Ucrania y su contraofensiva “de película”: ¿qué pasó con el ejército ruso?
El ejército ucraniano ha recuperado casi 6.000 km2 de territorio controlado por las fuerzas rusas en lo que va de septiembre. Aunque no pone fin a la guerra, la operación relámpago del fin de semana fue un golpe duro para Moscú. Estas son las razones de su éxito.
Camilo Gómez Forero
El domingo pasado será un día que Nadia Nesolena nunca olvidará. Temprano en la mañana, esta mujer de 61 años salió a la calle para ver a los primeros soldados ucranianos entrar a Izium, en el óblast de Járkov, y liberar su ciudad de las manos de las tropas rusas que se la habían tomado en febrero para establecer un punto clave para logística y aprovisionamiento.
El fin de semana, mientras el mundo estaba atento a las noticias sobre la muerte de la reina Isabel II, el ejército ucraniano adelantó una contraofensiva de película: reconquistó 500 km2 en una operación relámpago en el noroeste del país, forzando a las tropas enemigas a replegarse. Izium estuvo dentro de las zonas liberadas. Balakliïa y Kupiansk también. Así, van casi 6.000 km2 recuperados en septiembre.
“Los recibimos con lágrimas en los ojos. Llevábamos meses esperándolos. Estamos muy felices”, le dijo Nesolena a la AFP. Fueron ocho meses de espera exactamente, pero se sintieron como años.
*Deslice el punto negro hacia la derecha e izquierda para ver el cambio en el mapa.
Esta liberación se tradujo en gritos, en abrazos, en alivio, en ramos de flores para los soldados, banderas ondeadas y música. Hubo sentimientos encontrados, por supuesto. La alegría se encuentra con la desolación de ver las casas desiertas y la huella del paso de los rusos por la ciudad: edificios, tiendas, templos, puentes... todo quedó destruido por el ejército ruso que, a pesar del poderío que dice ostentar, vio su frente en Kárkov y Jersón desmoronado en un par de días. Así como surgen emociones del pueblo ucraniano, también preguntas: ¿qué está pasando con Rusia? Hay por lo menos dos respuestas.
Mientras ejecutaba sus planes para dominar a Europa, Napoleón Bonaparte escribía sus reflexiones de la guerra y dejaba anotaciones para los futuros estrategas militares. “En la guerra, las tres cuartas partes giran en torno al carácter y las relaciones personales; el equilibrio de la mano de obra y los materiales cuenta solo para la cuarta parte restante”, decía. En otras palabras, en una batalla el poder moral es superior. Ucrania y Rusia han dado muestra de ello.
Hemos insistido mucho en esta idea desde el inicio de la guerra: el presidente ruso, Vladimir Putin, pensó que iba a conquistar Ucrania sin ningún problema y se chocó con un muro de resistencia enorme por parte del pueblo ucraniano. Y mientras el mito del heroísmo ucraniano se iba alimentando con el pasar de los días, con muchos golpes propagandísticos y ayuda de los gobiernos occidentales, la moral de las fuerzas rusas colapsó. Según reporteros en la zona y analistas militares que hacen un trabajo incansable siguiendo cada cambio en el mapa, las tropas rusas se rendían con facilidad en las batallas más simples, dejando atrás artillería que era luego reclamada por ucranianos como botín.
El ejército ruso no quiere estar más en Ucrania: el entrenamiento fue malo, pues hay que destacar que algunos soldados no sabían en qué consistía la operación y se enteraron de que se trataba de una invasión en suelo ucraniano cuando ya estaban en el lugar; también hay pocos soldados.
“A Rusia le faltan sobre todo efectivos humanos”, asegura Alexandre Khramchikhin, un experto militar ruso independiente. “Es incapaz de controlar grandes territorios y una gran línea de frente”, agrega.
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Esto hace que haya poca rotación en el frente de guerra, lo que conduce a tropas exhaustas y a convocar a soldados no profesionales al frente de batalla. Hay tropas integradas por personas de las regiones más pobres de Rusia que no están listos para una guerra. El equipo ruso tampoco es el adecuado –la corrupción estatal dejó a los rusos con un equipo obsoleto para un conflicto de este calibre–, la comida es deficiente y escasa –esto llevó a que los soldados saquearan a los ucranianos– y hay incompetencia en las cabezas.
En Izium, el soldado “Tank” y los hombres de su unidad encontraron armas, ropa militar, chalecos antibalas y raciones de comida. “La comida rusa no nos la comemos, no está buena”, dice en tono de broma.
