La peligrosa táctica de desinformación que ha usado la extrema derecha en Europa
La extrema derecha en Europa ha perfeccionado una táctica peligrosa: aprovechar el vacío de información tras crímenes impactantes para difundir desinformación y sembrar el odio. Lo que comenzó como rumores infundados en Reino Unido se replica ahora en España, con consecuencias devastadoras.
Camilo Gómez Forero
Pasó hace solo unas semanas en Reino Unido y ahora se repite la misma película en España. En la primera escena hay un crimen: el lunes, Mateo, un niño de 11 años, fue apuñalado hasta la muerte en Mocejón, un pequeño municipio de poco más de 5.000 habitantes en la región española de Toledo. Estaba jugando fútbol con sus amigos. Hace solo tres semanas, en Southport, al Noroeste de Inglaterra, tres niñas que asistían a una clase con temática de Taylor Swift también fueron asesinadas de la misma manera.
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Pasó hace solo unas semanas en Reino Unido y ahora se repite la misma película en España. En la primera escena hay un crimen: el lunes, Mateo, un niño de 11 años, fue apuñalado hasta la muerte en Mocejón, un pequeño municipio de poco más de 5.000 habitantes en la región española de Toledo. Estaba jugando fútbol con sus amigos. Hace solo tres semanas, en Southport, al Noroeste de Inglaterra, tres niñas que asistían a una clase con temática de Taylor Swift también fueron asesinadas de la misma manera.
La historia ya es devastadora de entrada: crímenes de niños mientras disfrutaban de actividades inocentes. Pero es la segunda escena la que termina de anidar una verdadera película de terror. Tras los asesinatos, alguien aprovecha la corta ventana de tiempo en la que las autoridades y detectives no tienen ninguna información clara sobre los ataques para sembrar el caos. En el caso de España fue Alvise Pérez, un eurodiputado del partido español de derecha Se Acabó La Fiesta.
No había ninguna información de quién había matado a Mateo ni por qué. Sin embargo, Pérez activó la bomba: compartió una foto del supuesto responsable del crimen e insinuó que se trataba de un hombre radicalizado que había llegado al país como migrante irregular. Algunos medios alternativos asociados a la extrema derecha, como el sitio HerQles, Revuelta y Plataforma 711, hicieron eco de la teoría. Todos estos nombres están vinculados con la Fundación Disenso, un “laboratorio de ideas” que actúa como el principal brazo propagandístico del partido Vox en España.
“El Hotel Pattaya de Mocejón, Toledo, localidad donde ha sido asesinado a puñaladas un niño de 11 años, está albergando en estos momentos cerca de 30 inmigrantes ilegales, según confirman fuentes cercanas al hotel”, señaló el medio HerQles, relacionando directamente el crimen con la migración en el municipio español.
Esto mismo había ocurrido en Reino Unido, donde, apenas unas horas después del asesinato de las niñas, decenas de personas vinculadas a la extrema derecha aprovecharon el vacío de información para señalar a un inmigrante irregular como responsable del crimen. Pero esto era —espóiler del desenlace de la tercera escena—, una mentira. En ambos casos, estas desinformaciones se difundieron rápidamente gracias a las redes sociales ya que son, de cierta manera, incontenibles.
A través de redes como X o Telegram, grupos de extrema derecha empezaron a convocar protestas en varias zonas de Reino Unido tras conocerse los detalles del supuesto asesino de las menores y exigiendo la expulsión de las personas migrantes. Un individuo en X escribió: “Tenemos que salir a la calle. Tenemos que tener un gran impacto en todo el país. Todas las ciudades tienen que actuar en todas partes”.
Como señala un informe especial de la BBC sobre el origen de estas desinformaciones, “no es posible identificar con exactitud quién inició los llamados a las protestas, pero hubo un patrón claro: múltiples personas influyentes dentro de diferentes círculos amplificaron afirmaciones falsas sobre la identidad del atacante”.
