¿Luz verde para la energía nuclear?: el nuevo pulso en la Unión Europea
La Comisión Europea publicó un proyecto que avala las inversiones en energía atómica y gas en la ruta hacia la neutralidad climática. Las opiniones están divididas.
María Alejandra Medina
Europa arrancó el año con dos noticias que parecen diametralmente opuestas: mientras Alemania cerró tres de sus seis plantas nucleares —la mitad restante será clausurada en 2022—, la Comisión Europea (CE) presentó un borrador de plan en el que se contemplan las inversiones en energía nuclear y en gas como sostenibles.
Los dos países más visibles en este pulso son quizá Francia y Alemania. El primero, que ha impulsado la propuesta de incluir la energía nuclear en el proyecto presentado por la CE, obtiene cerca del 70 % de su electricidad de dicha fuente, mientras que Alemania desde 2002, bajo el liderazgo de Gerhard Schröder, se trazó el plan de eliminar gradualmente la generación atómica.
Otros como Austria y España también se han opuesto a la idea. Teresa Ribera, ministra española para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, dijo a propósito que el gas y la energía nuclear son tecnologías que “tienen un papel que cumplir en la transición, pero limitado en el tiempo, por lo que deben ser tratadas de forma aparte”.
Y aunque Austria advirtió incluso que, de avanzar, llevará la propuesta al Tribunal de Justicia de la Unión Europea, es “poco probable”, como dijeron fuentes consultadas por la agencia EFE, que el proyecto se caiga, pues “haría falta que se opusieran 20 Estados miembros que reúnan al menos el 65 % de la población europea, lo que se conoce como ‘mayoría cualificada inversa’”.
En la Unión Europea, de 27 miembros, 13 generan electricidad a partir de energía nuclear. Bélgica, Bulgaria, República Checa, Alemania, España, Francia, Hungría, Países Bajos, Rumania, Eslovenia, Eslovaquia, Finlandia y Suecia tienen reactores funcionando, y cerca del 26 % de la electricidad de los países del bloque proviene de esa fuente. Sin embargo, entre 2006 y 2019, según datos oficiales, la generación a partir de esta fuente cayó 16,3 %.
Para hacerse una idea, en América Latina, solo México, Brasil y Argentina cuentan con reactores nucleares.
¿Qué se propone?
Lo que la Comisión Europea envió para la revisión de los países es un proyecto de acto delegado complementario de taxonomía, es decir, un documento que deberán tener en cuenta los inversionistas para la toma de decisiones, pues es lo que el bloque europeo considera como “sostenible” de cara a la neutralidad climática a la que apunta en los próximos 30 años.
“La actual combinación energética en Europa varía de un Estado miembro a otro. En algunas zonas de Europa aún se depende en gran medida del carbón con elevadas emisiones de carbono. La taxonomía prevé actividades energéticas que permitan a los Estados miembros avanzar hacia la neutralidad climática a partir de estas situaciones divergentes”, explicó la CE.
Para este órgano, “el gas natural y la energía nuclear pueden desempeñar un papel a la hora de facilitar la transición hacia un futuro basado predominantemente en las energías renovables (…). Las actividades que se incluyen en este acto delegado complementario acelerarían la eliminación gradual de otras fuentes más nocivas, como el carbón”.
Específicamente, sobre energía nuclear habría luz verde para las inversiones en centrales nucleares que reciban un permiso de construcción hasta el año 2045, siempre y cuando se construyan cementerios para gestionar los residuos nucleares de alto riesgo. En el caso del gas, sería para proyectos con permisos concedidos hasta 2030, si emiten menos de 270 gramos de Co2/kWh o menos de 100 gramos de Co2/kWh cuando de financiar plantas ya existentes se trate.
¿Verde?
Después de la publicación del proyecto la atención ha estado puesta particularmente en la energía nuclear. Muchos se preguntan cómo es posible contemplarla en la transición sabiendo que aunque la generación no produce emisiones, sí lo hace la extracción de uranio, además de las complejidades que tiene el manejo de residuos nucleares y, por supuesto, con antecedentes como el de Chérnobil o Fukushima.