Los soldados rusos capturados dicen que los generales mienten en sus informes y los envían a misiones suicidas. Es un ejército desmoralizado. El Kremlin dijo que habría bonos para quienes luchen bien en la guerra, pero esto no es un estimulante adecuado para un soldado. Al menos no para Napoleón, quien escribió: “Un hombre no se hace matar por medio penique al día o por una pequeña distinción. Hay que hablarle al alma para electrificarla”.
Aunque Rusia insiste en que el retroceso de sus tropas no es una derrota sino un “repliegue”, los videos en los que se ve equipo abandonado ponen tal declaración en duda. Es material en buen estado, según el Ministerio de Defensa de Ucrania, que ha aprovechado para burlarse de la situación: “Rusia está tratando de mantener su estatus como el mayor proveedor de equipo militar para el ejército ucraniano e incluso de mejorar su estatus”, tuiteó la cuenta de dicho ministerio. Hay mucha munición y equipo ruso capturado por los ucranianos.
Hay otra cuestión clave para la decadencia del ejército ruso en esta guerra y el éxito del contraataque ucraniano: el armamento occidental ha impulsado a Ucrania en la guerra. En las primeras semanas de la invasión, los soldados ucranianos usaron el arsenal disponible que provenía de la época del Pacto de Varsovia, es decir, armas muy antiguas. Ahora, la artillería y municiones de Ucrania son las que le ha dado la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Son sistemas de lanzamiento de cohetes como de alta movilidad (Himars, por sus siglas en inglés), de fabricación estadounidense. Y el envío de armas no va a parar, por lo menos no pronto.
Los gobiernos de Occidente están movilizando a sus fabricantes de armas para aumentar la producción y reponer los inventarios de Ucrania a medida que estos se vacíen. El secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, anunció una reunión de directores nacionales de armamento de países aliados para hacer planes a largo plazo que permitan proveer a Ucrania y reponer su propia reserva de armas.
“Conversarán sobre cómo nuestras bases industriales de defensa pueden equipar mejor a las fuerzas de Ucrania en el futuro, con las capacidades que necesitan”, dijo en una reunión en la Base de la Fuerza Aérea Ramstein en Alemania, del Grupo de Contacto para Ucrania.
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La situación no pinta bien para Rusia. Las tropas ucranianas también afirman estar avanzando en el Donbás, controlada por separatistas prorrusos desde 2014; y en el sur, concretamente en la región de Jersón, donde aseguraron el lunes haber recuperado 500 km2 en dos semanas. El 2 de junio el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, reconoció que cerca de 125.000 km2 estaban bajo control de Rusia, entre ellos 43.000 km2 (Crimea y zonas de la cuenca del Donbás) perdidos antes de la invasión rusa del 24 de febrero. Si se consolidan los avances, supondrían las mayores ganancias territoriales para Ucrania desde la retirada de las fuerzas rusas de las afueras de Kiev a finales de marzo.
Los analistas occidentales creen que Ucrania desea apuntar a las líneas de suministro de su enemigo. La liberación de Izium y la de Kupiansk, un importante corredor ferroviario estratégico en el norte, alimentan esta teoría. Los rusos “dependen en gran medida del ferrocarril para el equipo pesado y la munición de artillería”, le explicó el general estadounidense jubilado Ben Hodges, excomandante de las fuerzas de la Alianza Atlántica (OTAN) en Europa, a la AFP. En una región que cuenta con muchos ríos, “basta con destruir los puentes [para] cortar las cadenas logísticas”, confirma Alexandre Grinberg.
A pesar de los avances, la guerra no está cerca de terminar. Los analistas estiman que, aunque el avance de Ucrania es bueno, hay mucho camino por recorrer. “Ucrania infligió una gran derrota operacional a Rusia al recuperar casi toda la región de Járkov (...), pero la contraofensiva actual no pondrá fin a la guerra”, según el centro de investigación ISW, con sede en Washington. Hay que esperar a ver cómo afecta el invierno, pues estas condiciones podrían cambiarlo todo. “Moscú deposita sus esperanzas en el invierno y en los problemas socioeconómicos de Kiev”, afirma Alexander Khramchikhin, un experto ruso.
