si bien es comprendida, podría influir en los futuros modelos de conducta y convertirse en la norma global, como resalta Lukasx Olejnik, investigador y consultor independiente en ciberseguridad y privacidad, y doctor en ciencias de la computación del Instituto Nacional de Investigaciones en Informática de Francia. “El papel de la tecnología personal en los conflictos está desafiando la noción de las leyes de la guerra”, reflexiona el experto. Ahora, ¿un civil que usa una de estas aplicaciones en medio de la guerra sigue siendo un civil? “Los Convenios de Ginebra exigen que si no está claro cuál es el estatus de una persona, esta debe ser tratada como civil. Esperemos que todas las partes respeten eso”, señala Olejnik. Sin embargo, este tendrá que ser un punto discutido pronto por los países.
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Un año después, el mundo sigue con atención las noticias sobre la guerra en Ucrania, a pesar de que esta ha entrado en una fase casi estacionaria. Sin embargo, según una encuesta de Ipsos publicada en enero, América Latina es la única región donde la atención prestada al conflicto ha retrocedido significativamente. Este desinterés puede responder a la lejanía geográfica y cultural con ese país o a la gran cantidad de crisis que ha tenido que sortear la región, a nivel político, económico y social, y que han llenado las agendas informativas, entre otras cosas. Pero hay un campo que debería tener en cuenta para reconectarse con la necesidad de informarse sobre lo que ocurre en Ucrania, por si ha perdido el interés: el campo militar.
“Ucrania es un campo de pruebas para nuevas armas”, explica Andrei Serbin Pont, experto en el campo militar y doctor en relaciones internacionales de la Universidad Complutense.
En este país se está mostrando cómo se llevarán a cabo las guerras en el futuro. Pero no se trata solo del desarrollo de nuevas armas que han sido testeadas en este terreno y la proliferación de los temidos drones, que ya habíamos visto en lugares como Siria, sino de lo que estas innovaciones significan para la población civil. Vamos a explorar esos dos puntos, pero antes revisemos brevemente lo que está ocurriendo con la industria militar y esta guerra.
¿Qué armas se están usando y qué pasa con la industria armamentística?
De todos los equipos que se están usando en Ucrania, como los tanques alemanes Leopard 2 o Challenger 2, los estadounidenses M1 Abrams, los blindados Stryker o Bradley o los antimisiles Patriot, hay dos que destacan, señala Serbin Pont, y que han ayudado a cambiar el curso de la guerra empoderando la resistencia del ejército ucraniano: el misil antitanque Javelin y el Sistema de Cohetes de Artillería de Alta Movilidad M142 (Himars).
El primero es utilizado por los soldados de infantería para emboscar a los vehículos blindados de las tropas rusas. Ayudaron a evitar la captura de Kiev en los primeros días de la guerra. El Himars, por otro lado, ha permitido reducir la ventaja numérica rusa gracias a sus cohetes guiados por GPS, mucho más precisos y veloces que los del catálogo ruso. Fue indispensable en la contraofensiva ucraniana para recuperar terreno. Ambos son producidos por la compañía Lockheed Martin, una de las llamadas “cinco grandes” de la industria de la defensa en Estados Unidos.
Producir estas armas no es nada fácil. Detrás de cada compañía hay miles de proveedores de recursos que a menudo están interrelacionados. Cada uno de estos proveedores juega una parte fundamental en la cadena de producción. Así, si una de estas empresas falla en el suministro, puede afectar a toda la producción de un equipo. Miremos al Himars nada más: en total, cuatro países (Reino Unido, Francia, Turquía y Estados Unidos) y 141 ciudades y pueblos de 28 estados de EE. UU. participan de la cadena de suministro, según un estudio de The Financial Times.
En general, las empresas de armamento, están felices con la invasión: sus acciones subieron después de la invasión de Rusia a Ucrania. Y realmente están demostrando su emoción: en diciembre, tres de las “cinco grandes” patrocinaron una gran recepción en la embajada de Ucrania en Washington para celebrar el aniversario de las fuerzas armadas ucranianas. Ese patrocinio solía ser más sutil. Abiertamente, están demostrando el regocijo por todo el dinero que pueden hacer con la guerra.
“Nunca había visto este tipo de aceptación pública de un país y los contratistas de armas como está sucediendo con Ucrania. No puedo imaginar otra situación en la que los contratistas patrocinen un evento para un país al que están armando en medio de una guerra”, le dijo Bill Hartung, investigador del Instituto Quincy para el Arte Responsable del Estado, a Vox.
Sin embargo, hasta ahora estas compañías no han tenido un año tan bueno como se podría pensar. ¿La razón? Las ventas de armas funcionan con contratos de varios años. Las empresas de defensa no han visto indicios de que la demanda persista lo suficiente como para aumentar la producción.
