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Dado que la han vejado por su color de piel y han dicho incluso que es una extranjera abusiva e irrespetuosa de la voluntad popular, Gina Miller debió acudir a la anáfora para recordarles a sus críticos, partidarios del brexit, que ella está en su derecho constitucional de demandar y que es tan británica como Theresa May o el té vespertino: “Nací británica porque nací en la Guyana británica. Se convirtió en independiente tras mi nacimiento, así que nací británica. Llevo 41 años en el Reino Unido. Soy británica, tengo un pasaporte británico, mis hijos son británicos, mi marido es británico, tengo todo el derecho del mundo a presentar una demanda como ciudadana británica”.
Gina Miller, directora de un fondo de inversiones, tiene hoy 51 años y es hija de Doodnaught Singh, exfiscal general de Guyana. Hace unos meses, en desacuerdo con el modo en que el gobierno de May abordaba el divorcio entre el Reino Unido y la Unión Europea, Miller demandó. Su argumento era riguroso: puesto que el Parlamento era el único capaz de reformar los derechos de los ciudadanos (y el Brexit impactaría algunos), Theresa May debía consultarlo antes de activar el artículo 50 del Tratado de Lisboa, aquel que permite comenzar la separación. El tribunal superior de Londres le dio la razón. Ayer, luego de que el Gobierno apelara el fallo, el Tribunal Supremo reafirmó su juicio. En pocos meses, Miller pasó de ser una honesta y desconocida comerciante a una ciudadana asediada y dueña de una celebridad singular: la civil que derrotó a la Primera Ministra.
“Creo que la semana que viene será terrible”, dijo Miller a la AFP unos días antes de la decisión del Tribunal Supremo. Hasta entonces la habían comparado con un primate, le habían deseado ser víctima de una violación en masa (“esos son algunos de los más suaves. Es increíble”, dice), su empresa había sido asediada y había tenido que escuchar con frecuencia el exabrupto de que ella era una extranjera en busca de evaporar la voluntad popular que en junio pasado dijo sí, queremos separarnos de la Unión Europea. Entonces se vio obligada a contratar guardaespaldas, eludir el transporte público y encerrarse en su casa los fines de semana.
“Los jueces del Tribunal Supremo —escribió Miller en The Guardian— no me han dado una victoria. Las victoriosas son nuestra constitución, nuestras leyes y, diría, nuestra forma de vida (...). No me jacto de ser versada en política —casi siempre se trata de personalidades y emoción—, pero sé una cosa o dos sobre nuestra constitución, puesto que en alguna ocasión estudié para ser abogada. Incluso un estudiante de leyes de primer año aprende que un principio primordial es que el Parlamento es soberano. Por esto debemos estar por siempre agradecidos con la defensa de los jueces, de cara a la enorme presión de la mayoría de la prensa”.
Sus críticos, sin embargo, estaban errados: la demanda de Miller y sus asociados no pedía que se anulara el resultado favorable del referendo, sino que solicitaba un estatus legal para el proceso de separación. “La sentencia de hoy —dijo Miller— significa que los diputados que nosotros elegimos tendrán la oportunidad de aportar su valiosa experiencia para ayudar al gobierno a elegir el mejor desenlace para las negociaciones”. El objetivo era poner límites al poder de la primera ministra. Lo más probable, según han declarado numerosos diputados, entre ellos Jeremy Corbyn, jefe oficial de la oposición, es que el Parlamento lo apruebe, aunque con numerosas enmiendas. Hasta ahora, el Gobierno de May no ha cambiado los plazos para activar el artículo 50: ocurrirá en marzo y para principios de 2019 la separación estará completa.
El ministro del brexit, David Davis, presentará dentro de poco el proyecto de ley para definir los términos en que se dará dicho divorcio. Aún se ignora el modelo económico que seguirá el Reino Unido tras el proceso, puesto que May ha abogado por restaurar los derechos soberanos sobre las fronteras (es decir, desacatar la norma de libre circulación que impera en los países del bloque europeo) por encima de su permanencia en el Mercado Común. La estrategia, sin embargo, preocupa justamente al gremio del que Miller hace parte: la salida de ese mercado podría tener consecuencias negativas imprevistas y la solución que se rumora, convertir al Reino Unido en una suerte de paraíso fiscal donde las tasas y los impuestos sean reducidos (y así se incentive la llegada de empresas internacionales), tiene ciertos visos de incertidumbre.
“Creo que mi demanda les obligó a mostrar su mano”, dijo Miller. “Todo lo relacionado con el brexit es tan emocional, que todos temen hablar, y eso no es bueno”. Cada tanto se encuentran voces que la apoyan. “Muchas gracias, Gina, por enfrentar este hecho. El ejecutivo, el legislativo y el judicial deben formar la base de una democracia”, escribió un usuario en un diario nacional. Un niño de 10 años le hizo un dibujo, que ella guarda con celo, en el que la pintaba a ella como un superheroína junto a las palabras “¡Adelante, Gina!”.