La importancia de los mares en la guerra ruso-ucraniana
Los mares Negro y de Azov son estratégicos: para Ucrania han sido su motor comercial, mientras que para Rusia controlarlos sería clave para someter a su país vecino y frenar la influencia de Occidente.
Tras más de un mes de invasión a Ucrania, en medio de negociaciones que han dejado apenas efímeras esperanzas sobre ceses del fuego, la siguiente movida de Rusia sigue siendo una incógnita. Sin embargo, el asedio al que con particular violencia ha estado sometida la ciudad de Mariúpol dice algo: el interés de Moscú por mejorar su posición en el este del país invadido. “Lo que Rusia trata de hacer tomándose Melitópol, Mariúpol y Jersón es crear una franja terrestre que comunique Donetsk y Lugansk con Crimea, expulsar a Ucrania del mar de Azov y garantizar su posición en la región”, dice Jesús Agreda Rudenko, internacionalista y profesor de la Universidad del Rosario.
En esto coincide Andrii Ianitskyi, director del centro de excelencia en periodismo económico de la Escuela de Economía de Kiev, quien dijo a The Guardian que “Mariúpol tiene un significado práctico y simbólico para Rusia”. Y agregó: “Es una gran ciudad portuaria y una base para las fuerzas armadas ucranianas. Entonces, si los rusos quieren tener un corredor terrestre (desde el Donbás) hasta Crimea, necesitan controlar la ciudad”, en donde, según las autoridades ucranianas ya han muerto unas 5.000 personas, mientras que el 80 % de las viviendas han sido destruidas y los intentos de evacuación, al cierre de esta edición, habían fracasado.
El mar de Azov, sobre el que se ubica Mariúpol, está al noreste de la península de Crimea, comunica a Ucrania con Rusia y se conecta con el mar Negro a través del estrecho de Kerch. Además de ser importante para el comercio, tener el control de este mar para Rusia sería clave en caso de un “enfrentamiento de gran alcance”, en palabras de Florent Frasson-Quenoz, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana, pues le serviría como un refugio. “Puede ser un lugar de último recurso para la flota rusa, permitiendo protegerla; es una posición mucho más fácil de defender que Sebastópol, que está expuesto”.
Se refiere a la base naval en donde Ucrania, hasta 2014, tenía unas tres cuartas partes de su flota, en Crimea, anexada por Rusia ese año. Además de afectar la flota ucraniana, la victoria en la península le dio a Moscú una posición en ambos lados del estrecho, indicaron Megan Eckstein y Tayfun Ozberkcon en el medio especializado Defense News. “Ucrania ha hecho todo lo posible para reconstruir su poder naval desde 2014, aunque se quedó con una fragata como su único buque de guerra “grande”. Ucrania se encuentra tanto en una desventaja significativa como en una amenaza enorme en este momento en lo que respecta al mar Negro. Carece de la potencia de fuego para enfrentarse a la flota rusa”, dijeron los autores justo después de la invasión.
El control de Moscú sobre la península de Crimea también le dio un trampolín para tratar de aumentar el poder sobre el mar Negro, con Odesa como “la joya de la corona”, como la han denominado, en esa costa. Se trata de la tercera ciudad del país, pero el principal puerto, ubicado en el mar que antes de la invasión solía mover la mitad del comercio ucraniano. Pero, además, Odesa “está anclada muy profundamente en el imaginario de Putin y de otros nacionalistas rusos como clave para la reconstrucción de la ‘nueva Rusia’ de la era imperial”, como escribió María R. Sahuquillo, corresponsal de El País.
Sugerimos: El mundo no es como lo pintan: los animales también sufren en medio de la guerra
Dominar esa franja del mar Negro, que ha sido clave históricamente por comunicar a Asia con Europa, el este con el oeste, sería, por un lado, una ganancia económica para Rusia, pues, como señala Frasson-Quenoz, el mar es facilitador del comercio, pero también fuente de recursos pesqueros y hasta el corredor de cables submarinos para la conexión a internet. Además, dice, sería una forma de controlar a Ucrania: bloquear su salida al mar implicaría romper su conexión con más de 130 países, para dejarla en contacto vía terrestre solo con siete (Rusia, Bielorrusia, Polonia, Eslovaquia, Hungría, Rumania y Moldavia), con todo lo que eso implica, sobre todo económica y militarmente.
Rusia, agrega el experto, quedaría con la segunda franja más importante sobre el mar Negro, después de Turquía. Este país, desde la Convención de Montreux, de 1936, tiene soberanía sobre los estrechos del Bósforo y Dardanelos, que conectan el mar de Mármara con el Negro, y puede limitar el paso de las naves militares en tiempos de guerra, siempre y cuando se mantenga neutral. Como reportó Defense News justo después de la invasión, la aplicación de esa restricción, pedida por Ucrania, se enfrentaba a la posibilidad de que Rusia también hiciera peticiones a Turquía, que, si no las atendía, podría estar vulnerando dicha neutralidad.