De hecho, la ministra alemana de Medio Ambiente, Steffi Lemke, en declaraciones al grupo de medios Funke, citado por EFE, afirmó que “una forma energética que por un lado puede llevar a catástrofes medioambientales devastadoras —en caso de un grave accidente en un reactor—, y por otro deja grandes cantidades de residuos peligrosos altamente radiactivos, no puede ser sostenible”.
“Estudiaremos ahora los criterios que nos presentó anoche (31 de diciembre) la Comisión Europea en el borrador y al respecto nos pondremos de acuerdo dentro del gobierno”, señaló la ministra. Se refiere a que, aunque la posición alemana en materia nuclear es clara, no lo es tanto en cuanto a gas, en donde está gran parte de su apuesta energética.
Para Diego Alejandro Torres, doctor en física nuclear y profesor del Departamento de Física de la Universidad Nacional de Colombia, la posición alemana es problemática por varias razones. Por un lado, porque considera que las decisiones se han tomado con una perspectiva política, cuando no populista, pero además Alemania promueve proyectos como el gasoducto Nord Stream 2, en conjunto con Rusia, cuyas implicaciones ambientales y geopolíticas no son de poca monta.
Torres, quien se declara un acérrimo defensor de la energía nuclear, asegura que esta forma de generación es cara (unas ocho veces más que la hidráulica) precisamente porque los estándares de seguridad tienen que ser muy altos. Afirma que ninguna fuente es perfecta: la solar, por ejemplo, emplea elementos contaminantes; al igual que la eólica requiere (en grandes proyectos) vastas extensiones de tierra y no funcionan de noche (en el caso solar) o cuando no hay viento (en el caso de la eólica).
En cuanto a los residuos, explica que se encapsulan y se hace un seguimiento riguroso que no se hace, por ejemplo, con los residuos que deja la quema de combustibles, que tanto ha contaminado a las ciudades. Manuel Rodríguez Becerra, exministro de Ambiente colombiano y uno de los ambientalistas más reconocidos del país, sabe que se expone a críticas al decir que es partidario de que se avance con la energía nuclear.
“La crisis climática es extrema, y la energía nuclear es una alternativa para ayudar a resolver el problema”, dice Rodríguez. Sabe que hay riesgos, pero pone como ejemplo a Francia, altamente dependiente de esa fuente, en donde no ha habido accidentes. Asegura que la clave tiene que estar en una administración responsable, pues generalmente son las crisis económicas o la falta de recursos las que llevan a descuidar el mantenimiento de las centrales. Eso sí, admite que los residuos no son neutros y que la investigación y la tecnología tienen que avanzar en ese sentido.
Más allá de si lo problemático es llamar “verde” a la energía nuclear o no, otros ven problemas prácticos. Peter Sweatman, consejero delegado de la consultora especializada Climate Stretegy & Partners, dijo para El País que la financiación en energías limpias seguirá llegando. “El problema es que el ritmo de inversiones no es suficiente para cumplir los objetivos, y que la nuclear y el gas tengan la etiqueta no ayuda: puede ser una distracción y desviar fondos que son muy necesarios para la eólica y la solar”.
¿Qué sigue?
Sobre el proyecto de acto, los países tienen hasta el próximo 12 de enero para enviar observaciones. Aprobado el acto por la CE, este pasará a validación por el Consejo de la UE y la Eurocámara. Se estima que el proceso puede alargarse hasta cuatro meses, según dijeron fuentes a EFE.
Todo esto sucede mientras que Emmanuel Macron se estrena en la presidencia rotativa del bloque —a puertas de las elecciones presidenciales en Francia— y Olaf Scholz, como canciller de Alemania, en reemplazo de Ángela Merkel.
Torres, de la Universidad Nacional, no dejó de mencionar su creencia en que Merkel, física de profesión, después de que se hubiera aprobado extender la vida útil de las plantas alemanas, prefirió seguir la opinión popular de acelerar el cierre de las centrales nucleares en un contexto de angustia global por lo ocurrido en Fukushima (Japón) en 2011. Sin embargo, es innegable que las potenciales consecuencias de un accidente y el asunto de manejo de los residuos, entre otros, son argumentos que para muchas personas son suficientes para decir que Merkel tomó la decisión correcta.
