¿La venganza de los “cerdos”? El recorte sobre el gas que dividió a Europa
Los papeles han cambiado respecto a la crisis económica de 2008: ahora son los países del sur de Europa los que están en una posición de poder y son los llamados a socorrer al norte. Este martes buscarán pactar un acuerdo clave, pero eso no quita que las divisiones en la Unión Europea son muy notorias.
Este martes será una jornada decisiva para la Unión Europea: los ministros de Energía de los Estados miembros se reunirán en Bruselas para debatir una controvertida propuesta presentada por la Comisión Europea la semana pasada, la cual consiste en que todos recorten el consumo de gas en un 15 % hasta la primavera de 2023 de manera obligatoria. Esta ha sido la oferta del Ejecutivo de la comunidad para enfrentar la crisis que ha desencadenado el desabastecimiento por la guerra en Ucrania, ahorrar unos 45.000 millones de metros cúbicos de gas entre agosto y marzo del otro año, y así evitar que los hogares europeos se congelen en el próximo invierno. En primer lugar, ¿qué significaría esta propuesta para la ciudadanía?
La propuesta exige varios cambios de hábitos inmediatos, como duchas más cortas, apagar los electrodomésticos, bajar el aire acondicionado y buscar fuentes de calor alternativas e inteligentes, por ejemplo. Todo esto ha generado un gran enojo en el sur del continente, pero no por la alteración a las prácticas del día a día, sino por el rencor que persiste en los países del sur por las direcciones que se han adoptado en la comunidad en un pasado no muy lejano. En el sur consideran que la UE siempre toma medidas para favorecer al norte en detrimento de su bienestar, y este parecería ser uno de esos casos en los que una medida se ajusta a las necesidades e intereses del norte.
La pregunta que se hacen en el sur es simple: ¿por qué todos los países tendrían que adoptar el mismo tamaño de recorte cuando las situaciones en cada país son tan distintas? España, que lideró los reclamos a la propuesta, apenas si tiene una dependencia del gas ruso en comparación con Alemania, altamente dependiente y, por lo tanto, con una crisis mucho más grande y notoria. Además, Madrid ha hecho un mejor trabajo en su transición energética impulsando las energías renovables e invirtiendo en seis regasificadoras. En otras palabras, supo diversificar sus fuentes de energía.
¿Por qué deberían los españoles recortar el consumo de gas en la misma medida que lo hacen los alemanes, cuando no tienen el mismo problema? Quienes defienden el “recorte para todos” son los mayores consumidores de gas y quienes menos producen energías renovables, argumentan los países del sur que, además, dicen no haber sido consultados sobre la propuesta.
“Defendemos los valores europeos, pero no nos pueden exigir un sacrificio sobre el que ni siquiera nos han pedido opinión previa. A diferencia de otros países, los españoles no hemos vivido por encima de nuestras posibilidades desde el punto de vista energético”, señaló la ministra de Transición Ecológica de España, Teresa Ribera, en una clara pulla al gobierno alemán que apostó a fondo por el gas ruso y se hizo tan dependiente que ahora se ve en grandes aprietos.
La posición de España fue compartida por otros países que creen que la política es indiscriminada: Portugal, que tiene el doble de producción de energías renovables comparado con Países Bajos, por ejemplo; Grecia, que rogó por solidaridad financiera durante la crisis con su deuda en 2015, e Italia, que no puede darse el lujo de un recorte tan grande en este momento. Juntos conforman un grupo que fue catalogado por los países ricos del norte de Europa como los “PIGS (cerdos)” tras la crisis de 2008.
El nombre de PIGS vino por las iniciales de Portugal, Italia, Grecia y España en inglés; eran los países con las economías más afectadas por la crisis y a los que se les han exigido más cambios como recortes en sanidad, educación y reformas laborales y pensionales para poder recibir las ayudas del norte. En plena crisis financiera de 2008, cabe recordar que los países del sur sufrieron ataques como el del ministro de Finanzas holandés, Jeroen Dijsselboem, quien dijo que los países del sur derrochaban el dinero.