No obstante, el 27 de febrero Turquía anunció que aplicaría el artículo 19 de la Convención, que prohíbe el paso por los estrechos turcos de navíos militares de Estados involucrados en una guerra. Aún así, ocurrió lo que se había advertido: Turquía no puede detener a los barcos que afirmen estar volviendo a su puerto. Es decir, si bien se puede impedir el paso hacia el Mediterráneo, no es posible limitar el flujo de embarcaciones rusas hacia el mar Negro si estos argumentan que van de vuelta a casa. “Varios buques de guerra rusos ya habían ingresado al mar Negro a principios de febrero”, informó en marzo la BBC.
Lo que el autor Boris Toucas resumió hace algunos años en una publicación del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales parece estar más vigente que nunca: “Para Rusia, los factores geoestratégicos de la región del mar Negro no han cambiado desde 1853, con la OTAN y los Estados Unidos reemplazando a Estados europeos individuales como los principales competidores geopolíticos de Rusia: Crimea es la fuente militar, Turquía es el pivote, los estrechos de Turquía son el rendimiento estratégico, y el objetivo final es el acceso y la presencia militar en el Mediterráneo oriental como contrapeso a la expansión de EE. UU. y la OTAN hacia el este y su presencia en el Egeo y el Mediterráneo central”.
Al mar Negro tienen acceso Rusia, Ucrania, Georgia, Rumania, Bulgaria y, por supuesto, Turquía. Estos tres últimos son miembros de la OTAN. Al respecto, justo el jueves pasado, el secretario general de la alianza militar aseguró que “el Mar Negro tiene una gran importancia estratégica para la OTAN”. Debido al papel que tiene la zona para el comercio, dijo que “el bloqueo ruso de los puertos ucranianos no solo es un gran problema para Ucrania, sino que es un problema para la gente de todo el mundo y está provocando un pico, un gran aumento en los precios de los alimentos en todo el mundo. Por lo tanto, es extremadamente importante que termine este bloqueo”.
La OTAN, que no puede entrar a combatir en Ucrania, pues este país no es miembro de la organización, tampoco ha declarado una zona de exclusión aérea sobre el país invadido (lo que permitiría derribar aviones no autorizados) por el temor a una escalada de la guerra. “Los aliados de la OTAN están siguiendo muy de cerca la situación en el mar Negro”, dijo Stoltenberg esta semana. “Hacemos vigilancia aérea y, por supuesto, esto resalta la importancia de poner fin a la guerra para permitir el tráfico comercial normal en el mar Negro”, señaló en diálogo con la prensa al término del reporte anual de la entidad.
Allí, Stoltenberg hizo saber que la OTAN no ve que Rusia esté retirando las tropas que rodean a Kiev ni del norte de Ucrania, en Chernígov, como había anunciado el Kremlin tras calificar de “significativos” los avances en las negociaciones, que se reanudaron en Estambul (Turquía), de forma presencial, durante la semana que termina. “Rusia ha mentido repetidamente sobre sus intenciones, así que solo podemos juzgar a Rusia por sus acciones, no por sus palabras. Según nuestra inteligencia, las unidades rusas no se están retirando, sino reposicionándose”, añadió el noruego, quien, sin embargo, calificó de “bueno” que las conversaciones diplomáticas continúen.
Para Rusia, la discusión de la neutralidad militar de Ucrania entró en una “dimensión práctica”, por lo que tomó la decisión de disminuir la “actividad militar” en el país invadido, según los anuncios del martes pasado. Dicha neutralidad, como explicó el internacionalista Agreda Rudenko, implicaría que un Estado no participará en ninguna alianza militar, como la OTAN, y que, en consecuencia, no habrá bases militares de ningún tercero en su territorio.
La intención de Ucrania de pertenecer a la OTAN, que se remonta a 2008, ha estado en el centro de los argumentos de Moscú para atacar, pues afirma que esos acercamientos son una amenaza para Rusia y la estabilidad alcanzada luego del fin de la Guerra Fría. Sin embargo, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, ya ha dado a entender que Ucrania debe resignarse a no entrar a la OTAN, lo que, no obstante, se complica, pues dicha adhesión fue un compromiso constitucional. Por lo tanto, se requeriría una reforma vía legislativa o un referendo, algo inviable en momentos de guerra.
La invasión a Ucrania completó su quinta semana el jueves pasado. Según las cifras de Naciones Unidas, más de 1.200 civiles han muerto, aunque el número real sin duda es mucho mayor, mientras que más de cuatro millones de personas han huido a otros países, un flujo de refugiados que no se veía desde la Segunda Guerra Mundial, de acuerdo con la Organización.
