Kramatorsk: el bombardeo que mató a 12 personas y sacudió a la diplomacia
La respuesta del presidente Gustavo Petro tras el ataque en Kramatorsk es vista por algunos analistas como correcta; para otros, llegó demasiado tarde. En el frente, Ucrania ha logrado avanzar poco y Moscú trata de mostrarse imperturbable tras el motín de los paramilitares de Wagner.
“Rusia viola los protocolos de guerra”. Esas fueron las palabras del presidente de Colombia, Gustavo Petro, tras el bombardeo en Kramatorsk (este de Ucrania), que dejó al menos una docena de personas muertas y 60 lesionadas. Una de las que sufrieron heridas graves es la escritora ucraniana Victoria Amelina, quien estaba con los colombianos Héctor Abad Faciolince, escritor; Sergio Jaramillo, excomisionado para la Paz, y Catalina Gómez, corresponsal para varios medios y quien desde hace varios meses cubre lo que sucede en Ucrania.
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“Rusia viola los protocolos de guerra”. Esas fueron las palabras del presidente de Colombia, Gustavo Petro, tras el bombardeo en Kramatorsk (este de Ucrania), que dejó al menos una docena de personas muertas y 60 lesionadas. Una de las que sufrieron heridas graves es la escritora ucraniana Victoria Amelina, quien estaba con los colombianos Héctor Abad Faciolince, escritor; Sergio Jaramillo, excomisionado para la Paz, y Catalina Gómez, corresponsal para varios medios y quien desde hace varios meses cubre lo que sucede en Ucrania.
Para varios analistas, es la declaración más contundente que hasta el momento ha dado el mandatario colombiano en relación con la guerra y las acciones de Rusia. “Rusia ha atacado a tres civiles colombianos indefensos. Viola así los protocolos de la guerra. Cancillería debe entregar nota diplomática de protesta. Esperamos el regreso sanos y salvos a sus hogares de Sergio, Héctor y Catalina”, fueron las palabras exactas del presidente. Al cierre de esta edición, los tres colombianos estaban a salvo, mientras que el estado de Amelina seguía siendo crítico.
Sobre el bombardeo, hubo varias explicaciones y respuestas de Rusia. Entre las primeras estuvo la de Dimitri Peskov, portavoz del Kremlin: “Rusia no ataca infraestructuras civiles, ataca instalaciones ligadas de una manera u otra a infraestructuras militares”. No obstante, de acuerdo con estimaciones de la Oficina de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, el número de civiles muertos desde el inicio de la invasión superó los 7.000 a inicios de este año.
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“Desde el principio de la guerra Rusia ha estado atacando de manera indiscriminada objetivos civiles y siempre los ha negado o a tratado de cubrirlos utilizando ese discurso de los objetivos militares”, afirma Jesús Agreda Rudenko, profesor de la Universidad del Rosario. Para él, además, las palabras de rechazo por parte del presidente tendrían que haber llegado “desde que comenzó la invasión y se hizo evidente que las muertes civiles no eran un problema para Rusia en el desarrollo de la misma. Nuestra neutralidad como Estado solo le ha permitido a Rusia actuar de manera crecientemente más destructiva”.
La Embajada de Rusia en Colombia dijo que “con mucho pesar” supieron de “los acontecimientos en Kramatorsk (...) A nuestro juicio, la ciudad cercana al frente, convertida en un hub operacional y logístico-militar, no es un lugar apropiado para degustar platos de cocina ucraniana”. Y terminó diciendo que insisten “en que los representantes del amigo pueblo colombiano se abstengan de visitar territorios y lugares de acciones bélicas”. Luego vendría una explicación directa de la Cancillería de Rusia al embajador colombiano en ese país, Héctor Arenas Neira.
