La “rebelión en las granjas” de Países Bajos: ¿por qué importan las protestas?

Una nueva crisis está acaparando los titulares en los medios europeos y no habrá que esperar mucho para que se convierta en una discusión de máxima urgencia en todo el mundo. Se trata de la pelea entre los agricultores holandeses y el gobierno de los Países Bajos, la cual ya se está expandiendo por el vecindario. ¿Qué es lo que está pasando? El Espectador le explica.

Una nueva crisis está acaparando los titulares en los medios europeos y no habrá que esperar mucho para que se convierta en una discusión de máxima urgencia en todo el mundo. Se trata de la pelea entre los agricultores holandeses y el gobierno de los Países Bajos, la cual ya se está expandiendo por el vecindario. ¿Qué es lo que está pasando? El Espectador le explica.

🚜 ¿Desde cuándo protestan los agricultores holandeses y por qué lo hacen?

Las protestas masivas comenzaron el pasado 23 de junio y alcanzaron su punto máximo el 4 de julio, cuando se convocó a una manifestación a nivel nacional, aunque la historia lleva meses desarrollándose.

En pocas palabras, los agricultores holandeses protestan contra una nueva ley que busca reducir las emisiones de óxido de nitrógeno y amoníaco en un 50 %, con la que el gobierno busca cumplir con los objetivos verdes de la nación en 2030. Y esta es importante para la nación, pues Países Bajos enfrenta una crisis por la emisión de estos gases, conocida en neerlandés como stikstofcrisis.

💨¿De dónde salen estos gases y por qué son tan malos?

El amoníaco es producido por la orina, gases y las heces del ganado. La ganadería, cabe recordar, es responsable del 64 % de las emisiones de amoníaco, y del 35 % al 45 % de las emisiones de metano en todo el mundo, gases que acaban con los ecosistemas y contribuyen de manera desproporcionada al calentamiento global. Así que ya vemos para dónde va esto y por qué los agricultores y ganaderos están protestando.

Lo que propone la ley, de fondo, es algo muy bueno: salvar al planeta al recortar la emisión de estos gases. Lo que busca el gobierno de Países Bajos es que los agricultores opten por nuevos métodos de producción, como cambiar el alimento de sus animales por uno que contenga menos proteínas, lo que influye en la cantidad de gases emitidos, como una salida para reducir el problema.

“El 70 % de la huella de carbono de una granja depende de lo que esté alimentando a sus animales. Deberíamos usar nuestra mejor tierra para alimentar a las personas y no al ganado”, dice Ruud Zanders, dueño de una granja de pollos amable con el medio ambiente, consultado por The Financial Times.

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Las propuestas parten de alimentar a los animales con desperdicios y no con granos de alta calidad de tierras cultivables, pero también reducir el ganado. Sin embargo, los ganadores son reacios a las sugerencias de cómo llevar sus rebaños y, sobre todo, a los pedidos para reducir el número de cabezas de ganado. La ley dice que, si los agricultores no se ajustan a este plan verte, bautizado como una “transición inevitable”, tendrán que venderle sus negocios al gobierno. Es decir, serán expulsados de sus tierras.

Esta es la razón por la que protestan, algunas veces de manera violenta como ha quedado registrado. Han bloqueado vías y encendido hogueras con fardos de heno. De ahí a que se le haya catalogado como “la guerra del estiércol” en algunos medios. Los agricultores temen perder su negocio en medio de la lucha del gobierno por cumplir sus objetivos verdes para salvar al planeta. En su defensa, es entendible su enojo cuando deberán sacrificar el negocio al que se han dedicado todas sus vidas y muchas familias pueden quebrar. El gobierno lo reconoce también.

“El mensaje honesto es que no todos los agricultores podrán continuar con sus negocios”, dijo el gobierno del primer ministro, Mark Routte.