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Europa arrancó el año con dos noticias que parecen diametralmente opuestas: mientras Alemania cerró tres de sus seis plantas nucleares —la mitad restante será clausurada en 2022—, la Comisión Europea (CE) presentó un borrador de plan en el que se contemplan las inversiones en energía nuclear y en gas como sostenibles.
Los dos países más visibles en este pulso son quizá Francia y Alemania. El primero, que ha impulsado la propuesta de incluir la energía nuclear en el proyecto presentado por la CE, obtiene cerca del 70 % de su electricidad de dicha fuente, mientras que Alemania desde 2002, bajo el liderazgo de Gerhard Schröder, se trazó el plan de eliminar gradualmente la generación atómica.
Otros como Austria y España también se han opuesto a la idea. Teresa Ribera, ministra española para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, dijo a propósito que el gas y la energía nuclear son tecnologías que “tienen un papel que cumplir en la transición, pero limitado en el tiempo, por lo que deben ser tratadas de forma aparte”.
Y aunque Austria advirtió incluso que, de avanzar, llevará la propuesta al Tribunal de Justicia de la Unión Europea, es “poco probable”, como dijeron fuentes consultadas por la agencia EFE, que el proyecto se caiga, pues “haría falta que se opusieran 20 Estados miembros que reúnan al menos el 65 % de la población europea, lo que se conoce como ‘mayoría cualificada inversa’”.
En la Unión Europea, de 27 miembros, 13 generan electricidad a partir de energía nuclear. Bélgica, Bulgaria, República Checa, Alemania, España, Francia, Hungría, Países Bajos, Rumania, Eslovenia, Eslovaquia, Finlandia y Suecia tienen reactores funcionando, y cerca del 26 % de la electricidad de los países del bloque proviene de esa fuente. Sin embargo, entre 2006 y 2019, según datos oficiales, la generación a partir de esta fuente cayó 16,3 %.
Para hacerse una idea, en América Latina, solo México, Brasil y Argentina cuentan con reactores nucleares.
¿Qué se propone?
Lo que la Comisión Europea envió para la revisión de los países es un proyecto de acto delegado complementario de taxonomía, es decir, un documento que deberán tener en cuenta los inversionistas para la toma de decisiones, pues es lo que el bloque europeo considera como “sostenible” de cara a la neutralidad climática a la que apunta en los próximos 30 años.
“La actual combinación energética en Europa varía de un Estado miembro a otro. En algunas zonas de Europa aún se depende en gran medida del carbón con elevadas emisiones de carbono. La taxonomía prevé actividades energéticas que permitan a los Estados miembros avanzar hacia la neutralidad climática a partir de estas situaciones divergentes”, explicó la CE.
Para este órgano, “el gas natural y la energía nuclear pueden desempeñar un papel a la hora de facilitar la transición hacia un futuro basado predominantemente en las energías renovables (…). Las actividades que se incluyen en este acto delegado complementario acelerarían la eliminación gradual de otras fuentes más nocivas, como el carbón”.
Específicamente, sobre energía nuclear habría luz verde para las inversiones en centrales nucleares que reciban un permiso de construcción hasta el año 2045, siempre y cuando se construyan cementerios para gestionar los residuos nucleares de alto riesgo. En el caso del gas, sería para proyectos con permisos concedidos hasta 2030, si emiten menos de 270 gramos de Co2/kWh o menos de 100 gramos de Co2/kWh cuando de financiar plantas ya existentes se trate.
¿Verde?
Después de la publicación del proyecto la atención ha estado puesta particularmente en la energía nuclear. Muchos se preguntan cómo es posible contemplarla en la transición sabiendo que aunque la generación no produce emisiones, sí lo hace la extracción de uranio, además de las complejidades que tiene el manejo de residuos nucleares y, por supuesto, con antecedentes como el de Chérnobil o Fukushima.
