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Se aproxima el aniversario número 35 de la caída del Muro de Berlín en momentos de disensos entre el oeste y el este de Alemania que se refleja en los éxitos electorales de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) y la populista de izquierdas Alianza Sarah Wagenknech (BSW), que sacan partido de la persistente brecha socioeconómica y de las diferencias de mentalidad entre las dos partes del país.
Los dos partidos cuestionan parte del consenso que ha guiado la política alemana durante décadas. Pero al margen de las diferencias que marcan sus respectivas políticas, hay algo que los aproxima: el rechazo al envío de armas a Ucrania y a las sanciones contra Rusia, y su capacidad de aprovecharse del descontento popular en el este.
El 35° aniversario llega con el añadido de la incertidumbre política que genera la ruptura, ayer miércoles 6 de noviembre, de la coalición de Gobierno formada por socialdemócratas, verdes y liberales.
El sacudón llega en el peor momento para la primera economía europea, inmersa en una grave crisis industrial y preocupada por las repercusiones que el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca tendrán en su comercio y su seguridad.
La derrota del movimiento ciudadano
La caída del Muro en 1989 fue el máximo triunfo del movimiento ciudadano en la RDA y a la vez fue el momento en que éste empezó a perder importancia y en el que el Gobierno de Alemania Occidental, encabezado por el canciller Helmut Kohl, tomó en sus manos el proceso que llevaría a la reunificación.
“Los dos hechos tuvieron actores distintos. La caída del Muro fue impulsada por el movimiento ciudadano en la RDA a partir del verano y el otoño de 1989″, dijo el historiador Arne Bauerkämper, profesor emérito de la Universidad Libre de Berlín.
Aunque la caída del Muro fue clave en el proceso que llevó a la reunificación los actores que lo habían impulsado perdieron posteriormente fuerza.
Un momento clave fueron las elecciones del 18 de marzo de 1990, las únicas libres en la historia de la RDA, en la que la coalición que representaba el movimiento ciudadano alcanzó apenas el 3 %.
“Muchos ven ese resultado como algo injusto para aquellos que corrieron muchos riesgos en 1989 y habían desatado una dinámica que había llevado a la caída del Muro”, dijo Bauerkämper.
Los comicios estaban marcados por una cuestión fundamental que era cómo debía ser el camino hacia la reunificación.
Algunos, como los representantes del movimiento ciudadano, eran partidarios de que la RDA hiciera en una serie de reformas para posteriormente entrar en negociaciones para una reunificación de relativa igualdad con la República Federal de Alemania.
Del otro lado estaban los partidarios de una reunificación rápida que terminaron ganando las elecciones con la Alianza para Alemana al frente de la cual estaba la Unión Cristianodemócrata (CDU), presidida por Lothar De Maiziére, que sería el último primer ministro de la RDA.
En su programa estaba, entre otros puntos, la introducción inmediata del marco occidental en el este.
El historiador Sascha-Ilko Kowalczuk recuerda en un artículo reciente titulado “De la revolución a la reunificación pasando por la caída del Muro” que la entonces primera ministra británica, Margaret Thatcher, felicitó a Kohl por la victoria de De Maiziére, lo que “daba en el clavo”.
A partir del triunfo de De Maiziére el camino hacia la reunificación fue vertiginoso, pero el proceso, que entre mayo y noviembre de 1989 se había dado en la calle, había pasado a los despachos.
El resultado final fue la disolución de la RDA, cuyos territorios terminaron por asumir el orden jurídico y el sistema económico de occidente, casi sin margen de negociación posible.
“El precio de no haber intentado entonces algo común y en igualdad de condiciones, es decir, una verdadera reunificación, se está pagando ahora y con riesgo para la democracia”, dice el ensayista Dirk Oschmann en su libro “El este: una invención del oeste alemán”.
La sensación de una reunificación impuesta
La euforia del 9 de noviembre de 1989, cuando cayó el Muro, dio paso meses más tarde a las primeras decepciones cuando, tras la introducción del marco occidental en junio de 1990 las empresas del este de Alemania perdieron competitividad, lo que llevó a un aumento del paro.
Aunque la situación material ha mejorado continuamente desde 1990 las diferencias entre las dos partes de Alemania, y el hecho de que los alemanes del este tengan poca presencia en cargos de responsabilidad ha llevado a una especie de cultura de protesta.
En algunas manifestaciones de AfD se escucha incluso el lema de “Wir sind das Volk” (Nosotros somos el pueblo) que fue el lema de la revolución pacífica en la RDA.
“En septiembre de 2022 se constató que la confianza en la democracia en el este de Alemania había caído al 39 % mientras que en el oeste era del 59 %, una horrible diferencia de 20 puntos que casi igual a la horrible diferencia en los salarios que es del 22,5 %”, escribe Oschmann.
Es ese descontento del que se aprovechan en el este germano AfD y BSW para atraer votos con mensajes populistas de derecha y de izquierda que les hacen ganar ya elecciones regionales en el primer caso y a desempeñar un papel clave en la formación de gobiernos en estados federados como Turingia y Brandeburgo en el segundo.
Voto crucial en enero
Con el estallido del frágil gobierno de coalición del socialdemócrata, Olaf Scholz, anunció que el 15 de enero pedirá a los diputados que se pronuncien sobre la necesidad de convocar elecciones anticipadas.
Esta crisis es el desenlace de meses de disputas entre los tres partidos del gobierno sobre la política económica a seguir, acentuadas durante la preparación del presupuesto de 2025 que debe cerrarse en noviembre.
Si los diputados del Bundestag quieren que las elecciones legislativas se celebran antes de la fecha prevista, septiembre de 2025, se podrían organizar “como muy tarde a finales de marzo”, indicó Scholz.
Para su ministro de Economía y Clima, el ecologista Robert Habeck, no hay dudas: su partido defenderá la necesidad de “elecciones anticipadas”.
El divorcio entre Scholz y Lindner se hizo todavía más evidente en la jornada del miércoles. El jefe de gobierno acusó a su ministro de “traicionar a menudo su confianza” y denunció un comportamiento “egoísta”.
El ya exministro, adalid de la austeridad presupuestaria, le respondió de inmediato y le reprochó haber arrastrado al país “a una fase de incertidumbre” con esta “ruptura calculada de la coalición”.
“No es un buen día para Alemania, ni para Europa”, lamentó la ministra de Relaciones Exteriores, Annalena Baerbock, otra figura del partido ecologista.
La crisis estalla en la víspera de una cumbre de la Unión Europea en Budapest, la capital de Hungría, donde el dirigente alemán deberá tranquilizar a sus socios y al presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, dado que Berlín es el segundo apoyo militar de Kiev.
Las rupturas de las coaliciones de gobierno no son habituales en Alemania. De hecho, Scholz quería mantener la suya hasta las próximas legislativas programadas para el 28 de septiembre de 2025.
Pero las disputas políticas sobre la economía y la inmigración y los enfrentamientos personales han minado desde hace meses su equipo de gobierno.
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