“Los países del sur no pueden gastar en alcohol y mujeres, y después pedir ayuda”, afirmó en su momento.Eran tiempos en los que la “solidaridad europea” era una pintura diferente a la de hoy, cuando el norte tenía la sartén por el mango. Es por eso que las palabras de Ribera, recriminando a Alemania sin citarlo, fueron tan replicadas y aplaudidas por un sector que no ha superado las humillaciones que sufrió el sur una década atrás por parte de los llamados países frugales, el grupo de naciones ricas del norte conformado por Países Bajos, Austria, Dinamarca y Suecia. Que estos países estén convocando a una “solidaridad europea” ahora es algo que no se toma bien en el sur.
“Son unas declaraciones fantásticas (las de Ribera). Es lo que se merece Alemania. Nos han humillado bárbaramente en 2008 y 2010, nos llamaron PIGS. ¿Quiénes son ahora los PIGS energéticos? Nosotros teníamos una letra, todas ahora son de Alemania”, dijo el economista español Gonzalo Bernardos en entrevista con La Sexta. “Así que tenemos que pagar por tus errores del pasado. Ahora recuérdame lo que dijiste sobre la deuda en el pasado”, refirió un diplomático de la UE, según The Guardian.
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Las palabras de Bernardos recogen lo que piensan muchos españoles: que lo que expresó la ministra Ribera está bien, que el norte merece “pasar frío” una temporada. “¿Quién lo iba a decir? Los países frugales pidiendo solidaridad de los vecinos informales del sur”, se lee en Voz Populi. Después de todo, fue el norte el que no diversificó su energía y se hizo preso de Rusia a cambio de sus tarifas baratas. Los ciudadanos de los PIGS pagaron por años la diversificación de las fuentes de energía y ahora, gracias a ello, pueden gozar de una mejor posición. La propuesta de regulación del gas deberá ser respaldada por 15 Estados miembros, por lo que se necesita que los PIGS acepten los términos del acuerdo.
Hay quienes lucen felices con esto, pero esta postura, además de demostrar un revanchismo nocivo que abre grietas en la UE, puede conducir a un gran error: exhibe una “desunión” frente al causante de todo el problema, el presidente ruso, Vladimir Putin, en un muy mal momento. El lunes, Rusia decidió cortar el flujo de gas por el gasoducto Nord Stream intimidando a la UE de cara al otoño. Mostrarse divididos en Europa favorece los intereses de Rusia y fortalece a Putin, quien sabe que su herramienta de chantaje tiene los días contados, en la medida de que la UE diversifique sus fuentes de energía.
La solución al meollo de la crisis energética parece ser una reformulación del acuerdo: que se les permita a los países solicitar excepciones a la medida de recorte obligatoria citando una variedad de razones, como su posición frente al consumo de gas. Así, España y compañía podrían tener un recorte diferente, además de volverse una fuente de suministro adicional para Europa, aprovechando su capacidad de regasificación para redirigir el gas hacia otros países. ¿Aceptarán los países frugales un acuerdo formulado por el sur? Este cambio se ha discutido en los últimos días y, según le confirmaron fuentes de la UE a Politico, todo parece indicar que el acuerdo se sellaría con un nuevo lenguaje este martes. Los PIGS podrían haber conseguido lo que querían y tendrían su revancha.
Por una vez Alemania, que paga sus errores geopolíticos del pasado, y las naciones ricas que comparten su estricta política fiscal, no se saldrán con la suya. El sur tuvo por una vez la sartén por el mango. Pero lo que deja toda la polémica sobre este acuerdo es que, una década después de la crisis, la UE parece continuar identificándose en dos y no en una: los frugales y los PIGS, el norte y el sur, ricos y pobres. Cuando se pide solidaridad comunitaria, es cuando más es notoria la desigualdad y la división en Europa. La crisis podrá superarse, pero de fondo queda un sabor agridulce en el continente. Si algo comparten los países de la UE es el disgusto por el artículo 4 del Derecho comunitario, que contiene las competencias sobre la obligatoriedad de las decisiones que toma el Consejo. Reformular este poder será el siguiente debate.