Eso sí, todos coinciden en que fue una operación de película. “Incluso si hubiera fracasado, el simple hecho de poder organizar dos operaciones ofensivas simultáneas con 20.000 hombres a una distancia de 700 km, contra unos rusos que ya no son capaces de hacerlo, demostraría que las curvas de capacidad se han cruzado”, añade el coronel francés Michel Goya, consultado por la AFP.
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El domingo pasado será un día que Nadia Nesolena nunca olvidará. Temprano en la mañana, esta mujer de 61 años salió a la calle para ver a los primeros soldados ucranianos entrar a Izium, en el óblast de Járkov, y liberar su ciudad de las manos de las tropas rusas que se la habían tomado en febrero para establecer un punto clave para logística y aprovisionamiento.
El fin de semana, mientras el mundo estaba atento a las noticias sobre la muerte de la reina Isabel II, el ejército ucraniano adelantó una contraofensiva de película: reconquistó 500 km2 en una operación relámpago en el noroeste del país, forzando a las tropas enemigas a replegarse. Izium estuvo dentro de las zonas liberadas. Balakliïa y Kupiansk también. Así, van casi 6.000 km2 recuperados en septiembre.
“Los recibimos con lágrimas en los ojos. Llevábamos meses esperándolos. Estamos muy felices”, le dijo Nesolena a la AFP. Fueron ocho meses de espera exactamente, pero se sintieron como años.
*Deslice el punto negro hacia la derecha e izquierda para ver el cambio en el mapa.
Esta liberación se tradujo en gritos, en abrazos, en alivio, en ramos de flores para los soldados, banderas ondeadas y música. Hubo sentimientos encontrados, por supuesto. La alegría se encuentra con la desolación de ver las casas desiertas y la huella del paso de los rusos por la ciudad: edificios, tiendas, templos, puentes... todo quedó destruido por el ejército ruso que, a pesar del poderío que dice ostentar, vio su frente en Kárkov y Jersón desmoronado en un par de días. Así como surgen emociones del pueblo ucraniano, también preguntas: ¿qué está pasando con Rusia? Hay por lo menos dos respuestas.
Mientras ejecutaba sus planes para dominar a Europa, Napoleón Bonaparte escribía sus reflexiones de la guerra y dejaba anotaciones para los futuros estrategas militares. “En la guerra, las tres cuartas partes giran en torno al carácter y las relaciones personales; el equilibrio de la mano de obra y los materiales cuenta solo para la cuarta parte restante”, decía. En otras palabras, en una batalla el poder moral es superior. Ucrania y Rusia han dado muestra de ello.
Hemos insistido mucho en esta idea desde el inicio de la guerra: el presidente ruso, Vladimir Putin, pensó que iba a conquistar Ucrania sin ningún problema y se chocó con un muro de resistencia enorme por parte del pueblo ucraniano. Y mientras el mito del heroísmo ucraniano se iba alimentando con el pasar de los días, con muchos golpes propagandísticos y ayuda de los gobiernos occidentales, la moral de las fuerzas rusas colapsó. Según reporteros en la zona y analistas militares que hacen un trabajo incansable siguiendo cada cambio en el mapa, las tropas rusas se rendían con facilidad en las batallas más simples, dejando atrás artillería que era luego reclamada por ucranianos como botín.
El ejército ruso no quiere estar más en Ucrania: el entrenamiento fue malo, pues hay que destacar que algunos soldados no sabían en qué consistía la operación y se enteraron de que se trataba de una invasión en suelo ucraniano cuando ya estaban en el lugar; también hay pocos soldados.
“A Rusia le faltan sobre todo efectivos humanos”, asegura Alexandre Khramchikhin, un experto militar ruso independiente. “Es incapaz de controlar grandes territorios y una gran línea de frente”, agrega.
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Esto hace que haya poca rotación en el frente de guerra, lo que conduce a tropas exhaustas y a convocar a soldados no profesionales al frente de batalla. Hay tropas integradas por personas de las regiones más pobres de Rusia que no están listos para una guerra. El equipo ruso tampoco es el adecuado –la corrupción estatal dejó a los rusos con un equipo obsoleto para un conflicto de este calibre–, la comida es deficiente y escasa –esto llevó a que los soldados saquearan a los ucranianos– y hay incompetencia en las cabezas.
En Izium, el soldado “Tank” y los hombres de su unidad encontraron armas, ropa militar, chalecos antibalas y raciones de comida. “La comida rusa no nos la comemos, no está buena”, dice en tono de broma.