⏰ La pelea llega en un muy mal momento

En la última semana hemos visto la caída de dos líderes europeos, el asesinato de uno de los políticos más representativos de Japón en su modernidad y el colapso total de la economía de un país. Con todo esto, a veces olvidamos que estamos en medio de una guerra.

El conflicto entre Rusia y Ucrania, además de la tragedia que ha significado para el pueblo ucraniano, tiene serias implicaciones para todo el mundo, pues amenaza con crear una escasez de alimentos en Europa y es responsable en gran medida de la inflación que se está viendo en todos los continentes.

Si a la guerra le sumamos una crisis en el sector agrícola del segundo país con más exportaciones de alimentos en el mundo, el panorama no pinta nada bien para el futuro inmediato. Países Bajos, con su suelo fértil y sus avanzadas técnicas de agricultura, además de sus condiciones climáticas, se ha convertido en una pieza fundamental para la alimentación global. Se ha dicho que esta es la granja que alimenta a Europa. Esto sin resaltar que la agricultura representa una parte importante de la economía local –el 83 % de su PIB-.

El problema para el país es precisamente ese: las prácticas agrícolas intensivas que lo llevaron a esa posición en el mundo no son buenas para su ecosistema y tienen que comenzar a cambiar su modelo. Pero combatir el problema tiene sus consecuencias. A nivel local, si las granjas holandesas comienzan a desaparecer, la economía local podría entrar en un período de recesión significativo.

Por otro lado, si los agricultores reducen sus rebaños de ganado o entran en protesta por las medidas del gobierno, veremos un impacto inmediato en los países que se benefician de la agricultura holandesa, pues no habrá tanta producción de alimentos como antes. En consecuencia, habrá países europeos que podrían ver más personas con hambre.

Acá no termina lo malo: las protestas de granjeros holandeses derivaron en manifestaciones similares en Alemania, Dinamarca, Irlanda, Bélgica e Italia. Ha sido como una caja de Pandora. Estamos ante una “rebelión en la granja”, como lo denominaron en La Vanguardia. La queja es la misma: las granjas piden que no les agobien con una “burocracia verde” a la vez que se les exige que produzcan más alimentos para compensar las deficiencias que han dejado otros países que no han podido cumplir con sus exportaciones, como Ucrania.

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👨‍🌾 ¿Qué pasará ahora?

Toda esta situación nos sumerge en un gran dilema: sacrificar las políticas verdes para que los agricultores puedan continuar con su trabajo como lo vienen haciendo, causando un gran impacto al planeta, pero alimentando al continente, o continuar firmes con la agenda verde para reducir el veloz deterioro de los ecosistemas y el calentamiento global, que ya han demostrado cómo pueden afectar al mundo, a costa de que haya hambre en algunos países durante una buena temporada. Es un gran dilema que representa tanto victorias como sacrificios a la vez.

“Potencialmente, algunos aspectos del Green Deal pueden ser demasiada transformación demasiado rápido o, en algunos casos, también pueden conducir a una caída en la productividad que Europa y tal vez el mundo no pueden permitirse ahora”, dijo David Laborde, investigador principal de International Food Policy, un instituto de investigación en Washington, a Politico.

Otros, como el eurodiputado Thomas Waitz, dicen que “la solución no es apegarse al modelo agrícola actual, sino ayudar a nuestros agricultores a cambiar a la agricultura orgánica y métodos agrícolas sostenibles”.

Pero las declaraciones del comisario de Agricultura de la Unión Europea, Janusz Wojciechowski, no son una buena señal para los ecologistas. “Si la seguridad alimentaria está en peligro, entonces debemos revisar los objetivos y posiblemente corregirlos”, dijo, abriendo la posibilidad de que las estrategias ecológicas retrocedan ante la crisis alimentaria.

Esto ha generado el reclamo de personalidades como Frans Timmermans, jefe del Acuerdo Verde de la UE, quien dijo que no se debe pensar que ayudarán a la producción de alimentos cuando la hacen menos sostenible.

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