Los claroscuros de las palabras de Vladimir Putin ante el Congreso de Rusia
En el discurso que la cabeza del Kremlin dio ante el Parlamento se escucharon varias afirmaciones que no solo generaron preocupación en distintos sectores, sino que abrieron el espacio para poner en contexto sus palabras, de cara a los más recientes sucesos en medio de la guerra de Ucrania.
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Vladimir Putin no se dirigía al Congreso ruso desde abril de 2021, y recientemente lo hizo en el marco de la guerra en Ucrania, que está próxima a cumplir un año. Su intervención dejó varias preocupaciones, entre ellas, que Moscú detendrá su participación en el tratado de armas nucleares New Start. Este anuncio, por sí solo, prendió las alarmas en varios sectores: el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, dijo que “más armas nucleares y menos control de armas hacen que el mundo sea más peligroso”. Por su parte, el jefe de política exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, comentó que la decisión del Kremlin de abandonar el tratado es “otra prueba de que lo que Rusia está haciendo es demoler el sistema de seguridad que se construyó al final de la Guerra Fría”. Ahora bien, su discurso también dejó varias inquietudes con respecto a algunas de las afirmaciones que dio.
Las causas de la guerra entre Moscú y Kiev (de lado y lado)
“No teníamos ninguna duda”, dijo Putin, de que en febrero de 2022 “todo estaba preparado” para una acción punitiva de Kiev en el Dombás. “Todo esto estaba completamente en contra de los documentos aceptados por el Consejo de Seguridad de la ONU (...). Me gustaría repetir: ellos comenzaron la guerra y usamos la fuerza para detenerla”.
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Es cierto que, en días previos a la invasión rusa de Ucrania, el 24 de febrero de 2022, las tensiones estaban altas entre el Gobierno ucraniano y los separatistas prorrusos, respaldados por Moscú en la región este del país, donde ya se vive un conflicto de años. Sin embargo, los ánimos empezaron a recrudecerse en los días anteriores a la incursión rusa en territorio ucraniano, cuando se hablaba de la posibilidad de una operación de bandera falsa, es decir, un ataque orquestado por el Kremlin para usarlo como excusa para una acción militar en las regiones de Donetsk y Lugansk. Eso lo advirtieron Stoltenberg, desde la OTAN, y el presidente estadounidense, Joe Biden. Para entonces, el conflicto en el Dombás había dejado unos 14.000 muertos, según la ONU, y los acuerdos del alto al fuego se habían violado en reiteradas ocasiones, algo que parecía ser una práctica constante en el terreno.
En ese contexto, se llevaron a cabo varios intentos diplomáticos para mediar el conflicto: Biden habló con Vladimir Putin y Volodímir Zelenski; Olaf Scholz, canciller alemán, visitó Kiev y Moscú, y Francia insistió en remitirse al Acuerdo de Minsk. Sin embargo, aunque la diplomacia fue considerada como herramienta clave hasta el último momento, parecía no haber entendimiento entre las partes en disputa.
Por ejemplo, en el artículo “La diplomacia, ¿la única salida para evitar una guerra por Ucrania?”, a propósito de la propuesta francesa, el internacionalista Jesús Agreda Rudenko le comentó a El Espectador que el problema estaba en que las visiones rusas y ucranianas sobre el Acuerdo de Minsk son excluyentes. “Por un lado, Ucrania dice que puede haber una negociación, siempre y cuando el país recupere el control territorial. Es decir, el diálogo es posible, pero la condición es que el Estado ucraniano retome el control sobre sus fronteras, sobre todo en la parte oriental. Por el lado ruso y de los rusoparlantes, aunque el diálogo es una posibilidad, el primer paso es garantizar la autonomía de las regiones prorrusas, pensando incluso en una organización federal”.
Más aún, las razones detrás de la guerra parecen ir de extremo a extremo, donde hay división y no hay concesiones. La postura común en Occidente, impulsada especialmente por Estados Unidos, es que Rusia es y siempre ha sido un estado expansionista, por lo que Putin busca reconstruir el imperio que alguna vez su país fue. En contraposición, Moscú considera que sus preocupaciones alrededor de la seguridad son legítimas y que la expansión de la OTAN hacia el este se ha dado como una acción en contra suya.
De hecho, según se lee en el artículo “Ukraine war follows decades of warnings that NATO expansion into Eastern Europe could provoke Russia”, publicado en “The Conversation” el 28 de febrero de 2022, algo de eso ha hecho eco entre los asesores de la Casa Blanca. Por ejemplo, William J. Burns, director de la CIA, advirtió sobre el efecto provocador de la expansión de la OTAN en Rusia desde 1995. Por ese entonces, como oficial político en la Embajada de Estados Unidos en Moscú, informó a Washington que “la hostilidad frente a la expansión temprana de la OTAN se siente casi universalmente en todo el espectro político de aquí”. Es decir, en la guerra no hay blanco o negro, hay varios grises que llevaron a la situación que se vive hoy.
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Las sanciones en contra de Rusia: ni tan fuertes como para acabar su economía, ni tan inofensivas como para subestimarlas
Putin, en la intervención que duró más de una hora, agregó que Occidente ha comenzado “no solo una agresión militar e informativa, sino económica” en contra de Rusia. “No han logrado el éxito en ninguna de estas áreas. Los iniciadores de las sanciones se están castigando a sí mismos. Provocaron un aumento de los precios en sus propios países, el cierre de fábricas y el colapso del sector energético, y les están diciendo a sus ciudadanos que los rusos son los culpables”. Sí, Andrei Movchan, un economista nacido en Rusia, pero que vive en Londres, le dijo a “Kiev Independent” que las sanciones no son una “catástrofe” para la economía rusa. “Rusia es autosuficiente en términos de recursos”.
