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Mientras la economía del Reino Unido no pasa por su mejor momento y las tensiones están altas entre la Unión Europea y Downing Street por el Protocolo de Irlanda, los conservadores eligieron a Liz Truss como el reemplazo de Boris Johnson, quien dio un paso al costado después de haber estado envuelto en varios escándalos, como el Partygate, la serie de fiestas que realizó durante el estricto confinamiento por la pandemia del coronavirus, y su indiferencia frente algunos de sus compañeros de partido que están vinculados con temas de acoso sexual.
Ella no se enfrenta a retos menores. Los británicos no solo están viviendo en medio de un crecimiento económico estancado, sino también con una de las tasas de inflación más altas entre los países ricos. Si bien este indicador alcanzó el 10,1 % en julio, consolidándose como la cifra más alta en 40 años, solo será hasta octubre que llegue a un nuevo máximo: 13 %, según las proyecciones. El Banco de Inglaterra ya predijo una recesión para finales de año, que permanecerá hasta principios de 2024, mientras los hogares están recibiendo facturas de energía por valores inquietantes. Por ejemplo, en un mes, los británicos podrían estar pagando 3.500 libras por año (US$4.256), tres veces la cantidad que desembolsaron en 2021.
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Según Gustavo Palomares, decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, en España, “la primera ministra se enfrenta a una situación igual de mala, o incluso peor, a la que vivió el Reino Unido con la crisis del petróleo de los años 70. Esto no es algo coyuntural, es una cuestión estructural en la que hay varios elementos fundamentales que coinciden para que el nuevo gobierno tenga que administrar una tormenta perfecta: por las consecuencias del Brexit y de la primera fase de la pandemia, entre 2018 y 2020, el PIB tuvo una contracción del 11 %. A eso hay que sumarle la crisis energética que está viviendo Europa, como consecuencia de la guerra en Ucrania, agravada para los británicos porque el margen de movimiento que puede tener la Unión Europea (con la utilización de los fondos europeos) no lo tienen ellos”.
Hay quienes dicen que la pandemia del covid-19 sirvió como cortina de humo para los efectos del Brexit, pero, mientras salen cifras específicas de dichas consecuencias, los números muestran cómo ha sufrido la economía británica en los últimos años, los cuales han estado atravesados, especialmente, por la separación del Reino Unido con la Unión Europea y por la pandemia. Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), entre el segundo cuarto de 2016 y el tercer cuarto de 2021, la economía del Reino Unido creció un 14,3 %, mientras que la de Alemania lo hizo en un 32,2 % y la de España en un 25,6 %. Además, las empresas extranjeras están dejando de invertir en él, pues así lo indica la disminución en el medidor de Inversión Directa Extranjera, que entre 2017 y 2018 cayó un 9,3 %, entre 2018 y 2019 un 16,3 % y, finalmente, entre 2020 y 2021 un 17 %. Así, las empresas están viendo con precaución la decisión voluntaria del Reino Unido de abandonar el bloque de países europeos, a la vez que siguen saliendo de allí para reubicar sus sedes dentro del territorio del mercado único.
Teniendo una hija que vive allí, Palomares afirma que las sensaciones que predominan entre los británicos son el desánimo y una separación total con respecto a la política. “Si ya en el resto de Europa la democracia vive una crisis galopante, allá el enfado es mayor, pues se está pasando del niño mimado de los Tory, que es Johnson, recordando cómo propició la caída de Theresa May, cómo negoció erráticamente el Brexit, cómo fue capaz de crear una frontera que separa a Irlanda del Norte del resto de Gran Bretaña, cómo disolvió el Parlamento y cómo llegó tarde a la prevención del covid, más los demás escándalos en los que se vio envuelto, a su protegida, Truss. Esto se ve con ojos de desesperanza. No existe ninguna credibilidad del gobierno que se va y del que lo reemplaza”.
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Muestra de ello es la fuerte agitación social, pues basta con recordar que en agosto los empleados de transportes, correos y puertos se manifestaron por la alta inflación y el poco aumento en los salarios, atendiendo el llamado de sus sindicatos. Y es que Palomares cree que se vienen tres meses duros, pues los funcionarios públicos, gran parte del comercio y el transporte, entre otros sectores más, ya han anunciado huelgas. “El mayor enfermo en toda Europa es el Reino Unido. Su margen de movimiento es la soledad absoluta, al perder, con el Brexit, la red de protección y apoyo que supone la Unión Europea. Por ejemplo, España y Alemania están gestionando con Francia una alternativa en el tránsito del gas ruso. Sin embargo, para el Reino Unido no existe un plan B”, afirmó.
Pero además de la economía, la nueva primera ministra se enfrenta a una cuestión importante: las tensiones con Bruselas por cuenta del Protocolo de Irlanda. Mientras que la Unión Europea está a la espera de una respuesta ante los procedimientos legales iniciados en contra del Reino Unido por no implementar controles fronterizos adecuados en el mar de Irlanda, teniendo como fecha límite el 15 de septiembre, a Truss se le ha aconsejado invocar el artículo 16, que le permite a cualquiera de las partes firmantes tomar medidas unilaterales si se cree que el Protocolo está causando “dificultades económicas, sociales o ambientales graves que probablemente persistirían”.
Aunque Palomares considera que violar el Protocolo de Irlanda equivaldría a “un suicidio político”, pues no solo podría provocar el aislamiento, sino una guerra comercial que afectaría la relación con otras economías, como la de Estados Unidos o la de varios países dentro de la Commonwealth, lo cierto es que Truss se ha caracterizado por mostrar una actitud de antipatía frente a lo pactado, exacerbada luego de que se les dijera a los productores británicos de acero que tendrían que pagar un arancel del 25 % para vender algunos productos de construcción en Irlanda del Norte. “No creo que ella sea capaz, a pesar de ese tono radical de incumplir el Protocolo, de sacar al Reino Unido de allí. Si la situación económica ya es de por sí compleja, no creo que la agrave más con una guerra abierta con el único socio que tiene, aunque sea distante. Sin embargo, en la política todo puede pasar”.
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