Los últimos habitantes de Bajmut se resisten a huir pese al avance ruso
Los últimos habitantes de Bajmut, en el este de Ucrania, se niegan a abandonar la ciudad devastada tras meses de combates.
Las fuerzas rusas intentan tomar el control de Bajmut, que se ha convertido en una de las batallas más hostiles desde que se inició la invasión el 24 de febrero del año pasado. Pese al envío de armas occidentales, Rusia ha reivindicado varios avances en la región.
El río que atraviesa la ciudad marca la línea divisoria entre ambos bandos, pero algunos habitantes, como Natalia Shevchenko, que vive en la orilla este, cruza todos los días un puente para conseguir agua.
“Ahora estoy viviendo en el sótano, cuando salgo soy como un topo, mis ojos se tienen que acostumbrar a la luz. No, no se preocupe, está muy lejos. Ya aprendí a reconocer dónde caerán. Cómo podría irme, tan solo la renta me cuesta 9.000 grivnas”, comenta.
Antes de la guerra, Bajmut tenía 75.000 habitantes, pero ahora es una ciudad fantasma: ya no hay gas, electricidad, ni agua.
“Compré mi estufa por 3,500 grivnas porque el gobierno no las estaba dando y después las autoridades empezaron a repartirlas gratuitamente. Así es como vivimos en el siglo XXI”, dice Shevchenko.
Las autoridades ucranianas calculan que en Bajmut aún quedan unas 7.000 personas, la mayoría ancianos, que viven entre tiros de artillería, disparos y los drones que sobrevuelan el cielo.
“Solo un tonto no tendría miedo. Todo es posible, si Dios quiere seguiré con vida”, concluye Nadiya.
Además, muchos habitantes tampoco tienen señal en sus teléfonos, por lo que no se pueden comunicar con sus familiares que sí huyeron. En Bajmut, los residentes parecen resignados.
Las fuerzas rusas intentan tomar el control de Bajmut, que se ha convertido en una de las batallas más hostiles desde que se inició la invasión el 24 de febrero del año pasado. Pese al envío de armas occidentales, Rusia ha reivindicado varios avances en la región.
El río que atraviesa la ciudad marca la línea divisoria entre ambos bandos, pero algunos habitantes, como Natalia Shevchenko, que vive en la orilla este, cruza todos los días un puente para conseguir agua.
“Ahora estoy viviendo en el sótano, cuando salgo soy como un topo, mis ojos se tienen que acostumbrar a la luz. No, no se preocupe, está muy lejos. Ya aprendí a reconocer dónde caerán. Cómo podría irme, tan solo la renta me cuesta 9.000 grivnas”, comenta.
Antes de la guerra, Bajmut tenía 75.000 habitantes, pero ahora es una ciudad fantasma: ya no hay gas, electricidad, ni agua.
“Compré mi estufa por 3,500 grivnas porque el gobierno no las estaba dando y después las autoridades empezaron a repartirlas gratuitamente. Así es como vivimos en el siglo XXI”, dice Shevchenko.
Las autoridades ucranianas calculan que en Bajmut aún quedan unas 7.000 personas, la mayoría ancianos, que viven entre tiros de artillería, disparos y los drones que sobrevuelan el cielo.
“Solo un tonto no tendría miedo. Todo es posible, si Dios quiere seguiré con vida”, concluye Nadiya.
Además, muchos habitantes tampoco tienen señal en sus teléfonos, por lo que no se pueden comunicar con sus familiares que sí huyeron. En Bajmut, los residentes parecen resignados.