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“Rusia es el único país capaz de convertir a Estados Unidos en cenizas radiactivas”, dijo hace una semana Dmitri Kiselyov, el principal presentador de la televisión estatal rusa. Sus mensajes, y predicciones imprecisas, llegan a millones de rusos, a la vez que nos dan una pista de lo que podrían pensar las élites y los altos mandos detrás de Vladimir Putin: la crisis actual no se trata de Ucrania, “la escala es mucho mayor”, comentó el presentador. Tiene razón, y en parte las tensiones de esta semana son una señal de ello.
Datos de inteligencia estadounidense arrojaron que Moscú tiene cerca del 70 % de la capacidad militar necesaria para una invasión a gran escala a Ucrania; estamos hablando de más de 100.000 soldados en la frontera, sin mencionar que una importante fuerza naval rusa también estuvo posicionada en el mar Negro, equipada con buques de asalto anfibio que podrían usarse para desembarcar tropas en la costa sur de Ucrania. A lo que habría que sumarle que el ejército ruso inició el jueves importantes maniobras en Bielorrusia.
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Pero más allá de esta presión militar, los comentarios de Dmitri Kiselyov nos muestran lo que algunos analistas advierten por estos días, y que podría complicar el futuro escenario en el este de Europa: es la idea del imperialismo de Putin y no la “amenaza” de la OTAN el problema de Ucrania (y otros países).
“Ese término, ‘imperialismo’ o ‘neoimperialismo’, es bastante acertado para entender lo que quiere Putin: un mundo que esté dividido en zonas de influencia donde Rusia pueda tener el control de Ucrania y otras exrepúblicas soviéticas”, le comentó a este diario el experto en relaciones internacionales Vladimir Rouvinski. Una idea que, al parecer, va por la misma línea de lo que creen sus asesores, los más cercanos al Kremlin.
“Los halcones a su alrededor nos dan señales sobre su forma de pensar”, escribió Anton Troianovski, jefe de la oficina de Moscú de The New York Times. “Algunos de ellos conocieron a Putin trabajando en la KGB soviética y han sido acusados por funcionarios occidentales de supervisar los asesinatos, las operaciones de influencia, el espionaje cibernético y la guerra brutal que han ayudado a distanciar al Kremlin de Europa y EE. UU.”, agregó Troianovski, que mencionó como primero en la lista a Nikolai Patrushev, el principal asesor de seguridad nacional del Kremlin.
“Putin es conocido por complacer a personas engañosas y antioccidentales, pero Patrushev adopta estas ideas con un ardor aún mayor”, comentó el periodista. Y es que este exespía, conocido por su visión conspirativa y férreo nacionalismo, “tiene una visión maniquea del mundo de la Guerra Fría, en el que cualquier retroceso para Occidente es implícitamente bueno para Rusia”, sostuvo Mark Galeotti, experto en servicios de seguridad rusos, al medio Politico.
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En noviembre del año pasado, Patrushev, que participó en la planificación de la anexión de Crimea a Rusia en 2014, dijo que Ucrania era un “protectorado” y agregó que existía el potencial en ese país para un estallido tan fuerte, “que millones de ucranianos huirán para buscar refugio en otros lugares”. Una visión sobre Occidente muy parecida a la del exoficial de la KGB Sergei Naryshkin, jefe del servicio de inteligencia exterior de Rusia y que ocasionalmente ha sonado como posible sucesor de Putin.
Este leal servidor del Kremlin, que conoció al mandatario ruso en 1990 y lo siguió hasta su llegada al poder, dice que Rusia no tiene planes de invadir Ucrania y que “todo lo que está sucediendo en torno a este tema es, por supuesto, propaganda maliciosa del Departamento de Estado de EE. UU.”. Un dato: Naryshkin dirige la Sociedad Histórica Rusa que, según The Guardian, ha tenido un papel agresivo en la promoción de interpretaciones favorables de la historia rusa.