En el medio ucraniano se lee que las sanciones interpuestas en contra de Rusia afectan la industria del petróleo y el gas. Según Mikhail Krutikhin, analista de petróleo y gas nacido en Rusia y radicado en Suecia, se espera que la producción de petróleo ruso se reduzca a la mitad en 2023, mientras que se espera que los ingresos presupuestarios caigan un 30 %. Aun así, en palabras del filósofo político Sergei Sazonov, las sanciones económicas no afectarían la capacidad de Moscú para hacer la guerra. Agregó que “la idea de que es posible derrotar económicamente a Rusia es un callejón sin salida. Rusia tiene todos los recursos básicos dentro del país: alimentos, combustible y municiones”. Más allá de ello, agregó que Moscú no gastaría menos en la guerra, incluso si sus ingresos cayeran drásticamente. En cambio, dijo que reorientará sus recursos, obligando a que caigan los niveles de vida.
Ahora bien, es innegable que las sanciones en contra de Rusia, específicamente las relacionadas con el gas, también han afectado a los aliados de Ucrania. Sarah Brown, analista senior de energía y clima en el think tank Ember, le comentó a la Agencia Anadolu que “la guerra exacerbó la crisis energética que se había estado desarrollando desde mediados de 2021, cuando Rusia comenzó a reducir los flujos de gas hacia Europa”.
De hecho, según datos de la Red Europea de Operadores de Sistemas de Transmisión de Electricidad (ENTSO-E), el precio máximo de la electricidad en la Unión Europea se situó en un promedio de 78 € (US$94) por megavatio-hora en junio de 2021, con el más bajo en 45,8 € por megavatio-hora. Paralelamente al aumento de los precios del gas natural, el precio máximo de la electricidad en la Unión Europea alcanzó un promedio de 211,7 € por megavatio-hora en febrero del año pasado, alcanzando el nivel más alto en agosto, con 543,5 € por megavatio-hora.
Frente a ello, la energía eólica y solar tuvieron el mayor crecimiento en la generación de electricidad de la Unión Europea, frente al 19,1 % del año anterior, y superaron al gas por primera vez, con una cuota del 22,3 %. En ese sentido, Brown agregó ante la agencia turca de noticias que “la guerra y la crisis energética han actuado como catalizadores para el despliegue acelerado de energía eólica y solar en la Unión Europea y el Reino Unido. También vimos solidaridad a medida que los países se esforzaban por reducir el consumo de gas y, por lo tanto, la dependencia de las importaciones rusas (...). Se debe hacer todo lo posible para permitir el crecimiento eólico y solar que se requiere con urgencia para reducir permanentemente las facturas de electricidad y lograr la seguridad e independencia energética”.
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La “degradación de Occidente”, según Putin
En su discurso ante el Legislativo, Putin también acusó a Occidente de intentar desestabilizar la vida familiar en Rusia. “Está bien. Son adultos. Tienen derecho a vivir sus vidas. Siempre somos muy tolerantes con esto en Rusia”. Sin embargo, comentó que las Escrituras dicen que el matrimonio es entre un hombre y una mujer, juzgó el reconocimiento del matrimonio homosexual y arremetió contra la Iglesia anglicana.
En lo que respecta a la población LGBTI en Rusia, en varias ocasiones se ha advertido de la persecución y el hostigamiento de las autoridades en su contra. Solo el año pasado, el Parlamento aprobó la expansión de la ley que prohíbe promover la “propaganda LGBT” para no solo aplicarla con respecto a los niños, como se venía haciendo en un principio, sino también en las demás edades. Así, bajo la nueva disposición, cualquier evento o acto considerado como un intento de promover la homosexualidad —incluso en internet, en películas, libros, publicidad o en público— podría incurrir en una multa y, en el caso de los extranjeros, la detención y expulsión.
En cuanto a la Iglesia de Inglaterra, hace poco, el Sínodo General, la asamblea que debate y decide doctrina y liturgia, aprobó una moción que permitirá a sus sacerdotes “bendecir” a las parejas del mismo sexo casadas o unidas en ceremonias civiles, sin oficiar un matrimonio como tal. A través de un comunicado, la institución dijo “lamentar y arrepentirse” del fracaso de la Iglesia para acoger a las personas LGBTQI+ y “por el daño que las personas LGBTQI+ han experimentado y experimentan en las iglesias”.
Pero el tema no paró ahí: el líder del Kremlin también aseguró que “incluso los textos sagrados son puestos en duda. Por ejemplo, la Iglesia anglicana planea considerar la idea de un Dios de género neutro”. Sin embargo, lo que la institución religiosa británica ha hecho es impulsar una moción para contemplar la posibilidad de dejar de referirse a Dios en masculino, lo que ha generado argumentos a favor y en contra.
Mientras algunos han dicho que esto supondría acabar con siglos de creencia en un “padre” omnipotente, otros, como un portavoz de la Iglesia anglicana, creen que “no se trata de un debate nuevo. Los cristianos llevan reconociendo desde la antigüedad que Dios no es varón ni hembra. La diversidad de formas con que las Escrituras describen o se dirigen a Dios no se han reflejado a veces como es debido en nuestra liturgia”.
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