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Este martes será una jornada decisiva para la Unión Europea: los ministros de Energía de los Estados miembros se reunirán en Bruselas para debatir una controvertida propuesta presentada por la Comisión Europea la semana pasada, la cual consiste en que todos recorten el consumo de gas en un 15 % hasta la primavera de 2023 de manera obligatoria. Esta ha sido la oferta del Ejecutivo de la comunidad para enfrentar la crisis que ha desencadenado el desabastecimiento por la guerra en Ucrania, ahorrar unos 45.000 millones de metros cúbicos de gas entre agosto y marzo del otro año, y así evitar que los hogares europeos se congelen en el próximo invierno. En primer lugar, ¿qué significaría esta propuesta para la ciudadanía?
La propuesta exige varios cambios de hábitos inmediatos, como duchas más cortas, apagar los electrodomésticos, bajar el aire acondicionado y buscar fuentes de calor alternativas e inteligentes, por ejemplo. Todo esto ha generado un gran enojo en el sur del continente, pero no por la alteración a las prácticas del día a día, sino por el rencor que persiste en los países del sur por las direcciones que se han adoptado en la comunidad en un pasado no muy lejano. En el sur consideran que la UE siempre toma medidas para favorecer al norte en detrimento de su bienestar, y este parecería ser uno de esos casos en los que una medida se ajusta a las necesidades e intereses del norte.
La pregunta que se hacen en el sur es simple: ¿por qué todos los países tendrían que adoptar el mismo tamaño de recorte cuando las situaciones en cada país son tan distintas? España, que lideró los reclamos a la propuesta, apenas si tiene una dependencia del gas ruso en comparación con Alemania, altamente dependiente y, por lo tanto, con una crisis mucho más grande y notoria. Además, Madrid ha hecho un mejor trabajo en su transición energética impulsando las energías renovables e invirtiendo en seis regasificadoras. En otras palabras, supo diversificar sus fuentes de energía.
¿Por qué deberían los españoles recortar el consumo de gas en la misma medida que lo hacen los alemanes, cuando no tienen el mismo problema? Quienes defienden el “recorte para todos” son los mayores consumidores de gas y quienes menos producen energías renovables, argumentan los países del sur que, además, dicen no haber sido consultados sobre la propuesta.
“Defendemos los valores europeos, pero no nos pueden exigir un sacrificio sobre el que ni siquiera nos han pedido opinión previa. A diferencia de otros países, los españoles no hemos vivido por encima de nuestras posibilidades desde el punto de vista energético”, señaló la ministra de Transición Ecológica de España, Teresa Ribera, en una clara pulla al gobierno alemán que apostó a fondo por el gas ruso y se hizo tan dependiente que ahora se ve en grandes aprietos.
La posición de España fue compartida por otros países que creen que la política es indiscriminada: Portugal, que tiene el doble de producción de energías renovables comparado con Países Bajos, por ejemplo; Grecia, que rogó por solidaridad financiera durante la crisis con su deuda en 2015, e Italia, que no puede darse el lujo de un recorte tan grande en este momento. Juntos conforman un grupo que fue catalogado por los países ricos del norte de Europa como los “PIGS (cerdos)” tras la crisis de 2008.
El nombre de PIGS vino por las iniciales de Portugal, Italia, Grecia y España en inglés; eran los países con las economías más afectadas por la crisis y a los que se les han exigido más cambios como recortes en sanidad, educación y reformas laborales y pensionales para poder recibir las ayudas del norte. En plena crisis financiera de 2008, cabe recordar que los países del sur sufrieron ataques como el del ministro de Finanzas holandés, Jeroen Dijsselboem, quien dijo que los países del sur derrochaban el dinero.
