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En un futuro no muy lejano, las clases de relaciones internacionales tomarán el discurso emitido por Vladimir Putin el pasado lunes como ejemplo. Y es que si hay que elegir una alocución del presidente ruso para examinar su retórica, esta tiene que ser una de las mejores opciones.
Durante 45 minutos, Putin ofreció un largo sermón sobre su decisión de reconocer la independencia de las regiones ucranianas Donetsk y Lugansk. La noticia llegó casi al final. De fondo, lo importante era la justificación que daba el presidente, pues nos ofrece la oportunidad de entender cómo funciona la mente de uno de los líderes más importantes del siglo XXI.
La alocución también nos permite familiarizarnos con términos modernos como firehousing, whataboutism o gaslighting, los cuales, si bien se usan mucho en relaciones personales, se pueden aplicar perfectamente al estudio de la política global. Entonces, ¿qué dijo Putin?
Putin, el rey del “gaslighting”
El gaslighting (“luz de gas”) no tiene nada que ver con el gas ruso ni con cómo ha usado Putin este recurso para presionar a los europeos hasta que se ajusten a sus políticas. Este término se utiliza para referirse a una forma de manipulación psicológica que consiste en hacer dudar a la víctima sobre la percepción que tiene de la realidad o incluso de su memoria. Le debe el nombre a la película Gaslight, de 1944, donde un hombre usa engaños para convencer a su esposa de que está mentalmente enferma, para poder robarla.
Ejemplo: usted se prepara un sándwich y lo guarda en el refrigerador. Su compañero de piso lo encuentra allí y se lo come. Cuando va a buscar su sándwich y no lo encuentra, usted le pregunta a su compañero si lo ha visto, a lo que este le contesta: “Usted nunca tuvo un sándwich”. O uno más simple: su pareja hace algo que lo ofende y luego, cuando usted reclama, esta dice que eso nunca ocurrió.
La víctima de este maltrato, entonces, comienza a dudar de lo que pasó y confía en la realidad creada por la persona abusadora, según la psicoterapeuta familiar Tina B. Tessina, quien conversó con Business Insider sobre el tema. En últimas, se refiere a una práctica de ajustar la realidad a conveniencia del abusador.
Esto es precisamente lo que ha hecho Putin. En primer lugar, el presidente ruso ha negado continuamente lo que es una realidad para casi todo el mundo: que Ucrania es un Estado independiente desde 1991, cuando el 92,3 % de los ucranianos votaron a favor de la independencia, poco después de que la Unión Soviética comenzó a derrumbarse.
El lunes, Putin insistió en su discurso que “Ucrania nunca tuvo una tradición de Estado genuino” y que era parte integral de la “propia historia, cultural y espacio espiritual de Rusia”. Esta afirmación buscaba reforzar un argumento que ha impulsado el Kremlin: que Ucrania, a pesar de la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), continúa siendo un territorio ruso y todos los reclamos de Moscú sobre este espacio son, entonces, legítimos.
Putin repasó la historia moderna ucraniana para sugerir que no existiría hoy si no fuera por el pasado ruso y que nunca debió haber existido como otra cosa. Que Ucrania es Rusia y Rusia es Ucrania.
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A su vez, el presidente ignoró los resultados aplastantes del referendo independentista de 1991, la guerra de independencia ucraniana de 1917 y el origen de Kiev, fundada un siglo antes que Moscú. Es la visión que siempre ha tenido Putin: que el espacio soviético todavía existe y que Ucrania es un invento de los países occidentales que buscan controlar esa zona.
David Patrikarakos, experto en asuntos exteriores y miembro no residente de la Universidad de St. Andrews, en Escocia, le dijo a la revista Time que Putin no tolera la idea de una Ucrania independiente, que su delirio puede ser más amplio y que “si no acepta la idea de Ucrania, entonces claramente, por implicación, no acepta la idea de Georgia, los Estados bálticos, Moldavia y todo lo demás”.