Además, la guerra en Ucrania es una guerra de equipos de artillería pesada, un área a la que las empresas le han restado atención en los últimos años, pues el verdadero botín está en el desarrollo de equipos novedosos, no rondas de artillería. ¿Ganarán dinero? Por supuesto. Pero se necesitará tiempo para aumentar la producción y dinero de parte de los gobiernos para que se vea el beneficio real que pueden recibir estas empresas por la guerra. El momento no está muy lejos, pues a medida que se envían armas a Ucrania, los países donantes deberán reaprovisionarse y los pedidos a estas compañías aumentarán.
📝 Sugerimos: A lo MacGyver: cómo Ucrania usó su ingenio e improvisación para resistir la guerra
Entre las armas de bricolaje, los robots y las apps
Camionetas 4x4 pintadas y adaptadas para llevar misiles o motos acuáticas, convertidas en drones kamikazes no tripulados: si algo ha demostrado el conflicto ruso-ucraniano en estos 12 meses es que la guerra no siempre necesita la última tecnología. El ingenio ucraniano que ha podido ofrecer soluciones “a lo MacGyver” a sus necesidades en el campo de batalla ha impresionado a todo el mundo, pero también debería dejarnos preocupados.
“El conflicto ha demostrado lo fácil que es convertir tecnologías comerciales en armas”, le dijo Dominika Kunertova, una especialista en militarización de tecnologías emergentes en el Centro de Estudios de Seguridad del Swiss Federal Institute of Technology Zurich, a France24.
Esto no ha sucedido solo del lado ucraniano: Serbin Pont señala que del lado ruso se ha visto el uso de radios fabricados por China e incluso reuniones por Google Meets, además de cámaras GoPro para documentar lo que ocurre en las trincheras. Asimismo, hay que hacer una mención especial al papel de las impresoras 3D, al alcance de los civiles, que han permitido imprimir y fabricar bombas caseras. Todos estos recursos han hecho que la línea que separaba a los civiles de los militares se desdibuje, en especial cuando hablamos de los nuevos desarrollos tecnológicos que se han visto en esta guerra.
Los drones no se introdujeron en la guerra de Ucrania por primera vez, pero es el uso masivo lo que sorprende. Rusia ha mostrado usar cada vez más estos aparatos, como el evolucionado modelo iraní Shahid-136, en al menos ocho regiones ucranianas. Para contrarrestarlos se han visto otros equipos, como el SkyWiper de Lituania, que permite interrumpir la señal de los drones. También, dentro de poco, se verá en terreno el vehículo THeMis de Estonia, que permite la evacuación de soldados heridos o sirve de estación remota de armas, y el robot UGV “Terminator” Gnomo de Ucrania, que busca reemplazar a los cazas ucranianos por tierra. Pero la mayor innovación vista debe ser la de las aplicaciones (apps).
Con ayuda de la OTAN, Ucrania desarrolló un software de información en tiempo real que combina mapas en tiempo real e imágenes de activos enemigos, hasta cuántos soldados están en movimiento y qué tipo de armas llevan. Los civiles también pueden usar estas aplicaciones para informar de movilizaciones rusas y solicitar fuego de artillería. Por otro lado, la aplicación “Diia”, que permitía a los ucranianos identificarse con una tarjeta digital, se ajustó para recibir información de avistamiento de tropas a través de un chat suizo encriptado llamado Threema. Otra aplicación, “Air Alert”, sirve de sirena para alertar sobre bombardeos. Fue desarrollada en un día y se convirtió en la app más descargada del país. Y qué decir de Telegram, el servicio de mensajería que ha permitido intercambiar información de enemigos y capturar sus datos para geolocalizarlos. Esto ha hecho que las tabletas, teléfonos inteligentes y computadores sean desplegados como parte de la defensa civil.
Toda esta inmersión de la sociedad civil en la guerra, si bien es comprendida, podría influir en los futuros modelos de conducta y convertirse en la norma global, como resalta Lukasx Olejnik, investigador y consultor independiente en ciberseguridad y privacidad, y doctor en ciencias de la computación del Instituto Nacional de Investigaciones en Informática de Francia. “El papel de la tecnología personal en los conflictos está desafiando la noción de las leyes de la guerra”, reflexiona el experto. Ahora, ¿un civil que usa una de estas aplicaciones en medio de la guerra sigue siendo un civil? “Los Convenios de Ginebra exigen que si no está claro cuál es el estatus de una persona, esta debe ser tratada como civil. Esperemos que todas las partes respeten eso”, señala Olejnik. Sin embargo, este tendrá que ser un punto discutido pronto por los países.
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