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Tras más de un mes de invasión a Ucrania, en medio de negociaciones que han dejado apenas efímeras esperanzas sobre ceses del fuego, la siguiente movida de Rusia sigue siendo una incógnita. Sin embargo, el asedio al que con particular violencia ha estado sometida la ciudad de Mariúpol dice algo: el interés de Moscú por mejorar su posición en el este del país invadido. “Lo que Rusia trata de hacer tomándose Melitópol, Mariúpol y Jersón es crear una franja terrestre que comunique Donetsk y Lugansk con Crimea, expulsar a Ucrania del mar de Azov y garantizar su posición en la región”, dice Jesús Agreda Rudenko, internacionalista y profesor de la Universidad del Rosario.
En esto coincide Andrii Ianitskyi, director del centro de excelencia en periodismo económico de la Escuela de Economía de Kiev, quien dijo a The Guardian que “Mariúpol tiene un significado práctico y simbólico para Rusia”. Y agregó: “Es una gran ciudad portuaria y una base para las fuerzas armadas ucranianas. Entonces, si los rusos quieren tener un corredor terrestre (desde el Donbás) hasta Crimea, necesitan controlar la ciudad”, en donde, según las autoridades ucranianas ya han muerto unas 5.000 personas, mientras que el 80 % de las viviendas han sido destruidas y los intentos de evacuación, al cierre de esta edición, habían fracasado.
El mar de Azov, sobre el que se ubica Mariúpol, está al noreste de la península de Crimea, comunica a Ucrania con Rusia y se conecta con el mar Negro a través del estrecho de Kerch. Además de ser importante para el comercio, tener el control de este mar para Rusia sería clave en caso de un “enfrentamiento de gran alcance”, en palabras de Florent Frasson-Quenoz, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana, pues le serviría como un refugio. “Puede ser un lugar de último recurso para la flota rusa, permitiendo protegerla; es una posición mucho más fácil de defender que Sebastópol, que está expuesto”.
Se refiere a la base naval en donde Ucrania, hasta 2014, tenía unas tres cuartas partes de su flota, en Crimea, anexada por Rusia ese año. Además de afectar la flota ucraniana, la victoria en la península le dio a Moscú una posición en ambos lados del estrecho, indicaron Megan Eckstein y Tayfun Ozberkcon en el medio especializado Defense News. “Ucrania ha hecho todo lo posible para reconstruir su poder naval desde 2014, aunque se quedó con una fragata como su único buque de guerra “grande”. Ucrania se encuentra tanto en una desventaja significativa como en una amenaza enorme en este momento en lo que respecta al mar Negro. Carece de la potencia de fuego para enfrentarse a la flota rusa”, dijeron los autores justo después de la invasión.
El control de Moscú sobre la península de Crimea también le dio un trampolín para tratar de aumentar el poder sobre el mar Negro, con Odesa como “la joya de la corona”, como la han denominado, en esa costa. Se trata de la tercera ciudad del país, pero el principal puerto, ubicado en el mar que antes de la invasión solía mover la mitad del comercio ucraniano. Pero, además, Odesa “está anclada muy profundamente en el imaginario de Putin y de otros nacionalistas rusos como clave para la reconstrucción de la ‘nueva Rusia’ de la era imperial”, como escribió María R. Sahuquillo, corresponsal de El País.
Sugerimos: El mundo no es como lo pintan: los animales también sufren en medio de la guerra
Dominar esa franja del mar Negro, que ha sido clave históricamente por comunicar a Asia con Europa, el este con el oeste, sería, por un lado, una ganancia económica para Rusia, pues, como señala Frasson-Quenoz, el mar es facilitador del comercio, pero también fuente de recursos pesqueros y hasta el corredor de cables submarinos para la conexión a internet. Además, dice, sería una forma de controlar a Ucrania: bloquear su salida al mar implicaría romper su conexión con más de 130 países, para dejarla en contacto vía terrestre solo con siete (Rusia, Bielorrusia, Polonia, Eslovaquia, Hungría, Rumania y Moldavia), con todo lo que eso implica, sobre todo económica y militarmente.
Rusia, agrega el experto, quedaría con la segunda franja más importante sobre el mar Negro, después de Turquía. Este país, desde la Convención de Montreux, de 1936, tiene soberanía sobre los estrechos del Bósforo y Dardanelos, que conectan el mar de Mármara con el Negro, y puede limitar el paso de las naves militares en tiempos de guerra, siempre y cuando se mantenga neutral. Como reportó Defense News justo después de la invasión, la aplicación de esa restricción, pedida por Ucrania, se enfrentaba a la posibilidad de que Rusia también hiciera peticiones a Turquía, que, si no las atendía, podría estar vulnerando dicha neutralidad.