La cartera de Relaciones Exteriores explicó que el objetivo “legítimo de los militares rusos” con el bombardeo “era un puesto de despliegue temporal de comandantes de la 56ª Brigada de Infantería Motorizada de las Fuerzas Armadas de Ucrania”. Y continuó: “En el momento del ataque, los ciudadanos colombianos se encontraban en un restaurante ubicado en el mismo edificio. Según la información disponible, eran conscientes de estar cerca de la línea de fuego en la zona de la operación militar especial y de los riesgos asociados con ello”.
En efecto, Kramatorsk queda a unos 30 kilómetros de la línea de combate. Aunque, como señalan varios analistas, sería necesaria una investigación independiente para determinar qué ocurrió con exactitud, según varios testigos, la pizzería atacada es un lugar frecuentado por trabajadores, periodistas y civiles en general.
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La Cancillería agregó: “Valoramos la vida de cada individuo. En este sentido, recordamos que miles de personas fallecieron o resultaron heridas durante el conflicto en Donbass desde 2014, que los militares ucranianos desplegaron sus armas en instalaciones civiles, usaron a la población civil como escudos humanos y perpetraron actos de sabotaje y atentados en territorio ruso. Hemos expresado nuestro pesar por no haber visto ni una sola vez la reacción de los líderes colombianos a estos acontecimientos”.
Para Vladimir Rouvinski, profesor de la Universidad Icesi, lo más prudente habría sido explicar que los colombianos no eran el objetivo y pedir disculpas. “En vez de eso [Rusia] hace una burla. La diplomacia rusa se volvió cada vez más vulgar y cínica, se desvía de las normas del lenguaje diplomático, y eso comienza desde arriba”, en referencia al canciller Serguéi Lavrov. Para este analista, la respuesta del presidente Petro fue “correcta”. “Demostró que es muy superior, mucho más prudente y sensato como ejercicio diplomático en comparación con el bajo nivel al que ha caído la diplomacia rusa”.
Alexandra Sitenko, analista política e investigadora, comenta que “es obligación de todo Estado proteger los intereses de sus ciudadanos en el extranjero. Por lo tanto, la reacción vehemente del presidente colombiano es absolutamente apropiada en este caso”. Sin embargo, advierte que no es suficiente para “sacar conclusiones sobre la posición de Colombia como tal en esta guerra”, a la cual, por cierto, Colombia, al igual que otros países, se ha negado a mandar armas, pese a las peticiones que, según el presidente, le han hecho funcionarios de Estados Unidos.
Los coletazos de la rebelión de Wagner
Entre los analistas hay consenso en que tras el motín del grupo paramilitar Wagner, bajo el liderazgo de Yevgueni Prigozhin, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, ahora trata de mostrarse fuerte, demostrar que su poder no está en entredicho. Mientras su aliado y homólogo de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, reportó que Prigozhin llegó a ese país (como se acordó para detener el avance de la rebelión de Wagner), no parece, por ahora, haber muchos cambios en el frente de guerra.
“Los contraataques continuaron en varias zonas y el Ejército ucraniano logró pequeñas ganancias territoriales en el sur y cerca de Bajmut, pero el ritmo de su avance fue más o menos el mismo que unos días antes”, explica Sitenko. “Pero las luchas internas en Rusia cambian el equilibrio de poder entre el Ministerio de Defensa y Wagner a favor del Ejército regular de Rusia, el cual hasta ahora ha sido menos exitoso que el grupo mercenario. Es posible que la rebelión afecte la gestión de las tropas y los planes estratégicos. Lo veremos en las próximas semanas y meses”.
En efecto, al cierre de esta edición, seguía abierta la pregunta de qué pasará con Wagner en el terreno o cuántos de sus integrantes (quienes no enfrentarán cargos judiciales por lo sucedido) se pasarán a las filas oficiales del Ejército u optarán por exiliarse en Bielorrusia.
Por último, la analista señala que el motín mostró los peligros de tener estructuras militares paralelas. La respuesta de Putin a esto parece ser armar a la guardia nacional, que reporta directamente al presidente. Según su comandante, Víktor Zólotov, a esta fuerza se la dotará con carros de combate, por ejemplo, una movida que más que dar respuestas abre nuevos interrogantes y temores.
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