La negación de Putin no se queda en el reconocimiento de Ucrania como Estado. Durante las últimas semanas se ha podido observar un despliegue enorme de tropas rusas en la frontera con Ucrania (150.000, según estimaciones). Esto hizo pensar a las potencias occidentales que existía el riesgo de una invasión rusa a Kiev debido al inconformismo de Moscú con el deseo de esa exrepública soviética de integrar la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
El mundo ha visto las fotos y los videos de los ejercicios militares conjuntos entre Rusia y Bielorrusia. Aun así, con toda la evidencia en contra, Putin sostuvo en su discurso del lunes que era Ucrania y no Rusia la que representaba una amenaza militar para la zona, justificando así su decisión de mantener tropas allí. El presidente ruso hará lo imposible para persuadirlos a todos de que Rusia no está amenazando a Ucrania, sino que es al contrario.
Si revisamos los datos de ambas naciones, resulta algo ridículo considerar que Ucrania es una amenaza para Moscú. Rusia tiene 900.000 militares activos, en comparación con los 196.000 de Ucrania, así que tiene una superioridad de casi cinco unidades a uno. El presupuesto de defensa de Moscú es de US$41 millones, comparado con los US$2,5 millones de Ucrania. Más importante, Rusia tiene un importante arsenal nuclear: 6.400 ojivas. Ucrania, en cambio, no tiene armas nucleares, pues renunció al arsenal soviético que heredó en la década del 90.
Putin se ha convertido en el rey de esta forma de manipulación, la cual, según investigadores de la RAND Corporation, es una efectiva forma de propaganda a través del firehousing (“manguera de incendios contra la falsedad”). Este es un método que consiste en la publicación reiterada de mensajes llenos de mentiras hasta que este cala en una población desinformada. La credibilidad poco importa, lo único que importa es el poder detrás de quien dice la información.
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Recordemos también con esto el episodio de los “hombrecitos de verde”. En 2014, unos 16.000 milicianos sin insignias entraron a la península de Crimea, bajo el control de Ucrania, luego de las protestas antigubernamentales del conocido Euromaidán. Las potencias occidentales señalaron con preocupación que estos soldados eran rusos, pero los medios estatales y los comandantes en Moscú los calificaron de ser unos “hombrecitos de verde” que no tenían que ver con Rusia. El mismo Putin negó que tuviera intenciones de invadir Crimea.
Esta era una mentira obvia: semanas después, Putin dijo: “Por supuesto que tenemos nuestros hombres allí y están haciendo el trabajo correcto”. Había confirmado la realidad que todos sabían y que negó en un principio. En cuestión de días, Rusia ocupó Crimea y en abril de 2014 había anexado este territorio, pese a los reclamos de toda la comunidad internacional.
Lo hago, ¿y qué? (un maestro del whatabaoutismo)
Además de los desafíos a la realidad y ese gaslighting, Putin es un maestro del uso del whataboutism o “whataboutismo” (¿y qué con esto?) en español. Es un término que se refiere a una falacia en la que un interlocutor desacredita la posición del otro acusándolo de hipocresía. ¿Han escuchado la frase: “Ah, ¿si? Pues tú más”? Ese sería un gran ejemplo de “whataboutismo”, muy usado entre los soviéticos para defender el régimen, según el maestro ajedrecista Garri Kasparov.
El presidente ruso, durante alocuciones y ruedas de prensa, suele evadir las preguntas difíciles usando falsas equivalencias. En Ginebra, justificó la represión a medios de comunicación citando las restricciones estadounidenses a medios rusos. Constantemente repasa la lista de crímenes de Estados Unidos para no contestar los cuestionamientos que se le hacen a él.”Él trata todas las preguntas difíciles en su estilo tradicional: ‘Deberías mirarte en el espejo’”, le dijo Dmitry Oreshkin, un analista político ruso, a The Current Time.
Con el escenario actual y los avances de las tropas rusas hacia la región del Donbás para “mantener la paz” en la zona recién reconocida como “independiente”, se teme que Putin use esta misma técnica para evadir los cuestionamientos que le hacen de países extranjeros. ¿Y qué si invade el territorio ucraniano? El resto de potencias también lo ha hecho en otros lugares.”La diferencia ahora es que las autoridades rusas ya no intentan demostrar que son buenas, sino que intentan demostrar que los demás no son mejores”, le dijo Abbas Gallyamov, exredactor de discursos de Putin, a la Radio Free Europe.
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