Macron, con “arrogancia”, escribe el libro de cómo no ganarle a la extrema derecha
Por primera vez desde 1945, Francia sería gobernada por un partido de ultraderecha. Esto se debe, en parte, a un terrible planteamiento del presidente, Emmanuel Macron.
Camilo Gómez Forero
Cada analista coincide en lo mismo: el presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha fallado estrepitosamente en su táctica para derrotar a la extrema derecha en su país, a la que durante todo su mandato consideró como su única rival. El plan era simple en su cabeza: si ocupaba ese terreno de juego, donde comulgan discursos misóginos y xenófobos, entre otros, iba a captar suficientes seguidores como para desactivar la amenaza ultraderechista. Por eso, se le vio endurecer sus políticas de seguridad, arremeter contra musulmanes y luego contra los migrantes después. Todo lo que quería la ultraderecha. Nada le funcionó.
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Cada analista coincide en lo mismo: el presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha fallado estrepitosamente en su táctica para derrotar a la extrema derecha en su país, a la que durante todo su mandato consideró como su única rival. El plan era simple en su cabeza: si ocupaba ese terreno de juego, donde comulgan discursos misóginos y xenófobos, entre otros, iba a captar suficientes seguidores como para desactivar la amenaza ultraderechista. Por eso, se le vio endurecer sus políticas de seguridad, arremeter contra musulmanes y luego contra los migrantes después. Todo lo que quería la ultraderecha. Nada le funcionó.
“Lejos de derrotar a la derecha en Francia, la peligrosa estrategia de Macron la ha envalentonado”, pronosticó Didier Fassin, profesor de ciencias sociales en el Collège de France y en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, en el diario The Guardian, antes de los resultados de los comicios del domingo.
En cada paso que dio, como apoyar el proyecto de ley que endureció el trato a los migrantes el pasado diciembre, Macron terminó por entregarle una dulce victoria ideológica a los extremistas de derecha que sabían de lleno a qué jugaba el presidente. Es por eso que cuando dicho proyecto, por ejemplo, necesitó del apoyo de la Agrupación Nacional (RN, por sus siglas en francés) para ser aprobado, la lideresa del partido, Marine Le Pen, no dudó un segundo en votar a su favor. Le Pen y compañía reconocían que Macron no iba a sacar rédito político de aquellos movimientos, sino que, en su lugar, le estaba dando razón a su proyecto político, el cual ahora luce más fuerte que nunca.
El domingo, Le Pen y toda la ultraderecha festejaron por lo alto su victoria en la primera vuelta de las legislativas francesas convocadas de manera anticipada por el propio Macron a principios de junio, quien creyó que este sería un antídoto para controlar el ascenso de la RN tras su triunfo en los comicios europeos. Una vez más, la lectura de Macron fue errada. La RN se alzó con más del 33 % de los votos, muy por encima de la coalición oficialista Juntos (Ensemble), que se quedó con el 20 %, y apenas avistada por el izquierdista Nuevo Frente Popular, que obtuvo el 28 %.
“Es una apuesta perdida”, aseguró Adelaïde Zulfikarpasic, directora general del instituto de sondeos BVA, a la AFP, agregando que Macron “está en dificultades” ahora. Y no es la única que lo ve así. Para Vincent Martigny, politólogo de la Escuela Politécnica, haber disuelto la Asamblea Nacional y adelantar las elecciones fue “uno de los gestos más inconscientes de la historia de la Quinta República, basado en las proyecciones más absurdas”.
¿Vivió Macron en un estadio de delirio? Antes de tomar el paso de convocar elecciones, los sondeos nacionales indicaban una fuerte fragmentación en la izquierda y un segundo lugar de la centroderecha, su otra aliada. Nada parecía que fuera a detener a la ultraderecha. Hay quienes consideran que Macron, pese a la evidencia, confió de lleno en que la gente se iba a asustar con el ascenso del extremismo. También hay quienes, como Aymeric Durez, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Javeriana, apuntan que fue un asunto psicológico: una suerte de arrogancia extrema con la que siempre ha actuado Macron, que lo lleva a creer que siempre saldrá bien librado.
