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Mientras hablaba con Lina Villa, psicóloga colombiana experta en dolor y cuidado paliativo, sonó una alarma. Le pregunté si debía abandonar la entrevista; me dijo que no, que a menos que hubiera una alerta adicional, no era necesario. Al igual que ella, muchas personas en Ucrania están ya acostumbradas a eso. Desde hace más de un mes está en ese país, coordinando el equipo de salud mental de Médicos Sin Fronteras en las ciudades que más están recibiendo a los desplazados de Mariúpol (sureste), destruida casi por completo por la ofensiva rusa. Atender el estrés causado por la guerra y el dolor que implica dejar atrás a los seres queridos, entre otras dificultades, son el principal objetivo de su equipo.
No es la primera vez que Villa acude a dar apoyo en un contexto de guerra: ha estado en Irak, Siria y otros lugares. Sin embargo, cuenta que haber llegado en pleno inicio de la guerra, cuando Ucrania acaparaba los titulares, causó mucha preocupación en su familia. No obstante, tiene constante acceso a internet y comunicaciones, lo que le permite mantenerse en contacto. Por cierto: antes de llegar, sabía de la situación en Ucrania por las noticias; llegar al país le permitió darse cuenta de que la situación en el oeste es distinta a la del este, en donde se han concentrado los ataques. Por el desgaste físico y emocional que implican estas misiones, Villa estará solo tres meses allí. En esta entrevista nos cuenta más detalles.
¿Dónde se encuentra?
Estoy en una ciudad que se llama Dnipró y estoy viajando constantemente a Zaporiyia; en el país estoy desde hace un mes y dos semanas. Antes estuve en las ciudades de Lviv y Vinnitsa, y hace un mes estoy entre Dnipró y Zaporiyia. Entré por Polonia (oeste) y llegué hasta aquí (este) por tierra.
¿En qué misión estaba antes?
Soy psicóloga y soy de Jericó, Antioquia. Estoy con Médicos Sin Fronteras desde 2017. Generalmente estoy en misión por cuatro, seis o siete meses, y luego me estoy en casa un tiempo. Antes de venir estuve en casa un tiempo, trabajando en Medellín, y antes estuve en una misión en Irak y otra en Siria.
¿Cómo es el trabajo en el día a día? ¿Cuántas personas conforman el equipo?
Nuestro objetivo es dar atención general en salud a las personas que están siendo desplazadas por la guerra en Ucrania. Coordino el equipo de salud mental, que son cuatro psicólogos. En contadas ocasiones doy algún tipo de atención en psicología, pues el idioma es una barrera enorme. Mi rol es coordinar, apoyarlos técnicamente y en todos los niveles para que puedan desarrollar la labor de dar acompañamiento. Trabajamos por medio de unidades móviles de salud con un médico, una enfermera y un trabajador social.
¿Y cómo es la ruta de atención?
A Zaporiyia están llegando las personas que estuvieron en Azovstal (Mariúpol). Allá hay un centro de recepción, los registran en albergues, y estamos ahí con las unidades móviles. Se hace una primera identificación de personas que puedan requerir atención en salud. Aquí el servicio de salud está activo, el acceso a salud pública todavía funciona, entonces cuando hablamos con los prestadores de salud, ellos mismos hacen una clara demanda de salud mental, pues son conscientes del impacto que está teniendo esta situación en todos los niveles. Es fácil que ellos mismos o quienes coordinan los albergues soliciten el acompañamiento, o voluntarios que están prestando otro tipo de servicio. También están interesados en ser entrenados en primeros auxilios psicológicos; hemos estado prestando esos entrenamientos.
¿Quiénes son los que más buscan ayuda y cuáles son los síntomas más comunes?
Las personas que más estamos pudiendo atender son mujeres, niños, personas mayores, personas con retos cognitivos o motores, porque son las personas que están dejando salir; a los hombres en cierta edad no los están dejando, lo que hace más difícil poder ayudarlos, cuando es posible buscamos acompañarlos. Las reacciones, por más agudas que sean, son bastantes esperadas por la situación. No los nombramos dentro de cuadros o patologías, sino reacciones esperadas. Muchas personas con síntomas relacionados con la depresión, tristes, que no pueden dormir, problemas en el apetito, apatía, miedo por el futuro... Muchas personas también tienen síntomas agudos de estrés por todo lo que han vivido, por los bombardeos, por dejar atrás seres amados… Todo eso les genera también temas físicos, dolores, además de temor e incertidumbre.
¿Cómo es la situación de los niños?
Están en un momento de la vida en el que tienen que ser niños, pero por la guerra los roles cambian mucho: no están con sus amigos, no están yendo al colegio, no tienen sus juguetes ni a sus mascotas, hablan mucho de esos seres que aman y que tuvieron que dejar. Esas rupturas en estas edades pueden generar muchas dificultades a largo plazo, porque ellos necesitan cerrar unos ciclos. Tratamos de apoyar a estos niños para que sigan siendo niños y apoyar a sus cuidadores a que tengan claridad en esto, que les hablen, les digan qué pasa y les sigan permitiendo esos espacios de niñez. En los albergues hay espacios con juguetes, aunque no es lo mismo. También hay espacios para que lleguen las mascotas, con veterinarios, pues hay conciencia de que son parte de las familias. Con los adultos mayores: algunos se han quedado porque no se sienten con la fuerza para volver a empezar o no tienen a dónde ir, muchos están con enfermedades crónicas porque en zonas ocupadas ese tipo de atención es mínima o nula, como también lo es el acceso a medicamentos; las enfermedades crónicas están disparadas, entonces estas personas están mucho más débiles, y eso también tiene impacto en salud mental.
En Zaporiyia ha estado la crisis por la central nuclear. ¿Eso causa gran temor en la gente?
Cuando se habla de ese tema hay un temor grande, un temor general, pero cuando hacemos acompañamiento, lo que más aparece es esa tristeza por los seres que se quedaron atrás. Pero hay algo muy bonito, que es la solidaridad: ya que hay personas que no pueden salvar a esos seres, se apoyan haciendo una red para traer a sitios comunes a más personas; es una preocupación que encuentras y es que están tratando de ayudar a otras personas mientras añoran a sus seres amados.
¿Cómo son las condiciones de seguridad para el trabajo que ustedes realizan?
Tenemos acceso a celular e internet, tenemos aplicaciones que generan alarmas cada vez que hay una amenaza. Hay días en los que no suena ni una alarma, otros en los que suenan mucho, pero se busca refugio cuando pasan estas señales. Lo que percibes en el día a día, solo en ciertas ciudades, es que hay normalización de esto: la alarma se volvió parte del día a día, las personas continúan con su quehacer.
¿El covid sigue siendo una preocupación?
Lo principal es la guerra. El covid ahí esta, pero la principal preocupación ahora es salvar la vida de las personas que están más en riesgo y vulnerables por la guerra.
¿Hay atención en salud mental para ustedes como equipo?
Sí, y resalto enormemente que la mayoría de nuestro equipo es ucraniano y viene de ciudades como Mariúpol; trabajan con mucho amor por su gente, pero también requieren unos espacios y unas posibilidades de acompañamiento, porque con sus familias están viviendo lo mismo por lo que están apoyando a otras personas. Hace poco en un albergue, yo estaba hablando con uno de estos adultos mayores diciendo que ya no tiene esperanza, que su vida llegó hasta aquí, que no tiene más fuerza, me impactó mucho y un voluntario llegó con un chocolate caliente para mí.
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