Joe Mulhall, jefe de investigación del grupo de investigación antirracismo Hope Not Hate, le dijo a la BBC que no hay una única fuerza impulsora en estos casos y ofreció un panorama muy difícil sobre la situación a la que nos enfrentamos: parece no haber nadie a quien responsabilizar por las mentiras que se difunden en línea.
“Esto refleja la naturaleza de la extrema derecha contemporánea. Hay un gran número de personas que participan en actividades en línea, pero no hay una estructura de membresía ni una insignia; ni siquiera hay líderes formalizados, sino que están dirigidos por personas influyentes en las redes sociales. Es como un banco de peces en lugar de una organización tradicional”, dijo Mulhall.
La tercera y última escena, luego de que el caos ya ha explotado en las calles, es cuando la audiencia finalmente llega a la revelación. En el caso de Southport, la Justicia de Reino Unido decidió revelar el nombre del autor del asesinato, algo que no tendría que haber hecho dado que el responsable era un menor de edad. Sin embargo, las autoridades se vieron en la obligación de hacerlo para contrarrestar la desinformación y tratar de contener la crisis. No era un migrante: era un joven de 17 años de origen galés. Sin embargo, ya era tarde para muchos.
En esta historia, en la de Mateo en España, y en otras que se han presentado en Francia, Países Bajos y otras naciones europeas, el final es el mismo: un aumento de la xenofobia y el racismo. No importa que las autoridades británicas difundan la información que tienen sobre el sospechoso o que el eurodiputado Alvise Pérez, en el caso de España, borre los mensajes porque se dio cuenta de su error —como lo hizo horas después—: el daño ya está hecho.
“Si difundes un bulo (mentira) y después cuentas que, efectivamente, es falso, ya da igual, ha calado entre la gente”, explicó Mariano Torcal, catedrático de Ciencias Políticas de la Pompeu Fabra y autor de De votantes a hooligans: la polarización política en España, al medio Público.
No es la primera vez que la película rueda y la trama y el objetivo son claros. La derecha ha sabido aprovechar los momentos críticos para verter un discurso de odio sobre la migración porque se sienten, en cierta medida, a salvo. La investigación que hizo la BBC sobre el caso de Southport ofrece el fondo del problema: no hay consecuencias y las nuevas reglas facilitan que la película se repita una y otra vez.
Stephen Christopher Lennon, un activista de derecha que se ha mostrado en contra de los migrantes, especialmente los musulmanes, es uno de los cofundadores del grupo extremista la Liga de Defensa Inglesa. Antes de que Elon Musk obtuviera el control de la red X, Lennon fue suspendido de la red social. Sin embargo, fue creando otras con pseudónimos como el de Tommy Robinson, continuando con su asedio hacia los migrantes en Internet.
Esto expone un primer problema: cualquiera puede crear una cuenta para difundir mentiras y atacar a otras personas. ¿Sería una solución que las compañías obligaran a los usuarios a presentar un documento de identificación para crear una cuenta en las redes sociales? Es algo que han planteado analistas de las condiciones de Internet desde hace varios años.
“Alguna forma de verificación de identidad en las redes sociales garantizaría que cada cuenta esté vinculada a un usuario registrado. Llámese licencia, permiso o lo que sea. Pero cada usuario debe registrarse con un nombre real, una dirección real, recibir un número de cuenta y tal vez un código secreto. Algo similar a la seguridad que rodea a las tarjetas de crédito en la actualidad. Sin ella, no se puede abrir una cuenta en Facebook, Twitter, Instagram o YouTube”, escribió Will Burns, un veterano de la industria de la publicidad y director de una agencia de marketing en la revista Forbes en 2018.
En el caso de Reino Unido, dos hombres fueron encarcelados por publicaciones en redes sociales que incitaron a la violencia de extrema derecha contra los migrantes tras el crimen en Southport. Uno de los condenados, Tyler Kay, escribió en X: “Todos los hombres y sus perros deberían estar destrozando el hotel Britannia”, refiriéndose al hotel donde eran albergados unos solicitantes de asilo. Había usado su nombre y una foto real para crear su perfil. Sin esos dos detalles, las autoridades no habrían podido capturarlo y judicializarlo. Pero exigir una identificación no es tan fácil y tampoco es tan efectivo.