No obstante, el 27 de febrero Turquía anunció que aplicaría el artículo 19 de la Convención, que prohíbe el paso por los estrechos turcos de navíos militares de Estados involucrados en una guerra. Aún así, ocurrió lo que se había advertido: Turquía no puede detener a los barcos que afirmen estar volviendo a su puerto. Es decir, si bien se puede impedir el paso hacia el Mediterráneo, no es posible limitar el flujo de embarcaciones rusas hacia el mar Negro si estos argumentan que van de vuelta a casa. “Varios buques de guerra rusos ya habían ingresado al mar Negro a principios de febrero”, informó en marzo la BBC.
Lo que el autor Boris Toucas resumió hace algunos años en una publicación del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales parece estar más vigente que nunca: “Para Rusia, los factores geoestratégicos de la región del mar Negro no han cambiado desde 1853, con la OTAN y los Estados Unidos reemplazando a Estados europeos individuales como los principales competidores geopolíticos de Rusia: Crimea es la fuente militar, Turquía es el pivote, los estrechos de Turquía son el rendimiento estratégico, y el objetivo final es el acceso y la presencia militar en el Mediterráneo oriental como contrapeso a la expansión de EE. UU. y la OTAN hacia el este y su presencia en el Egeo y el Mediterráneo central”.
Al mar Negro tienen acceso Rusia, Ucrania, Georgia, Rumania, Bulgaria y, por supuesto, Turquía. Estos tres últimos son miembros de la OTAN. Al respecto, justo el jueves pasado, el secretario general de la alianza militar aseguró que “el Mar Negro tiene una gran importancia estratégica para la OTAN”. Debido al papel que tiene la zona para el comercio, dijo que “el bloqueo ruso de los puertos ucranianos no solo es un gran problema para Ucrania, sino que es un problema para la gente de todo el mundo y está provocando un pico, un gran aumento en los precios de los alimentos en todo el mundo. Por lo tanto, es extremadamente importante que termine este bloqueo”.
La OTAN, que no puede entrar a combatir en Ucrania, pues este país no es miembro de la organización, tampoco ha declarado una zona de exclusión aérea sobre el país invadido (lo que permitiría derribar aviones no autorizados) por el temor a una escalada de la guerra. “Los aliados de la OTAN están siguiendo muy de cerca la situación en el mar Negro”, dijo Stoltenberg esta semana. “Hacemos vigilancia aérea y, por supuesto, esto resalta la importancia de poner fin a la guerra para permitir el tráfico comercial normal en el mar Negro”, señaló en diálogo con la prensa al término del reporte anual de la entidad.
Allí, Stoltenberg hizo saber que la OTAN no ve que Rusia esté retirando las tropas que rodean a Kiev ni del norte de Ucrania, en Chernígov, como había anunciado el Kremlin tras calificar de “significativos” los avances en las negociaciones, que se reanudaron en Estambul (Turquía), de forma presencial, durante la semana que termina. “Rusia ha mentido repetidamente sobre sus intenciones, así que solo podemos juzgar a Rusia por sus acciones, no por sus palabras. Según nuestra inteligencia, las unidades rusas no se están retirando, sino reposicionándose”, añadió el noruego, quien, sin embargo, calificó de “bueno” que las conversaciones diplomáticas continúen.
Para Rusia, la discusión de la neutralidad militar de Ucrania entró en una “dimensión práctica”, por lo que tomó la decisión de disminuir la “actividad militar” en el país invadido, según los anuncios del martes pasado. Dicha neutralidad, como explicó el internacionalista Agreda Rudenko, implicaría que un Estado no participará en ninguna alianza militar, como la OTAN, y que, en consecuencia, no habrá bases militares de ningún tercero en su territorio.
La intención de Ucrania de pertenecer a la OTAN, que se remonta a 2008, ha estado en el centro de los argumentos de Moscú para atacar, pues afirma que esos acercamientos son una amenaza para Rusia y la estabilidad alcanzada luego del fin de la Guerra Fría. Sin embargo, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, ya ha dado a entender que Ucrania debe resignarse a no entrar a la OTAN, lo que, no obstante, se complica, pues dicha adhesión fue un compromiso constitucional. Por lo tanto, se requeriría una reforma vía legislativa o un referendo, algo inviable en momentos de guerra.
La invasión a Ucrania completó su quinta semana el jueves pasado. Según las cifras de Naciones Unidas, más de 1.200 civiles han muerto, aunque el número real sin duda es mucho mayor, mientras que más de cuatro millones de personas han huido a otros países, un flujo de refugiados que no se veía desde la Segunda Guerra Mundial, de acuerdo con la Organización.
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