“Los países del sur no pueden gastar en alcohol y mujeres, y después pedir ayuda”, afirmó en su momento.Eran tiempos en los que la “solidaridad europea” era una pintura diferente a la de hoy, cuando el norte tenía la sartén por el mango. Es por eso que las palabras de Ribera, recriminando a Alemania sin citarlo, fueron tan replicadas y aplaudidas por un sector que no ha superado las humillaciones que sufrió el sur una década atrás por parte de los llamados países frugales, el grupo de naciones ricas del norte conformado por Países Bajos, Austria, Dinamarca y Suecia. Que estos países estén convocando a una “solidaridad europea” ahora es algo que no se toma bien en el sur.
“Son unas declaraciones fantásticas (las de Ribera). Es lo que se merece Alemania. Nos han humillado bárbaramente en 2008 y 2010, nos llamaron PIGS. ¿Quiénes son ahora los PIGS energéticos? Nosotros teníamos una letra, todas ahora son de Alemania”, dijo el economista español Gonzalo Bernardos en entrevista con La Sexta. “Así que tenemos que pagar por tus errores del pasado. Ahora recuérdame lo que dijiste sobre la deuda en el pasado”, refirió un diplomático de la UE, según The Guardian.
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Las palabras de Bernardos recogen lo que piensan muchos españoles: que lo que expresó la ministra Ribera está bien, que el norte merece “pasar frío” una temporada. “¿Quién lo iba a decir? Los países frugales pidiendo solidaridad de los vecinos informales del sur”, se lee en Voz Populi. Después de todo, fue el norte el que no diversificó su energía y se hizo preso de Rusia a cambio de sus tarifas baratas. Los ciudadanos de los PIGS pagaron por años la diversificación de las fuentes de energía y ahora, gracias a ello, pueden gozar de una mejor posición. La propuesta de regulación del gas deberá ser respaldada por 15 Estados miembros, por lo que se necesita que los PIGS acepten los términos del acuerdo.
Hay quienes lucen felices con esto, pero esta postura, además de demostrar un revanchismo nocivo que abre grietas en la UE, puede conducir a un gran error: exhibe una “desunión” frente al causante de todo el problema, el presidente ruso, Vladimir Putin, en un muy mal momento. El lunes, Rusia decidió cortar el flujo de gas por el gasoducto Nord Stream intimidando a la UE de cara al otoño. Mostrarse divididos en Europa favorece los intereses de Rusia y fortalece a Putin, quien sabe que su herramienta de chantaje tiene los días contados, en la medida de que la UE diversifique sus fuentes de energía.
La solución al meollo de la crisis energética parece ser una reformulación del acuerdo: que se les permita a los países solicitar excepciones a la medida de recorte obligatoria citando una variedad de razones, como su posición frente al consumo de gas. Así, España y compañía podrían tener un recorte diferente, además de volverse una fuente de suministro adicional para Europa, aprovechando su capacidad de regasificación para redirigir el gas hacia otros países. ¿Aceptarán los países frugales un acuerdo formulado por el sur? Este cambio se ha discutido en los últimos días y, según le confirmaron fuentes de la UE a Politico, todo parece indicar que el acuerdo se sellaría con un nuevo lenguaje este martes. Los PIGS podrían haber conseguido lo que querían y tendrían su revancha.
Por una vez Alemania, que paga sus errores geopolíticos del pasado, y las naciones ricas que comparten su estricta política fiscal, no se saldrán con la suya. El sur tuvo por una vez la sartén por el mango. Pero lo que deja toda la polémica sobre este acuerdo es que, una década después de la crisis, la UE parece continuar identificándose en dos y no en una: los frugales y los PIGS, el norte y el sur, ricos y pobres. Cuando se pide solidaridad comunitaria, es cuando más es notoria la desigualdad y la división en Europa. La crisis podrá superarse, pero de fondo queda un sabor agridulce en el continente. Si algo comparten los países de la UE es el disgusto por el artículo 4 del Derecho comunitario, que contiene las competencias sobre la obligatoriedad de las decisiones que toma el Consejo. Reformular este poder será el siguiente debate.
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