De hecho, la ministra alemana de Medio Ambiente, Steffi Lemke, en declaraciones al grupo de medios Funke, citado por EFE, afirmó que “una forma energética que por un lado puede llevar a catástrofes medioambientales devastadoras —en caso de un grave accidente en un reactor—, y por otro deja grandes cantidades de residuos peligrosos altamente radiactivos, no puede ser sostenible”.
“Estudiaremos ahora los criterios que nos presentó anoche (31 de diciembre) la Comisión Europea en el borrador y al respecto nos pondremos de acuerdo dentro del gobierno”, señaló la ministra. Se refiere a que, aunque la posición alemana en materia nuclear es clara, no lo es tanto en cuanto a gas, en donde está gran parte de su apuesta energética.
Para Diego Alejandro Torres, doctor en física nuclear y profesor del Departamento de Física de la Universidad Nacional de Colombia, la posición alemana es problemática por varias razones. Por un lado, porque considera que las decisiones se han tomado con una perspectiva política, cuando no populista, pero además Alemania promueve proyectos como el gasoducto Nord Stream 2, en conjunto con Rusia, cuyas implicaciones ambientales y geopolíticas no son de poca monta.
Torres, quien se declara un acérrimo defensor de la energía nuclear, asegura que esta forma de generación es cara (unas ocho veces más que la hidráulica) precisamente porque los estándares de seguridad tienen que ser muy altos. Afirma que ninguna fuente es perfecta: la solar, por ejemplo, emplea elementos contaminantes; al igual que la eólica requiere (en grandes proyectos) vastas extensiones de tierra y no funcionan de noche (en el caso solar) o cuando no hay viento (en el caso de la eólica).
En cuanto a los residuos, explica que se encapsulan y se hace un seguimiento riguroso que no se hace, por ejemplo, con los residuos que deja la quema de combustibles, que tanto ha contaminado a las ciudades. Manuel Rodríguez Becerra, exministro de Ambiente colombiano y uno de los ambientalistas más reconocidos del país, sabe que se expone a críticas al decir que es partidario de que se avance con la energía nuclear.
“La crisis climática es extrema, y la energía nuclear es una alternativa para ayudar a resolver el problema”, dice Rodríguez. Sabe que hay riesgos, pero pone como ejemplo a Francia, altamente dependiente de esa fuente, en donde no ha habido accidentes. Asegura que la clave tiene que estar en una administración responsable, pues generalmente son las crisis económicas o la falta de recursos las que llevan a descuidar el mantenimiento de las centrales. Eso sí, admite que los residuos no son neutros y que la investigación y la tecnología tienen que avanzar en ese sentido.
Más allá de si lo problemático es llamar “verde” a la energía nuclear o no, otros ven problemas prácticos. Peter Sweatman, consejero delegado de la consultora especializada Climate Stretegy & Partners, dijo para El País que la financiación en energías limpias seguirá llegando. “El problema es que el ritmo de inversiones no es suficiente para cumplir los objetivos, y que la nuclear y el gas tengan la etiqueta no ayuda: puede ser una distracción y desviar fondos que son muy necesarios para la eólica y la solar”.
¿Qué sigue?
Sobre el proyecto de acto, los países tienen hasta el próximo 12 de enero para enviar observaciones. Aprobado el acto por la CE, este pasará a validación por el Consejo de la UE y la Eurocámara. Se estima que el proceso puede alargarse hasta cuatro meses, según dijeron fuentes a EFE.
Todo esto sucede mientras que Emmanuel Macron se estrena en la presidencia rotativa del bloque —a puertas de las elecciones presidenciales en Francia— y Olaf Scholz, como canciller de Alemania, en reemplazo de Ángela Merkel.
Torres, de la Universidad Nacional, no dejó de mencionar su creencia en que Merkel, física de profesión, después de que se hubiera aprobado extender la vida útil de las plantas alemanas, prefirió seguir la opinión popular de acelerar el cierre de las centrales nucleares en un contexto de angustia global por lo ocurrido en Fukushima (Japón) en 2011. Sin embargo, es innegable que las potenciales consecuencias de un accidente y el asunto de manejo de los residuos, entre otros, son argumentos que para muchas personas son suficientes para decir que Merkel tomó la decisión correcta.
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