Los soldados rusos capturados dicen que los generales mienten en sus informes y los envían a misiones suicidas. Es un ejército desmoralizado. El Kremlin dijo que habría bonos para quienes luchen bien en la guerra, pero esto no es un estimulante adecuado para un soldado. Al menos no para Napoleón, quien escribió: “Un hombre no se hace matar por medio penique al día o por una pequeña distinción. Hay que hablarle al alma para electrificarla”.
Aunque Rusia insiste en que el retroceso de sus tropas no es una derrota sino un “repliegue”, los videos en los que se ve equipo abandonado ponen tal declaración en duda. Es material en buen estado, según el Ministerio de Defensa de Ucrania, que ha aprovechado para burlarse de la situación: “Rusia está tratando de mantener su estatus como el mayor proveedor de equipo militar para el ejército ucraniano e incluso de mejorar su estatus”, tuiteó la cuenta de dicho ministerio. Hay mucha munición y equipo ruso capturado por los ucranianos.
Hay otra cuestión clave para la decadencia del ejército ruso en esta guerra y el éxito del contraataque ucraniano: el armamento occidental ha impulsado a Ucrania en la guerra. En las primeras semanas de la invasión, los soldados ucranianos usaron el arsenal disponible que provenía de la época del Pacto de Varsovia, es decir, armas muy antiguas. Ahora, la artillería y municiones de Ucrania son las que le ha dado la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Son sistemas de lanzamiento de cohetes como de alta movilidad (Himars, por sus siglas en inglés), de fabricación estadounidense. Y el envío de armas no va a parar, por lo menos no pronto.
Los gobiernos de Occidente están movilizando a sus fabricantes de armas para aumentar la producción y reponer los inventarios de Ucrania a medida que estos se vacíen. El secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, anunció una reunión de directores nacionales de armamento de países aliados para hacer planes a largo plazo que permitan proveer a Ucrania y reponer su propia reserva de armas.
“Conversarán sobre cómo nuestras bases industriales de defensa pueden equipar mejor a las fuerzas de Ucrania en el futuro, con las capacidades que necesitan”, dijo en una reunión en la Base de la Fuerza Aérea Ramstein en Alemania, del Grupo de Contacto para Ucrania.
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La situación no pinta bien para Rusia. Las tropas ucranianas también afirman estar avanzando en el Donbás, controlada por separatistas prorrusos desde 2014; y en el sur, concretamente en la región de Jersón, donde aseguraron el lunes haber recuperado 500 km2 en dos semanas. El 2 de junio el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, reconoció que cerca de 125.000 km2 estaban bajo control de Rusia, entre ellos 43.000 km2 (Crimea y zonas de la cuenca del Donbás) perdidos antes de la invasión rusa del 24 de febrero. Si se consolidan los avances, supondrían las mayores ganancias territoriales para Ucrania desde la retirada de las fuerzas rusas de las afueras de Kiev a finales de marzo.
Los analistas occidentales creen que Ucrania desea apuntar a las líneas de suministro de su enemigo. La liberación de Izium y la de Kupiansk, un importante corredor ferroviario estratégico en el norte, alimentan esta teoría. Los rusos “dependen en gran medida del ferrocarril para el equipo pesado y la munición de artillería”, le explicó el general estadounidense jubilado Ben Hodges, excomandante de las fuerzas de la Alianza Atlántica (OTAN) en Europa, a la AFP. En una región que cuenta con muchos ríos, “basta con destruir los puentes [para] cortar las cadenas logísticas”, confirma Alexandre Grinberg.
A pesar de los avances, la guerra no está cerca de terminar. Los analistas estiman que, aunque el avance de Ucrania es bueno, hay mucho camino por recorrer. “Ucrania infligió una gran derrota operacional a Rusia al recuperar casi toda la región de Járkov (...), pero la contraofensiva actual no pondrá fin a la guerra”, según el centro de investigación ISW, con sede en Washington. Hay que esperar a ver cómo afecta el invierno, pues estas condiciones podrían cambiarlo todo. “Moscú deposita sus esperanzas en el invierno y en los problemas socioeconómicos de Kiev”, afirma Alexander Khramchikhin, un experto ruso.
Eso sí, todos coinciden en que fue una operación de película. “Incluso si hubiera fracasado, el simple hecho de poder organizar dos operaciones ofensivas simultáneas con 20.000 hombres a una distancia de 700 km, contra unos rusos que ya no son capaces de hacerlo, demostraría que las curvas de capacidad se han cruzado”, añade el coronel francés Michel Goya, consultado por la AFP.
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