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Jair Bolsonaro recibió en Anguilla Veneta, norte de Italia, la ciudadanía honoraria, en medio de las protestas (en contra y a favor) que ha desatado la decisión de la pequeña localidad de sus ancestros. La ceremonia, inicialmente programada en la sede de la alcaldía, fue trasladada a un residencia del siglo XVII de las afueras, donde recibió la distinción ante unos 200 invitados, entre ellos parientes y concejales del municipio.
“Estoy emocionado de estar aquí. Creo que se ve. De aquí salieron mis abuelos. Me complace estar entre gente buena”, aseguró Bolsonaro al inicio del encuentro, según refirió la agencia italiana AGI, debido a que a la mayoría de los medios de prensa se les impidió el acceso.
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“Dios quiso que fuera presidente de Brasil y estoy honrando a la familia en ese país. Tenemos mucho apoyo popular. Todos estamos haciendo un gran trabajo, que seguro el pueblo reconoce, al contrario de los medios de comunicación”, añadió el mandatario sudamericano en el acto que duró unas cuatro horas.
La llegada del mandatario ha movilizado tanto a militantes de izquierda y organizaciones antifascistas, contrarios a su política de ultraderecha, como a un sector de la comunidad brasileña que reside en Italia, quien esperó por horas, tanto para ovacionarlo como para abuchearlo.
Bajo una llovizna persistente, en medio de la neblina y el frío, representantes de varios partidos de izquierda, así como del sindicato CGIL y de la agrupación antifascista ANPI, se manifestaron en forma pacífica en la plaza central, portando banderas y carteles por la distinción al controvertido mandatario sudamericano.
“Que visite la ciudad de donde proviene su familia es justo, pero no que lo presenten como un modelo a seguir, otorgándole la ciudadanía honoraria”, lamentó Antonio Spada, concejal de la oposición, en declaraciones a la AFP.
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Imponente servicio de seguridad
La alcaldía de Anguillara Veneta, una localidad de 4.000 habitantes de la región Véneto, bastión de la ultraderechista Liga, movilizó policías y servicios de seguridad para evitar enfrentamientos.
“Fora Bolsonaro, fora Bolsonaro”, rezaba un enorme cartel, mientras otro, escrito a mano, decía “Anguillara ama Brasil, pero no a Bolsonaro”. Entre los manifestantes más indignados se encontraba el misionario italiano Massimo Ramundo, quien vivió veinte años en Brasil, doce de ellos en Marañón, un estado del noreste de Brasil que comprende la densa Amazonía. “Es una vergüenza. Estoy furioso con la alcaldesa de esta ciudad. No sabe lo que ha hecho y dicho Bolsonaro. No ha escuchado sus declaraciones de corte racista contra los indígenas, los vacunados, las mujeres. Además, quiere que la Amazonia sea un negocio. No respeta los valores del papa Francisco”, lamentó el religioso.
A pocos metros de la manifestación, organizada en la localidad de donde emigró su familia hace más de un siglo, también estaban grupos de simpatizantes del presidente, la mayoría brasileños que residen en varias regiones de la península. “Estoy aquí para decir que no está solo”, aseguró Silvana Kowalsky, una señora de 50 años, quien viajó desde Vicenza, a unos 85 kilómetros, para dar su apoyo.
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“Mito, mito”
Con sombreros y banderas de Brasil, los simpatizantes del presidente entonaban canciones y lo proclamaban “mito, mito”, a la vez que lanzaban consignas contra “Lula, ladrón”, al referirse al expresidente Inázio Lula da Silva, su posible mayor rival para las elecciones del 2022.
“Es un gran presidente y tiene derecho porque es descendiente de italianos. Todo lo que dice de él la comisión (del Senado) son mentiras”, aseguró el brasileño Claudio Resende, de 65 años, quien reside en Italia desde hace 17 años.
La primera visita de Bolsonaro a Italia, para participar el fin de semana en el G20 y recibir la distinción, ocurre en un contexto delicado, ya que suele ser fuertemente criticado a nivel internacional por relativizar la propagación del virus y por su política medioambiental.
El mandatario concluirá la jornada con una visita a la basílica de San Antonio de Padua, donde han organizado también manifestaciones de protesta.
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El martes, antes de su regreso a Brasil, Bolsonaro visitará en Pistoya, a unos 200 kilómetros al sur de Anguillara Veneta, el monumento erigido en honor de unos 500 soldados brasileños muertos en la Segunda Guerra Mundial, cuyos restos fueron trasladados en la década del 60 a Brasil.
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¿Y la COP26?
Durante el fin de semana, Bolsonaro cumplió con su agenda en la reunión del G20 y decidió no ir a Glasgow a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26). Sin embargo, envió un mensaje que parece contradictorio frente a su tradicional postura frente a dicha problemática. “Brasil es una potencia verde. Cuando se trata de luchar contra el cambio climático, siempre hemos sido parte de la solución, no del problema. Favoreceremos acciones y proyectos para la conservación de los bosques, el uso racional de los recursos naturales, la mitigación de las emisiones de gases de efecto invernadero y, sobre todo, la creación de “empleos verdes”.
El mandatario suramericano aseguró que su país actuará “responsablemente, desarrollando soluciones reales para una transición urgente”. Sin embargo, según informa The Guardian, los defensores de la Amazonia le pidieron a los delegados de la COP26 no confiar en las promesas de “lavado verde” del gobierno de Bolsonaro. Ellos alertaron sobre la necesidad de centrar la atención en las políticas destructivas de Brasil y no en “vagas promesas para el futuro”, se lee en el diario británico.
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