Si algo parecen tener en común estos asesores con Putin, comentan expertos, es querer glorificar el pasado soviético, algo clave en estas tensiones: “El presidente está influenciado no solo por la Iglesia ortodoxa rusa, que tiene varias referencias a esta visión imperial, sino también por la idea de una Guerra Fría perdida, por esa necesidad de querer recuperar la grandeza”, comentó Vladimir Rouvinski. “De ahí que nace el intento de reescribir la historia dejando únicamente lo que ellos consideran las victorias de la URSS”, agregó el experto.
Todo esto para decir que es posible que Putin no se conforme con presionar solo a Ucrania, y que, como lo mencionamos al principio, podría complicar el escenario para otros países del este, algo que podríamos identificar en sus discursos de los últimos días. “Ese argumento del Kremlin, que dice que la OTAN se acercó demasiado a las fronteras con Rusia y, por ende, pide limitar el despliegue de tropas en el flanco oriental de la alianza, es bastante cuestionado desde el punto de vista estratégico-militar: Rusia tiene mayores posesiones en Europa en términos de alcance de sus armas”, sostuvo Rouvinski.
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Incluso, según lo explica el analista, la OTAN ha sido muy cuidadosa en no tener fuerte presencia militar en las fronteras con Rusia. “Y es todo lo contrario en el caso ruso, porque ellos tienen un enclave que se llama Kaliningrado, un territorio prácticamente en el corazón de la Unión Europea que se quedó como un trofeo de la Unión Soviética. Esta región rusa fue básicamente transformada en una base militar donde tienen misiles y armas de asalto. Además, nunca existió una promesa de la OTAN de no extenderse por la simple razón de que la misma Rusia de Putin, hasta 2007, quería ser parte de la alianza”, agregó Rouvinski.
Y entonces, ¿qué sigue?
El viernes, Joe Biden pidió a sus conciudadanos salir de Ucrania lo más pronto posible, y su secretario de Estado, Antony Blinken, dijo que Rusia seguía desplegando más tropas en la frontera, y que la invasión podría ocurrir en cualquier momento. Sin embargo, Rouvinski opina que la intención principal de Putin no es una invasión.
“El ejército ucraniano está mucho más preparado para un combate; hay armas y entrenamiento. Además, la guerra ya existe, y es una pelea con los separatistas en Donbás que ha traído más de 14.000 muertos. Esa sería una de las razones por las cuales no atacarían a Ucrania, porque saben que no va a ser una guerra ganada fácilmente”, dijo el experto. Agregó que, tras una eventual invasión, las sanciones económicas de EE. UU. acabarían con el nivel de prosperidad de muchos rusos. Pero ¿qué quiere Putin?
El Kremlin, según sostiene Rouvinski, busca obligar a EE. UU. y a Europa a negociar, y reconocer que existen problemas de convivencia en la arena internacional. “El mundo está cambiando, y por eso voy a ser el abogado del diablo en este asunto: el presidente ruso tiene razón cuando dice que no se pueden ignorar estas nuevas realidades. EE. UU. y los países occidentales quieren mantener el liderazgo, y eso está bien, pero hay otros actores como Rusia, China o Turquía que también tienen el deseo de poder regular esas relaciones internacionales”, explicó el experto.
Pero incluso si ocurriera un ataque, la lucha diplomática continuaría con Rusia ejerciendo aún más influencia y queriendo reforzar esa idea de “grandeza imperial”. Y es que en el panorama existen otras “Ucranias”.
“En Moldavia, por ejemplo, hay una población separatista con el apoyo de Rusia que genera mucha inestabilidad con Rumania. Sin mencionar que en el Cáucaso hay apoyo ruso a las dos repúblicas separatistas de Georgia, y también hay un conflicto entre Armenia y Azerbaiyán, donde Rusia también está metido”, concluyó Rouvinski.
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