“En ambientes de red abiertos, existen formas de autenticarse y esas formas son importantes para asegurar quiénes son las personas que transmiten información. Pero una dificultad en estos ambientes, como Twitter u otras redes, consiste principalmente que las personas usan el ser anónimos para participar de estos espacios”, explica el doctor en Periodismo y Comunicación Víctor García Perdomo, director del doctorado en Comunicación de la Universidad de la Sabana y experto en redes sociales y consumo de medios.
La anonimidad les permite a muchas personas, como los manifestantes de una movilización masiva, protegerse de la represión a la vez que participan del encuentro social y no son excluidos de este. Por eso, explica García Perdomo, la clave no está en exigir nuevas reglas para la autenticación, sino establecer reglas para compartir información en la red para que no se difundan historias que “contribuyen a generar un ambiente de criminalidad”, que es el problema mayor para García Perdomo.
“Cuando se difunde directamente odio o cuando se violan las normas de participación debe existir un tipo de regulación para que el anonimato no sea una excusa en la red para distribuir ideas fascistas. La tecnología avanza mucho más rápido que la regulación, por lo que hay un papel fundamental por parte de los desarrolladores tecnológicos y gobiernos para entender cómo en esos espacios en línea, que tienen repercusiones en el mundo real, las personas actúen de manera responsable”, dijo García Perdomo.
Acá está el otro problema de fondo: las nuevas reglas de Musk en X, por ejemplo, se han vuelto mucho más flexibles sobre los discursos de odio como los que difunde Lennon, haciendo que, entre otras cosas, el requerimiento de una identificación para crear una cuenta sea inútil para controlar las mentiras. ¿A qué se debe el cambio? García Perdomo vuelve a dar en el clavo.
“Las redes generaron mucha esperanza en las comunidades académicas porque se creía que iban a democratizar los espacios para debatir y expresarse libremente. Y se pensó que eso nos iba a fortalecer. Pero lo que hemos visto recientemente es que estas redes tienen una dificultad porque hacen mucho eco de la emocionalidad, terreno donde las personas se mueven rápidamente sobre causas que pueden no tener fundamentos racionales o verdaderos. Eso ha hecho que las redes no necesariamente contribuyan a mejorar el ambiente. Algunos autores proponen que gobiernos, universidades y la misma comunidad, pero principalmente las plataformas tecnológicas, trabajen en no darle tanto eco a estas ideas radicales y a los lenguajes de odio que no contribuyen al debate público”, dice el experto.
Sin embargo, en los últimos años no se ha visto voluntad de las redes por cambiar los algoritmos actuales que las sostienen. De hecho, Musk retiró las sanciones que había sobre personas que difundieron mentiras en el pasado, como el expresidente estadounidense Donald Trump. ¿Es un final triste para esta historia? No del todo. Por ahora, las autoridades judiciales de estas naciones, ante la ausencia de control por parte de las compañías dueñas de las redes sociales, se han puesto en su propia tarea de revisar qué pueden hacer, tanto en España, donde la Fiscalía revisa los alcances de las mentiras en el caso de Mateo, como en Reino Unido, donde ya hay condenados. Pero García Perdomo también destaca un aspecto para tener esperanza: no toda la ciudadanía se contagia del mensaje lleno de mentiras que se difunde en línea. Y, además, no se quedan quietos frente a estas estrategias.
“En Reino Unido, la desinformación circuló muy rápido. Pero lo más interesante de este fenómeno es la contraprotesta, que también se debe destacar. Los radicales de derecha se dieron cuenta que se pueden movilizar con la desinformación, pero la ciudadanía general también ha contestado a esto para hacer que las personas defiendan a las comunidades atacadas y la pluralidad política. Estas organizaciones de derechos humanos también se articularon para protestar contra los grupos radicales, y esto, junto a la reacción de la policía, logró mitigar las manifestaciones iniciales de la derecha”, concluyó.
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