De sumergir a un niño en ácido a bombas a jueces: los crímenes de Matteo Messina
El “padrino invisible” de la Cosa Nostra tiene una historia marcada por la crueldad, razón por la que Palermo celebró al saber que fue arrestado el lunes.
Unos lo daban por muerto, otros decían que estaba en Caracas o España y que se había sometido a una cirugía plástica para dejarlo irreconocible. Al final, nunca salió de su casa: Sicilia.
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Unos lo daban por muerto, otros decían que estaba en Caracas o España y que se había sometido a una cirugía plástica para dejarlo irreconocible. Al final, nunca salió de su casa: Sicilia.
“Obviamente, estaba en su tierra: como todos los capos, estaba exactamente en el lugar donde todos sabían que estaba”, dijo el periodista y escritor Roberto Saviano, autor de Gomorra y experto en la mafia italiana.
Luego de tres décadas de búsqueda, la justicia logró detener a Matteo Messina Denaro, considerado como el “capo de capos” de la poderosa Cosa Nostra, el último padrino que movía los hilos de Italia desde las sombras y un hombre fiel al ala más violenta de la mafia. Fue atrapado en la clínica de La Maddalena en Palermo, en donde se trataba un cáncer desde hace un año bajo el nombre de Andrea Bonafede.
“Nunca hubiéramos imaginado que un señor enfermo y en tan mal estado esperando a ser ingresado en la clínica pudiera ser el capo al que se lleva treinta años buscando”, le dijo Stefania Filosto, directora de la clínica, al diario Corriere della Sera.
Más de 160 agentes estaban dedicados a buscarlo desde 1993, cuando se esfumó del radar de las autoridades luego de ser acusado de varios crímenes por los que fue juzgado y sentenciado en ausencia a cadena perpetua en 2000. Se le acusa de por lo menos 50 homicidios y actos de terrorismo contra Italia.
Su único contacto con la vida pública en estas décadas fue la sagrada publicación de un breve recordatorio sobre la muerte de su padre cada año, el también mafioso Francesco Messina Denaro. Cuando estas notas dejaron de aparecer, se pensó que Matteo había muerto, pero él seguía en las sombras comunicándose por papelitos con los miembros de la Cosa Nostra, llamados ‘pizzini’, como se pudo demostrar en 2016.
Su roganización continuó señalada de los delitos de lavado de dinero, extorsión, prostitución y más recientemente tráfico de drogas. Sin embargo, era difícil dar con el paradero del capo: la última foto que se le conoce es de comienzos de los 90. Las autoridades tuvieron que basarse en reconstrucciones digitales de su rostro para seguirle la pista. Además, su familia se resistía a dar información sobre él, llegando incluso a apoyar la idea de que estaba muerto para que las pesquisas concluyeran.
Nació el 26 de abril de 1962 en Castelvetrano, suroeste de Sicilia, de familia mafiosa. Si algo lo identifica a él, más allá de su pasión por los autos de lujo, los relojes de oro y las mujeres, es su calidad de asesino despiadado. “Con la gente que he matado, podría llenar todo un cementerio”, decía. Aprendió a disparar a los 14 años y a los 18 cometió su primer homicidio. El “príncipe de Trapani”, otro de sus apodos, lideró la “estrategia del terror”, una serie de atentados en Florencia, Milán y Roma que buscaba intimidar al gobierno para que cesara sus investigaciones.
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En 1989, cuando empezaron sus problemas con la ley, ordenó el asesinato de Nicola Consales, jefe de su entonces amante austriaca, que estaba en contra de que sus empleados mantuvieran algún tipo de conexión con la mafia. También Se convirtió en el líder del llamado clan Castelvetrano y firmó una alianza con los corloenesi, inmortalizados en El Padrino, por la que encabezó la nueva generación de capos que reemplazó a los viejos padrinos.
En 1992, ya considerado como el próximo heredero del temido capo Toto Riini, alias “La Bestia”, orquestó los asesinatos de los fiscales antimafia Giovanni Falcone y Paolo Borsellino. Además, participó en el emblemático secuestro de Giuseppe Di Matteo, un niño de 12 años e hijo de Santino Di Matteo, un miembro de la mafia que decidió colaborar con las autoridades para rebajar su pena por haber participado en una decena de asesinatos. Esa cooperación era una altísima traidición para la Cosa Nostra, que aprobó el secuestro del niño para presionar al arrepentido.
Luego de 779 días en cautiverio, usado como ficha de cambio para que su padre dejara de colaborar con la justicia, el menor Di Matteo fue estrangulado y disuelto en ácido para no dejar rastro, por orden de Giovanni Brusca, otro integrante de la mafia.
“El 11 de enero de 1996 me enteré por la televisión que me habían condenado a perpetua por un crimen. Me había delatado el papá de Giuseppe. Ordené que mataran al niño (...). De estrangularlo se encargaron Enzo Chiodo y mi hermano Enzo”, dijo Brusca.
Tras este episodio, que sacudió a toda Italia, el capo de capos desapareció y se convirtió en el prófugo más buscado del país. La despedida que le firmó a su novia, Ángela, antes de asfumarse, de cuenta de que el mafioso era consciente de sus actos.
“Vas a oír hablar de mí, me pintarán como un diablo, pero son todas falsedades”, le dijo.
Para Palermo, así como para toda Italia, la noticia del arresto de Messina Denaro empieza a sanar la herida que abrió su ola de crímenes durante la década de los 90, aunque quedan muchos detalles por conocer, en especial sobre la relación entre la mafia y el gobierno. Para Anna Sergu, experta en criminología de la Universidad de Essex consultada por la BBC, Messina es el “último y más resiliente y puro de los mafiosos sicilianos que quedan. Los secretos que se dice que guarda alimentan las conspiraciones en torno a los acuerdos entre la mafia y el Estado en la década de 1990″.
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