“Cree que siempre se puede dar la vuelta a la situación y que, en el fondo, para eso está hecho”, confesó una fuente centrista a la AFP.
Otros, como el politólogo argentino Felipe Galli, apuntan que Macron lanzó este movimiento de póker arriesgado para obtener un desgaste de la ultraderecha en los próximos años. “El mayor beneficio que puede sacar Macron de un triunfo de RN es que no tendría que aguantar el desgaste de los tres años de mandato que le quedan solo. Desde la presidencia podría limitar el margen de acción de RN y, al mismo tiempo, tratar de desgastar su empuje para 2027″, escribió.
Galli recordó que en el año 2002, el expresidente Jacques Chirac consiguió fácilmente la reelección a pesar de haber perdido las elecciones legislativas previas a las presidenciales contra su principal rival, Lionel Jospin, que también fueron convocadas de manera anticipada. El resultado fue que Jospin terminó desgastándose en el cargo de primer ministro a tal punto de que ni siquiera terminó segundo en las generales: Chirac disputó la presidencia contra el candidato Jean-Marie Le Pen (padre de la actual lideresa de la RN), a quien le sacó una ventaja de más del 60 %.
“Capaz le conviene más tres años de cohabitación con ellos que otros tres años de desgaste solo y encima con un gobierno en minoría”, escribió Galli.
Este podría ser un escenario posible que explicaría no solo la decisión de adelantar elecciones, sino también el tono cínico y arrogante con el que Macron ha abordado todo el terremoto político. “Estoy encantado. Les tiré mi granada sin seguro en las piernas. Ahora veremos cómo les va”, dijo el mandatario al justificar por qué disolvió el Parlamento. Pero el profesor Durez no cree en esta teoría, pues argumenta que, contrario a Chirac, Macron no tiene algo que lo motive a mantenerse en el poder, pues no podrá presentarse en las próximas elecciones. Por lo tanto, queda la explicación de un líder guiado por la arrogancia que con la actitud de campeón de póker pretendía salirse con la suya. Sin embargo, su estrategia solo se la cree él, y hoy luce cada vez más aislado.
Tanto el partido de Macron, Renacimiento, de la coalición Juntos, como los líderes del Nuevo Frente Popular, como Jean Luc Melenchon, se mostraron muy asustados el domingo tras los resultados. En ambas coaliciones, la de la izquierda y el oficialismo, se comunicó la nueva táctica de juego para responder a Le Pen: se retirarán todas las candidaturas que quedaron en tercera posición y que disputen la segunda vuelta. Esto con el fin de evitar quitarse votos entre sí y facilitarle a la RN conseguir un escaño.
“(Los candidatos que hayan terminado terceros) tendrán que retirarse para apoyar a otro candidato que, como nosotros, defiende los valores de la República”, aseguró el primer ministro francés, Gabriel Attal, de la coalición oficialista. “Ni un voto o escaño más para la Agrupación Nacional”, dijo Melenchon por su lado, al anunciar la misma medida.
La semana que viene será difícil: habrá que observar cómo funciona el trabajo en equipo entre el oficialismo y la izquierda, que, como dice Durez, todavía se siente traicionada. “Hay que recordar que en las elecciones de 2022, Macron jugó a conquistar a la derecha en la primera vuelta, pero en la segunda buscó a la izquierda para detener a Le Pen con promesas que terminó incumpliendo”, recalcó el profesor, quien añadió que Macron ha causado fisuras en el oficialismo importantes, como con su exprimer ministro Édouard Philippe (2017-2020), quien ya se presentó como alternativa a su mandato.
La segunda vuelta será el próximo 7 de julio y en esta se definirá si la RN obtiene la mayoría absoluta y qué tanto el nuevo plan de juego podrá mitigar los efectos del terrible planteamiento de Macron para detener a Le Pen. Falta mucho para ver si Macron fue un buen jugador de póker. Por ahora, escribió una importante lección política en Francia: a la ultraderecha no se le gana jugando a su propio juego.
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